El revoltijo de las tripas que le habían provocado las lentejas no se fue hasta que salió al patio y se dirigió al árbol en el que estaban sus amigas sentadas: debajo de un olivo que llevaba siendo su refugio desde que comenzaran a ir a ese colegio. Frida y Bea se pasaron un rato dándole ánimos, asegurándole que al día siguiente nadie se acordaría de la humillación que había pasado.
—¿Qué pensará Eric? —preguntó Lucía haciendo un gesto de fastidio.
—Que eres una máquina —resolvió Frida sin hacerle mucho caso, pues tenía la costumbre de consultar internet en el móvil a la vez que hablaba con ellas.
Eso a Lucía la sacaba de quicio. Parecía que no la escuchaba y, además, ella solo podía conectarse al WhatsApp porque su 3G no era tan potente como para navegar.
—¡Madre mía! ¡Esto es alucinante! —Frida interrumpió sus pensamientos de pronto.
—¿Qué pasa? —le preguntó Lucía esperando recibir una nueva mala noticia que acabara de rematar el día.
Pero Frida comenzó a hacer movimientos bastante cómicos con la cabeza y los brazos, mientras canturreaba:
—¡Baileee, tenemos un baile! ¡¡¡Baileee!!!
Lucía la miraba extrañada, mientras Bea se reía divertida. Por mucho que acostumbraran a adivinarse los pensamientos, aquello traspasaba los límites.
—Estás como una cabra, nena. ¿Un baile para qué? —le preguntó todavía con el humor cruzado. Seguía teniendo el sabor de las lentejas en la boca...
—¡Para un concurso de la revista Bravo! Chicas, vamos a triunfar —respondió Frida sin más explicación, como si fuera lo más normal del mundo, y continuó leyendo en silencio lo que fuera que tenía en la pantalla de su móvil sin hacerles más caso.
—¿De qué está hablando? —la golpeó Bea para que les diera más información.
Lucía y Bea fueron a mirar las dos el móvil a la vez y acabaron dándose un cocorotazo en la frente. Frida comenzó a desternillarse mientras las otras se tocaban doloridas los chichones que ya habían comenzado a crecer.
—Lo que me faltaba… —se quejó Lucía.
Al final, Frida debió de sentir lástima, porque empezó a leer en voz alta lo que ponía en la pantalla del móvil:
—Y más abajo pone las bases… —Frida las miraba expectante, sin pestañear siquiera.
—¿A Berlín, Alemania? —preguntó Bea, insegura.
—¡Exacto! —exclamó Frida—. Ganaremos el concurso en un pipás y pasaremos la Semana Santa con Marta.
Lucía notó cómo su desmoralización se evaporaba y la asaltaba la euforia con aquella posibilidad. ¿De verdad podrían ver a su amiga en unas pocas semanas?
—¡Me apunto! —exclamó contenta de que el día empezara a mejorar un poco.
—Pero se presentará un montón de gente, ganar no será tan fácil… —objetó Bea.
—Si no lo intentamos seguro que será imposible —le respondió Lucía, que no quería ver borrada esa oportunidad en uno de los arranques pesimistas de Bea.
A veces, Bea necesitaba de un empujón. Como la vez en que fueron a una disco para mayores de catorce años. Todas sabían que era peligroso, porque como el gorila las pillara podía hacerlas papilla con un solo dedo. Pero para la mayoría pesaba más la curiosidad de saber por dónde se paseaban Marisa y sus Pitiminís todos los sábados por la tarde con sus modelitos del Bershka (para eso las habían seguido hasta allí). Para Bea no era así, y cuando estaban ya muy cerca de la puerta comenzó a ponerse imposible y a decir que se piraba. Por fin, entre todas consiguieron convencerla y entrar. Se pegaron un par de bailoteos y ¡al final era Bea la que no quería irse!
—Marta se quedará A-LU-CI-NA-DA —aseguró Frida dando por hecho que lo harían.
—No contéis conmigo, yo no puedo hacerlo —cortó Bea
—¡Parece que te importe un pito! Estamos hablando de Marta —se impacientó la otra.
—Chicas, por favor, claro que me importa —les suplicó Bea—. Pero yo soy un pato bailando y os estropearé la coreografía. Además, si me caigo y me hago daño en la mano, adiós el violín…
—Vamos, no te preocupes. Ya pensaremos algo que no sea muy difícil ni peligroso —la calmó Lucía—. Estaremos encantadas de enseñarte, y el objetivo merece la pena, ¿no? Además, si piensas en grande, conseguirás cosas grandes. —Eso se lo solía decir su padre, de ideas un tanto alternativas, cuando se enfrentaba a una tarde de estudio.
—No sé cómo se hace eso... —respondió Bea.
—Yo tampoco. Pero juntas lo conseguiremos —anunció Lucía sonriente.
Al final, la monserga debió de convencerla, porque la cabeza de Bea dejó de hacer negativas y empezó a moverse hacia arriba y hacia abajo.
—¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Va a ser increíble!!! —Lucía sonrió satisfecha, y Frida celebró ese cambio de actitud con una especie de bramido que no decía nada y lo decía todo.
Frida reenvió la imagen del anuncio a Marta seguidamente, para que empezara a hacerse a la idea.
—Ahora solo nos falta una última cosa... ¡Mejor dicho, dos! —les soltó Frida. Y después de aguantar unos segundos la respiración, dejó caer la bomba...—. Tenemos que ser cinco miembros en el equipo.
—¿Lo veis? Esto no es para nosotras —se apresuró a responder Bea.
—Hay cantidad de chicas molonas —respondió Frida para quitar importancia al asunto.
Les puso como ejemplo a la capitana de su equipo de voleibol, una chica muy maja llamada Raquel, que podía ser una buena candidata. Pero era seguro que habría muchísimas más. ¿Quién no querría ir a ver un concierto de Bieber en Berlín? ¡Era de locos! Nadie podía rechazar participar en un concurso como ese. Nadie menos Bea, claro, que siempre lo encontraba todo más complicado de lo que realmente era.
—¿Y si hacemos un casting? —sugirió Lucía. Ella estaba muy puesta en ese mundo gracias a que su madre trabajaba en una importante agencia de publicidad.
Se fijó en cómo le cambiaba la expresión a Bea de forma radical y aprovechó para acabar de convencerla de que así podrían escoger a las chicas que más se ajustaran a ellas. De todas las que se presentaran, que serían muchísimas, solo seleccionarían a las que cumplieran con una serie de requisitos.
Al fin Bea aceptó el trato y quedaron en que al día siguiente comenzarían con la planificación del casting, pues el plazo para enviar el vídeo con la córeo acababa el 7 de marzo, justo en dos meses. Lucía empezaba a sentirse emocionada con el plan y, mientras andaba hacia clase, pensó que si ganaban ese concurso sería una experiencia que no olvidarían jamás.
De: Marta (lapoetisamarta@hotmail.com)
Para: Lucía (let’sdance@hotmail.com), Frida (arribaFrida@hotmail.com), Bea (doremi@hotmail.com).
Asunto: Ya estoy instalada
Adjunto: mesa.jpg
Chicas:
Os presento mi nueva mesa en la escuela. Esta no tiene rayado nada, parece que aquí eso no se lleva. Aunque, ¿veis lo que asoma por debajo? Sí, sí, son mis zapatillas rojas en clase. ¡AQUÍ PUEDO VESTIR COMO QUIERA!
Todavía no me puedo creer lo del concurso… ¡Tenéis que ganar como sea! Bueno, os mantengo informadas,
Miss u,
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