Solo unos días después, tocaba celebrar el primer cumpleaños del año. El 9 de marzo, Susana cumplía los trece y coincidía con una excursión de todo el curso para ver unas ruinas romanas.
A la hora de comer, las chicas dieron la sorpresa a Susana: Lucía sacó de su mochila una tarta de chocolate un poco espachurrada y pusieron el número trece en velas. Cantaron el «Cumpleaños feliz» y todo el curso acabó por unirse a la celebración. Susana no hacía más que decir gracias y sonreír, se la veía bastante emocionada. No consiguió apagar las velas hasta el tercer intento. Aunque la tarta era pequeña y no había para todos, procuraron dar un trocito, o un par de migas, a cada uno.
—Gracias, Lucía —le dijo Eric, con sus migas en la mano.
—Dáselas a Susana, que es la cumpleañera —respondió ella para quitarle importancia.
Eric estaba guapísimo ese día sin el uniforme... No quería mirarle a la cara para que no se le subieran los colores.
—El tuyo es el trece de mayo, ¿verdad?
Lucía volvió de pronto a la realidad. ¿Había oído bien? Él debió de darse cuenta de su sobresalto y se justificó diciendo que se acordaba porque era el mismo día que el de su madre.
—¡Claro! —le dijo ella sin deshacerse de
esas mariposas en el estómago que habían empezado a volar y no
había quien las parara.
Pero entonces apareció Jaime, y las paró de sopetón.
—Vamos, chaval. Aprovechemos el rato libre para jugar al fútbol, te ha tocado mi equipo —le dijo cogiéndole del hombro.
Eric asintió y vaciló antes de echar a caminar. Se despidió de Lucía con media sonrisa y ella se quedó con las ganas de decirle que también sabía cuándo era su cumpleaños: el 20 de agosto, aunque fuera en pleno verano.
Aquella excursión fue el último respiro que les dieron los profesores. Después empezaron con el torbellino de trabajos, deberes y exámenes, más incluso que el resto de la evaluación, y ya no les dio tiempo de nada.
La Urraca aprovechó el lío para hacer tutorías a
todos los alumnos de primero. También a Lucía, que la llamó para
que fuera a hablar con ella a su despacho. Estaba preparada para un
chaparrón de malas noticias, pero le sorprendió descubrir que la
Urraca no veía su futuro nada negro. Sigue así», le reconoció dentro de su
poca emoción.
Con lo ocupadas que estaban, no importaba que estuviera a punto de empezar la primavera, y que el sol refulgiera en el cielo. Las chicas no tenían más remedio que pasarse los días con la cara metida en un libro.
Unas veces, lo hacían acompañadas, otras, solas.
Casi siempre se encontraban en la buhardilla. Y, aunque merendaban,
bailaban y a veces incluso cotilleaban, no había que olvidar que la
amenaza del continuaba existiendo para Lucía.
Pero ya estaban en la recta final, solo les faltaba un trabajo sobre la reproducción celular para terminar la segunda evaluación de ese curso. The last one... Ciencias naturales.
Esa tarde estaban solas Susana y Lucía en casa de su padre, dispuestas a finiquitarlo. Era lunes y solo quedaban cuatro días para que empezara Semana Santa, por lo que Lucía se distraía fácilmente: al día siguiente acababa el plazo de votaciones del concurso…
Había más de quinientos vídeos participando pero, por imposible que pareciera, el de ellas había escalado posiciones día a día desde que lo colgaron. La verdad era que se habían currado una buena campaña de promoción: todos sus amigos, vecinos, familiares, porteros y fontaneros habían votado. No quedaba ningún conocido, aunque fuera de vista, al que no hubieran dado la lata. Así, ¡en la primera semana se plantaron entre los diez primeros puestos! Pero hacía tres días que estaban paradas en el número 3, que no habría estado nada mal... de no ser porque justo por encima de ellas estaban Marisa y las Pitiminís, que se habían vuelto a unir después de todo… Lucía se metía en la web cada dos por tres para comprobar si la cosa variaba, todavía quedaban esperanzas...
—le echó la bronca la incansable Susana.
Había resultado ser una profe de lo más eficiente. No había excusas para ella, el estudio era sagrado. Por eso no sacaba buenas notas solo en mates, sino en todo.
Lucía estaba sentada en la cama haciendo una pulsera de hilos de colores azul y negro para ella, que no tenía ninguna.
—Si no me escuchas, suelto —la amenazó. Sentada en frente, ella le aguantaba el otro extremo de la pulsera mientras preparaban la presentación del trabajo de ciencias.
—Que sí te escuchoooooo —protestaba Lucía.
—Entonces explícame este gráfico —Susana señaló la cartulina que tenía delante.
Lucía respondió de memoria sin parar de hacer su pulsera. Satisfecha, Susana accedió a hacer una pausa apartando el montón de cartulinas temporalmente.
—¿Has vuelto a hablar con Eric? —le preguntó.
Lucía no esperaba esa pregunta para nada. Había ido tan estresada con las cosas del cole y los nervios por el concurso que no había tenido tiempo de perderse en las ensoñaciones. Sí que se cruzaban por los pasillos, pero casi siempre ella iba mirando un libro o ensayando una exposición oral, de modo que no se enteraba hasta que él ya estaba lejos...
—Probablemente ya ni se fije en mí —le dijo Lucía, volviendo a su pulsera.
—Pues a mí me han llegado noticias de otro tipo...
Primero se puso blanca, luego roja, y luego le rogó a Susana que se lo dijera o no podría concentrarse en el resto de la presentación y catearía el trabajo. Al final, Susana tuvo piedad y se lo contó:
—Me ha dicho Raquel que Jaime le ha confesado,
que
Lucía pegó un chillido y se tapó la cara con las manos. Después se puso a saltar nerviosa sobre la cama.
—¿Qué voy a hacer? ¡Qué nervios! Ayayayay…
Mientras, Susana se la miraba divertida. Al suelo fueron cayendo pulseras, libros, libretas, cartulinas y bolis, pero ella no podía parar. Hasta que sonaron unos golpes en la puerta.
—¿Todo bien? —quiso saber su padre.
—¡Sí, papá, todo perfect! —respondió ella.
En ese momento se coló en el cuarto Aitana, que fue directa a la cama. Lucía estaba tan contenta que no se lo impidió, ni le gritó, ni la echó de la habitación, sino que la ayudó a subir y las dos se pusieron a dar brincos sobre el colchón cogidas de las manos. Su padre las miraba desde la puerta y se reía sin parar. Pero al poco llegó Lorena, y acabó con la fiesta:
—¡Como te hagas daño, verás! —amenazó a Aitana, haciéndola bajar al suelo.
—Solo tiene seis años —la excusó Lucía.
—Pero tú no —le reprochó ella.
Cuando volvieron a estar solas, Susana recuperó el tema de Eric:
—Tienes que currártelo.
—Pero si sabe de sobra que me gusta... ¡Será que no se lo he demostrado! —Solo le faltaba gritar a los cuatro vientos que soñaba con él.
—Pues no tanto como crees...
Susana le explicó que, como casi no le había ni saludado en las últimas semanas, Eric creía que ya no le interesaba... y no tenía claro si pedirle salir.
—Pero ahora no te ralles —la tranquilizó Susana—. Eso ya lo arreglarás mañana. Ahora tenemos que acabar la presentación. —Y le señaló las cartulinas desparramadas por todo el suelo.
—Que , cansinaaa. —Lucía alargó las palabras.
Obedeció y continuó presentando el trabajo en voz alta mientras acababa la pulsera. Se pasó el resto de la tarde evitando el reloj y la ventana, y también el móvil y el ordenador, del que de vez en cuando salían sonidos repetitivos procedentes del chat. Y ocultó lo mejor que pudo el hecho de que en su cabeza solo se repitiera una cosa: «Tienes que hablar con Eric, tienes que hablar con Eric»...
De: Marta (lapoetisamarta@hotmail.com)
Para: Bea (doremi@hotmail.com), Frida (arribaFrida@hotmail.com), Lucía (let’sdance@hotmail.com)
Asunto: Ya queda poquito…
Adjunto: concierto.jpg
Chicaaasss:
Os envío muchas fuerzas para esta última semana de clase. Aich, qué ganas de que acabe y empiece Semana Santa… ¡Sobre todo, si vosotras estáis aquí!
Ya es 21 de marzo: ha empezado la primavera, nuestra estación favorita. Aquí sigue lloviendo sin parar… ¡espero que vosotras tengáis más suerte! Este fin de semana pasado fui a un concierto de The Big Ones.
¡Qué ganas de que os conozcáis!
Miss u,
ZR4E