INTRODUCCIÓN
Estas estampas son retratos al minuto de diversos gallegos, en los cuales aparecen algunas de las condiciones esenciales de este pueblo del Finisterre, la región más occidental de España y del Viejo Mundo. Quizás esta extrema lejanía frente al Océano, le haya dado al pueblo gallego muchos de sus caracteres más propios. En estos pequeños retratos míos aparece el gallego tal y como es, a la vez creedor y escéptico, mágico pero racionalista, supersticioso y espiritual. Una mezcla bastante compleja, pero que constituye un éxito humano. Este gallego ha vivido durante siglos rodeado de extrañas poblaciones invisibles, os mouros, as fadas protegido por un conjunto que sorprende a los antropólogos de meigas, sabias, adivinas, arresponsadoras; ha evitado con los cruceros el pavor de las encrucijadas, ha aprendido a hablar con los animales, a ahuyentar el lobo, a curarse sus enfermedades —muchas de las cuales no son de médico—, y ha sabido como obtener la ayuda de los santos patronos en las iglesias perdidas en los montes, en los valles, en la beiramar. El gallego tiene santuarios para la cura de todo mal, desde Nasa Señora do Corpiño que cura a los privados de la mente, hasta San Amaro, que libra del reúma a sus ofrecidos, Roque, Cosme, los Milagros de Saavedra o los Milagros de Amil…
Estos retratos son como un rompecabezas, y cuando lo hayan logrado, y compuesto el fresco de los gallegos, creo que tendrán una imagen del pueblo del que dichosamente formo parte, un pueblo humilde, que ha visto procesiones de difuntos, que ha buscado y encontrado tesoros, que más de una vez ha descubierto leyes secretas que rigen las relaciones entre el mundo y el trasmundo. Y todo esto lo ha vivido con vivacidad, en el trabajo cotidiano de la tierra y del mar. Cada una de mis estampas supone una actitud ante un hecho de vida, pero también ante una ilusión o un sueño. Si seguimos los trabajos de los antropólogos —los del profesor Lisón Tolosana, por ejemplo—, vemos que todo el entorno mágico del gallego sigue vivo y que el habitante del Finisterre resuelve los más de sus problemas dentro de aquel. Porque lo conozco bien, he podido inventarlo. Inventar es un método válido de conocer. Ahora tengo a toda esta tropilla gallega por muy amiga, y me parece que haya conversado con ella durante muchas horas, ya en el campo, a la sombra de un roble, ya en la casa al amor del fuego, que el gallego considera con el griego que es el animal más parecido al hombre.
En fin, estos relatos, además de distraer al posible lector, quieren dar noticia de los variados gallegos que van y vienen por su tierra natal y por el mundo, que otro talante de los gallegos es el viajar a lejanas tierras, muchas veces en busca del pan, pero otras por el gusto de correr y ver mundo. El gallego se acomoda en todos los climas, pero no deja de soñar con la pequeña patria lejana, verdes campos bajo la lluvia.
Febrero, 1981