Gracie, Jane, Barry, Marion, Blondie y Mark
Un día de finales de agosto de 2007, cinco activistas de Igualdad Animal nos aproximamos a una granja intensiva de cerdos en el centro de España con el objetivo de rescatar a cinco cerdos de forma abierta, es decir, mostrando nuestros rostros y documentando el rescate para darlo después a conocer y concienciar a la sociedad, de modo que cada vez haya menos gente que apoye la explotación animal.
Eran alrededor de las tres de la tarde. Tras haber localizado e inspeccionado la granja varios días antes, decidimos realizar el rescate a plena luz del día a pesar de que sabíamos que suponía un riesgo añadido, ya que así nos asegurábamos de que las cámaras pudiesen grabar todo con buena calidad. La granja estaba lo suficientemente aislada como para poder entrar en ella de día sin correr excesivos riesgos.
Uno de nosotros aparcó el coche a la entrada del camino que llevaba hasta ella, sacó un mapa y empezó a vigilar mientras disimulaba buscar un punto inexistente en el mapa como si se hubiese perdido y se comunicaba con el resto por walkie-talkie. El resto nos dirigimos hacia la granja. En ella había un perro que empezó a ladrar según nos aproximábamos pero que, por lo demás, parecía inofensivo. Tras cerciorarnos de que no había nadie más en la granja, tres de nosotros entramos por una ventana, deslizando el panel que la cerraba y pasando por encima de las jaulas de gestación de las cerdas madre que, ante nuestra presencia, empezaron a agitarse y a hacer ruido. Sus hijos corrían y saltaban alrededor de ellas, mezclándose entre sí. La mayoría de ellos nos evitaba, mientras que otros, los más aventureros, se acercaban a nosotros.
Tras grabar y fotografiar el interior de la granja, empezamos a coger a los cerdos. Algunos ofrecían poca resistencia mientras que otros se revolvían y chillaban asustados. A pesar de que nuestra idea era coger a cinco, finalmente rescatamos a seis. Son cosas que a veces pasan. Una vez que ya habíamos cogido a aquel lechón ya no le íbamos a volver a dejar allí pensando que donde hay espacio para cinco, lo hay también para seis. Metimos a los seis en transportines y les llevamos a un hogar temporal donde permanecieron tres semanas hasta que fueron nuevamente trasladados.
Uno de los motivos por los que no se hacen más rescates es por la carencia de espacios adecuados para los animales rescatados. Debido a esto, los cerdos han tenido que ser trasladados en varias ocasiones por su propia seguridad. Lo mejor para facilitar el viaje es darles algún tipo de tranquilizante que te puede dispensar cualquier veterinario. Dado que los cerdos no estaban identificados —no tenían crotales o etiquetas de plástico numeradas que identifican al animal y a la explotación de la que procede, ni tenían los tatuajes numéricos que en algunas granjas les hacen en las orejas—, tuvimos que llevarles en una furgoneta que circulaba precedida por un coche varios kilómetros por delante avisando por si había algún control policial, pues si encontraban a nuestros pequeños, seguramente acabarían matándolos.
Además de disponer de un espacio adecuado, es imprescindible contar con un veterinario que sepa tratar al tipo de animales que se vayan a rescatar, pues muchos veterinarios sólo saben tratar a perros y gatos. Algunos veterinarios se especializan en los animales denominados de forma especista “de granja” —generalmente vacas, cerdos, ovejas y corderos…— mientras que los veterinarios que tratan animales exóticos o aves pueden tratar a gallinas, pollos u otras aves explotadas para consumo humano. Generalmente, los conocimientos de muchos veterinarios no van mucho más allá de asegurarse de que los animales lleguen sanos al matadero y pocos tienen experiencia con animales adultos y conocimiento de los problemas de salud que pueden padecer. En ocasiones nos ha sido útil contrastar las opiniones de varios veterinarios porque algunos se contradecían o nos recomendaban administrar a Barry —uno de ellos— un medicamento que posteriormente le produciría trastornos óseos una vez adulto, algo que poco parece importarle a dichos veterinarios porque piensan que nunca llegarán a adultos.
Actualmente contamos con la ayuda de un veterinario simpatizante que les ha tratado cuando ha sido necesario y que ha esterilizado a Mark. Cabe señalar que una cerda en cada parto puede tener trece hijos y, dado que él está constantemente con Gracie y Marion, no podíamos dejar que se reprodujesen, ya que podrían ser veintiséis nuevos cerdos entre las dos al tiempo que otros individuos agonizan en estos momentos en las granjas esperando a ser rescatados.
A pesar de nuestros deseos y cuidados, Jane, Barry y Blondie murieron meses después del rescate tras haber recibido tratamiento de varios veterinarios. Lamentablemente, no pudimos hacer nada por ellos, ya que se encontraban enfermos cuando les sacamos de la granja y no pudieron recuperarse. Es normal sentir pena por sus muertes, pero pensamos que, lejos de suponer un fracaso para el rescate, éste les ofreció la posibilidad durante ese tiempo de disfrutar de una gran variedad de sensaciones que nunca hubieran experimentando en aquella granja. Pudieron sentir el calor del sol por primera vez sobre ellos, pudieron sentir el tacto de la hierba bajo sus pies, respirar aire limpio y jugar olvidándose de la vida de miseria que habían tenido. Finalmente, murieron rodeados de quienes se preocupaban realmente por ellos. Sus muertes, además, no contribuyeron a enriquecer el sistema de explotación del que habían sido víctimas y que sigue masacrando a otros individuos.
Un aspecto importante a tener en cuenta, dado que afecta directamente en su salud, es la alimentación que precisan los animales rescatados. Los lechones, tal y como el término indica, se alimentan de la leche de sus madres hasta que en las granjas los separan de éstas —entre la primera y la cuarta semana tras su nacimiento— y empiezan a recibir como única alimentación un pienso de iniciación que no suele ser vegano. Luego les dan piensos formulados que incluyen la grasa de otros cerdos ya asesinados con el fin de que ganen peso rápidamente.
Nosotros a los pequeños les dimos un puré de leche de soja formulada para bebés con papilla de cereales, soja texturizada y melaza. Poco a poco fuimos dándoles comida más sólida y luego un pienso para cerdos vegano hecho de harinas de cereales —cebada, maíz, sorgo…—. También incluimos frutas y verduras en su dieta para hacerla más saludable y variada, porque la verdad es que les encanta comer y probar cosas nuevas. También les encanta escarbar en la tierra con su hocico y son expertos en levantar todo un terreno en poco tiempo; por ello, algunos santuarios disponen de varias zonas para ir rotando y que los cerdos puedan siempre disponer de tierra con hierba que escarbar.
Ver cómo crecen y disfrutan de su vida es una experiencia muy difícil de explicar, pues a la vez que les ves jugar persiguiéndose unos a otros, darse baños o retozar felices, sabes que millones de ellos son masacrados cada año en los mataderos sin que la mayoría de la sociedad piense en ellos como los individuos que son, sino sólo como productos para consumir. En realidad, es relativamente fácil interpretar cómo se siente un cerdo, pues sus expresiones faciales son bastante reconocibles. Cuando entras en una granja o en los corrales de los mataderos donde los cerdos aguardan, te encuentras con miradas llenas de miedo, de animales temerosos de lo que les puedas hacer. Gracie, Marion y Mark nunca tienen esa mirada. Se acercan a cualquiera sin ningún miedo, como si no concibiesen que alguien pudiese querer hacerles daño y dando por supuesto que tienen tanto derecho a vivir en este planeta como tú o como yo.