De vuelta a las naves
Dentro del movimiento clandestino por la liberación animal es muy extraño que los activistas tengan la oportunidad de ver los resultados de sus acciones. Tras una liberación exitosa, los animales son puestos en libertad o entregados a una persona de confianza. Por razones de seguridad, los activistas no suelen ver a los animales en las casas en las que pasarán el resto de sus vidas. Esta acción es diferente.
Estábamos decididos a luchar por los animales enjaulados dentro de Huntingdon Life Sciences atacando a uno de sus clientes. Merial Labs estaba situado en Maryland, ahí hacían sus sucios experimentos sobre los animales. Creaban vacunas para mantener “sanos” a los animales de granja para ser más productivos. Después enviaban sus nuevas vacunas a HLS para que las testasen.
Detrás del edificio principal tenían un gran número de pequeñas naves en las que mantenían gallinas de diferentes tamaños. Estas gallinas las usaba Merial para sus propios experimentos. Esto era lo que habíamos decidido atacar.
Después de aparcar nuestro vehículo en un lugar seguro del vecindario, emprendimos el camino a través de unas zonas boscosas y nos abrimos paso a través de un denso zarzal. Esto nos condujo a los campos justo detrás de Merial. Tras un breve reconocimiento la noche anterior, supimos que necesitábamos gente para transportar a los animales, unas cizallas, una palanca y ropa abrigada (seamos sinceros, ¿qué más puede hacer falta?). El invierno ese marzo era muy frío, pero conforme la nieve empezó a caer con más intensidad, nos alegramos pensando que ningún policía querría salir del coche a revisar nada y nuestras pisadas pronto se cubrirían de nieve.
Sabíamos que las puertas de las naves tenían alarmas pero el ingenio de quienes habían diseñado este “centro de investigación para salvar vidas” no había sido suficiente para alarmar también las ventanas. Para nosotros ésta era una evidente vía de entrada. Con nuestras herramientas quitamos los cristales y entramos dentro.
Los pollitos eran muy jóvenes. ¡Dudamos de que hubiesen visto antes activistas encapuchados entrando ahí! Poco después los estábamos metiendo en las cajas y los mantuvimos cerca de la lámpara calorífica. Repetimos el proceso en unas pocas unidades más antes de darnos cuenta de que habíamos rescatado más pollitos que casas teníamos para ellos. Pero sabíamos que cuando los que los iban a cuidar viesen lo adorables que eran trabajarían sin descanso para encontrarles casas —y afortunadamente no nos equivocamos.
El conductor regresó al vehículo y condujo hasta un punto en el que nos recogería. En un principio íbamos a volver todos juntos hasta el vehículo, pero con la tormenta de nieve que estaba cayendo estábamos decididos a cruzar todo el recinto y salir por la parte de delante. La nieve ya había cubierto nuestras pisadas y hacía demasiado frío para recorrer todo el camino. Los que quedábamos cogimos todas las herramientas, las cajas con 115 pollitos y nos dirigimos hacia la furgoneta, cargamos todo y nos fuimos. ¡Otro trabajo bien hecho!
Nos tranquilizamos cuando llegamos a la carretera principal y nos alejamos. Por desgracia, nos quedaban treinta y seis horas de viaje hasta la casa.
En el camino preparamos un lugar en el que mantener a los pollitos calientes, proporcionarles agua y alimento. Tan pronto como los colocamos en su nuevo entorno empezaron a remover la tierra, bañarse en el agua y apretarse unos a otros. Aquí comenzaba su nueva vida, y aquí es donde suele acabar la historia. Pero en un mes estaríamos de vuelta.
Los pollitos estaban creciendo muy rápido, la casa original ya no servía y se nos informó de que había que encontrar otro hogar lo antes posible. Empleamos varios días conduciendo por zonas rurales para hablar en persona con algunos de los nuestros hasta que encontramos un hogar definitivo. Cuando llegamos para recoger a nuestros viejos amigos estábamos impresionados de ver lo que habían crecido. Equipamos el vehículo con arena, camas y bebederos, y subimos a los animales para hacer otro largo viaje.
Después de mucho tiempo conduciendo les preparamos su nuevo alojamiento en el que disponían de una cómoda zona cubierta y un espacio exterior en el que picotear, jugar y descansar bajo el sol. Llevamos a cada una de estas gallinas ya creciditas en su nuevo hogar. Todas estaban impresionadas con la hierba que había bajo sus pies. Nunca habían experimentado algo así en toda su vida. Pero esto no les impidió correr, excavar y disfrutar de su nuevo entorno. Fue un honor poder ver cómo habían pasado de sucias jaulas en pequeñas naves bajo una tormenta de nieve a poder jugar en la hierba bajo el calor primaveral. Nos recordó que la Liberación Animal no es siempre publicidad llamativa y campañas caras; pueden ser un grupo de amigos, unas cizallas y la determinación y creatividad para ver a los animales vivir libres.
Antes de irnos a descansar hicimos una última visita a nuestras amigas para despedirnos. El sol se estaba poniendo y las estrellas empezaban a salir. Algunas dormían sobre unos troncos que les habíamos puesto, pero la mayoría había preferido dormir acurrucada sobre una cama de hierba fresca, dormían al aire libre por primera vez. De vez en cuando alguna movía sus plumas de lado a lado y muy frecuentemente asomaban la cabeza para mirar el cielo y la hierba con cara de incredulidad.
Su largo viaje desde los centros de toxicología a una vida libre ya había acabado, y todos pudimos dormir más tranquilos.