Poco después de la derrota de Alemania en 1945, un niño camina junto a los cadáveres de cientos de antiguos internos del campo de concentración de Bergen-Belsen, tendidos al borde de una carretera comarcal. Al igual que hirieron la mayoría de los adultos alemanes durante los años de la postguerra, el niño aparta la mirada.

Soldados alemanes ejecutados públicamente en la horca en Kiev en 1946 tras haber sido declarados convictos de crímenes de guerra. Fueran cuales fueran las motivaciones soviéticas para escenificar juicios y ejecuciones durante la postguerra, los atroces crímenes cometidos por el ejército alemán, las SS y sus colaboradores locales eran sin duda reales.

Draža Mihailović, líder de la resistencia chetnik, ante un tribunal militar en junio de 1940. Para los partisanos comunistas, los chetniks representaban una amenaza casi tan seria como los ocupantes extranjeros; tras la guerra, Tito los aplastó implacablemente. El propio Mihailović sería fusilado el 18 de julio de 1946.

Una mujer francesa acusada de «colaboración horizontal» con los ocupantes alemanes es afeitada y expuesta públicamente en las calles de Laval pocas horas después de que la localidad fuera liberada por las tropas americanas, en agosto de 1944. Miles de mujeres francesas, belgas y holandesas sufrieron un castigo similar.

Mujeres haciendo cola en Londres en lo más crudo del frío invierno de febrero de 1947. La escasez de combustible fue tan extrema que la mayoría de estas mujeres tenían que esperar todo el día para recoger su ración semanal. Los cochecitos de bebé se utilizaban para transportar el carbón.

Una madre y sus hijos acuden a retirar su asignación familiar en Stratford, al este de Londres, el 6 de agosto de 1946 (el mismo día en que entraron en vigor dichas prestaciones). Los Estados del bienestar de la Europa de postguerra trajeron consigo una auténtica revolución social y mejoraron espectacularmente las condiciones de vida tanto de la clase media como de la clase trabajadora.

Ayudas del Plan Marshall, I. La primera entrega de azúcar caribeño del Plan Marshall llega a los muelles de Londres el 3 de febrero de 1949 y la recibe el ministro de Trabajo John Strachey (primero por la izquierda) y Elmer Holmgreen, representante del Plan Marshall (en el centro de la loto).

Ayudas del Plan Marshall, II. Atenas, navidad de 1949. Un grupo de huérfanos griegos recibe pan elaborado con «harina del Plan Marshall». Incluso en la empobrecida Grecia, la inyección de moral que supuso el Plan fue como mínimo tan importante como su contribución a la recuperación económica.

Ayudas del Plan Marshall, III. «Los ciudadanos del mundo no quieren repetir los sufrimientos de la guerra», afirmó Stalin. El rifle que acompaña a los huevos va envuelto en un periódico donde se lee «Pacto del Atlántico Norte». Hay que resaltar que los manifestantes desfilan bajo una pancarta escrita en francés.

Público congregado en la Plaza Wenceslao de Praga el 25 de febrero de 1948 para escuchar a Klement Gottwald anunciar la formación de un nuevo gobierno. Nótese la diversidad de emociones que pueden observarse en los rostros de los espectadores. El golpe comunista no fue recibido ni mucho menos con consternación unánime.

La imagen de Josep Broz Tito adorna un edificio de Belgrado (julio de 1948). El motivo que llevó a Stalin a romper con la Yugoslavia comunista en la primavera de 1948 no fueron sus políticas, sino la irritación que le producía la insubordinación de Tito, su culto a la personalidad y su creciente desafío al monopolio de Moscú sobre la autoridad comunista.

Un avión estadounidense se dispone a aterrizar en el aeropuerto de Tempelhof de Berlín en junio de 1948. El bloqueo de Berlín, mantenido durante once meses, constituyó un grave error de cálculo de Stalin, que disipó las ilusiones neutralistas de Alemania, comprometió a los aliados occidentales con Berlín y precipitó la formación de la OTAN.

Presentes en la Creación. De izquierda a derecha, Dean Acheson, Secretario de Estado estadounidense y promotor de la política de «contención»; Ernest Bevin, ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido que sería el primero en concebir una Alianza Atlántica; y Robert Schuman, estadista francés que propuso una Comunidad Europea del Carbón y del Acero.

El socialismo con rostro humano: el «tío Pepe» en un acto público en Moscú, 1949. «Me recordaba a los déspotas renacentistas por su carencia de principios y su disposición a utilizar cualquier método, aunque no empleara su florido lenguaje; simplemente “sí” o “no”, aunque sólo podías fiarte del “no”».

El levantamiento acaecido en Berlín Este el 17 de junio de 1953 supuso para el bloque soviético el primer indicador de que el pueblo podía «perder la confianza del gobierno». La opción (propuesta en ton sarcástico por Brecht) de «disolver el pueblo y elegir a otro» demostró ser inalcanzable, aunque no por falta de ganas.

László Rajk (centro) en el último día de su juicio, el 23 de septiembre de 1949. Como ministro de Interior comunista, Rajk había sido personalmente responsable de la muerte de muchos inocentes; pero su juicio y posterior ejecución le convertirían en mártir para las siguientes generaciones.

Trabajadores del gulag soviético hacia 1952. Aquel año, en pleno apogeo de la segunda ola de terror estalinista, 1,7 millones de prisioneros permanecían confinados en los campos de trabajo, 800.000 más en las colonias de trabajo y 2.753.000 en «centros especiales». La condena «habitual» en el gulag era de 25 años.

Jean-Paul Sartre admirando los incunables de la Biblioteca Nacional de Leningrado (23 de junio de 1954). La actitud indulgente de Sartre hacia el comunismo durante aquellos años obedecía a ilusiones románticas (y a su antiamericanismo) más que a razones ideológicas; pero en décadas posteriores, dicha actitud mancillaría su reputación internacional y atenuaría el brillo del que gozó su figura durante la postguerra.

Raymond Aron (izquierda) visitando Radio Europa Libre en Múnich (1952). Aron fue un liberal en una época no liberal; sus opciones políticas a menudo no fueron comprendidas por muchos de sus colegas intelectuales: «En política, muchas veces no se trata de elegir entre el bien y el mal, sino entre lo preferible y lo detestable».

Nikita Jruschov visitando una granja colectiva. El «Sr. J» se consideraba, a sí mismo un experto agrícola, a pesar de que sus experimentos solían acabaren estrepitosos fracasos. No obstante, su contribución a la desestalinización (especialmente el «discurso secreto» de febrero de 1956) fue inestimable, aunque sus consecuencias excederían sus deseos.

Imre Nagy (centro) tras su apelación a las Naciones Unidas el 1 de noviembre de 1950. A Nagy le saldría muy rara su participación en la malograda revuelta húngara pero, a largo plazo, Moscú pagaría el precio más alto, al dar al traste con las ilusiones de sus propios partidarios.

Construcción del Muro de Berlín, 19 de agosto de 1961. A pesar de sus protestas, los gobiernos occidentales no lamentaron ver resuelta la perenne crisis de Berlín gracias a la decisión de la Unión Soviética de levantar una barrera física entre las dos mitades de la ciudad ocupada.

El matrimonio de Maria Braun (1978), una ácida disección de las lacras de la República Federal de postguerra realizada por el director de cine Rainer Fassbinder. Para sus jóvenes críticos, la obsesión de Alemania Occidental por la prosperidad, su desinterés por la política y su olvido colectivo no eran más que los mismos viejos defectos alemanes de siempre bajo una apariencia distinta.

«Junto con el canciller, todos los alemanes permanecen atentos a lo que ocurre en su capital». En realidad, Konrad Adenauer (natural de la católica Renania) sentía auténtica antipatía por el prusiano Berlín. Pero no por ello dejó de utilizar la ciudad dividida como instrumento para extraer concesiones de sus aliados occidentales.

Retirada de retratos de gobernadores holandeses en el palacio de Yakarta el 26 de diciembre de 1949 (el día antes de la instauración de la República Indonesia). La pérdida de sus «Indias» fue traumática para los holandeses, que a partir de entonces tendrían que conformarse con un papel menos preponderante en Europa.

Las tropas del Vietminh conducen al cautiverio a soldados franceses tras la batalla de Dien Bien Phu (mayo de 1954). La humillante expulsión de Francia de Vietnam contribuyó a la nefasta resistencia, especialmente por parte del ejército, a renunciar a las posesiones que todavía mantenía el país galo en el norte de África.

Los egipcios exigen la retirada de las tropas anglofranresas (diciembre de 1956). La debacle de Suez supuso un antes y un después en la Europa de postguerra, pues aceleró la retirada europea del imperio y reposicionó (en muy diferentes sentidos) la agenda política tanto de Francia como de Inglaterra.

«Toda mi vida he tenido una determinada idea de Francia.» Charles de Gaulle tomó el poder en mayo de 1958 mediante lo que, en la práctica, vino a ser un golpe de Estado, aunque su V República demostró ser más estable que sus predecesoras y restableció la presencia de Francia en la escena mundial.

La OAS (Organización del Ejército Secreto) libró una sangrienta guerra de terror vengativo contra los que consideraba responsables de la pérdida de Argelia. Su rencor se dirigió principalmente contra De Gaulle, por haber traicionado la causa (obsérvese que la Cruz de Lorena, el emblema gaullista, aparece rota).

Ciudadanos europeos huyendo desde el Congo hacia Tanzania (julio de 1960). La retirada de Bélgica de su imperio constituyó un fiasco irresponsable: cuando los belgas abandonaron el Congo en 1960, tras décadas de explotación, tan sólo dejaron treinta licenciados universitarios congoleños para cubrir cuatro mil puestos de responsabilidad en la Administración.

Arriba: Gran Bretaña ha perdido un imperio y no ha encontrado aún su papel en el mundo. Abajo: Esto… ¿me dejaría ser sus patas traseras?

La famosa frase que Dean Acheson dijo en 1962 sobre la desubicación de la Gran Bretaña post-imperial inspiró a la caricaturista Vicky a describir la humillante y sumisa «relación especial» del Primer Ministro Harold Macmillan con Washington en unos términos que, cuatro décadas más tarde, mantiene lamentablemente la misma vigencia que en épocas pasadas.

Iconos de la modernidad, I. Un Tatra-603 checoslovaco en la exposición de la Feria Comercial de Brno (septiembre de 1959). Los automóviles del bloque soviético representaban gran parte de los defectos de las economías del bloque comunista: su diseño era bastante deficiente y su acceso quedaba limitado a una privilegiada minoría. Resultaban, en cambio, extraordinariamente duraderos.

Iconos de la modernidad, II. Tres señoras mirando el interior de una limusina (Londres, 1960). Aunque los artículos de consumo modernos (coches, frigoríficos, lavadoras) estaban entonces al alcance de muchas economías familiares occidentales, seguían existiendo grandes desigualdades en cuanto a riqueza, clase y privilegios. Seguramente la limusina seguía siendo conducida por un chófer personal.

Y Dios creó a la mujer. El ocio al sol constituía ahora una aspiración realista para un número cada vez mayor de veraneantes europeos. Bardot continuó viviendo algún tiempo en la Costa Azul que ella hizo famosa, pero muchos de sus amigos se mudaron, huyendo de la avalancha del turismo de masas.

En toda la Europa de postguerra, la «deschabolización» y la planificación urbanística dieron paso a una generación de torres de viviendas, impopulares entre sus habitan tes y sujetas, por lo general, a un rápido deterioro y a una prematura demolición. «Moss Heights», en Glasgow, que aparece aquí en construcción, constituye un ejemplo representativo de este tipo de edificios.

Teddy boys en Elephant & Castle, Londres,julio de 1955. La «generación perdida» de los adolescentes de los años cincuenta, atrapada entre sus padres, de la era de la Depresión, y la generación del baby-boom que les sucedería, carecían de entretenimientos o instalaciones de ocio. Muchos de ellos (como los blousons noirs en Francia, los Halbstarker en Alemania, o los skinknuttar en Suecía) recurrieron a la violencia callejera.

Los Beatles marcaron un verdadero hito. Cuatro décadas después siguen constituyendo el punto de referencia común más importante (y quizás el único) en la memoria de la generación de los sesenta. Además compusieron música de gran calidad, aunque Sergeant Pepper no llegara a representar (del todo) un «momento decisivo en la historia de la civilización occidental», como afirmó Kenneth Tynan.

Los estudiantes ocupan la Sorbona (París, 1968). A pesar de la iconografía marxista (Mao, Stalin, Engels y Marx presiden una bandera con la hoz y el martillo), los rebeldes de 1968 no fueron especialmente doctrinarios. La mayoría de ellos, ni siquiera resultaron ser muy serios. Como uno de ellos recordaba, tan sólo «amaban la revolución» (Dany Cohn-Bendit).

Trabajadores de las fabricas de automóviles y neumáticos se manifiestan en la Piazza San Carlo de Turín el 25 de septiembre de 1969. En Italia, al igual que en Francia, las huelgas masivas y las protestas de los trabajadores representaron para las autoridades una amenaza más grave que el radicalismo pasajero de las universidades.

Praga, agosto de 1968. «Cada partido comunista es libre de aplicar los principios del marxismo-leninismo y del socialismo en su propio país, pero no es libre de desviarse de dichos principios si quiere seguir siendo un partido comunista» (Leonid Brézhnev, 3 de agosto de 1968). La invasión soviética extinguió la Primavera de Praga {y cualquier ilusión sobre el comunismo en sí).

Cartel de búsqueda de la banda Baader-Meinhof. 1972 (Ulrike Meinhof y Andreas Baader aparecen arriba, a la izquierda). Los radicales «extraparlamentarios» alemanes recurrieron al terrorismo en Alemania para «arrancar el velo» de la República Federal y poner de manifiesto «la tecnología de exterminio civilizado del Nuevo Orden de Bretton Woods».

Primer día del proceso celebrado en abril de 1982 contra 63 miembros de las Brigadas Rojas acusados de asesinar al ex primer ministro italiano Aldo Moro. En Italia, los terroristas de izquierdas subrayaban sus vínculos (ilusorios) con el proletariado, pero fueron los de derechas los que supusieron un peligro mayor (y los que asesinaron a más personas).

Miembros de ETA («Euskadi y Libertad»), 1982. Frustrados al verse cada vez más aislados de la próspera población local (con muchas personas nacidas fuera del País Vasco), a la que no conmovía el espejismo de una «Euskadi independiente», los pistoleros de ETA mataron a un promedio de 34 personas al año durante la década de los ochenta.

«… encontré una gran piedra para tirársela al soldado… cuando sea mayor tendré una pistola» (canción infantil de Belfast, en torno a 1976). La confrontación a tres bandas, entre los pistoleros del IRA y los protestantes, y el Ejército Británico, que se prolongó durante treinta años, produjo casi dos mil muertos.

Llegada de trabajadores portugueses a Francia, 1970. En 1973 los extranjeros suponían el 11 por ciento de la población activa francesa. En Alemania Occidental había casi tres millones de «trabajadores invitados», sobre todo de países mediterráneos. El «milagro económico» europeo dependía enormemente de la contribución de estos emigrantes, y de las remesas que enviaban a casa.

Manifestación de mujeres italianas solicitando la reforma de la ley del divorcio en 1974. La legislación social en la Europa de la postguerra benefició especialmente a los trabajadores asalariados y a sus familias. Las cuestiones que interesaban especialmente a las mujeres —el aborto, los anticonceptivos, el divorcio— tuvieron que esperar hasta los años sesenta en el Norte de Europa y hasta los setenta en los demás países.

Francisco Franco y el sucesor que designó, el príncipe Juan Carlos, en octubre de 1971. El generalísimo (que murió en 1975) se habría sentido muy decepcionado con su protegido: el Rey frustró un golpe militar en 1981 y demostró ser un defensor acérrimo y querido de la democracia española.

Primeras elecciones parlamentarias en Portugal, abril de 1975. Con el paso del tiempo, la transición a la democracia parlamentaria en la Europa Mediterránea parece carente de sobresaltos e incluso inevitable. Sin embargo, en su momento, tanto en la izquierda como en la derecha hubo muchos que esperaban algo más y a los que les sorprendió (decepcionó) el resultado.

El canciller alemán Willy Brandt y el primer ministro de la RDA Willi Stoph en Erfurt durante las primeras conversaciones interalemanas en marzo de 1970. La Ostpolitik de Brandt abrió contactos y suavizó las tensiones en Europa Central, pero para algunos germano-occidentales parecía legitimar e incluso sostener a los vecinos comunistas.

«Los ojos de Calígula y la boca de Marilyn Monroe». El éxito logrado por Margaret Thatcher al arrancar al presupuesto comunitario un enorme reembolso para el Reino Unido tuvo mucho que ver con la facilidad con que seducía e intimidaba no sólo al electorado británico, sino incluso a curtidos cínicos como François Mitterrand.

Juan Pablo II durante su primera visita pontificia a Polonia en junio de 1979. Aunque Karol Wojtyła no produjo por sí solo la caída del comunismo, como muchos han creído ingenuamente, su contribución al descrédito del régimen polaco fue inmensa.

Adam Michnik en Gdańsk, 1984. Michnik fue uno de los críticos más valerosos y originales del comunismo de Europa del Este. De enorme influencia fue su insistencia en la no violencia y en la necesidad de erosionar el poder comunista desde dentro, en lugar de enfrentarse a él o derrocarlo.

Mijaíl Gorbachov disfrutando del fervor popular en Praga, abril de 1987. El último líder soviético nunca fue tan querido en su país como al Oeste del mismo; pero su éxito en el extranjero le animó a continuar con sus reformas internas, lo que quizá le llevó más allá de sus pretensiones iniciales.

Refugiados de Alemania del Este se dirigen hacia el Oeste a través de Praga en un tren sellado, noviembre de 1989. La Revolución Bolchevique comenzó ruando Lenin cruzó Alemania en un tren también sellado, de manera que enviar a la libertad a los ciudadanos comunistas de este modo era algo que encajaba perfectamente.

Praga, noviembre de 1989. Incluso la «Revolución de Terciopelo» tuvo un prólogo brutal. Pero, sin contar Rumania, en las transiciones de 1989 los casos de violencia graves fueron escasos, quizá porque muchos cuadros comunistas comprendían mejor que sus críticos que sus regímenes estaban condenados.

Alexander Dubček y Václav Havel, Praga, 24 de noviembre de 1989. El plan que pretendía nombrar a Dubček presidente de la Checoslovaquia postcomunista fue rápidamente abortado: para los revolucionarios de 1989, que eligieron para el cargo a Havel, el héroe del «comunismo reformista» era tan irrelevante y estaba tan desfasado como el propio estalinismo.

Borís Yeltsin y Mijaíl Gorbachov, Moscú de 1991. Los escándalos de la presidencia de Yeltsin no deben ensombrecer sus logros. Comprendió mucho antes que Gorbachov lo que estaba ocurriendo —especialmente la reaparición de los estados nacionales después del imperio— y también cómo adaptarse.

El primer envío de Big Macs a Moscú, 1 de enero de 1990. El dinero y los productos occidentales cayeron a raudales sobre el vacío postcomunista. Pero la desregulada economía no tardó en ser víctima de un reducido número de «oligarcas» que se hicieron extraordinariamente ricos: era un capitalismo cleptócrata.

Hospital Oncológico Infantil, Minsk (Bielorrusia),1999: Treinta mil personas murieron a consecuencia de la explosión de Chernóbil en 1986. Uno de cada cuatro bielorrusos sufrió el envenenamienlo. Sin embargo, Chernóbil no fue el primer desastre nuclear de la historia soviética, simplemente fue el peor.

El Mar de Aral, Uzbekistán, octubre de 1997. La política industrial comunista combinaba la disfunción económica con la irresponsabilidad medioambiental. La muerte del Mar de Aral, al igual que el envenenamiento del Lago Baikal, supuso una catástrofe ecológica y una enorme hipoteca para el futuro.

Unos manifestantes en Kiev en septiembre de 1991 (una semana después de la independencia de Ucrania) muestran fotos de víctimas del NKVD. La memoria de la represión soviética estaba especialmente presente en Ucrania, sometida por Stalin a una hambruna inducida y de castigo, prácticamente equivalente a un genocidio.

Gitanos (romaníes) en Bucarest, 1996. Se calcula que en Europa viven cinco millones de gitanos; al menos dos millones sólo en Rumania. En todas partes son víctimas de los prejuicios y los malos tratos (o de otras cosas: en el Reino Unido se les prohíbe la entrada).

Esta mujer rumana se vendía por 800 dólares en Bucarest en diciembre de 2002. El comercio sexual en Europa del Este estaba llegando a proporciones epidémicas. Las redes criminales engañaban o secuestraban a muchachas de Rumania y de la antigua Unión Soviética para que ejercieran la prostitución en Europa Occidental y los Balcanes.

Mientras esperaba su entrada en la Unión Europea, Hungría se integró en la OTAN para consolarse, y no tardó en verse implicada {un tanto a regañadientes) en la guerra de Kosovo. La pancarta que corona la caseta de la OTAN en la Feria Internacional de Budapest de 1997 dice: «A las puertas de la OTAN».

Grupas de serbios conmemoran en junio de 1989 el 600 aniversario de la «Batalla de Kosovo»: último baluarte de resistencia de la Serbia medieval frente al avance de los turcos. Slobodan Milošević alentó deliberadamente los agravios históricos, prometiendo defender la «integridad nacional y espiritual» de los serbios.

Víctimas de la masacre de Srebrenica en julio de 1995. Mientras un contingente armado holandés de Naciones Unidas se hacía a un lado, tropas irregulares serbias al mando de Ratko Mladić, condujeron a 7.400 hombres y muchachos bosnios fuera de la ciudad, donde los fusilaron.

Albano-kosovares, 21 de marzo de 1999. Durante el capítulo final de las guerras de Yugoslavia, Milošević trató de aterrorizar a la comunidad albanesa para que huyera. Este flagrante ejercicio de limpieza étnica desató por fin la intervención armada de la OTAN, la primera de su historia.

Turquía, un país mayoritariamente musulmán de Asia Menor, tiene «vocación» manifiestamente europea. En la fotografía, partidarios del primer ministro Erdoğan ondean banderas turcas y de la Unión Europea para recibir a este mandatario a su regreso a Ankara en diciembre de 2004, después de que consiguiera que la Unión fijara una fecha de inicio para las conversaciones de adhesión.

Francia, miembro fundador de la Unión Europea, rechazó en referéndum nacional la propuesta de Constitución Europea. Algunos votantes franceses temían una escasa regulación europea; otros, una excesiva regulación. Muchos temían, simplemente, un exceso de «Europa», sobre todo en relación con Turquía.

Jörg Haider, líder del ultraderechista Partido de la Libertad austríaco. A pesar de ciertos descuidos, Haider logró distanciarse del pasado nazi de su país, atacando al mismo tiempo a otros partidos y a la «chusma extranjera». El cartel reza: «¡Él no os ha mentido!».

«¡Vota danés!» Pia Kjærsgaard, logró el 12 por cíenlo de los votos en 2001 con el Partido Popular danés. Incluso en Escandinavia el nuevo populismo llevó a los partidos tradicionales a mostrar su propia «firmeza» restringiendo las condiciones para la concesión de asilo y los derechos de los extranjeros.

La «Tercera Vía» de Tony Blair, situada entre el «modelo» europeo y el mercado sin restricciones —como sus esfuerzos por encontrar un punto medio entre la Unión Europea y la «especial relación» de Londres con Estados Unidos—, tuvo un éxito limitado. Muchos británicos, cuando tenían la oportunidad de hacerlo, recurrían al sistema sanitario continental.

Manifestación de protesta de marroquíes contra el racismo español celebrada en Almería en febrero de 2000. Aunque gran parte de Europa se había ido haciendo cada vez más multicultural, la incidencia de los prejuicios y las tensiones seguía siendo considerable, sobre todo a lo largo de la porosa frontera mediterránea del la Unión Europea.

Somalíes delante de Santa María Novella, Florencia, 1997. En 2000 había unos quince millones de musulmanes en la Unión Europea. El islam era la religión que con más rapidez crecía en Europa, lo que constituía un irónico legado del pasado imperial de la Europa cristiana.

Jacques Chirac durante una ceremonia de conmemoración de la captura de trece mil judíos parisinos en julio de 1942. Hay que señalar que Chirac fue el primer presidente francés que reconoció el papel de su país en la Solución Final: declaró el aniversario día de «duelo y de vergüenza para los franceses».

El canciller alemán Gerhard Schröder pronuncia un discurso durante el 60 aniversario de la liberación de Auschwitz. El exterminio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial, una cuestión notablemente ausente de la conciencia pública durante las primeras décadas de la postguerra, se ha convertido en elemento central de la memoria oficial del continente, tanto en Alemania como en los demás países.