XIV. Consecuencias
Ni por un momento había esperado que fueran a sacarnos de este estercolero así, sin más, pero el que Iván pretenda que capturemos a Malik después de lo de esta mañana, más que absurdo, me parece obsceno.
—¡¿Ahora?! —pregunto con más indignación que incredulidad—. Después de asesinar a aquel desgraciado y decir que no era nuestro problema, ¿pretendes que salgamos a capturarle? ¡Ahora sería más fácil encontrar una jodida aguja en un puto pajar lleno de escorpiones, minas y suministros médicos infecciosos, joder!
Pero lejos de inmutarse, Iván se vuelve hacia el mapa y me señala un círculo que abarca dos cuadrículas, el equivalente a un par de kilómetros cuadrados.
—Pero es que ahora —comenta como si fuera lo más normal del mundo—, sabemos dónde se encuentra exactamente.
Esto ya es el colmo.
—¿Y cómo cojones puedes saberlo? ¿Has hecho un curso de vidente durante mi ausencia?
—¡Te pago para que obedezcas mis putas órdenes! —explota por fin levantando la voz—, esto es lo que hay y si quieres salvar el pellejo, ya estás tardando en…
—Te juro por dios —le corto hablando en voz baja— que si durante los próximos cinco minutos no me convences para hacer otra cosa, me subo a un Land Rover e intento llegar a la costa por mi cuenta y riesgo.
Iván no responde enseguida, está claro que me está ocultando algo, pero ya estoy harto de secretos y él debería conocerme lo suficiente como para saber que estoy hablando en serio.
—Cuando te marchaste —dice por fin— hice algunas llamadas, la cosa es mucho peor de lo que pensamos.
—¿Cómo de peor?
Tarda algo más de cinco minutos; mi jefe se toma su tiempo para resumir lo que a él le llevó varias llamadas telefónicas descubrir.
Ayer tarde, el estado de salud de Julie se resintió, sin que los doctores del hospital fueran capaces de identificar el origen de la infección que la consumía. Temiendo que se tratara de algún tipo de enfermedad infecciosa nueva, la pusieron en cuarentena, pero el director del museo movió los hilos suficientes para arreglar su traslado a Estocolmo, al ECDE, el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades Infecciosas.
Pero algo falló, antes del traslado la muchacha enloqueció y rompió la zona de cuarentena (que probablemente no sería muy allá), atacando a varias personas. Julie terminó siendo abatida a tiros por el personal de seguridad. Cuando el equipo médico enviado desde Europa llegó al anochecer, se encontró con el cuerpo metido en una bolsa de plástico para cadáveres. En cualquier caso, el viaje ya estaba hecho, así que metieron el cadáver en una especie de ataúd metálico estanco y se llevaron el cuerpo de Julie al ECDE para su estudio.
Esta misma mañana, la flor y nata del ECDE se reunió con sus trajes de protección bacteriológica en una aséptica sala, en la que abrieron el ataúd de la muchacha para proceder a la autopsia del cuerpo. Ese grupo de curtidos investigadores creía haber visto ya de todo, pero cuando el presunto cadáver se incorporó y le arrancó media cara a uno de los eminentes doctores y varios dedos a otro cuando trató de ayudarlo, los sesudos investigadores descubrieron que habían dado con algo que hizo que se dispararan todas las alarmas.
Así que el continente entero está ahora en cuarentena y no hay nadie que vaya a mover un dedo por sacarnos… a menos que tengamos algo realmente valioso con lo que negociar. Iván no sabe quién es ni a quien representa, pero la cuestión es que alguien de arriba se ha puesto en contacto con él, alguien que tiene los medios necesarios como para disponer de satélites de vigilancia y que ha prometido sacarnos de aquí si le conseguimos al paciente cero, es decir, a Malik.
No me gusta, este asunto apesta al tipo de mierda ultrasecreta en la que terminan matando a todos los implicados, pero no es que tengamos muchas opciones; así que me acerco al mapa y me fijo en las cuadrículas señaladas. No, la zona no estaría demasiado alejada en condiciones normales.
—Bien —acepto no del todo convencido—, supongamos que conseguimos llegar a la zona, que encontramos a Malik y que conseguimos apresarlo. ¿Cómo nos sacan?
Iván retira la vista cuando señala el teléfono vía satélite y me señala el mapa.
—Dijeron que llamarían para proporcionarnos una zona de extracción, sé que es un trato de mierda… pero es lo mejor… lo único que he podido conseguir.
No sé por qué, pero estoy seguro de que no me está diciendo toda la verdad. Por otro lado ¿qué puedo hacer? No tengo ni idea de qué es esta mierda que parece enloquecer a las personas y levantar a los muertos como en una mala película de terror, pero sea lo que sea, se está extendiendo. Si me largo ahora, puede que consiga escurrirme hasta alguna población y pasar desapercibido durante un tiempo, pero ya dejé escapar la ocasión de acabar con esto cuando tuve la ocasión. Esta mañana, Iván hizo que desperdiciáramos la oportunidad por segunda vez y si dejo escapar esta tercera… tengo el presentimiento de que no habrá otra.
—Está bien, te traeré a ese cabrón —accedo finalmente—, pero será mejor que no haya más sorpresas.
Iván asiente y vuelve al mapa.
—No podemos quedarnos aquí esperando —dice mientras su dedo se dirige a una lejana cuadrícula—, llévate a Frank y Marbellita, nosotros os esperaremos aquí.
El dedo de Iván señala en el mapa una zona en la que puede verse una mancha azul. No figura nombre alguno, pero según el mapa, allí hay agua todo el año y donde puede encontrarse agua, es posible encontrar algún tipo de asentamiento. Sospecho que la elección del lugar no ha sido casual, pero supongo que es un lugar tan malo como cualquier otro. Calculo la distancia entre la llegada al punto donde presuntamente se encuentra Malik y el punto de encuentro, la distancia no excede la autonomía del todo terreno si llenamos ambos depósitos… Siempre que no nos perdamos o topemos con la guerrilla, claro está.
—Te juro que si salgo de esta… —Pero no termino la frase.
Iván asiente con la cabeza. Supongo que no es difícil suponer como me siento en este momento, pero el futuro es ahora mismo algo demasiado oscuro e incierto como para pensar en él.
—Recuerda que lo necesitamos vivo —me dice el mercenario a modo de despedida.
—Dijiste vivo pero no entero —respondo remarcando la palabra entero, mientras anoto en una pequeña libreta las coordenadas del centro del círculo pintado en el mapa.
Cierro la puerta a mi espalda al salir y me dirijo hacia el exterior. Por lo que veo ya han terminado de repostar los vehículos y andan enzarzados en algún tipo de violenta discusión.
—¿Cuál es el problema? —pregunto a Marbellita.
—Estos idiotas —el hombre señala a Alfred para dejar claro a quien se refiere— pretenden que nos llevemos a Warred.
¡Mr. Warred! Lo cierto es que me había olvidado por completo de él.
—Olvídalo, no es nuestro problema, nosotros tenemos algo que hacer.
Marbellita entorna ligeramente los ojos.
—¿Algo aparte de largarnos?
Resumo la situación ante el atónito grupo. Cuando termino nadie abre la boca en varios segundos. Frank se limita a encogerse de hombros aceptando la situación con su habitual estoicismo; en cuanto a Marbellita, se dedica a proferir sonoras maldiciones durante un rato, pero no tarda en llegar a la misma conclusión que yo: todo este asunto apesta, a ninguno de nosotros nos contrataron para esta mierda, pero no es que tengamos muchas alternativas.
—Yo también voy —dice la voz de Greg—… es decir, si me permiten acompañarles.
Me vuelvo sorprendido ante el joven, cuya decidida expresión contrasta con el pálido rictus que exhibe el rostro de Alfred; el doctor Eric también parece a punto de ofrecerse, pero su mirada se desvía involuntariamente hacia su guapa enfermera y permanece en silencio, mientras el lingüista y el arqueólogo tratan de disuadir al muchacho.
—Esto no va a ser una excursión, chico —dice el francotirador.
Greg asiente con la cabeza. ¿Trata de demostrar algo?, ¿quiere vivir una aventura?, ¿intenta impresionar a la enfermera?, ¿está como un cencerro? No me queda nada claro que es lo que pretende, y no me cabe duda de que puede ser más un estorbo que una ayuda, pero sin duda los tiene bien puestos, así que muevo afirmativamente la cabeza.
—Sube al vehículo —le indico señalando al primer Land Rover.
Marbellita me mira como si no me reconociera, está claro que no aprueba el nuevo fichaje, pero se limita a comprobar el seguro de su arma antes de sentarse tras el volante, Frank se acomoda en la parte trasera junto a Greg, mientras yo me siento en el lugar del copiloto y saco el pequeño mapa. Allá vamos, para bien o para mal.