XII.
LA MARIPOSA GRANDE

Miércoles, 6 de abril.

LOS PATOS VOLARON desde un extremo a otro de la isla que de arriba contemplaban a su sabor. El muchacho sentía el corazón aliviado de penas. Su alegría sólo era comparable a la pena que le atenazó la víspera cuando no acertaba a dar con el pato. La isla parecíale una elevada llanura desnuda y rodeada de una anchurosa faja de tierra, rica y fértil, a lo largo de ambas costas. Nils comenzó a comprender el sentido de algo que había oído referir la noche antes.

Descansaba al pie de uno de los numerosos molinos de viento que se levantan en la llanura, cuando se aproximaron dos pastores escoltados por sus perros y precedidos de un rebaño de corderos. El muchacho no se inmutó por eso, pues se hallaba bien oculto en las gradas del molino. La casualidad hizo que los dos pastores se sentaran en la misma escalera y Nils tuvo que permanecer en su sitio hasta que se marcharan.

Uno de los pastores era un joven, cuyo aspecto no ofrecía nada de particular; el otro era un viejo extraño. La pequeñez de su cabeza contrastaba con la grandeza de su desmedrado cuerpo; los rasgos de su cara eran dulces y reflejaban la dulzura de su corazón. Hubiérase dicho que aquella cabecita no pertenecía a tal corpachón.

El viejo permaneció un instante silencioso, fijando en la lejanía su mirada infinitamente cansada. Después se puso a conversar con su camarada. Este había extraído de su saco pan y queso para cenar. Nada respondía a las palabras del otro, al que escuchaba pacientemente.

—Quiero decirte algunas cosas, Erik —dijo el viejo—. He reflexionado y creo que antiguamente, en los tiempos en que hombres y bestias eran más grandes que ahora, las mariposas debieron ser inmensamente grandes. Una vez hubo una mariposa que medía varias millas; sus alas eran anchas como lagos, azules con reflejos de plata, y tan bellas, que los otros animales se detenían a contemplarla cuando volaba.

»La desgracia quiso que llegara a ser demasiado grande. Sus alas sosteníanla difícilmente. Más todo hubiera sucedido bien si hubiese tenido la prudencia de no volar más que sobre la tierra; pero un día se aventuró sobre el Báltico y al poco rato el aire de la tempestad azotaba sus alas. Ya adivinarás, Erik, lo que ocurrió, estando expuestas las frágiles alas de la mariposa al furor de una tempestad en el Báltico. Las ráfagas de viento le arrancaron las alas llevándolas lejos y la pobre mariposa cayó al mar. Y llevada y traída por las olas, murió sobre unos escollos de la costa de Esmaland, donde yace tendida a lo largo.

»Yo Supongo, Erik, que Si la mariposa hubiera reposado sobre la tierra, pronto se hubiera podrido y convertido en polvo; pero, en el mar, se ha impregnado de cal y sus restos son duros como la piedra. Recuerda las piedras que hemos encontrado en la ribera y que no son más que gusanos petrificados. Creo que esto mismo es lo que le ha pasado al cuerpo de la mariposa grande y hasta pienso que se ha transformado en una roca larga y estrecha que hay en medio del Báltico. ¿Qué te parece todo esto?

Callóse esperando una respuesta, pero su camarada solo dijo, tras un movimiento de cabeza:

—Continúa y dime dónde quieres ir a parar.

—Observa, Erik, que Öland, donde vivimos los dos, no puede ser otra cosa que el cuerpo de aquella mariposa. No hay más que fijarse un poco para ver que la isla es una mariposa. En el norte se descubre el cuello estrecho y la cabeza redonda: el sur es el abdomen que primero se ensancha, después disminuye y acaba en punta.

Se detuvo un momento y miró inquieto a su camarada, deseoso de adivinar el efecto que habíale causado tal afirmación: pero el joven continuó comiendo pan y queso y sólo le hizo un gesto invitándole a proseguir su relato.

—Cuando la mariposa convirtióse en roca calcárea, multitud de granos, de hierbas y árboles llevados por el viento, trataron de arraigar, pero apenas si pudieron germinar sobre la roca pelada y resbaladiza. Por mucho tiempo sólo pudieron germinar los esparganios. Después brotaron los heliantemos. Todavía hoy las plantas no cubren la roca, que se ve por todas partes. La capa de tierra es tan superficial, que nadie quiere sembrar en estos terrenos. Si admites que la llanura y las alturas están formadas por el cuerpo de la mariposa, tienes que explicar de dónde ha venido la tierra que está debajo, alrededor.

—Eso mismo iba a preguntarte.

—Pues bien, piensa que la isla está en el mar desde hace muchísimos años y que durante este tiempo todas las cosas que arrastra el mar, las algas, la arena y las conchas, han sido depositadas por las aguas, amasándose poco a poco. Posteriormente, ha habido desprendimientos de piedra y tierra desde lo alto a la llanura, Y así han podido crecer a ambas orillas el trigo, las flores y los árboles.

»Aquí, en lo alto, sobre las espaldas de la mariposa, sólo hay ovejas, vacas y caballitos; aquí no resisten más que las avefrías y sus semejantes, aquí no hay otras Construcciones que los molinos de viento y las pobres edificaciones de piedra, en las que nosotros, los pastores, nos resguardamos. Pero en las riberas hay grandes poblaciones de campesinos e iglesias, cabañas de pescadores y toda una ciudad.

Y se detuvo para mirar al otro. Este había terminado de comer y estaba cerrando su saco de provisiones.

—Yo quisiera saber —dijo finalmente— dónde me quieres llevar.

—¡Ay! —exclamó bajando la voz. Y casi cuchicheando, mientras sus ojuelos cansados a fuerza de espiar lo que no existe se perdían en la brumosa lejanía, añadió—: Lo que yo quisiera saber es si los campesinos que habitan allá, en la llanura, y los pescadores del arenque, y los comerciantes de Borgholm, y los bañistas que vienen todos los veranos, y los viajeros que recorren las minas del castillo de Borgholm, y los cazadores que en otoño vienen en busca de la perdiz, y los pintores que se instalan en esta cumbre y pasan a sus lienzos las ovejas, los corderos y los molinos, yo quisiera saber, repito, si alguno de éstos ha comprendido alguna vez que esta isla fue una mariposa que voló por los aires con sus grandes alas brillantes.

—Oh, sí —contestó el pastor—; cualquiera que se haya sentado una tarde al borde del acantilado, que haya oído a los ruiseñores cantar bajo sus pies y contemplado el estrecho de Kalmar, habrá comprendido que esta isla no fue creada como las demás.

—Yo quisiera saber —prosiguió el viejo— si se le habrá ocurrido a alguien proveer a los molinos de alas tan grandes que pudieran llegar al cielo, tan grandes que Tuviesen bastante fuerza para arrancar a la isla del mar y hacerla volar como una mariposa.

—Algo de cierto debe de haber en tus palabras —repuso el joven—, porque en las noches de verano, cuando el cielo forma una inmensa bóveda azul sobre la isla, me ha parecido, a veces, que quería escapar de las aguas y volar.

Pero el viejo, que había instigado al joven a hablar, ya no le escuchaba.

—Yo quisiera saber —continuaba diciendo en voz muy baja, voz de misterio— si hay alguien capaz de explicarme porque se experimenta aquí, en este sitio, esta nostalgia, nostalgia que he sentido todos los días de mi vida y creo se insinúa en el pecho de todos los moradores de la isla. Yo quisiera saber si alguno ha comprendido que esta languidez proviene, simplemente de que la isla entera es una mariposa que suspira por sus alas…