Transcripción de las declaraciones hechas por Vicente Menéndez a Paco Mancebo, reportero de la revista El Criminal

Oiga, mire, yo es que prefiero no salir, a ver si me entiende… No es que tenga nada que ocultar, o sea, a ver si usted me entiende, pero luego estas cosas ya se sabe. O sea, que yo le digo lo que sea, pero usted luego coge y quita el nombre. Yo es que soy un hombre honrado, nunca me había visto metido en un asunto semejante. Estoy nervioso. Tengo los nervios hechos polvo con todas las cosas que han pasado. Cosas horribles todas. La muerte reciente de mi padre, luego esto… Usted quite mi nombre, ¿eh? ¿Me puedo fiar de usted? No me lo tome a mal, no es desconfianza, usted me entiende… Yo soy un hombre honrado y nunca pensé que me iba a ver metido en un asunto criminal, que hasta me han llamado a declarar, una vergüenza, yo ahí ante el juez como si fuera un ladrón. En fin, el hombre propone y Dios dispone. Ya sabe usted que soy el dueño del Desiré. De ahí que conociera a la acusada. Trabajaba para mí, o sea, yo la tenía contratada. En mala hora. Siempre sospeché de ella, se lo digo ahora muy clarito: siempre. El Desiré es un club muy decente, no se haga ideas raras, ¿eh?, es muy decente. Aunque por desgracia, y porque el local era barato y yo no soy rico por mi casa, sino que lo poco que soy me lo he hecho yo mismo; decía que, aunque por desgracia el Desiré está cerca de esos barrios bajos que se conocen como el Barrio Chino, usted ya sabe de qué le hablo; bueno, pues a pesar de eso, mi club, desde que me lo quedé yo, hace casi ocho años, ha sido un sitio como debe ser. No ponga tampoco el nombre del club, ¿eh? ¿Cómo? ¿Que ya ha salido en la prensa? Bueno, pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, usted me entiende… O sea, que si ahora todo el mundo se pone a hablar del Desiré, pues vamos dados… Eso, usted procure no mencionarlo, gracias. Pues lo que le decía, el club es un lugar tranquilo para tomar copas, y hablar con los amigos, y oír un poco de música, esas cosas. La acusada ya estaba en el club, trabajaba para la dueña anterior. La verdad es que debí despedirla, porque antes el local era de estos… como decirle… De estos con chicas, ya sabe. Pero la madama me aseguró que la acusada no tenía que ver, me la recomendó… Total, que me quedé con ella. Bella tocaba el órgano, cantaba boleros y, después, entre actuación y actuación, me ayudaba un poco en el servicio. Todo muy decente, nada de chica de barra ni cosas por el estilo. Así es que conozco a la acusada desde hace años, ya lo creo que la conozco, pero bien sabe Dios que no éramos amigos. Nunca me gustó la acusada, nunca me gustó, que lo grabe bien este cacharro, porque es verdad. Nunca me gustó, y no lo digo hoy porque ella esté con las manos manchadas de sangre. No señor, no. Nunca me gustó. Manteníamos una simple relación profesional. Bella era una mujer… grosera. Ésa es la palabra. Poco educada. Muy… respondona. Una verdulera. Y además siempre pensé que era un poco fresca, usted ya me entiende. Nunca hizo nada fuera de lugar en el club, claro: yo no se lo hubiera permitido, faltaría más. Pero no es el tipo de mujer con quien yo me habría casado, a ver si me explico. Loca no, no estaba loca para nada, o sea, que si ahora dicen los abogados y esas gentes que Bella estaba loca cuando hizo lo que hizo, usted no lo crea. Palabra de Vicente Menéndez. Estaba bien en sus cabales, ya lo creo, si lo sabré yo. No sé, pero a mí me parece que si hizo lo que hizo debió ser por una cuestión… de cama, a ver si usted me entiende. O sea, que la acusada y la víctima se conocían, se conocían desde hace mucho tiempo, que eso lo sé yo, se conocían antes de venir al club. Yo creo que habían tenido o tenían alguna historia, algún apaño, vamos, eso estaba más claro que el agua. A Bella le gustaba el hombre ese, eso desde luego. A mí, dicho sea de paso, no sé si esto le interesará para el artículo… Bueno, pues a mí tampoco me gustaba la víctima. Iba siempre tan estirado, con esa cara de malhuele, como si fuera más importante que los demás. ¿Habitual? Oh, sí, solía venir de vez en cuando. Pero no hablaba con nadie. Sólo con Bella. Y un poco también con el inspector García. Yo no sé cómo hacía migas con el inspector García, que siempre me ha parecido muy buen hombre. Mire, me cae usted bien. Le voy a decir una cosa que… Pero no lo ponga usted en mi boca, ¿eh?… No gracias, no fumo, muy amable… Pues lo que le digo es que a mí me parece que la víctima tuvo algo que ver con la… con la horrible desgracia que sucedió antes de que Bella decidiera tirarle por la ventana. No, no, yo sólo digo lo que digo, no digo más, y ya es bastante. Usted investigue, que para eso es el reportero… ¿El día de autos? Vinieron a buscarme los señores policías y ya no vi más a Bella. Después me enteré de lo que había hecho. No me sorprendió: ésas son cosas que pasan cuando… Cuando no llevas una vida muy decente, usted ya me entiende. Por celos, lo hizo por celos, estoy seguro. Y es lo que yo digo. Se empieza siendo una mujer de vida fácil y se termina en la cárcel. Ésa es la cosa, sí señor: quien mal anda, mal acaba.