BURATE ARRIBA
—Ay, caramba amigo, pues oiga mire, entual acabo de venir de Tostós, pero si es de necesidá me vuelvo. ¿Es usté solo? Monte pues, le hago un viajecito barato expreso y todo, ni usté se va a quedar pobre ni yo me voy a poner rico. Jay cará, mire vea, le aseguro que en un tris llegamos. ¿Va a volver seguido?. Entonces yo lo espero, no tenga cuidado. ¿Lo lleva una encomienda o es por paseo? Bueno, téngase la bondá y perdone, no me conteste, no tiene obligación, pero no hay malicia, es que por estos caminos al cristiano le gusta ir conversando para engañar la cuesta. Ese que ve allí abajo es el río Boconó, es grande pero manso. En estos días se desprendió un yip, iban cinco, ninguno difunto y eso que iba una niñita, apenas un bracito pero quedó bien. Aquí las casas quien se las lleva son las quebraditas éstas, usté las ve así de chiquitas pero déjelas que crezcan tamañas lajas que arrastran, aguaite aquélla, ahí mismo donde está había una pieza de negocio, ahijueldiablo tempestá pa fiera, con todo y gente la arrastró y los salvó el río, créame, el río sereno áhi mesmito y pudieron coger la orilla. La Virgen del Carmen digo yo porque el hombre era devoto y la mujer tejía los escapularios. Y el río que es manso, niños hay que han caído y el agua los echa pa la orilla. No así Burate, que es río bravo y malo, río de páramo ¿sabe? El Boconó es de montaña, agua más serena, pero el Burate, ya lo va a ver, menos agua tiene pero no hay río que le gane en muertos, dicen que ni el río Negro. Sí que ha tragado gente ese animal, y no sólo gente, oiga y vea, ah caramba, si hasta un pueblo entero se comió. ¿Sabe usté de Las Mesitas, la ha oído mentar? Pues bueno, vuelvo y le digo, entre el Burate y la quebrada Conejera se fueron comiendo a Las Mesitas, mordisco a mordisco, cada uno por su parte, hoy una calle, mañana otra, arrimándose a la plaza, que es todo lo que queda, con las dos calles de lao y lao, y la gente allí, mire, achantaos a no irse, gente macha, o brutos me digo a veces, porque hay mucho indio bruto por esos quilombos y debe ser brutera eso de ver que el agua lo cerca a uno y quedarse aguardándola. Dirá usted que por las posesiones que tienen que perder pero son gente pobre, tienen las casas y ésas no se las pueden llevar, ésas son pal río y pa la quebrada.
—Allá está, aguaite, allá baja el Burate, oiga y vea, fíjese en el agua, sucia de hacienda y eso es todo el año así, hasta en verano. Ese cerro, a la izquierda del río, esa es la Loma de San José, la mejorcita tierrita después de La Vega. ¿Ve aquel camino que sube, al otro lao del Burate? Por ahí remonto yo en el yip, arriba tengo una tierra, pues una minga, pero ahí le meto su cañita y alguito de café, café típico ¿sabe? Porque no me avengo a ese café nuevo y chiquito que han traído ahora los técnicos del MAC, café sin sombra ¿cómo le parece? ¿Cree usté que se pueda dar un café sin sombra? En cuantico no más lo pisa el sol ahí se aguachina, por más que digan. Esta tierra siempre ha sido de café con sombra, de guamo y bucare, y alguito separao, que ahora lo siembran, el nuevo digo, tan junto como maíz. Ahí esta el doctor Barroeta, fíjese de este lao. ¿No ve esa siembra en esa laderita? Parece papa pero es café que va parriba y ni un arbolito pa sombrealo. En estos días le dije: Oiga, doctor ¿Está bien seguro que se le da ese café? y el hombre me pareció que no estaba convencido del todo «ya me metí en esto» dijo, como arrepentido, y «tengo metido unos riales, patrás no echo». Bueno, él se puede gastar unos riales como se dice, por vicio, pero uno no, uno tiene que hacer como las mulas, por el camino conocido y por el vao del río. Y cómo se hace, aquí el que pela el estribo se envaina y si no, ahí tiene el finao Juancho Lan, toda la vida pañeteando casas y echando bajareque, maestro constructor como dicen en Boconó y va pa mala suerte porque así son las cosas y se tropieza, cuando echaba una base, con una botija llenita de morocotas, pues si era el entierro del difunto Valladares, un hombre que murió podrío en riales, todavía me acuerdo que no jugaba un gallo suyo si los contrarios no llenaban media gallera entablaíta de morocotas pa él enladrillar la otra media, pero vuelvo y digo que el Juancho Lan va y se topa la botija y más vale que no porque fue y se metió unas morocotas en la faja y enterró las otras y se vino pa Boconó a buscar un dentista colombiano pa que le pusiera todos los dientes de oro, aquella blancura de dientes que tenía el hombre, pero usté sabe, aquí el que tiene una chispita de oro en la boca se tiene por de lujo cuantimás pensaba el Lan, toda la boca. Y así fue, se puso aquel hombre que cuando reía escandilaba desde lejos. Pa esto el Juancho nunca había sido hombre de a caballo y se compró uno medio mañoso el bicho y todo pa volver a la Loma a lucir los dientes y él que nunca bebía se metió una juma el día del regreso, total que bien trompiao y a caballo no se percató de lo bravo que ese día bajaba el Burate, ay rigor, y va y se le mete de frente a aquella grosería de río y ahí mismito lo revolcó con caballo y todo. Salió el caballo por el instinto, pero Juancho Lan no salió más y eso que lo buscaron casi hasta la desembocadura, no tanto porque les doliera sino por los dientes, usté sabe.
—Oiga mire, eso que usté me pregunta, porque, como le iba diciendo, caña y café tengo y otros también tienen, y se da mal que bien, pero honradamente esa tierra parece cansada de tanto manoseo, la caraota que antes se daba ya no se da, como si la tierra se hubiera infestado. Y el café mismo, pa qué le digo, pocos guamos, es café típico muy viejo, ahí dicen que el café de Zenón Cabezas que es el que más recoge, pero todos son matas enrastrojadas. ¿La tierra? Téngase la bondá, es que somos también una partía de flojos, y no hay piones. Usté mismo ¿no me dijo que su familia era de la Loma? ¿Y no se fueron? Todos se van a Boconó, a Caracas y allí vamos quedando los más inútiles y hasta los inútiles cogemos pa Tostós ambicionando un mostrador y allá queda lo que se da solo, café y caña cocosa, la verdá es la verdá y masque algunos no les guste es la verdá. ¿Usté no me ve a mí? Al yip le saco más que a la vainita esa que tengo allá, es por la familia ya sabe. ¿Es casado? Ya me dijo que sí, bueno, lo mejor para un hombre es casarse, pero usté es joven, yo tengo ya venticinco años casado y tengo ocho hijos del matrimonio y otros cuatro ¡y cómo se hace! También son hijos y yo veo por ellos. Ahí los tengo en Boconó, calle Colón raya treinticuatro a su orden de comer les doy y un techito pobre, pero no se mojan y al menos hago que no se queden burros como yo, pero ay caramba, oiga y mire que con la pura tierrita esa no alcanza.
—¿Qué me los lleve a la Loma y trabaje con ellos? Escuche y vea, amigo, si apenas son dos varones y las demás son hembras y cómo los voy a malacostumbrar a la vida del trabajamento cuando hoy la vida pide saber leer y escribir y más las mujeres que de burras sólo sirven pa llevar palo de un borracho y parir sin misericordia y todo pa rendir más los brutos con tantos que hay por estas tierras.
—Ya nos falta poco, en aquella subidita es Tostós. Ah pueblo muerto que es ése. Extraña un forastero allí, si a mediodía pasa desnudo un hombre por la plaza nadie lo ve, ni la policía, porque a esa hora están roncando. ¿No vendrá usté por los cuadros? Si por eso viene, de aquí mismo podemos volvernos porque ya no están. ¿Sabe que el curita ese que vino hace un tiempo, colombiano él, porque ahora hasta los curas vienen de afuera, se hizo unos riales con los tales cuadros? Dicen que valían mucho porque eran muy antiguos, cómo no iban a ser si Tostós es más viejo que todas las vecindades. La gente venía de Caracas a ver el de las ánimas principalmente, a un dotor Roche recuerdo y algo ganaba el pueblo, por lo menos chicha bebían y ese dotor que dije hasta le curaba las paperas a la gente. Las ánimas le hacían ese favor al pueblo pero ya usté ve, por eso, y estoy asantiguao, venga y mire yo soy creyente pero hasta la religión se ha putiao y que Dios me perdone porque no es dél la culpa sino que de presto un vagabundo con sotana viene y acaba con la fe de los pobres, como decir, con lo único que tienen y no es por hablar vainas contra nadie, porque así como hay curas de respeto hay vagamunditos. Por los laos de Masparro uno estuvo que tentaba a los muchachos en el confesionario, oiga y mire, con todas esas bruteras que le cuentan las mujeres a los curas los calientan y como las mujeres están por el lao donde hay madera y los hombres van directo por el frente pues el curita ese enfaldonaba a los carajitos. Uno lo dijo todo asustaíto y presto se supo en toda la vecindad pero la gente no lo denunció, por el respeto que hay, usté sabe, y sin representación que es uno que a todo le teme. Y pior es cuando son así de malos vicios y la dan por irse por esos campos echando bendiciones, a vuelta de unos años ya hay un frutero de barrigoncitos que se la piden a ellos por derecho propio.
—Ya lo oye, amigo, yo digo que son los tiempos y las guerras, pero cuándo como los curas de antes, aquel padre Parra que a punta de revólver cambiaba los concubinos en casados, si él solito era una santa misión y no era cura de puro santolio sino que le peliaba los enfermos a la muerte y se los quitaba, dígame. Pero, ay rigor, escuche y mire que hoy sí da tristeza ver las cosas ahí nomás tiene a un mentao Nolasco vuelto ateo por una hermana que fue y le salió con barriga de un cura que pa qué le digo. Y mucho se pierde, mire que era un hombre de comulgar todos los primeros viernes y ahora se emborracha una tarde en el bolo y se pone a decir, pues allí mismo delante de criaturitas inocentes, que él ahora sí cree en Dios, que él sí quiere que haiga un Dios en los santos cielos pa cuando se lo tope allá arriba formale un vainón por lo del cura y su hermana, como si el Señor tuviera que ver con semejantes vagamunderías.
—Curas y generales ha dado esta tierra que paqué le digo, aquí el que no sabía pelear aprendía a rezar y ésas eran las dos maneras de salir de abajo de quien fuera aspirante por aquí. Los Montilla, los Briceño, los Cabezas, toda esa gente tenían sus curas y sus generales para imponer respeto, aquí mismo en Tostós vivía uno de ellos, el general Alfonso Araujo, una grosería de hombre pa saberse morir como los hombres, estaba solito con su espaldero la noche que le llegaron. Epa, mire ahi ta Tostós, ahi comienza en esa casita del filo.
—Fíjese, íngrimo y solo el pueblo como alma en pena. Vaya pues a su encomienda y no se apure por mí que yo lo aguardo, no hay peligro de extravío porque es usté el único forastero que hay aquí y éste el único yip que rueda por tanta desolación de pueblo