NEVADO
Yo sí es verdad que no aguanto eso y dijo al darle pescozadas. Marcial salió de correndilla, se trompicó, cayó y cogió a llorar. Más que te peguen no llorés. Cómo no va a llorar si don Chico pega tan duro, y el Marcial, un niño.
Dijo a correr y se perdió en el monte. Llevaba el cráneo abierto de una pedrada. Buen tiro, don Chico.
Lo recogió Barbas de Oro, ya con gusanos, y estuvo echándole creolina. El pelo ralo y duro como junco de laguna se le enmogotó sobre la cicatriz en un peñuzco blanco. Le quitaron el Marcial y le pusieron el Nevado.
Como no bebía aguardiente, no se obligaba a conversar con nadie y estuvo muchos años sin bajar al pueblo. Entre Sacapán y Las Bonitas recogió café, aliñó chimó, cortó mapora y cazó un salvaje a machetazo limpio.
Un buen día bajó por don Chico