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Al día siguiente me despedí oficialmente de Ladbroke Grove. Charlotte y Karen me dijeron adiós con la mano, después de que Karen me hubiera obligado a dejarle un montón de talones posfechados para pagar el alquiler.
- Adiós. Quizá no volvamos a vernos -dije con la intención de que Karen se sintiera culpable.
- No digas eso, Lucy. -Charlotte estaba a punto de llorar. Era muy sentimental.
- Ya te llamaremos cuando llegue la factura del teléfono -dijo Karen.
- Mi vida ya no tiene sentido -comenté fríamente-. Pero si llama Gus añadí-, no os olvidéis de darle mi número de teléfono.