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Rachel me puso al corriente de cuanto había sucedido en mi vida mientras había permanecido ausente sin permiso.
- Todavía conservas tu trabajo. Hablé con ese tal Franklin. Le dije que no estabas bien.
- Oh, Dios. -Los ejecutivos de Devereaux y el profesor Redfern estaban impacientes por reunirse conmigo para poner en marcha la campaña de Fórmula Doce. No había podido elegir peor momento para «no estar bien»-. ¿Empezó a resoplar?
- Un poco, pero se tomó un Xanax. De hecho, tuvimos una charla bastante adulta. Propuso que te tomaras libre lo que queda de esta semana y la próxima entera. Para que pongas orden en tu vida, dijo.
- La encarnación de la bondad. Gracias, Rachel, muchísimas gracias por haberte hecho cargo del asunto, por cuidar de mí. -Le estaba inmensamente agradecida. Si Rachel no hubiera hablado con Franklin, probablemente no me habría atrevido a reaparecer en el trabajo. Al menos ahora tenía la opción de volver si así lo deseaba. Entonces me acordé de algo-. ¡Ostras, Kevin! -¿Seguía en su hotel esperando a que yo apareciera?
- También me he ocupado de eso. Hablé con él y le conté lo sucedido. Ha regresado a Boston.
- Dios, gracias, eres un ángel.
- Llámale.
- ¿Qué hora es? -Miré el reloj-. Las ocho y veinte. ¿Es demasiado pronto?
- No. Creo que le encantará poder hablar contigo. Estaba muy preocupado.
Me encogí de vergüenza y cogí el teléfono.
Respondió una voz adormilada.
- Kevin al habla.
- Kevin, soy yo, Anna. Lo siento muchísimo, siento muchísimo haberte dado plantón. Perdí la cabeza.
- No te preocupes -contestó-. Yo también me volví loco cuando me enteré. Me echaron del Salón de Cerámica. ¿Puedes creerlo? El Salón de Cerámica. Dije a aquellos tipos: «Me han echado de mejores lugares que este».
Pensé que empezaría a gritar que Janie era una hija de perra y que él y yo podríamos solicitar la custodia del «pequeño Jack», pero no lo hizo. Por lo visto la situación con Janie había cambiado. De la noche a la mañana se había vuelto todo muy civilizado y ahora eran colegas.
- Anoche mamá, papá y yo fuimos a conocer a Jack. Es un niño adorable, y ya le gustan los Red Sox. Hoy iremos otra vez. ¿Por qué no te apuntas?
- No.
- Pero…
- No.
- ¿Y este fin de semana?
- No.
- De acuerdo, tómate tu tiempo. Tómate todo el tiempo que necesites. Pero te aseguro que es adorable. Y muy gracioso. Le dije a Janie: «Tomaré una cerveza», y él dijo, «Tomaré una cerveza» exactamente con la misma voz. ¡Podría haberlo dicho yo! Y tiene un oso que…
- Lo siento, Kevin, tengo que dejarte. Adiós.
Colgué y Rachel dijo:
- Estaría bien que te disculparas con Angelo.
¡Angelo!
- ¡Oh, Dios! -Me cogí la cabeza entre las manos-. Se me fue la olla, se me fue totalmente la olla. Y no quiso enrollarse conmigo.
- Claro que no. ¿Qué clase de hombre crees que es?
- Un hombre hombre, solo eso. Y hablando de hombres, ¿ha vuelto Joey con Jacqui?
- No, y no creo que lo haga.
- ¿Qué? -Pensaba que Joey simplemente necesitaba un par de días para digerir la noticia del embarazo y que luego iría a casa de Jacqui para suplicarle que volviera con él-. Hijo de puta -farfullé.