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«¡El mejor cuidado de los ojos para marineras de agua dulce!» Miré la pantalla y bebí un sorbo de café. No, el café no ayudó. La frase seguía siendo un horror. La borré y me enfrenté a la pantalla en blanco, suplicando un golpe de inspiración. Estaba intentando redactar un comunicado de prensa para Eye Eye Captain, nuestro nuevo tratamiento de ojos, y estaba probando un juego de palabras relacionadas con la navegación, como motín, agua de mar, pirata y ron. Pero no estaba funcionando. Por la mañana, camino del trabajo, había vuelto a ver a Aidan. Esta vez iba andando por la Quinta Avenida con una chaqueta que no reconocí. ¿Había encontrado tiempo para comprarse ropa pero no para llamarme? También esta vez el taxi iba demasiado deprisa, de modo que no pedí al conductor que frenara. Ahora, no obstante, lamentaba profundamente no haberlo hecho y eso estaba interfiriendo en mi capacidad de concentración. O quizá fueran los analgésicos. En cualquier caso, algo me estaba llenando la cabeza de algodón.

Tecleé «Eye, Eye, Captain» y no tuve absolutamente nada más que decir. Señor, tenía que ocurrírseme algo. Yo ya no era una subalterna (ese puesto lo ocupaba ahora Brooke). Era subdirectora de cuentas y tenía mis responsabilidades.

Cómo conseguí mi ascenso

El verano que me incorporé a Candy Grrrl nuestro brillo de labios Lip-plumping leed Sorbet Uber-gloss se agotó en todo el mundo, y en los mostradores de maquillaje había tortas para conseguirlo. Bueno, tal vez exagere un poco. Lo que en realidad ocurrió fue que en el Nordstrom de Seattle hubo una pequeña trifulca entre dos hermanas por el último brillo de labios de Candy Grrrl que quedaba en el noroeste del Pacífico. Finalmente llegaron a un acuerdo amistoso. Creo que los términos fueron que la que se llevaba el brillo de labios tenía que hacer de canguro de los hijos de la otra esa noche. Pero una chica lista (yo) consiguió convertir el incidente en (casi) una noticia. Emití un comunicado de prensa con un gran titular en negrita: «Candy Grrrl levanta pasiones». Los dioses debían de estar sonriéndome porque The New York Post y The York Sun lo publicaron. Luego pasó a los periódicos regionales y la CNN le dedicó un pequeño comentario. El caso es que era agosto y no ocurrían grandes cosas. Pero para entonces ya se había creado suficiente revuelo para provocar verdaderas refriegas en los mostradores de Candy Grrrl. En el Bloomingdales de Manhattan una mujer propinó un empujón a otra y la mujer empujada gritó: «¡Oiga, sin avasallar, que ni siquiera es su color!».

Luego Jay Leno hizo un chiste (no muy gracioso, pero a quién le importaba) sobre mujeres que sacaban sus pistolas en los mostradores de Candy Grrrl. El resultado de toda esa publicidad fue mi ascenso. Wendell, la persona a quien reemplacé en Candy Grrrl, pasó a Visage, nuestra estirada marca francesa, y gustosamente sustituyó sus sombreros rosas y sus zapatos de última moda por las faldas de tubo y las chaquetas de talle superceñido.

Tecleé «Eye, Eye, Captain» una vez más. Lo cierto era que estaba asustada. Estaba en mi tercer día de trabajo y todavía no había elaborado un comunicado de prensa decente. Me daba cuenta de que había confiado en que el fuerte impacto de volver al trabajo me devolviera a la normalidad, pero no había sido así. Tenía la sensación de estar en un sueño en el que intentaba correr, pero mis piernas eran de plomo. Mi cabeza no podía pensar, el cuerpo me dolía y sentía como si el mundo se hubiese inclinado sobre su eje.

Cuarenta minutos después, mi pantalla decía:

¡A bordo mis valientes!

Por muchos mares que surquéis, Eye Eye Captain es el tratamiento de ojos más eficaz y avanzado que encontraréis.

¿Ojeras? - ¡Las olas se las llevan!

¿Abotargamiento matinal? - ¡Por la borda lo arroja!

¿Arrugas y líneas finas? - ¡Por el tablón las hace andar!

¿El loro en el hombro? - Lo siento, ese es tu problema.

Teenie miró la pantalla por encima de mi hombro.

- Oh, oh -dijo compasivamente.

- Tendrías que haber visto mis otros intentos.

- Es tu primera semana, estás desentrenada.

- Y fuertemente drogada.

- Dale tiempo. ¿Te echo una mano?

Teenie se esforzó por ayudarme, pero ella tenía sus propias tribulaciones: era responsable de las líneas de difusión Candy For A Baby y Candy Man. Con solo doce productos en la línea infantil y diez en la masculina, no tenía, ni de lejos, la misma responsabilidad que yo. (Cincuenta y ocho productos, con innumerables combinaciones de colores, y los que se iban sumando. Parecía que lanzáramos algo nuevo cada semana.)

Lauryn llegó corriendo y gritó:

- ¿Está listo ese comunicado de prensa?

- Casi -dije.

Mientras Teenie murmuraba en mi oído:

- Primero se metaboliza la grasa y luego el tejido. Con el tiempo le toca al músculo y por último a los órganos. Llegados a este punto el cuerpo se está autodigiriendo. ¿Comerá alguna vez algo esa boba? -Teenie estudiaba medicina en la escuela nocturna y le gustaba compartir sus conocimientos.

Imprimí mi infumable comunicado de prensa y me dirigí a la mesa de Lauryn preparada para el juego de la humillación.

La responsabilidad de la publicidad de Candy Grrrl se repartía entre Lauryn y yo del siguiente modo: yo hacía el trabajo y concebía todas las ideas, y ella me amargaba la vida, ganaba un cincuenta por ciento más que yo y se llevaba todo el mérito.

Además, tenía que dar la lata a las directoras de belleza de las revistas, invitarlas a comer, decirles lo maravillosos que eran los productos Candy Grrrl y convencerlas de que incluyeran una reseña de cuatro líneas con foto en su página de novedades. Era una parte importantísima de mi trabajo, hasta el punto de que mi rendimiento tenía un objetivo marcado; se medían los centímetros de cobertura que yo generaba y luego se calculaba qué habría tenido que pagar Candy Grrrl en publicidad para obtener el mismo espacio.

Este año, mi objetivo era un doce por ciento superior al del año anterior, pero había estado dos meses inactiva mientras me hallaba en Irlanda, dos meses que no me sería fácil recuperar. ¿Podía esperar indulgencia por parte de Ariella o Candace y George Biggly? Probablemente no. Visto objetivamente, ¿por qué debería esperarla?

Entregué a Lauryn el comunicado de prensa de Eye Eye Captain. Un vistazo de un segundo bastó.

- Esto es una porquería. -Lo arrojó sobre la mesa.

No pasa nada. Siempre tenía que presentarle un mínimo de dos propuestas. Rechazaba la primera, luego rechazaba la segunda y, por lo general, acababa aceptando la primera.

Era desagradable, pero me tranquilizaba saber por dónde iban los tiros.

No salí del trabajo hasta las siete y media, y cuando llegué a casa tenía un correo electrónico de mi madre, algo inaudito.

Para: Ayudantedemago1@yahoo.com

De: Loswalsh@eircom.net

Asunto: La mujer del perro

Querida Anna, espero que estés bien. Recuerda que puedes venir a casa cuando quieras y que nosotros te cuidaremos. Te escribo por el tema de la mujer y el perro que hacía sus necesidades delante de nuestra verja.

Diantre, ¿qué conflicto había yo ayudado a crear?

He de confesarte que todos pensábamos que eran imaginaciones tuyas, por todas esas pastillas que tomabas. Pero a mí no me asusta reconocer mis errores y admitir que estaba equivocada. Helen y yo hemos vigilado a la mujer estos últimos días y hemos comprobado que, efectivamente, se empeña en que su perro haga pipí en nuestra verja. Solo quería que lo supieras. Todavía no la hemos identificado. Como bien sabes, es una anciana y a mí todas las ancianas me parecen iguales. Como bien sabes también, Helen tiene unos prismáticos de gran alcance, que, por cierto, tu padre financió. Pero no me los deja, dice que tengo que pagarle por su tiempo. A mí me parece una injusticia. Si hablas con ella, ¿podrías decirle que yo te he dicho eso? Si te da alguna pista sobre la identidad de la mujer, házmelo saber.

Tu madre, que te quiere.

Mamá

¿Hay alguien ahí fuera?
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