16
El color rojo me sobresaltó. Sangre. La regla. La primera desde el accidente.
Apenas había prestado atención a que no me estuviera viniendo. No era algo que me preocupara porque, en el fondo, sabía que se debía a la conmoción y al dolor. Ni por un momento sospeché que pudiera estar embarazada, pero ahora, en un arrebato de tristeza, pensé: «Ya nunca tendré un hijo tuyo».
No debimos esperar. Debimos ir a por ello enseguida. ¿Pero cómo íbamos a saber…?
Aidan y yo incluso habíamos hablado de ello. Una mañana, poco después de casarnos, mientras yo me estaba vistiendo y Aidan estaba tumbado en la cama, con el torso desnudo y las manos detrás de la cabeza, me dijo:
- Anna, algo extraño está ocurriendo.
- ¿Qué? ¿Extraterrestres aterrizando en la azotea de enfrente?
- No. Los Boston Red Sox han sido el amor de mi vida desde que tenía tres años. Pero ya no lo son. Ahora lo eres tú. Todavía me importan, todavía les quiero, pero ya no estoy enamorado de ellos. -Todo eso dicho desde la cama, mirando el techo, el ánimo introspectivo-. En todo ese tiempo nunca quise tener hijos, pero ahora sí quiero. Contigo. Me gustaría una versión de ti en miniatura.
- Y a mí me gustaría una versión de ti en miniatura. Pero Aidan, no olvidemos que mi familia está loca y que un gen demente podría asomar la cabeza en cualquier momento.
- Sería divertido. Y tenemos que pensar en Dogly. Necesita la compañía de un niño. -Aidan se apoyó sobre un codo y declaró-: Hablo en serio.
- ¿En cuanto a Dogly?
- No, en cuanto a tener un hijo. Lo antes posible. ¿Qué piensas?
Pensé que me encantaría.
- Pero todavía no. Pronto. Digamos que en un par de años, cuando tengamos un lugar decente donde vivir.
Para: Ayudantedemago1@yahoo.com
De: Loswalsh@eircom.net
Asunto: Esto no puede seguir así
Querida Anna, espero que estés bien. No sé si hará que te sientas mejor o peor saber que a nosotros las cosas también nos van mal. Encontramos otra caca de perro en nuestra verja esta mañana. Es como vivir sitiados. Por suerte, esta vez tu padre no la pisó, pero el lechero sí y se molestó mucho. Nuestra relación con él ya era lo bastante tirante desde que redujimos nuestro consumo lácteo por aquella estúpida dieta que Helen nos impuso y que solo duró cinco minutos porque descubrió que el helado también llevaba leche. Aquella vez ya nos costó mucho convencer al lechero de que volviera.
Tu madre que te quiere,
Mamá