23
Desperté sobresaltada en medio de la oscuridad. Mi corazón iba a cien. Se hizo la luz antes de darme cuenta de que era yo quien la había encendido; me despejé del todo. Estaba en el sofá. Me había quedado dormida con la ropa de trabajo puesta porque había estado aplazando el momento de meterme sola en la cama.
Algo me había despertado. ¿Qué había sido? ¿El sonido de una llave en la puerta? ¿La puerta al abrirse y cerrarse? Lo único que sabía era que no estaba sola. Todos percibimos cuándo hay alguien más en nuestro espacio, tenemos una sensación diferente.
Tenía que ser Aidan. Había vuelto. Y aunque estaba emocionada, también estaba algo asustada. Con el rabillo del ojo vi que algo se movía cerca de la ventana, de forma rápida e imprecisa. Me volví rápidamente pero no vi nada.
Me levanté. No había nadie en el salón y nadie en la cocina, de modo que me dirigí al dormitorio. Cuando abrí la puerta estaba sudando. Busqué el interruptor, casi paralizada por el temor de que alguien me agarrara la mano en la oscuridad. ¿Qué era esa silueta alta y estrecha junto al armario? Le di al interruptor y la habitación se llenó de luz. La silueta resultó ser algo tan inofensivo como nuestra librería.
Escuchando mi respiración entrecortada, encendí la luz del cuarto de baño y descorrí bruscamente la cortina de la ducha. También vacía.
¿Qué me había despertado entonces?
Me di cuenta de que podía oler a Aidan. Su olor llenaba el cuarto de baño. El pánico volvió y mis ojos recorrieron el espacio, ¿buscando qué? No me atrevía a mirarme en el espejo por miedo a que hubiera alguien mirándome. Fue entonces cuando vi que su neceser había resbalado del abarrotado estante y había caído al suelo. El contenido estaba desperdigado y se había roto un frasco de algo. Me agaché. En realidad no estaba oliendo a Aidan, sino su loción para después del afeitado.
Vale. ¿Y cómo se había caído el neceser? Estos apartamentos eran viejos y destartalados. El portazo de un vecino podía generar suficientes vibraciones para arrojar al suelo un neceser que sobresaliera de un estante en otro apartamento. No era ningún misterio.
Fui a buscar una escoba para recoger los cristales, pero en la cocina me aguardaba otro olor, un olor dulzón y opresivo. Olfateé el aire con nerviosismo. Olía a flores frescas. Reconocía el aroma pero no lograba… Entonces caí en la cuenta. Azucenas. Un olor que detestaba. Un olor denso y mohoso como la muerte.
Miré a mi alrededor, asustada. ¿De dónde venía? No había flores frescas en el apartamento. Sin embargo el olor era inconfundible. No lo estaba imaginando. Era real, el aire era espeso y empalagoso.
Después de recoger el frasco roto tuve miedo de volver a conciliar el sueño, así que puse la tele. Tras un rápido repaso a todos los lunáticos que salían en los canales por cable, encontré un episodio de El coche fantástico que no había visto. Poco a poco me dormí y soñé que estaba despierta y que Aidan abría la puerta del apartamento.
- ¡Aidan, has vuelto! Sabía que volverías.
- No puedo quedarme mucho tiempo, cielo -dijo-, pero tengo algo importante que decirte.
- Lo sé. Dímelo, puedo afrontarlo.
- Paga el alquiler. El plazo ha vencido.
- ¿Eso es todo?
- Eso es todo.
- Pero pensaba que…
- El aviso de vencimiento está en el armario con el resto de la correspondencia. Lo siento, sé que no quieres abrir las cartas, pero busca esa. No pierdas nuestro apartamento. Sé valiente, cielo.