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Arc-Royal
Marca de Donegal, Mancomunidad Federada
15 de abril de 3055
Víctor Davion pensó que no era buena señal que Phelan ya estuviese sentado ante el ordenador al llegar a la pequeña sala de reuniones. El capiscol de ComStar estaba erguido a sus espaldas, cual un fantasma, vestido de blanco, e hizo un gesto de asentimiento al príncipe. Aunque todavía no habían sido presentados, Víctor sabía que era el contacto especial Klaus Hettig, oficial representante de Anastasius Focht, Capiscol Marcial de ComStar. De hecho, era Focht el que lo había invitado a la reunión y el verdadero motivo de que Víctor estuviera en Arc-Royal.
El príncipe se desperezó y se dirigió a la jarra de café que había sobre la mesa. Mientras se llenaba la taza vio un bollo, pero el estómago le dio un vuelco al pensar en la ingestión de tal cantidad de azúcar a esas horas de la mañana. Estaba cansado, como si empezara a acusar el largo viaje, y comer algo que le diera energía no lo atraía nada.
Phelan levantó la vista del teclado, sus ojos verdes tenían un brillo especial.
—Buenos días, Alteza. He estado revisando algunos de los informes de Pasig. Vuestros informadores son muy exhaustivos. Se lo agradezco.
¿Mis informadores? Víctor frunció el ceño.
—Esa información se encuentra en unos archivos que su padre me dijo que serían seguros —replicó Víctor.
El Khan del Clan sonrió afectadamente.
—Y seguramente lo son para el resto de la gente. Pero recordad que yo pasé aquí la mayor parte de mi juventud —dijo mientras daba una palmadita a la consola del ordenador—. Conozco formas de acceso a este sistema informático que dudo que alguien sepa que existan.
El capiscol de ComStar se alejó de Phelan y comprobó que la puerta estuviera cerrada.
—El Khan Phelan tiene razón. Vuestra información es excelente. Tiene una calidad envidiable, una calidad muy deseable para ComStar.
¡Eso es! ComStar controla la comunicación entre las estrellas y envió los mensajes que proporcionaron los datos a los archivos que Phelan ha descubierto. Qué tonto he sido al no pensar que ComStar todavía no los había revisado y que no había incorporado material propio. El príncipe asintió con la cabeza y se sentó al otro extremo de la mesa. Recordaba vagamente que entre los cargos imputados a Phelan durante su juicio de honor en el Nagelring se incluía el uso de los ordenadores del Nagelring para robar información del Departamento de Defensa. Víctor sorbió el café e inmediatamente notó que su mente se liberaba del peso del sueño.
—No es nada reconfortante saber que un miembro del Clan de los Lobos está poniendo en peligro el sistema informático de los Demonios de Kell, aunque es cierto que la valoración de nuestros datos quita hierro a la situación, capiscol.
Hettig no reaccionó ante el sarcasmo que subyacía en las palabras de Víctor.
—Por favor, príncipe Víctor, no os ofendáis. De todos modos, habríais mostrado la información al Khan. Acordasteis cooperar cuando llegasteis aquí.
Víctor se encogió de hombros y frunció el ceño.
—¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Qué está haciendo él aquí?
El capiscol sonrió con benevolencia.
—El motivo por el que estamos aquí es analizar la situación creada por los asaltos de los bandidos, en concreto de la Corsaria Roja.
Víctor puso la taza boca abajo.
—No es más que una simple molestia. Hay unidades militares procedentes del espacio de los Clanes que vienen a atacar nuestros planetas. El asedio de Morges fue mayor que el de Kooken o Pasig.
—Los Halcones de Jade y las Víboras de Acero, Víctor, no todos los Clanes —corrigió Phelan.
—¿Hay alguna diferencia? —preguntó Víctor, que a medida que se iba despertando soportaba menos la aparente seguridad de Phelan y la manipulación solapada de ComStar.
Phelan asintió lentamente.
—Tal vez queráis que el ilKhan se os queje la próxima vez que el Condominio ataque desde Wolcott. Los Halcones de Jade son inconfundibles y no tienen nada que ver con el Clan de los Lobos.
—Ya lo entiendo —dijo Víctor mirando inquisitivamente a Hettig—. ¿Por qué ComStar se preocupa por los bandidos después de haber permitido el ataque de los Halcones de Jade y las Víboras de Acero más allá de la línea de tregua? Ryan Steiner y sus portavoces me están presionando para que garantice la seguridad del Khan de los Lobos en la zona, y el hecho de que traiga a Ragnar consigo no facilita las cosas.
—ComStar agradece las molestias y los esfuerzos que nos estáis dedicando —dijo el capiscol de ComStar con una sonrisa—. No os habríamos pedido que os desplazaseis hasta aquí si el problema no hubiese sido tan grave. No son bandidos corrientes, príncipe Víctor.
—Tuvieron suerte.
—Tuvieron suerte dos veces, Víctor —dijo Phelan echándose hacia atrás. Víctor descubrió un destello de preocupación en sus ojos verdes—. Escuchad al capiscol. El Capiscol Marcial fue el que convenció al ilKhan de que había lo suficiente en juego para reunirmos aquí con el pretexto de la ceremonia de jubilación de mi padre.
Víctor hizo un gesto de conformidad, consciente de la capacidad del Capiscol Marcial para convencer a su madre de que debía enviarlo a Arc-Royal.
—¿Para quién representan una amenaza esos bandidos?
—Para la tregua, príncipe Víctor, la tregua entre ComStar y los Clanes —dijo Hettig entrelazando las manos. El movimiento resultó tan forzado que Víctor supo que era un intento deliberado de mantener la calma.
—¿Cómo es posible que unos bandidos amenacen la paz? —dijo Víctor mientras observaba el fondo de su taza de café casi vacía y esperaba a que la cafeína pusiera orden en sus pensamientos—. Sólo son bandidos. Atacan y se van. Si los Caminantes de Grave hubiesen entrado por el extremo opuesto de Kooken dos horas antes, ahora la Corsaria Roja no sería más que una anécdota del pasado.
Phelan sacudió la cabeza.
—Habéis estado analizando los informes sobre las incursiones bandidas y no habéis tomado conciencia de la gravedad de la situación porque lo que habéis visto se corresponde con vuestras ideas previas sobre los bandidos. Pero no tenéis ninguna experiencia personal con ellos. Tal vez yo vea las cosas de un modo distinto porque una vez me enfrenté a los bandidos cuando estaba al servicio de la Mancomunidad Federada. Lo que intento decir es que nuestra información demuestra que un grupo bandido tuvo la suerte de escapar con una parte del botín, nada de gran valor. Los análisis corroboran que se fue la luz en Kooken. No se perdió ningún bien industrial y ni siquiera hubo conquista.
El príncipe asintió.
—Recuerdo las cifras. Los asaltantes se llevaron comida y algunos esclavos. No se puede disparar a los enemigos con latas de sopa.
Hettig hizo un gesto de asentimiento.
—Pero también recordaréis un viejo refrán que dice: «Un ejército no desfila con el estómago vacío».
—Pero esos bandidos son como los ejércitos de Napoleón, capiscol Hettig —se apresuró a decir Víctor antes de apurar el café y darse así tiempo para calmarse. Consciente de los rumores sobre su «complejo napoleónico» a causa de su corta estatura, no pudo dejar de preguntarse si la alusión no sería una sutil reprimenda. Si algo tiene ComStar es sutileza.
—Eso es cierto, príncipe Víctor, pero hasta el momento no han encontrado su Waterloo.
El príncipe soltó una carcajada.
—Entonces yo haré de Wellington —dijo mirando a Phelan—. Si puede convencer al ilKhan para que tenga a los Halcones de Jade preparados, yo traeré a mis Espectros y juntos acabaremos con la Corsaria.
Phelan negó con la cabeza.
—Aunque el ilKhan abogara por esa descabellada propuesta, los Halcones de Jade la rechazarían.
—¿Acaso el ilKhan no quiere detener a los bandidos?
El capiscol de ComStar y Phelan lo miraron con extrañeza.
—¿Qué queréis decir, príncipe Víctor? Precisamente el ilKhan envió al Khan Phelan a Arc-Royal con el propósito de discutir los medios para hacerlo.
—¿De verdad? —preguntó Víctor al tiempo que dejaba la taza vacía en la mesa—. Los dos me han asegurado que mi información era correcta. ¿Es que alguno de ustedes duda de que la Corsaria Roja se refugiara en el territorio de los Halcones de Jade tras el asalto a Kooken? Sería una oportunidad perfecta para formar una fuerza encubierta.
—Poco probable, Víctor. Hemos sido atacados por ambas partes y ninguna unidad ha visto la necesidad de un asalto bajo una identidad falsa.
Hettig hizo un gesto de aprobación.
—Determinar la identidad de la unidad es irrelevante en este momento, lo importante es la identidad que le atribuyen los demás. Eso es lo preocupante.
—No lo entiendo, capiscol. —Víctor se puso en pie y se sirvió más café—. ¿Cómo es posible que una creencia errónea cause más daño que la lucha?
Hettig tomó aliento.
—En las comunidades de Tamar y Skye hay quien cree que los bandidos de la Corsaria Roja son una unidad encubierta al servicio de la Mancomunidad Federada. Dicen que los bandidos son en realidad un escuadrón de la muerte que tiene por misión destrozar a todo el que se oponga a la unión entre el antiguo territorio de Steiner y la Casa Davion.
—Veo que Ryan Steiner ha vuelto a propagar rumores —dijo Víctor sacudiendo la cabeza—. La idea me parece totalmente absurda.
—Desde luego, pero la fascinación humana por las conspiraciones le confiere mucho atractivo. Ante este panorama, sin olvidar que el asalto a Kooken causó daños en las instalaciones de un aliado de Ryan Steiner, las incursiones continuarán hasta que vos o vuestro hermano Peter os convirtáis en héroes tras haber acabado con ellas. Sería una repetición del papel que desempeñó el propio Ryan en el levantamiento de 3034.
El príncipe movió la cabeza.
—Y supongo que hay quien cree que la Corsaria Roja es una unidad creada por Ryan Steiner para aumentar la tensión en la frontera. Así, al tiempo que apoya la causa del pueblo oprimido y utiliza una unidad mercenaria para machacar a los bandidos, consigue una gran popularidad.
El Khan de los Lobos sonrió.
—Ryan considera que los bandidos son una unidad de los Clanes que actúa de forma encubierta y utiliza el temor a los Halcones de Jade para mantener a su gente unida y sometida. Está propagando la idea de que vos no os preocupáis por el pueblo. Si vuestra madre renuncia algún día a su cargo de arcontesa, él se convertirá en un poderoso rival vuestro.
Víctor se mordió los labios.
—Y todos estos enfrentamientos internos reducirán nuestra fuerza y nos harán parecer muy vulnerables ante los Halcones de Jade, quienes puede que decidan aprovechar la oportunidad para lanzar ataques más allá de la línea y así acabar con la paz.
El capiscol de ComStar expresó su conformidad con un ligero cabeceo.
—Ambos han desgranado en unos minutos lo que llevaría semanas de discusión a los analistas de ComStar.
—Y la solución es matar a los bandidos —dijo Víctor sentándose de nuevo—. Pese a su preocupación por Ryan, mis Espectros pueden hacer el trabajo.
—No cabe la menor duda, príncipe Víctor, pero ComStar tiene algo más en mente —dijo Hettig con la mirada perdida en la distancia—. Como ya he dicho, se trata de una unidad bandida atípica. Si vais más allá de las valoraciones de daños en Kooken, os daréis cuenta de que los bandidos se limitan casi exclusivamente a las armas energéticas.
Víctor se encogió de hombros.
—Los bandidos trabajan con lo que encuentran.
—Esa no es la cuestión, primo. Yo piloto un Wolfhound. Cuando mi padre lo diseñó le incorporó una serie de láseres. Lo hizo porque quería crear una lanza exploradora de ’Mechs capaz de operar más allá de la línea de suministros, en la retaguardia del enemigo. Como el ’Mech no necesita misiles ni munición de cañón automático, las únicas limitaciones eran el agua y las provisiones del piloto.
»Como dice el Khan, la Corsaria Roja ha preparado a sus bandidos para una campaña en que la comida será la clave del éxito.
De ahí la alusión a Napoleón. Víctor sintió un escalofrío.
—Entiendo lo que intenta decirme, pero yo puedo reunir una fuerza lo suficientemente grande para perseguirla y matarla.
—ComStar es consciente de ello y os lo agradece, pero queremos sugeriros otra cosa —dijo Hettig mirando a Phelan—. ¿Khan Phelan?
Tras el gesto de aprobación de Phelan, Víctor tuvo la sensación de que le habían tendido una trampa.
—El ilKhan me ha autorizado a poner a vuestra disposición una unidad del Clan para acabar con esos bandidos.
Víctor adoptó una expresión de incredulidad.
—¿Qué?
—Tenemos unidades especializadas en la erradicación de bandidos —dijo Phelan con una sonrisa de satisfacción—. El ilKhan convencerá a los Halcones de Jade de la necesidad de aniquilar a esos corsarios.
—Es muy generoso por su parte —dijo Víctor al tiempo que asía la taza y sorbía café para recuperarse de la impresión—. ¿Hace este ofrecimiento porque no quiere que las tropas de la Esfera Interior vayan tras los bandidos en el espacio de los Clanes? ¿O porque ComStar le ha puesto una pistola en el pecho?
—En parte sí. Mientras la Corsaria Roja siga operando en el espacio de los Halcones de Jade, ComStar no puede garantizar la seguridad de ninguna unidad de la Esfera Interior que traspase la línea —dijo el corpulento primo de Víctor a la par que se levantaba para servirse más café—. Sin embargo, lo más importante es que el Clan de los Halcones de Jade se opone rotundamente a la tregua. Creen que les robó la oportunidad de volver a ganar el honor que habían perdido al iniciarse el combate.
—En Twycross y Alyina, ¿no? —preguntó Víctor al tiempo que esbozaba una sonrisa al recordar que el Décimo de Guardias Liranos se había unido a los Demonios de Kell para luchar contra los Halcones de Jade en Twycross.
—Entre otros. El ilKhan espera que las victorias, el honor y la defensa de la Esfera Interior consigan que los Halcones de Jade se decanten por la paz.
—Parece que hay pocas esperanzas.
Hettig sonrió.
—En ese punto podemos estar todos de acuerdo, pero como la reanudación de la guerra es la única alternativa lógica, es un riesgo que vale la pena correr. Sin embargo, lo más importante es que si nuestro plan tiene éxito disminuirá el poder que está acaparando Ryan Steiner. Mantener unida a la Mancomunidad Federada será otro motivo para que los Halcones de Jade se lo piensen dos veces antes de romper la tregua.
La puntualización de Hettig puso la piel de gallina a Víctor, que se volvió para mirar a su primo.
—¿Tan frágil es la paz en nuestro lado de la línea?
El alto MechWarrior se puso rígido.
—La gente de los Clanes son guerreros. La paz no es lo suyo. El ilKhan cree que si encontramos una válvula de escape para su agresividad conseguiremos frenarlos durante la tregua. Si estáis de acuerdo en la creación de una unidad de captura de bandidos en el espacio de la Mancomunidad Federada, enviaré la orden inmediatamente y el ilKhan asignará la misión a alguien. Puede que este ambicioso experimento funcione.
—Y si no lo estoy —respondió Víctor— probablemente entraremos en guerra a finales de este año. Y puede que ComStar castigue a la Mancomunidad Federada aumentando el precio de envío de mensajes entre nuestros mundos. Es un alivio no estar en una continua guerra encubierta contra ComStar como lo estuvo mi padre durante tanto tiempo. Pero no me gusta que me coaccionen para que acepte el acuerdo, especialmente un acuerdo que acabaría defendiendo de todos modos.
Víctor miró a Hettig.
—Es la tregua de ComStar, y ComStar considera que es la mejor manera de preservarla.
El príncipe miró a su primo.
—¿El ilKhan cree que su esfuerzo es lo suficientemente importante como para arriesgar personal y material de los Clanes?
—Eso creo.
Víctor asintió con la cabeza.
—Si esto funciona, Ryan Steiner perderá, con lo que estoy totalmente de acuerdo. Preferiría que fuera una de mis unidades la que se enfrentase a los bandidos, pero creo que es un acierto que los Halcones de Jade se hagan cargo de ellos. Parece que no hay mucho que objetar al respecto.
Hettig hizo un gesto de avenencia.
—¿Entonces aceptáis?
Mi madre debió creerlo así, de lo contrario yo no estaría aquí. Me parece sensato, y además salvará la vida de mi gente. Si no estuviera de acuerdo, podrían invalidar mi decisión. Y aunque fuera mi madre la que no lo estuviera, puede que ComStar se aprovechase de su control sobre las comunicaciones para crear una fuerza del Clan que operara en el espacio de la ManFed.
—Está bien —respondió Víctor—. Acepto. Cuando sepan el nombre y la composición de la unidad, lo comunicaré a las unidades acantonadas en las zonas donde es posible que ataque la Corsaria Roja —dijo Víctor sonriendo al capiscol de ComStar—. Cuente con mi apoyo. Se acabó la amenaza a la paz.
—Al menos reducimos una de ellas —dijo Hettig a Phelan—. La presencia de Ragnar ha llamado la atención…
—He tomado medidas para evitar esa situación, capiscol Hettig —comentó Víctor—. He prohibido cualquier plan de rescate encubierto o manifiesto. De todos modos, si Ragnar quiere su libertad, lo único que tiene que hacer es pedirla.
—Ya lo sé, príncipe Víctor, y os lo agradezco —dijo el capiscol sin ni siquiera mirarlo—. Se han recibido mensajes, otros mensajes, en los que se hacía alusión a Ragnar. Mal que les pese a los emisores, esos mensajes fueron desviados y no llegarán a sus receptores hasta después de que vos y Ragnar hayais abandonado Arc-Royal. Sin embargo…
El Khan de los Lobos asintió.
—Ya lo entiendo. Mantendré controlado a Ragnar, a menos que ya disponga de una escolta que pueda asegurar su seguridad.
—ComStar está en deuda con vos.
—¿ComStar desvió un mensaje? —preguntó Víctor con intencionada ironía—. No puedo creerlo.
El rostro de Hettig enrojeció de rabia.
—Los emisores no aclararon el destino con las prisas. La impaciencia traiciona.
—Y la desesperación impacienta.
—Cierto, príncipe Víctor. Todos lo sabemos —dijo el capiscol de ComStar al tiempo que se estiraba las mangas de su traje blanco—. Pero también sabemos que la buena planificación impide la desesperación, y de la buena planificación trataba este encuentro. ComStar os agradece vuestra cooperación, porque la impaciencia conduciría a la desesperación, lo que sería catastrófico para la humanidad.