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Estación de recarga nadir, Tharkad
Mancomunidad Federada
27 de junio de 3055
Víctor Steiner-Davion dio un puñetazo contra la pared de su cabina en el Barbarossa.
—¿Qué quieres decir con que faltan cinco días para descender al planeta? —dijo fulminando al jefe de estación con la mirada—. No sé por qué nos dieron vía libre para venir aquí y no al punto pirata cerca de Tharkad, pero… ¿cinco días para llegar al planeta?
—Alteza, por favor, tratad de entenderlo. Aunque viajaseis a cinco gravedades de aceleración, sólo llegaríais un día antes —dijo el hombre retorciéndose las manos por los nervios—. Una gravedad y media es una velocidad mucho más segura.
—¡No me importa la seguridad, maldita sea! —gritó Víctor señalando a través de la ventanilla en dirección al planeta que brillaba como un diamante en la lejanía—. Esa es mi casa. Mi madre murió allí y fue enterrada allí. Quiero estar allí.
—Alteza, hay una serie de trámites…
—¡No me importan los trámites! —gritó golpeando de nuevo la pared—. ¡Maldita sea! Yo soy el gobierno. Ahora mismo recargará esta Nave de Salto y nos pondremos en marcha.
—No puedo.
—¡Y yo digo que sí que puede! —volvió a gritar Victor reprimiendo sus impulsos para no abalanzarse sobre el hombre. Podía ver el rostro de Phelan en su mente, riéndose de él. Antes de que pudiera deshacerse de la imagen de su primo, Galen regresó a la cabina acompañado de un hombre de edad avanzada con ojos de acero y una expresión fría como el hielo.
El hombre de hielo dio un golpecito al jefe de estación en el hombro.
—Retírese.
Victor habría arremetido contra el recién llegado de no haber sido por Galen, que sacudió la cabeza discretamente. El príncipe intentó calmarse mientras el jefe de la estación salía de la cabina y el hombre de hielo se acercaba a la escotilla, se detenía a comprobar que estuviese bien cerrada y observaba el aparato cuadrado que llevaba en la muñeca. Luego pulsó dos botones, los volvió a pulsar y miró al príncipe.
—Pertenezco al servicio de inteligencia.
Victor se echó hacia atrás.
—Es más que bienvenido, porque parece que la inteligencia escasea bastante últimamente.
El hombre hizo caso omiso del comentario de Victor.
—Estáis aquí y vais a 1,5 G por cuestiones de seguridad.
—Voy a dar la orden de recargar y saltar inmediatamente para llegar a Tharkad esta noche.
El hombre de hielo negó con la cabeza.
—No lo haréis.
Victor tomó el comentario a broma.
—Sí que lo haré. No me importa que intenten atentar contra mi vida.
—A vuestra madre tampoco le importaba.
Victor apretó los puños.
—¡Hijo de puta! ¿Pero quién se ha creído que es?
—Yo sé quién soy —contestó el hombre con un destello helado en los ojos—. Soy la persona asignada para asegurarme de que los gusanos y las víboras no hacen con vos lo que hicieron con la arcontesa. Soy parte de la máquina que está buscando al animal que la asesinó. En estos momentos, además del Kommandant Cox y tal vez de vuestros hermanos, soy la única persona de todo el sistema a quien le importa si vais a Tharkad o no.
La severidad y la sangre fría del hombre aumentaron la ira provocada por el comentario anterior. El príncipe contuvo su deseo de golpear al agente y se acercó a su escritorio. Se sentó e indicó a Galen y al hombre de seguridad que hicieran lo mismo.
—Bueno, ya está haciendo su trabajo. ¿Eso incluye darme instrucciones?
El hombre permaneció de pie.
—La mayoría son sobre cosas que debe saber.
—Así que las debo saber.
—Sí, pero él no.
Galen sonrió.
—Buena observación, agente Curaitis.
Galen hizo el gesto de levantarse de la silla, pero Víctor sacudió la cabeza.
—Galen también lo puede oír. Sea lo que sea lo que tiene que decir, él también debe oírlo. Si no puedo confiar en él, no puedo confiar en nadie.
Curaitis miró a Galen y luego volvió a mirar a Víctor.
—El asesino utilizó un plan muy sofisticado para burlar la seguridad de la arcontesa Melissa. Se dio cuenta, como nosotros hemos hecho más tarde, que su única debilidad eran las flores mycosia. Se sirvió de los tiestos en los que estaban plantadas.
A medida que el hombre hablaba, Víctor empezó a notar una fuerte sensación de ira, en gran parte como consecuencia de la frialdad de sus palabras. Al principio, se sintió algo incómodo, pero poco a poco empezó a dirigir esa furia contra aquellos que fustigaban su dolor.
—Siempre cambiábamos el horario de vuestra madre considerablemente para evitar que un asesino pudiese utilizar una bomba cronometrada contra ella. Fuera quien fuese, lo sabía, como también sabía que utilizamos escáneres de radiofrecuencia para detectar las modulaciones de RF de los chips empleados en una bomba controlada por ordenador.
Si los chips de la bomba están protegidos para impedir la emisión de modulaciones de RF, también lo están para recibir información externa a través de ondas por radio. Tienen que funcionar mediante cronómetros, pero en tal caso el margen de riesgo es muy elevado.
Así que cambiabais el horario de mi madre. Víctor asintió y, al darse cuenta de que Curaitis no explicaría las cosas dos veces, se concentró en sus palabras.
—¿Entonces cómo funcionaba la bomba?
—Mediante un explosivo de plástico SX-497 fabricado en Hesperus II, procedente de un paquete que se extravió al embarcar, y moldeado con forma de tiesto. Luego se coció hasta que estuvo lo suficientemente duro y se cubrió con un sellador acrílico para evitar que los inhaladores lo detectasen. Se instaló la estructura interna de cuatro visiófonos celulares para que iniciasen una fusión térmica de magnesio al recibir una llamada con la combinación numérica para la que habían sido programados.
El príncipe se echó hacia atrás en la silla.
—Pero las unidades celulares tendrían que haber emitido modulaciones de RF, ¿no?
—Los tiestos estaban cerrados herméticamente con una capa de caucho semipermeable que permitía que el agua se filtrase. El suministro eléctrico hacia las unidades celulares estaba conectado a un cronómetro impulsado a su vez por una célula de conversión hidráulica. Cuando el caucho filtraba la cantidad de agua necesaria para poner en funcionamiento la célula de conversión, el cronómetro se activaba e iniciaba la cuenta atrás, activando también los visífonos. Todo esto ocurría después de registrar la sala por última vez con modulaciones de RF.
—¿Por qué no se hizo otra inspección un poco más tarde?
Curaitis miró a Víctor fijamente.
—Los relojes digitales, los teléfonos móviles, los marcapasos, las prótesis cibernéticas y gran parte de los trajes de última moda que se lucían aquella noche emitían modulaciones de RF. Hacer una inspección después de las cinco y media no habría servido para nada. Creemos que los dispositivos se activaron a las seis y media, media hora después de que las puertas se abriesen y la gente empezase a entrar en la sala. El asesino vio los discursos a través del canal holográfico de acceso público y realizó la llamada cuando vuestra madre empezó a hablar. Poco después, los dispositivos explotaron.
Víctor se quedó boquiabierto.
—¿Tiene el asesinato grabado en vídeo holográfico?
—Desde múltiples ángulos. Revisando las cintas descubrimos que los explosivos estaban en los tiestos y no en las mesas.
—Quiero ver esas cintas.
—¡Víctor! —exclamó Galen a punto de levantarse de la silla—. ¿Sabéis lo que estáis pidiendo?
—Galen, puede que encuentre algo que…
—¡No, Víctor, no! —volvió a gritar Galen—. En esas cintas no hay nada que Curaitis y los especialistas del servicio de inteligencia no hayan visto ya. Que vierais morir a vuestro padre no significa que también tengáis que ver cómo murió vuestra madre.
—Pero si realmente hay algo, Galen, seguro que yo lo encuentro.
—Es una locura, Víctor. No necesitáis torturaros más.
—Dispondré de las cintas cuando lleguemos a Tharkad —dijo Curaitis.
Galen se volvió hacia él.
—No puede hacerlo.
—¿Hay algún motivo por el que no quiere que el príncipe las vea, comandante?
Víctor vio que Galen se ponía tenso y por un instante se preguntó si tenía algo que esconder. ¿Por qué Curaitis sospecha de Galen? ¿Por qué quería que saliese de la habitación? ¿Acaso tiene alguna prueba que relaciona a Galen con el asesinato de mi madre?
El ayudante de Víctor se incorporó y sacudió la cabeza.
—Usted es muy bueno, agente Curaitis. Me ve como un riesgo e intenta eliminarme. Aplaudo este principio, pero no su aplicación. El príncipe es mi amigo además de mi señor y por eso creo que tal vez, sólo tal vez, es mejor que recuerde a su madre como fue en vida y no cómo quedó después de que una bomba la hiciera añicos.
Galen se volvió hacia Víctor.
—Os conozco bien, Víctor. Sé que pensáis que si vos no os involucráis nadie hace nada. Eso funciona en lo militar, pero no en el gobierno. Ahora tenéis más responsabilidades y no podréis cumplir con ellas si os recreáis en los detalles de la muerte de vuestra madre.
Víctor miró fijamente a su amigo mientras escuchaba sus palabras con suma atención.
—Tienes razón, Galen, pero también sabes que no tengo elección. Soy quien soy, y no puedo permitir que su muerte no sea vengada.
—La venganza llegará cuando hombres como Curaitis acaben sus investigaciones, Víctor.
Víctor asintió y miró al agente de inteligencia.
—¿Saben la identidad del asesino?
—Sabemos quién era cuando estaba en Tharkad. Sabemos dónde trabajaba y qué hizo durante los últimos seis meses. Todo parece indicar que ha muerto, pero no es cierto. Nos enfrentamos a un profesional que llevaba mucho tiempo trabajando en esta misión y que seguramente habría seguido trabajando en ella en el caso de que la situación lo hubiese requerido —explicó Curaitis con gran solemnidad—. Todavía no lo hemos atrapado, pero sí, sabemos que era un hombre.
Víctor observó al hombre con detenimiento.
—¿Qué sabe la gente?
—Que era un terrorista trastornado. Su historial dice que su madre está ingresada en una residencia de ancianos. Ella no sabe nada y vive en un mundo de alucinaciones. Recibe una ayuda gubernamental que cubre todos sus gastos y la residencia en la que se encuentra no es precisamente la que uno desearía para su madre. Se ha recurrido a este hecho para intentar explicar los motivos del asesino. Nosotros creemos que ya se ha ido de Tharkad, pero la gente está convencida de que se suicidó.
—Si creen que se ha ido, ¿a qué viene esta restricción de vuelos? —preguntó Víctor mientras Curaitis se volvía lentamente hacia él—. Limitar la velocidad de mi nave es un medida de seguridad para ayudarlo a encontrar al asesino registrando a todos los pasajeros que salen.
El hombre de seguridad negó con la cabeza.
—La gente está muy enfadada con vos. Vuestra madre ha permanecido en la capilla ardiente durante dos días, a diferencia de los treinta y un días de velatorio por la muerte de su padre.
—Pero la bomba… —dijo Víctor sacudiendo la cabeza—. No podíamos permitir que la gente la viese como hicimos con mi padre.
—No asististeis al funeral.
—No porque no quisiera —contestó el príncipe al tiempo que miraba a Galen—. Partimos inmediatamente y registramos todas las Naves de Salto que iban en esa dirección, además de muchas otras. No he podido llegar aquí antes.
Curaitis no dio la menor muestra de haber oído a Víctor.
—Se dice que disteis órdenes a vuestra hermana para que el velatorio no durase mucho y el funeral se llevase a cabo lo antes posible.
—Le pedí que ella misma se hiciera cargo de todo.
—Exactamente le pedisteis que quemara a «esa bruja».
—¡Eso nunca!
—Peter, Arthur e Ivonne asistieron al funeral desde Nueva Avalon. Recorrieron quinientos cuarenta años luz con más rapidez que vos los doscientos diez que hay desde Port Moseby.
—Katherine creyó que era más conveniente que ellos estuvieran allí —contestó Víctor con rabia.
—También hay quien cree que vos planeasteis la muerte de vuestra madre porque no abdicó en vuestro favor. Se dice que se negó a abdicar porque os habíais casado en secreto con Omi Kurita en Outreach —explicó el agente mirando a Galen—. Debe recordar esto, porque se rumorea que usted fue el padrino.
—¡Eso es indignante!
—Puede que sí, caballeros, pero es exactamente lo que se cuchichea en las tabernas y en los bares, en las lavanderías y en las tiendas, en los actos sociales y en las conversaciones visiofónicas —dijo Curaitis con expresión imperturbable—. Y todavía hay más. ¿Sabíais que vos, Alteza, intentasteis matar a Kai Allard-Liao en Alyina porque os amenazó con desvelar su romance con Omi? De hecho, ya casi se da por supuesto que podría haber salido de Alyina cuando vos abandonasteis el planeta sin esperar a que llegase. Hay quien dice que oyó su llamada por radio pero que vos disteis la orden de salida a las naves.
Víctor dio sendos puñetazos en su escritorio.
—¡No! ¡Eso es ridículo! —exclamó intentando encontrar en vano las palabras para expresar su indignación. ¡Todo ha sido distorsionado! La mentira se ha impuesto sobre la verdad—. ¿Cómo? ¿Quién? ¿Por qué?
Curaitis se encogió de hombros y por primera vez pareció que se relajaba.
—Ni lo sé, ni me importa. Tenéis enemigos y tenéis aliados. Kai Allard suele dedicaros sus victorias en Solaris. Vuestra hermana mayor es la defensora más perseverante que conozco. Peter, pese a su seriedad, no tiene el temperamento necesario para ayudarla. Lo primero que Morgan Kell preguntó al salir del hospital fue si vos también habíais sido atacado. Cuando disteis la orden a los Demonios, retrasó el funeral de su mujer para acabar con los bandidos. No estáis solo, pero corréis peligro y mi trabajo es asegurarme de que nadie os hace lo que hicieron a vuestra madre.
Víctor tragó saliva y contempló la fotografía de su familia a un lado del escritorio. Mi madre y mi padre ya no están. Me siento tan solo. ¿Es demasiado tarde para poner remedio? Levantó la vista y observó al agente.
—Agente Curaitis, ha mencionado a mi hermana en dos ocasiones, pero no la ha llamado por su nombre.
Curaitis le devolvió la mirada y permaneció en silencio.
—¿Cómo se llama?
El rostro del hombre de seguridad se mantuvo inexpresivo.
—Katherine.
—Bien —contestó Víctor asintiendo con la cabeza—. Me alegro de que trabaje para mí. Y quiero ver esas cintas.
—Se las conseguiré, pero hay algo que quiero corregir.
—¿Sí?
—Yo no trabajo para vos, trabajo para protegeros —dijo Curaitis con una desagradable sonrisa en los labios—. Cuando hayamos pasado un tiempo juntos, verá la diferencia.
—¿Y si no es así?
—Estará muerto y no le importará demasiado.