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Tharkad

Mancomunidad Federada

12 de septiembre de 3055

Víctor Davion adoptó una expresión de alivio al leer los informes agrícolas al tiempo que Galen Cox entraba en su despacho. Ni el sueño ni el cansancio evitaron que Galen contagiase a Víctor con su sonrisa.

—¿Has recibido buenas noticias?

Galen asintió con la cabeza y soltó una carcajada.

—Informe de Arc-Royal. Los días de asalto de la Corsaria Roja han quedado atrás.

—¡Sí! —exclamó Víctor dando un golpe en la mesa del escritorio y haciendo un gesto de victoria—. Es la mejor noticia que he recibido en meses. ¿La han atrapado? ¿Habrá juicio?

—No, escapó con cinco o seis naves de combate y dos ’Mechs —dijo Galen con el ceño fruncido—. El resto de los bandidos ha sido aniquilado. Los Demonios están evaluando los objetos salvados…

—¿Y a quién le importa? Se lo pueden quedar todo —dijo Víctor con una sonrisa—. Los Demonios fueron creados con el dinero que mi abuelo dio a Morgan y a Patrick Kell y doblaron su tamaño con un legado del testamento de mi abuela. En vista del índice de victorias y su lealtad a la familia Steiner, debería subvencionarlos para que adquiriesen dos regimientos más.

Galen sacudió levemente la cabeza.

—Supongo que vuestra madre aplaudiría tal decisión, pero no creo que sea muy positiva para las relaciones públicas. Refuerza vuestra imagen de militarista.

—Que no es lo que más nos conviene en estos momentos, ¿no? —dijo Víctor lanzando un suspiro mientras echaba un vistazo a los listados agrícolas de su escritorio—. En unos mundos tenemos que elevar el precio de los cereales porque hay en exceso y en otros no podemos cobrarlos porque la gente no podría ni comprar pan. Y yo pensaba que la logística de una unidad militar era pesada.

—En tal caso, dejaré que sigáis con vuestro trabajo.

—No, no tan rápido. No te irás tan fácilmente —dijo Víctor poniéndose en pie—. ¿Qué dice el informe de hoy de Curaitis?

Pese al destello de enojo que irradiaban los ojos de Galen, su ayudante acató la orden sin rechistar y se sentó en el sillón de orejas. Galen se había ofrecido a proporcionarle informes sobre la investigación y el príncipe había aceptado encantado. Aunque era una forma de que Víctor pudiese dedicarse a los asuntos de gobierno de la Mancomunidad Federada, Galen estaba obligado a informarle diariamente.

—Curaitis dice que han completado la tercera ronda de interrogatorios con narcóticos, que era, con diferencia, la ronda más satisfactoria ya que el asesino ya no recibe medicación para la embolia grasa.

—¿Entonces el asesino se salvará? —preguntó Víctor. En un principio, los médicos temían que el asesino no sobreviviese porque las fracturas de la pierna habían derramado una parte de la médula ósea en los vasos sanguíneos. La grasa de la médula había obstruido las arterias coronarias, provocando un inesperado ataque de miocardio. La embolia grasa había estado a punto de acabar con su vida y había retrasado el interrogatorio durante un tiempo que Víctor consideraba excesivo.

—Sí, la angioplastia solucionó el problema del corazón y los médicos no esperan que se produzca otra embolia grasa. No podrán decir que su muerte era parte de la conspiración para esconder vuestra relación con el asesinato de la arcontesa —dijo Galen en tono irónico—. En este interrogatorio, Curaitis descubrió cuáles eran los contactos del asesino y cómo recibía las misiones. Parece bastante obvio que el hombre no trabajaba ni para la Casa Liao ni para la Kurita.

Víctor frunció el ceño.

—Lo que significa que lo contrató alguien de la Liga de Mundos Libres o de la Mancomunidad Federada. Supongo que está claro la que me gustaría que fuera.

—Es posible que alguien atacase a vuestra madre por el hecho de que Joshua Marik está de «rehén» en el Instituto de Ciencias de Nueva Avalon, pero Thomas Marik no puede negar que sus tratamientos contra la leucemia están mejorando la salud del chico. Sin embargo, también existe la posibilidad de que un golpe de tal calibre haya sido obra de un agente del grupo de disidentes de ComStar cuya sede se encuentra ahora en la Liga de Mundos Libres.

—Y ese individuo no tenía relación con ComStar ni con la Palabra de Blake —concluyó Víctor—. Eso significa que es alguien de aquí, alguien de la Mancomunidad Federada. ¿Pero quién?

Galen sacudió la cabeza.

—Si lo supiera, os serviría su cabeza en bandeja de plata.

—¿Qué hay de la lista de gente que compró entradas para el banquete? ¿Se ha investigado a todos?

—Todavía se está confeccionando la lista. La captura del asesino hizo que fijáramos nuestro objetivo en esa dirección —dijo Galen con el ceño fruncido—, pero me aseguraré de que se acaba.

—Bien. Cuando esté hecha, quiero verla —dijo Víctor inclinándose hacia adelante en la silla roja situada frente a la de Galen—. ¿Alguna mejora en la opinión pública?

El hombre rubio y esbelto asintió con la cabeza.

—Ya no sois aquel demonio de hace tres meses. Las entrevistas que habéis concedido aumentaban la audiencia a medida que se emitían en cada planeta. Vuestro índice de aceptación también ha aumentado ligeramente, y el fin de la Corsaria Roja hará que suba todavía más.

Víctor asintió.

—Estaba pensando que tal vez debería asistir al funeral de Salome Kell en Arc-Royal.

Galen lanzó un silbido de desaprobación.

—No lo sé. ¿Qué pensaría la gente si asistierais a su funeral después de no haber estado en el de vuestra propia madre?

—¿Pero no será peor si no reconozco el servicio que los Demonios han prestado a la Mancomunidad Federada? —preguntó Víctor algo confuso—. Me condenarán tanto si voy como si no voy.

—Ésas son las consecuencias de vuestro cargo.

—Supongo —dijo Víctor tapándose la boca para bostezar—. Creo que enviaré a Katherine al funeral y le daré un mensaje para Morgan y los Demonios de Kell de mi parte. El día del entierro de Salome pondré una corona en la tumba de mi madre y haré una generosa contribución a los fondos del orfanato que subvencionaba —dijo con un suspiro—. Todo esto parece un juego de gestos sin sentido. Me gustaría asistir. Espero que Morgan lo entienda.

—Estoy seguro de ello, Alteza.

Víctor asintió con aire pensativo.

—Bueno, al menos hay alguien que me entiende.