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Centro de entrenamiento Fortlan, Port Moseby
Mancomunidad Federada
20 de junio de 3055
Víctor Davion pulsó la barra espaciadora del teclado y el visualizador holográfico de la mesa de instrucciones mostró la imagen de un campo de batalla en el que un gran número de BattleMechs rojos había conseguido acorralar a una fuerza azul.
—Esto no me gusta, Galen.
—A mí tampoco, señor —contestó Galen mirando los números que aparecían en la pantalla—. Por desgracia, lo más probable es que la Corsaria Roja intente alcanzar la posición de los Zuavos en Rupert para después atacar Shasta. Zimmer podría llevar a los Zuavos consigo para poner fin al asedio e intentar defender la ciudad, pero sería una locura. Sería muy fácil tenderles una emboscada durante su avance, sobre todo aquí, en la selva de Livingstone.
—La pregunta clave es: ¿podrán resistir hasta que lleguen los Lobos?
El ayudante de Víctor se encogió de hombros.
—Si Zimmer levanta una barrera defensiva que retrase a los invasores, creo que podrán. Nos han informado de que el Trigésimo primero de Solahmas de los Lobos se dirigían hacia el planeta a toda velocidad.
El príncipe negó con la cabeza.
—Avanzar a 1,25 gravedades no es ir a toda velocidad.
—Querréis decir que no son lo bastante rápidos para vos, señor —corrigió Galen retirándose un mechón de pelo que le cubría la frente—. Antes de un combate nunca vamos a más de 1,5 gravedades.
—Pero se supone que los Clanes son unos guerreros terriblemente feroces —dijo Víctor dándose un puñetazo en la palma de la mano—. ¡Maldita sea! Si se dieran prisa nuestra gente se salvaría.
Galen levantó la cabeza.
—Pensaba que me habíais dicho que habíais desprestigiado a los Zuavos frente a los Demonios de Kell en Arc-Royal.
Víctor rechazó el comentario con la mano.
—Entonces era joven e ingenuo —dijo mirando la hora que aparecía en una esquina del campo de batalla—. ¿Dónde está ese capiscol de ComStar? Primero dice que tiene un mensaje con prioridad alfa para mí y luego se toma todo el tiempo del mundo para llegar. No me extraña que los Clanes decidieran aterrizar en la Tierra.
Su comentario hizo reír a Galen e, instantes después, al propio Víctor, lo cual le sirvió para liberar la tensión.
—Lo peor de todo, Galen, es que aunque fuésemos a toda velocidad, los Espectros no llegarían a Deia a tiempo para salvar a Zimmer. Tardaríamos un mes…
—Y sólo si vos estuvierais al mando de todas las Naves de Salto.
—Por eso se le llama un circuito de mandos, Galen. El que está al mando es el que dirige el circuito —explicó Víctor volviendo a poner en marcha el simulacro—. Esta vez no llegaremos a tiempo para detenerlos, pero sí la próxima.
Víctor volvió a parar el simulacro al oír que llamaban a la puerta de la sala de instrucciones.
—Adelante.
La puerta chirrió al abrirse para dar paso a un hombre de edad avanzada con la sencilla vestimenta de un capiscol de ComStar.
—El capiscol de ComStar Marcellin para serviros, Alteza.
La seria expresión del hombre indicó a Víctor que traía malas noticias.
—Dígamelo, capiscol. Cuénteme la desgracia de Deia.
—¿Alteza?
—Trae noticias de Deia, ¿no? Dígamelo, dígamelo ahora mismo —dijo Víctor haciendo un gesto de asentimiento a Galen para que se preparase a pasar la noticia del capiscol en cifras que introducir en el simulacro—. ¡Venga, hombre, que no tengo todo el día!
—S… Sí, Alteza —balbuceó Marcellin intentando sobreponerse a la sorpresa—. Los Zuavos han formado una barrera defensiva en el sector 3342.
—El reducto de Burton, donde el río Speke abre un desfiladero. El terreno es elevado y de difícil acceso. Aterrizar ahí será un problema —dijo Galen deteniéndose en cada frase mientras introducía la información en el ordenador. La simulación se recompuso. Las fuerzas verdes reforzaban a la fuerza azul y superaban a las fuerzas rojas. Los combatientes estaban separados por un río—. ¿Fuerzas aproximadas?
El capiscol se estremeció.
—No lo sé, señor. Yo no pertenezco a la milicia. Se supone que Zimmer contaba con un batallón formado por la milicia y la gente que quedaba. Ha perdido una compañía entera en la selva.
Galen pulsó varias teclas y el número de defensores descendió, aunque no tanto como para acabar con las esperanzas de Víctor.
—Galen, Zimmer lo ha conseguido. Como los invasores no utilizan misiles, les será difícil llegar a esta pequeña fortificación. Zimmer puede retener a las tropas varios días —dijo el príncipe mirando al capiscol—. ¿Han llegado los Lobos?
—Sí, Alteza.
Víctor se frotó las manos.
—¡Ya los tenemos! Deben de haber aterrizado detrás de los bandidos para atraparlos. ¿Por dónde han descendido?
—Por el sector 3342.
Víctor frunció el ceño.
—¿El mismo sector? ¿Tan cerca estaba Zimmer del fracaso? ¿Aterrizaron para reforzarlo?
El capiscol sacudió la cabeza.
—No, Alteza, para invadirlo.
—¿Qué?
El enviado de ComStar extendió las manos en un gesto de impotencia.
—No sé nada más, Alteza. Por favor, creedme. Nuestro último mensaje decía que los Lobos estaban luchando contra las fuerzas de Zimmer en el río. Los invasores han aprovechado entonces para retirarse y puede que ahora estén a las afueras del mundo. Pero creedme, no sé nada más.
Víctor dio un puñetazo en la mesa.
—¡Esos hijos de puta! ¿Qué demonios está pasando? ¡Se suponía que los Lobos tenían que ayudar a Zimmer, no acabar con él! —gritó Víctor con los puños levantados—. ¿Quién demonios se han creído que son esos Clanes? ¿Qué se han creído que es esto? Si nosotros hubiésemos estado allí, Galen, la situación sería totalmente distinta.
El príncipe señaló al capiscol con el dedo.
—Quiero que envíe un mensaje de prioridad alfa firmado por mí al ilKhan de los Clanes. Dirá lo siguiente: «El 19 de junio de 3055 su Trigésimo Primero de Solahmas de los Lobos aterrizó en Deia y destruyó la única unidad que defendía aquel mundo de los bandidos que se suponía que el Trigésimo Primero iba a atacar. Aunque cometa el peor error de la historia de la humanidad, no ordenaré la aniquilación del Trigésimo primero de Solahmas de los Lobos. No daré la orden hasta que no justifique la acción de los solahmas y me explique cómo llevarán a cabo las operaciones en el futuro».
»Desde este mismo momento, el Décimo de Guardias Liranos es la fuerza militar encargada de acabar con los bandidos. El Trigésimo primero de Solahmas de los Lobos debe entender que son una fuerza subordinada a mis órdenes. Si interfiere de algún modo, ordenaré su destrucción.
El capiscol asintió asustado.
—S… Sí, Alteza.
—Galen, redacte las órdenes necesarias para que todo el mundo esté preparado. Cancele todas las salidas y movilice a las unidades de reserva locales para que se unan a la operación. Pediremos Naves de Descenso mercantes en caso de necesidad —ordenó el príncipe con los ojos cerrados—. Necesitaremos las provisiones básicas para un mes de tránsito. Cargaremos equipos de reparación para posibles averías. También habrá que contactar con la base auxiliar y decirles que inicien la red de soporte. Además, la orden general 4492 sobre la hipoteca y la reducción de los índices de interés entra en vigor desde este mismo instante.
—Sí, señor.
Víctor volvió a abrir los ojos y vio al oficial de ComStar aturdido al otro extremo de la mesa.
—¿Qué hace todavía ahí, hombre? Tiene un mensaje que enviar.
El hombre tragó saliva.
—Sí, Alteza. Ya lo sé.
—¿Entonces qué pasa? —preguntó Víctor con las manos extendidas—•. Ya ve que tengo cosas que hacer.
—Sí, Alteza. Ya lo sé —contestó el hombre retorciéndose las manos con nerviosismo—. Es sólo que he venido con un mensaje que todavía no os he comunicado.
Víctor sacudió la cabeza y se inclinó hacia adelante.
—Pues dígamelo.
—Vuestra madre, Alteza —dijo el hombre haciendo una pausa antes de continuar—. Ha sido una bomba. Lo siento mucho.
Víctor sintió como si le dispararan en las piernas. Se sentó al borde de la silla, que se volcó y lo tiró al suelo. El príncipe la empujó hacia un lado de un puñetazo y empezó a temblar.
—¡Mein Gott! ¿Está seguro? —preguntó sin pensar en lo que decía.
—Se dio la alerta enseguida. No se dispone de más información, pero es s… seguro —dijo el capiscol bajando el tono de voz—. Una bomba explotó delante de ella mientras daba un discurso…
—¡No tiene por qué saber eso, no sea morboso!
—No, Galen… —dijo Víctor mirando a su amigo, que acababa de arrodillarse junto a él—. Capiscol, por favor, continúe.
—Fue en el banquete de inauguración de la biblioteca. Decenas de personas perecieron en la explosión y hay muchas otras graves. Vuestra madre no sufrió.
Víctor se agarró a la mesa con la mano izquierda y cerró el puño. Galen lo ayudó a levantarse y se apoyó contra la mesa. Apretó los dientes e intentó reprimir las lágrimas que le empañaban los ojos, pero no lo consiguió y las lágrimas le rodaron por las mejillas al tiempo que daba un puñetazo en la mesa.
—¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea!
El capiscol de ComStar hizo una reverencia.
—Desearéis estar a solas, Alteza.
Víctor sacudió la cabeza mientras empezaba a sentir un dolor punzante de la mano.
—No, espere, Galen. Reúna toda la información que tenemos sobre los bandidos. Incluya el archivo de Geist. Prepárelo enseguida para que el capiscol se lo pueda llevar. Capiscol, necesito que envíe otro mensaje. ¿Está mi hermana en Tharkad?
—¿Katrina? Sí, Alteza.
Víctor se secó las lágrimas con la mano.
—Dígale a Katherine que estoy bien y que prepare la ceremonia como crea más conveniente. No creo que el cuerpo de mi madre —dijo mientras se le revolvía el estómago al pensar en el significado de sus palabras— esté en condiciones de ser enterrado como el de nuestro padre. Dígale que si es necesario no tiene que esperar a que yo llegue para el funeral. Quiero que se recuerde a mi madre tal y como era en vida.
El príncipe elevó la vista al techo y cerró los ojos con fuerza para contener las lágrimas.
—También quiero que se me mantenga al corriente de la investigación mediante mensajes de prioridad alfa hasta que llegue allí. ¿Y podría decirles a la Primus y al Capiscol Marcial que desearía contar con la cooperación de ComStar para localizar cualquier mensaje que pueda hacer referencia al asesinato? —dijo Víctor abriendo los ojos y volviendo a secarse las lágrimas.
El capiscol de ComStar asintió con solemnidad.
—Vuestros deseos son órdenes para mí —contestó el hombre llevándose una mano a la frente—. ¿Y con el mensaje del ilKhan? ¿Todavía queréis enviarlo?
Galen sacudió la cabeza.
—Víctor, no podemos enfrentarnos a los bandidos si os quedáis en Tharkad.
—Tiene razón, Galen —dijo Víctor mirando al capiscol—. Pero envíelo de todos modos. Sólo cambiaremos el nombre de la unidad.
—¿Cómo dice, Alteza?
—La gente de Zimmer era mi gente, así que los bandidos serán derrotados —dijo Víctor dándose un puñetazo en la palma de la mano—. La gente de Zimmer era también la gente de los Demonios de Kell. El destino me ha jugado una mala pasada, pero que los Demonios de Kell estén furiosos con nosotros no hará que se enfrenten mejor a los bandidos.