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Nave de Descenso Barbarossa

Estación de recarga cénit Garrison

Mancomunidad Federada

17 de mayo de 3055

Víctor vio por la pantalla cómo el Masakari del Clan se acercaba a su Prometheus. Hizo una mueca de disgusto —que era mejor que estremecerse— cuando la imagen vibró y su ’Mech inició una carrera en picado. Ranna ni siquiera tiene todavía un Nombre de Sangre. No hay nada más repugnante que el Clan de los Lobos.

Galen se detuvo junto a la escotilla y llamó a la puerta.

—Venid a ver esto, señor —dijo mostrando un disco holográfico en cuya superficie especular se reflejaba el arco iris partido en varios fragmentos—. ComStar tiene un vídeo holográfico casero de Zhongshan. Además, vais a quedaros ciegos de tanto mirar esos ROMS del combate.

—No me hacen ningún bien. Todavía veo a Ranna persiguiéndome en mis sueños —dijo Víctor pulsando el botón de eyección para sacar el disco holográfico de los ROM del combate en Arc-Royal. Luego lo metió en su funda y esperó a que Galen introdujese el suyo en el visualizador.

—Yo creo que no me importaría mucho que Ranna me persiguiese en mis sueños, pero probablemente no partimos de las mismas premisas, teniente general —dijo Galen pulsando el botón de inicio—. ComStar nos ha enviado esto a Garrison porque creía que le interesaría verlo. Su gente filmó la mayor parte, pero todavía no se ha editado y la definición no es muy buena.

El gris de la pantalla dio paso a una escena oscura tan sólo iluminada por las llamas distantes de una ciudad. El fuego emergía de las ventanas rotas mientras los rayos blancos de las trazadoras situadas al otro lado de la ciudad impactaban en las colinas. Aunque muchos se apagaban antes de llegar a su destino, había otros que al chocar contra algún obstáculo salían disparados hacia el cielo.

El contraataque fue devastador. Los rayos CPP y láseres respondieron al fuego del cañón automático ligero. Bombardeaban la ciudad y provocaban explosiones cuya luz mostraba el derrumbamiento de los edificios. Enormes bolas de fuego salían propulsadas hacia arriba para luego iniciar su descenso y arremeter contra los edificios.

Víctor miró a Galen.

—No tienen muy en cuenta lo de preservar a los civiles, ¿verdad?

—No, señor. Parece como si hubiesen atacado a una unidad militar en el campo y luego hubiesen marchado contra la ciudad de Nyrere. La resistencia en algunos puntos fue lo que incitó a la lucha.

La siguiente escena ya era el amanecer. Desde el lugar donde se había grabado el combate se veía una espesa niebla gris que cubría la ciudad. Las construcciones humeantes y ennegrecidas por las llamas se alzaban imponentes en medio de la sucia niebla como lápidas de otros tiempos. A excepción de los movimientos imprevisibles de los cinco BattleMechs que patrullaban las calles, la ciudad entera parecía muerta.

En la escena siguiente, el cámara se encontraba en medio de la ciudad. Por las sombras y la luz blanca que el sol proyectaba entre la niebla Víctor pudo deducir que había pasado mucho tiempo desde la última grabación. Ahora la cámara grababa, entre las ruinas, mostrando imágenes que confirmaban la macabra anterior escena.

Le costaba creer que una ciudad tan pequeña pudiera generar tantos escombros. Cuerpos heridos y abotargados se amontonaban en las calles. El agua salía a borbotones de las bocas de incendios y se formaban grandes balsas allí donde los cuerpos bloqueaban las salidas de las alcantarillas. Los perros corrían en manadas por las calles, mientras la gente se refugiaba atemorizada en portales de casas inexistentes. Algunos, aún con esperanza, se paseaban por la ciudad levantando escombros y repitiendo los nombres de aquellos que creían bajo las ruinas.

En la escena siguiente aparecía otra ciudad desolada. Víctor miró a Galen y dijo:

—Al parecer, los bandidos hicieron en Zhongshan lo mismo que en Pasig y en el Pleasure Pit de Kooken.

—Sí, pero a menor escala. Se fueron muy pronto y sólo cogieron alimentos y otros suministros básicos. La depuradora de agua tenía provisiones suficientes para seis meses. Había material valorado en millones que los bandidos no tocaron. Ni siquiera se molestaron en sabotear las Arcas del Tesoro Planetario.

El príncipe se encogió de hombros.

—¿Habría cambiado algo si lo hubiesen hecho? Lo que se llevaron de Pit y Pasig no era más que basura. Pasig informó de que los bandidos habían saqueado un visualizador de obras falsificadas.

—No soy un crítico de arte, señor.

Víctor sonrió.

—¿Entonces por qué crees que se fueron tan pronto?

—ComStar anunció que el Trigésimo primero de Solahmas de los Lobos llegó al sistema el día trece, es decir, que el asalto duró tres días y empezó un día después de la primera grabación. Las tropas del Clan desafiaron a los invasores, supervisados por ComStar. Pero los invasores no quisieron luchar.

El príncipe arqueó las cejas.

—Eso es buena señal.

—Sí y no —dijo Galen señalando hacia la pantalla—. Puede que ésta sea la razón. Parece que hirieron a la Corsaria Roja.

En el vídeo holográfico aparecía una mujer de larga cabellera pelirroja que era transportada en camilla a una Nave de Descenso. Uno de los corsarios sostenía la camilla por los pies y otro hombre con un mono verde la sostenía por el extremo opuesto. Cuando el segundo hombre levantó la camilla para meterla en la nave, Galen congeló la imagen y dijo:

—Este tipo es de lo más enigmático —dijo mientras señalaba en la pantalla la muñeca derecha del hombre—. Tiene una cinta de acero, lo que, según ComStar, es el equivalente pirata de una cuerda de sirviente. Esto confirma la sospecha de que gran parte de ellos son renegados de los Clanes.

—Sí, se sirven de sirvientes o esclavos. ¿Qué tiene eso de enigmático?

—Bueno, ComStar dijo que ese tipo fue el que dio la orden de desviar un cargamento de alimentos hacia uno de los orfanatos de ComStar. Un sirviente no da órdenes, y menos aún consigue que lo obedezcan. A menos que trabaje para alguien muy importante. Después de dejar a la Corsaria Roja en la Nave de Descenso, el hombre envió un mensaje al receptor local de ComStar para que se desalojase rápidamente el centro porque había oído que iban a destruirlo. Dijo que eso les permitiría ganar tiempo, porque no estaba seguro de que la orden no se invalidase.

—¿Y lo fue?

—No.

Víctor observó fijamente al hombre.

—¿Tiene algún código de identificación?

Galen asintió.

—He estado mirando las fotografías de los desaparecidos después de lo de Kooken y Pasig. Creo que es Nelson Geist, que fue mutilado en Wotan hace unos cuatro años. Se recuperó en el Pleasure Pit de Kooken y se alistó en la milicia. Se comunicó su desaparición después de esta invasión.

—Geist —dijo Víctor cabizbajo—. ¿Tenía alguna relación con Jon Geist? Jon murió en Teniente.

—Sí, señor. Jon era el hijo de Nelson.

El príncipe sacudió la cabeza.

—No puede ser que alguien como Nelson esté trabajando para los invasores, ¿no crees? Los Clanes lo dejaron mutilado y mataron a su hijo, y los invasores asediaron su casa.

Galen pareció dudar.

—Por una parte, dado el número de miembros del Clan de los que se sospecha que son invasores, diría que no. Pero por otra parte…

—¿Qué?

—En fin, señor, yo no habría dicho nunca que alguien como el príncipe Ragnar acabaría trabajando con el enemigo, y mucho menos con Phelan Kell.

Víctor notó cómo se le retorcían las tripas.

—Ya entiendo a qué te refieres. Ese Geist perdió mucho con los Clanes. Tal vez eso le hiciera perder toda esperanza.

—Y si no fue así, todavía caben otras explicaciones —dijo Galen al tiempo que volvía a poner en marcha el vídeo holográfico—. Es posible que estuviera resentido por su mutilación y por la muerte de su hijo y de alguna manera atribuyera sus problemas a vos y a la Mancomunidad Federada. Muchos de los que huyeron del Pacto de Tamar se instalaron en el Pleasure Pit de Kooken, y por lo tanto deben de ser muchos los que opinan como él.

—Es duro reconocerlo, pero tiene sentido —dijo Víctor mientras observaba cómo Geist volvía al edificio del que habían sacado a la Corsaria Roja—. Pero no acabo de entender muy bien por qué trabaja con ellos. Lo que hizo con ComStar demuestra que se preocupa por los refugiados.

—No hay un solo soldado en los Espectros que atacara a niños, Alteza.

—De acuerdo. Así que, en el peor de los casos, tenemos a un hombre con una experiencia considerable en el ejército de la Esfera Interior que apoya a la Corsaria Roja.

—Exacto —convino Galen—. Y, a lo mejor tenemos a un experimentado guerrero desbaratando los planes de la corsaria.

—Lo mejor de los casos es que se harte de ella y la mate —dijo Víctor frotándose la barbilla—. ¿El Clan de los Lobos ni siquiera los atacó con naves aeroespaciales mientras escapaban?

—Imposible. Los Lobos llegaron al punto de salto nadir porque disponía de una estación de recarga. Los invasores habían llegado a un punto pirata por encima del plano de la elíptica con un día de ventaja respecto a los Lobos. A lo mejor fueron tras ellos y sufrieron algún contratiempo, pero eso supondría tener que enviar Naves de Descenso a tres gravedades y esperar dos semanas a recuperarlas. El hecho de que los solahmas acabaran con sus guerreros debió ofenderlos mucho.

Víctor prestó atención a otra escena de combate que había sido grabada desde encima del campo de batalla. Era obvio que los invasores llevaban la iniciativa y estaban forzando la retirada de la milicia. Sin embargo, también pudo detectar algunos errores. Sois buenos, pero no invencibles.

—Galen, has estado revisando la información que tenemos del Pleasure Pit de Kooken, Pasig y ahora de Zhongshan. ¿Qué opinas de estos invasores? ¿Podrían los Espectros acabar con ellos?

Galen se echó hacia atrás en la silla y se hundió en el cojín del asiento.

—Es difícil saberlo. Los invasores se sirven en gran medida de rayos y armas energéticas, por lo que pueden aguantar largos combates. Por supuesto, una campaña larga es lo último que quieren cuando están tan lejos de su base y cuando se encuentran en una posición tan vulnerable. Sin embargo, eso significa que no dependen de los suministros tanto como nosotros.

—¿Entonces utilizan OmniMechs?

—Me parece que no. Es como si estuvieran utilizando recambios de los diseños de la Esfera Interior pero con la tecnología de los Clanes. Los Demonios de Kell tienen unos ’Mechs similares que fueron construidos después del ataque a Luthien. Eso les da más fuerza a la vez que les hace parecer terriblemente débiles. Sin embargo, nuestro modo de luchar es muy parecido.

Víctor frunció el ceño.

—Como siempre, ellos juegan con ventaja porque saben dónde atacarán. Las baterías de fusión de litio de nuestras Naves de Salto nos permiten una gran movilidad y la posibilidad de saltar sobre ellos desde muy lejos. Pero si saltamos cuando ellos lleguen, puede que ellos también den un salto y desaparezcan.

—Y si esperamos hasta que inicien el ataque, nos encontramos en la misma posición que los Lobos.

—Así es —dijo Víctor dándose un puñetazo en la pierna y mirando fijamente la mano agresora—. Algún día aprenderé.

—Sí, teniente general.

Víctor hizo caso omiso del sarcasmo de Galen.

—Parece bastante obvio que necesitaremos más de una unidad para capturar a esos bandidos. Si desplegásemos a los Espectros, podríamos ponernos de acuerdo con los Lobos y atraparlos.

Galen sacudió la cabeza.

—Creo que esa valoración es prematura. Los Lobos encontraron a los bandidos y consiguieron expulsarlos de Zhongshan. Con dos días más de combate o una táctica mejor podrían haber obtenido la victoria.

—¿No crees que debería convocar a los Espectros?

—No creo. Deben estar preparados por si hay alguna emergencia, pero hay que tener en cuenta otras tácticas militares, ¿no creéis? ¿No os dijo Phelan que los Halcones de Jade están esperando a que el ilKhan se decida a hacer algo al respecto? Si utilizamos una de nuestras unidades para atacar a los bandidos, estamos rechazando su ayuda. En el caso de que tuviéramos que perseguirlos hasta el territorio de los Halcones de Jade, los Clanes podrían unirse otra vez contra nosotros y el ilKhan se vería obligado a ponerse de su lado y atacarnos. Y ya tenemos otra guerra a gran escala.

—Como siempre, tienes más en cuenta los detalles colaterales que yo. Gracias, Galen.

—El placer y el deber son míos.

Víctor se echó hacia atrás en la silla y adoptó una expresión pensativa.

—Creo que tenemos que informarnos bien sobre los bandidos. Deberíamos buscar en el ordenador las similitudes entre su fuerza aparente y la de los Espectros.

Galen se puso en pie y asintió.

—Yo mismo lo haré. ¿Algo más?

—Sí —contestó Víctor mordiéndose los labios—, consígueme el expediente de Nelson Geist. Si está cerca de la Corsaria Roja, quiero saber qué es lo que piensa y por qué es como es. Si todavía es fiel a la Mancomunidad Federada, podríamos utilizarlo. Y si no, ya veremos a quién informamos una vez lo hayamos matado.