Capítulo 57
El hangar de bombarderos repletos de proyectiles del Caballero del Martillo era como una trampa que esperase ser activada..., y mientras Calista posaba la nave seriamente dañada que había secuestrado entre las demás, se juró que desencadenaría la energía destructiva que la estaba aguardando allí.
Todos los pilotos habían sido evacuados debido a su advertencia de que padecía filtraciones en un núcleo motriz, pero los investigadores no tardarían en llegar. Calista tenía que darse prisa.
Escuadrones enteros de cazas y bombarderos TIE que aguardaban la llegada de sus pilotos se alineaban sobre la reluciente cubierta metálica. Las naves habían sido preparadas para el lanzamiento y tenían todos los sistemas activados, pero Daala debía de haber acabado decidiendo que permanecieran a bordo del Súper Destructor Estelar. Calista supuso que la almirante había optado por continuar con la batalla desde una distancia que le evitara correr riesgos antes que poner en peligro sus bombarderos sin ninguna auténtica necesidad. Daala estaba convencida de que acabaría venciendo de todas maneras, y podía permitirse continuar la terrible ofensiva desde su órbita actual.
Calista acababa de posar su nave y las puertas del hangar aún se estaban cerrando cuando oyó el gemido de nuevas alarmas resonando a través del Caballero del Martillo: estaban anunciando la llegada de una nueva flota rebelde y que el Súper Destructor Estelar iba a librar un combate espacial. «Excelente», pensó. Eso tal vez retrasaría a los imperiales durante unos cuantos minutos más antes de que vinieran a interferir con sus planes.
El bombardero averiado de Calista se había posado en un área despejada que había sido usada no hacía mucho tiempo para la reparación y el mantenimiento de naves. El bombardero TIE se había portado bastante bien a pesar de los daños sufridos, y Calista pensó que el piloto al que mató había conseguido completar las reparaciones más necesarias de una manera admirable.
Calista bajó a la cubierta de un ágil salto y se encogió sobre sí misma mientras miraba a su alrededor para asegurarse de que no había nadie esperando para recibirla, temiendo que pudiera haber algún grupo de médicos o partida de rescate enviada «para ayudar»..., pero el hangar estaba desierto.Empezó a trabajar, moviéndose deprisa y respirando con jadeos entrecortados. Podía oír cómo los sordos ecos del palpitar de la batalla resonaban por el casco del Caballero del Martillo. Calista titubeó un momento, diciéndose a sí misma que le daba igual lo que estuviera ocurriendo ahí fuera.... pero tenía que saber qué estaba pasando.
Fue corriendo hasta una pantalla mural y solicitó un informe sobre la situación actual de la batalla, y se sorprendió al ver cómo el Halcón Milenario desaparecía dentro de un hangar del Viajero Galáctico, el navío insignia del almirante Ackbar. Eso quería decir que el combate se había complicado de repente. El crucero calamariano de Ackbar contaba con armamento pesado, pero ni siquiera el poderío combinado de todas las naves de la Nueva República sería capaz de enfrentarse a un Súper Destructor Estelar.
La almirante Daala disparó sus baterías, infligiendo un severo castigo a los escudos de Ackbar, y el crucero calamariano retrocedió. Calista sabía que tenía que darse prisa, pero en el mismo instante en que empezaba a darse la vuelta vio cómo otra flota de Destructores Estelares de la clase Victoria surgía del hiperespacio y se unía al ataque contra la flota de Ackbar. Los navíos de la misión de rescate enviada por la Nueva República quedarían hechos pedazos en cuestión de momentos..., si Calista no actuaba pronto.
Activó el código de bloqueo de la puerta que permitía acceder al hangar desde los pasillos exteriores para asegurarse de que no la molestarían. La protección que le ofrecía no duraría mucho rato si un descodificador imperial trataba de abrirse paso a través de ella, pero Calista necesitaba obstaculizar al máximo cualquier posible interferencia.
Volvió corriendo a su bombardero TIE dañado y abrió los paneles de las reservas de armamento, donde evaluó el cargamento de proyectiles detonadores almacenados detrás de sus sistemas de lanzamiento.
Después volvió corriendo al muro y estudió el diagrama del Caballero del Martillo. No era muy detallado, y tenía como fin principal ayudar a los nuevos reclutas que pudieran extraviarse a bordo de un navío tan inmenso, pero Calista enseguida pudo ver materializadas sus mayores esperanzas. Los hangares de bombarderos TIE se encontraban en la parte de atrás del Caballero del Martillo, y quedaban separados de los gigantescos motores y sistemas de propulsión por unos gruesos mamparos.
Calista clavó sus ojos grises en el muro blindado que se alzaba al otro extremo del hangar y dirigió los proyectiles del bombardero TIE directamente hacia él. Después ajustó sus cronómetros para el lanzamiento automático. Deberían bastar para abrir una brecha..., y eso sólo sería el comienzo.
Después fue corriendo hasta el primer bombardero TIE de la hilera, abrió su lanzador y empezó a preparar toda la fila de proyectiles detonadores. Su respiración se había convertido en un jadeo entrecortado, y sus pensamientos parecían retumbar dentro de su cabeza. «¡Tantos explosivos y tan poco tiempo!», pensó mientras curvaba los labios en una sonrisita burlona.
Muchos años antes Calista había intentado emplear un truco parecido para detener al Ojo de Palpatine, la máquina de muerte automatizada del Emperador, e impedir que destruyera más colonias Jedi. Su espíritu había quedado atrapado dentro de un ordenador, donde había permanecido suspendido en el limbo durante décadas. El sacrificio de Calista había retrasado al Ojo de Palpatine, y lo había desviado de su misión original hasta que Luke Skywalker terminó el trabajo y la rescató al mismo tiempo.
Luke... Calista expulsó el pensamiento de su mente con un terrible esfuerzo de voluntad y se concentró en su misión.
De momento estaba sola… y lo prefería así, porque de esa manera no tendría que preocuparse por nadie que no fuese ella misma. No tendría que discutir con Luke sobre cuál era la mejor manera de evitar el fracaso de una misión. Los riesgos y los costes serían única y exclusivamente suyos.
Calista deseó desesperadamente haber vuelto a encontrar sus poderes de la Fuerza y que ella y Luke hubieran podido crear una vida juntos como dos poderosos Caballeros Jedi. Le amaba muchísimo..., pero en aquellos momentos lo que estaba haciendo era mucho más importante. Si no era detenido, el Caballero del Martillo de Daala aniquilaría a todos los nuevos Caballeros Jedi..., y Calista lo detendría.
Tenía una segunda oportunidad. Calista había intentado salvar a los hijos de los Jedi muchos años antes, y de repente se había encontrado con que el número de los nuevos Jedi era espantosamente reducido y había tenido que hacer una elección terrible. Era una elección estrictamente personal, por supuesto, pero dado que Calista ya no conservaba ninguno de sus poderes... Bueno, su pérdida no supondría una herida tan terrible para la Nueva República.
¿O sí?
Calista podía asestar un gran golpe al Imperio. Ninguna otra cosa tenía importancia.
Fue corriendo de un bombardero TIE a otro y dirigió cada cargamento de proyectiles hacia su objetivo, desviando unos cuantos para que chocaran con los depósitos de combustible de otros bombarderos de tal manera que la explosión se perpetuaría, formando una reacción en cadena que iría volviéndose más y más incontenible.
El Caballero del Martillo caería.
En cuanto hubo acabado de activar todas las cargas explosivas, Calista cerró la puerta de acceso detrás de ella y echó a correr por el pasillo bajo la áspera claridad blanca que brotaba de los paneles luminosos. Siguió corriendo hasta que encontró un tubo de transporte que la llevó en un veloz viaje a lo largo del casco interno, alejándola del lugar en el que se producirían las mortíferas explosiones.
El Caballero del Martillo y los Destructores Estelares de la clase Victoria estaban lanzando su ataque final contra el navío insignia de Ackbar. Las defensas del crucero calamariano habían empezado a fallar, y su destrucción era inminente.
Calista esperaba no haberse equivocado en sus cálculos y no haber retrasado excesivamente el momento de activación de los cronómetros automáticos.
El Caballero del Martillo empezó a alejarse de la luna selvática e inició un rápido avance por el espacio, lanzándose en persecución de la nave de Ackbar mientras ésta intentaba retirarse hacia Yavin, el gigante gaseoso..., pero el inmenso planeta no ofrecía ningún refugio.
Calista sabía que no tenía ninguna esperanza de escapar, y lo aceptaba. Si su plan daba resultado, el Caballero del Martillo quedaría destruido..., y si su intentona fracasaba, entonces se quedaría allí y lucharía hasta la muerte, intentándolo una y otra vez y haciendo cuanto estuviera en sus manos para detener a las brutales tropas imperiales.
En cualquiera de los dos casos, Calista se juró a sí misma que llegaría hasta el puente del Súper Destructor Estelar. Quería encararse con la almirante Daala para poder mirar a la destructiva renegada a sus ojos esmeraldas y asestarle el golpe final con sus manos.
Calista apretó la empuñadura de su espada de luz mientras el tubo de transporte iba desplazándola kilómetro tras kilómetro a lo largo del navío de combate negro. Acababa de iniciar la subida hacia el puente cuando todas las cargas explosivas detonaron...
Un proyectil detonador salió disparado contra el muro blindado que protegía el gigantesco compartimento motriz del Caballero del Martillo. La primera oleada de explosiones abrió una gran brecha en el muro de protección, y un instante después más cronómetros llegaron al cero y más proyectiles volaron por los aires, atravesando los cráteres de las explosiones o desviándose hacia los lados para hacer estallar los depósitos de combustible de otros bombarderos TIE..., lo que a su vez fue provocando un frente de explosiones de creciente potencia que dobló y redobló su poder destructivo.
Con sus ocho kilómetros de longitud y sus gruesos blindajes, el Caballero del Martillo era un navío demasiado inmenso para poder ser destruido ni siquiera por una explosión tan espectacular. Pero Calista sólo quería acabar con el núcleo motriz, incapacitando al Súper Destructor Estelar de tal manera que quedara suspendido en el espacio sin ningún medio de propulsión.
Las luces se apagaron alrededor de Calista. El tubo de transporte dejó de funcionar con una violenta sacudida, y las alarmas empezaron a aullar con un volumen lo bastante estridente para hacer vibrar los huesos. Calista rió en un éxtasis de adrenalina, y después abrió la escotilla de evacuación. Respirando con jadeos entrecortados, salió al túnel de acceso sumido en la oscuridad.
Activó su espada de luz y la claridad color topacio de su hoja le permitió encontrar una salida de emergencia que la llevó a los caóticos corredores del navío gigante. Calista se encorvó en una postura defensiva, sacudió la cabeza haciendo que un diluvio de gotitas de sudor saliera despedido de sus cortos cabellos rubios y fue hacia las cubiertas del puente, moviéndose lo más deprisa posible.
Tenía una cita con Daala.
Y el Caballero del Martillo empezó a flotar a la deriva por el espacio.