YAVIN 4
Capítulo 54
La voz de Luke Skywalker resonó por la frondosa jungla y se abrió paso a través de los sonidos de la batalla. Calista se quedó paralizada cuando le oyó gritar su nombre, y su determinación empezó a derretirse. No tendría que haberse separado de Luke..., pero tenía que hacerlo. Sólo había una manera..., si Calista tenía el valor necesario para seguir adelante.
—¡Calista! —volvió a gritar Luke.
Pero la joven continuó avanzando por entre la vegetación sin mirar hacia atrás.
Martillos de fuego turboláser se abrieron paso a través de la atmósfera por encima de sus cabezas, dejando aullantes senderos de ionización mientras el Caballero del Martillo de la almirante Daala continuaba atacando Yavin 4. Calista alzó la mirada y vio otra ráfaga que bajaba hacia la selva. El Súper Destructor Estelar destruyó todo un acre de vegetación antiquísima con una sola andanada de sus baterías. Un disparo afortunado podía volatilizar todo el Gran Templo.
Según Kyp Durron, Dorsk 81 había enviado a las profundidades del espacio a toda una flota imperial. Diecisiete Destructores Estelares habían sido violentamente sacados del teatro de la batalla. De no ser por la repentina aparición del Súper Destructor Estelar, los estudiantes Jedi ya no correrían ningún peligro. El verdadero enemigo seguía en órbita, allí donde no podía ser atacado.
Calista apartó unas ramas espinosas de su cara y buscó una oportunidad. Un instante después vio un bombardero TIE atrapado entre las ramas rotas y el suelo removido de una parte de la selva donde los árboles habían quedado medio aplastados. La nave tenía un par de planchas propulsoras colocadas en ángulo y una carlinga doble: la primera acogía al piloto/bombardero, y la segunda contenía proyectiles detonadores. La nave había sufrido algunos daños y una parte de los tubos de escape de los motores traseros había quedado doblada, como si hubiera tenido que soportar el impacto de una roca lanzada por los aires.
El piloto del TIE llevaba un casco negro opaco y un mono de vuelo acolchado que parecía incómodo y bastante pesado. Estaba trabajando frenéticamente, y se hallaba solo. Había logrado dejar más o menos enderezados los tubos de escape de los motores con las herramientas de la cabina, y estaba haciendo pruebas con los motores para averiguar si podían funcionar.
Calista decidió aprovechar aquella oportunidad, y empezó a planear una forma inesperada de atacar a Daala. No tenía poderes Jedi, y su armamento se reducía a una espada de luz..., pero Calista sabía que podía acabar con el Súper Destructor Estelar. Esa responsabilidad era única y exclusivamente suya, y no le quedaba más remedio que cargar con ella.
Avanzó sin hacer ningún ruido, moviéndose con una fluida agilidad que no había nacido de la Fuerza sino de su propio adiestramiento personal. Calista salió de la maleza espinosa y corrió hacia el piloto del TIE cuando éste iba hacia la escotilla, preparándose para volver a entrar en su bombardero.
Pero el piloto debió de percibir algún destello de movimiento a través del visor de su casco, alguna señal delatora que le avisó de la cautelosa aproximación de Calista. El piloto se dio la vuelta, y Calista se encontró enfrentándose a su oscuro reflejo sobre el plastiacero negro de la máscara facial.
El piloto reaccionó con una velocidad sorprendente y desenfundó el desintegrador que llevaba colgando del costado. Calista siguió adelante, adquiriendo más impulso mientras movía el brazo en un arco y presionaba el botón activador de la espada de luz. La hoja color topacio surgió de la empuñadura con una mezcla de chasquido y silbido, y su potente claridad deslumbró al piloto del bombardero TIE.
Calista separó su mano enguantada de negro de la muñeca con un solo golpe. Después lanzó un mandoble contra su pecho antes de que el piloto, que había alzado su muñón chisporroteante delante de él, tuviera tiempo de gritar.
Calista desactivó la espada de luz y apartó el cuerpo humeante de una patada, alejándolo del bombardero TIE reparado sin perder ni un solo instante. Después trepó hasta la escotilla y se dejó caer dentro de la pequeña carlinga.
La voz de Luke resonó por entre los árboles tan débilmente como la de un fantasma. Estaba gritando su nombre, pero Calista se obligó a no oírla. Había podido ver con toda claridad su debilidad personal cuando contempló cómo los otros Caballeros Jedi luchaban en estrecha colaboración: Calista ya no formaba parte de su hermandad. Tendría que luchar de una forma distinta, a su manera..., y todos juntos triunfarían.
Selló la escotilla de acceso. La carlinga era muy pequeña y olía a lubricante viejo y monos de vuelo no demasiado limpios. En circunstancias normales el piloto llevaría una mascarilla respiratoria y un casco, por lo que no notaría que estaba rodeado de aire recirculado. Calista estaba dispuesta a soportarlo.
Descifró los controles sin ninguna dificultad. El Imperio no desperdiciaba tiempo o energías modificando sus sistemas de vuelo, y un bombardero TIE todavía funcionaba de la misma manera que habían funcionado los cazas imperiales décadas antes, cuando Calista había empezado a luchar contra el Emperador.
La nave oscura se fue elevando lentamente sobre la cicatriz dejada por el descenso de emergencia, alzándose poco a poco a medida que sus motores se iban calentando. Calista siguió subiendo hasta quedar por encima las copas de los árboles, y pudo ver la quemadura negra que indicaba el sitio por donde la nave había atravesado el dosel verde.
Los motores iónicos gemelos entraron en acción con un rugido estremecedor, y el bombardero TIE empezó a subir en una veloz trayectoria angular hacia las capas más tenues de la atmósfera..., y hacia el Caballero del Martillo.
—Lo siento, Luke —murmuró Calista, y siguió adelante.
La nave, que parecía surgida de una pesadilla, flotaba sobre ella, una masa color negro eclipse tan colosal que Calista apenas podía hacerse una idea de sus verdaderas dimensiones. No sabía gran cosa sobre su configuración interior, aunque en una ocasión había estudiado algunos diagramas del Ejecutor, el navío insignia de Darth Vader. Pero sí sabía que el Súper Destructor Estelar —fabulosamente caro y difícil de maniobrar a pesar de las ventajas que le proporcionaba la pura y simple magnitud de sus sistemas de armamento— tenía muy pocos puntos vulnerables.
Tenía que arreglárselas de alguna manera para subir a bordo y trabajar desde el interior.
Los motores del bombardero no respondían al máximo de su capacidad, pero Calista fue hacia el Caballero del Martillo siguiendo un vector lo más rápido posible. La cabeza le daba vueltas mientras intentaba urdir un engaño lo suficientemente audaz para que le permitiera descender dentro de sus hangares: eso resultaba doblemente difícil porque Calista era una mujer y no podía hacerse pasar por un piloto de bombardero TIE. Tendría que hablar en un tono de voz lo más ronco posible, y procurar que el sistema de comunicaciones distorsionara sus palabras.
Otros cazas TIE giraban por el espacio. La superioridad de que disfrutaba la almirante Daala sobre Yavin 4 parecía completa, y la almirante imperial podía permanecer a salvo en su órbita y lanzar una andanada letal detrás de otra contra toda la luna sin necesidad de correr ningún riesgo personal.
Calista se sorprendió al oír una voz femenina surgiendo del canal de comunicaciones: era una directora de combate, y le pedía que se identificara e informase sobre su situación. ¡Una mujer! Calista nunca había oído hablar de que el Imperio tuviera oficiales y tripulantes del sexo femenino a bordo de sus naves: la almirante Daala debía de haber introducido algunos grandes cambios. Calista tragó saliva y se inclinó hacia adelante para responder después de haber dejado intencionadamente el sistema de comunicaciones un poco desviado de la frecuencia correcta.
—Aquí el bombardero TIE número... —Calista movió el dial del transmisor para producir un estallido de estática que eliminara su identificación, y después volvió a sintonizar el canal en una señal clara—. Hemos sufrido graves daños. Todos nuestros Destructores Estelares han desaparecido. Los Caballeros Jedi hicieron algo, y toda la flota... fue barrida. No hay ni rastro de ellos.
—Bombardero TIE, tenga la bondad de repetir su transmisión dando más detalles —dijo la directora de combate—. Proporciónenos un resumen completo de la batalla que se está desarrollando en la luna selvática.
—Casi todas las fuerzas de superficie han sido destruidas —dijo Calista—. Los Caballeros Jedi han ofrecido una resistencia increíble, muy superior a la que esperábamos. Hemos sufrido grandes pérdidas. He conseguido escapar, pero mis motores están averiados. Necesito un sitio donde bajar ahora mismo.
Volvió a hacer girar el dial, añadiendo unos cuantos estallidos de estática para resultar lo más convincente posible.
—Describa la extensión de los daños sufridos —pidió la directora de combate.
—Los motores están a punto de fallar —replicó Calista—. Mi panel solar está dañado. Creo que estoy perdiendo líquido refrigerante o sufriendo pérdidas de radiación, pero no puedo saberlo con seguridad... Sugiero que busquen un hangar aislado en el que pueda descender. Evacuen el hangar y sellen las entradas por si algo sale mal. Inspeccionaré las filtraciones y volveré a informar.
—Recibido y entendido, bombardero TIE —dijo la directora de combate—. Esperamos con impaciencia su información sobre la batalla de Yavin 4. Calista sonrió, pero procuró que su voz sonara cansada y apática. —Comprendido.
Siguió avanzando hacia el último Destructor Estelar hasta que la directora de combate le dio instrucciones sobre dónde tenía que descender.
El hangar de bombarderos de popa era como una inmensa caverna, aunque la entrada apenas parecía una diminuta peca negra en el casco del Caballero del Martillo. Calista dirigió su nave robada hacia el interior y se sintió inmensamente complacida cuando vio que había llegado a un hangar que contenía un escuadrón entero de bombarderos TIE. Al parecer la almirante Daala no planeaba utilizar aquel escuadrón, y se contentaría con sembrar la destrucción mediante sus baterías turboláser. Todo el personal había sido evacuado del hangar para ponerlo a salvo de las posibles filtraciones peligrosas que pudiera padecer el bombardero de Calista.
En cuanto hubo posado su nave, Calista se encontró en una vasta cámara donde sólo había hilera tras hilera de bombarderos TIE, cada uno de ellos provisto de una carga completa de proyectiles detonadores.
Los labios de Calista se curvaron en una tensa sonrisa. Por mucho que lo hubiera deseado, no habría podido esperar nada mejor.