Capítulo 16

Mientras Calista le observaba, con sus ojos grises iluminados por la curiosidad, Luke fue acercando el yate espacial al cometa vagabundo. Entró en la coma nebulosa donde las partículas de gases y las estelas iónicas centellearon al chocar con sus escudos, causando estallidos de estática en el sistema de comunicaciones.

—Ésta es la Cantera de Agua Primordial de la Corporación Mulako —explicó Luke—, un cometa periódico de largo término que vuelve aproximadamente cada siglo. En estos momentos se halla muy cerca de alcanzar su punto de máxima proximidad al sol, y estamos en la temporada alta del turismo.

El yate espacial siguió acercándose a la esfera llena de irregularidades y protuberancias envuelta en una cola de vapor congelado. Luke fue señalando las masas cuadradas de las máquinas que se arrastraban sobre la superficie opaca para llevar a cabo las operaciones de minería en el hielo. Géiseres de gas lanzaban sustancias volátiles al espacio allí donde la débil gravedad del cometa no era capaz de retenerlas, creando una tenue cola que se iba esparciendo a lo largo de la órbita del cometa.

—Pero ¿,qué hacen aquí`? —preguntó Calista—. Nunca había oído hablar de este sistema.

—Eh, te has pasado décadas atrapada dentro de un ordenador—replicó Luke.

—No me lo recuerdes —dijo Calista.

—Durante la mayor parte de la órbita del cometa—le explicó Luke—.la corporación minera va recogiendo el agua en forma de hielo, almacenándola y destilándola. Después la venden, cobrando precios muy elevados, a los gourmets y los altos cargos a los que les encanta poder exhibirse demostrando que sólo se conforman con lo mejor de lo mejor. Estamos hablando de agua absolutamente pura que nunca había sido tocada o reciclada a través de formas de vida orgánica. —Luke se encogió de hombros—. El agua es químicamente idéntica a cualquier otra, por supuesto, pero eso no lo mencionan en sus anuncios.

—Sí, pero... Bueno, ¿por qué elegiste este lugar'? —preguntó Calista.

La Cantera de la Corporación Mulako les envió una baliza de orientación, y el ordenador de guía de Luke centró sus lectores en ella y fue llevando su nave hacia una cavernosa abertura rodeada de luces —amarillo brillante alternándose con púrpura oscuro, rojo fuerte y algunas que parecían casi negras— transmitidas para aquellos clientes cuyos ojos veían en partes distintas del espectro luminoso.

—Cuando está cerca del perihelio —siguió explicando Luke—— el cometa se convierte en uno de los centros turísticos más exclusivos de este sector. El clima se va volviendo más cálido, una parte de las sustancias volátiles lo suficientemente grande como para formar una atmósfera respirable se evapora del hielo, y la gente puede vivir dentro de esa bola de nieve. Es algo muy inusual. Pensé que tal vez te gustaría... Y además, aquí nadie nos encontrará nunca.

Su yate entró por la abertura y fue dejando atrás luces indicadoras cuyos haces brillaban con tanta potencia como espadas de luz a través de las densas capas de neblina que se iban desprendiendo de la superficie del cometa.

—El gran atractivo de este lugar es su transitoriedad, por supuesto —siguió explicando Luke—. La Corporación Mulako explota el cometa en cada órbita a medida que se va dirigiendo hacia el sol y se vuelve habitable. Vuelven a montar las instalaciones, las abren a los turistas durante unos cuantos meses y luego vuelven a cerrarlas cuando el cometa se acerca demasiado al sol, ya que en ese momento la excesiva evaporación de gases, la erupción de nuevos géiseres, e incluso una pequeña posibilidad de que la bola de hielo acabe hecha pedazos debido a todos los túneles y la actividad minera, hacen que se vuelva demasiado inestable. Después, cuando el cometa se va alejando del sol y los gases empiezan a congelarse, hay otro período de varios meses durante los que el complejo turístico vuelve a ser montado v abierto. Cuando el frío acaba volviéndose excesivo, la cantera queda cerrada al público y durante los cien años siguientes la compañía minera trabaja en el espacio profundo, explotando las capas de hielo que acaban de depositarse sobre el cometa.

—Ardo en deseos de verlo —dijo Calista, y alargó el brazo para apretar la mano de Luke entre sus dedos.

Descendieron en una zona de recepción cálidamente iluminada. Tonos amarillos y anaranjados brillaban entre la neblina omnipresente, y unos androides porteadores surgieron de la nada para descargar su equipaje. Luke se ocupó de los trámites de recepción tecleando sus reservas en una terminal automatizada, y los androides los escoltaron al complejo turístico propiamente dicho.

Luke y Calista se cogieron de la mano mientras seguían a los androides cargados de equipaje. Calista no paraba de mirar a su alrededor, y sus cortos cabellos de un color rubio malta se balanceaban levemente de un lado a otro con cada movimiento. Calista contempló lo que la rodeaba con un parpadeo asombrado y después sonrió. El logotipo de la Corporación Mulako —las letras CM rodeadas por un círculo del que brotaba una larga cola cometaria— adornaban casi todas las puertas y ornamentos.

El complejo turístico del cometa estaba lleno de agua y asombrosas cavernas tropicales, y era mucho más cálido de lo que podría haber sugerido una bola de hielo. Las paredes congeladas habían sido polimerizadas, y mostraban el hielo atrapado dentro de una capa impenetrable del grosor de una molécula e iluminado por relajantes luces azuladas. Algunas secciones de la pared habían sido quitadas para que los gases helados pudieran salir flotando por ellas y cumplir una función de humidificadores mientras emitían zarcillos de niebla que se deslizaban a lo largo del suelo. Gotitas de agua ultra limpia iban bajando por las paredes como otros tantos manantiales de valor incalculable. Las cascadas caían de los techos, siseando en un telón diamantino que desaparecía con un suave gorgoteo por los desagües del suelo.

Un asombro infantil llenó el rostro de Calista.

—Esto es precioso, Luke. Tanta agua... Adoro el agua.

—Lo sé —dijo Luke—. Me contaste las historias suficientes para que sepa lo mucho que añoras Chad, tu planeta natal.

Calista parecía un poco triste. Había crecido en un planeta acuático y había vivido con su padre y su madrastra en un rancho marino, destinada a seguir con el negocio familiar. Pero la llamada de los Jedi había sido más fuerte, y Calista se había visto obligada a abandonar sus hermosos océanos..., aunque seguía echándolos de menos.

Los androides porteadores guiaron a Luke y Calista por pasillos que se iban curvando suavemente, y fueron dejando atrás las puertas de elegantes suites hasta que llegaron al conjunto de habitaciones que Luke había reservado. Unidades iluminadoras multicolores reflejaban su claridad en las paredes de hielo polimerizado, creando la ilusión de que estaban caminando a través de un arco iris atrapado entre cristales.

Calista, encantada, se detuvo para besar a Luke.

—Esto es tan maravilloso... —dijo—. Puedo sentir el poder, la energía que hay en este sitio. ¡Sé que aquí podremos obtener algún resultado!

En el interior de su espaciosa suite, las fuentes burbujeaban en los rincones y las neblinas vagaban por las habitaciones, flotando junto a los calentadores iluminados que hacían que las múltiples cámaras resultaran acogedoras y hogareñas. El mobiliario tenía formas extrañas y distintos tamaños, y había sido tallado a partir de inclusiones rocosas encontradas dentro de la corteza de hielo cometario. Todos los muebles lucían el ubicuo logotipo de la corporación. Los androides porteadores depositaron sus cargas en el suelo y empezaron a hacer sonar anuncios pregrabados de los distintos restaurantes y cafeterías de los que se podía disfrutar en la lujosa Cantera CM.

Luke se apresuró a echarlos de la suite antes de que los androides pudieran iniciar un monótono recitado de todos los lugares magníficos que merecían ser vistos. Después cerró la puerta y se volvió hacia Calista con una sonrisa y un suspiro.

—Ya estamos aquí —dijo.

Se dejó caer sobre los almohadones de un sofá de piedra, y Calista se reunió con él.

—Según los folletos, hay montones de cosas que hacer en este sitio —dijo—. Podríamos explorar los túneles, o ponernos un traje de vacío y salir a la superficie. La baja gravedad hace que resulte muy divertido ir dando saltos por ahí —añadió—. O podríamos ir a ver uno de los géiseres de gases en erupción. Se supone que son francamente espectaculares.

Calista meneó la cabeza.

—Sólo quiero estar aquí contigo, Luke. Podemos relajarnos v hablar..., limitarnos a estar a solas durante algún tiempo.

Luke cerró los ojos y comprendió lo maravillosamente bien que sonaba aquella perspectiva.

—No encontrarás ninguna oposición por mi parte.

Calista clavó la mirada en la fuente espumante. y sus ojos adquirieron una expresión fija y distante. Luke sabía que debía de estar concentrando sus pensamientos, aunque seguía sin poder percibirla: era como si la misma Fuerza ignorase la existencia de Calista.

—Estoy pensando en los océanos de Chad ——dijo Calista, sin mirar a Luke pero plenamente consciente de que la estaba observando— Especialmente de noche, cuando la marca estaba más alta, cuando todas las lunas llenas brillaban en el cielo al mismo tiempo... Las algas errantes que manteníamos encerradas en corrales marinos durante la temporada de apareamiento empezaban a relucir con los destellos del fósforo que habían absorbido, _v brillaban como una mancha de aceite a la que hubieran prendido fuego,

—¿Qué son las algas errantes? ——preguntó Luke.

—Solíamos criarlas en nuestro rancho marino —le explico Calista— Es una forma de vida que se encuentra a medio camino entre la planta c el animal... Son realmente estúpidas, pero pueden moverse e ir adonde quieran. Un alga errante es una gran masa de hojas repletas de yodo que podíamos cortar varias veces al año para destilarlas v venderlas por su contenido medicinal, y luego usábamos el resto de la biomasa como fibra proteínica barata para alimentar a los animales.

»Vivíamos tiempos muy duros. La demanda seguía siendo tan alta como siempre, pero el gobierno opresivo de¡ Emperador había causado serios problemas en las rutas comerciales. Todas esas tasas v reglas imposibles de cumplir habían arruinado a nuestros comerciantes. A veces teníamos que hervir los moluscos que crecían debajo de nuestros corrales para poder comer algo. Ahora toda mi familia está muerta, claro... Murieron hace años mientras yo estaba atrapada dentro de ese ordenador.

Su labio inferior empezó a temblar, v Calista se negó tozudamente a mirar a Luke. Apretó los labios.

—Una parte de mí se siente culpable porque no me quedé con ellos.... pero he llevado conmigo esa culpabilidad durante todos los años en los que fui una Jedi. No tengo nada que reprocharme o que lamentar. Y sólo siento tristeza.

Calista se volvió hacia Luke y le miró. Sus ojos estaban secos _v llenos de una firme decisión.

—Pero Djinn Altis, mi Maestro Jedi, entró en mi vida \ me enseñó el camino de los Jedi. Llegó en aquella enorme nave con la que viajaba de un lado a otro, el Chu'untor, una nave que no tenía ningún destino fijo..., muy parecida a tu praxeum en Yavin 4.

—Lo sé —dijo Luke—. Encontramos los restos enterrados del Chu'untor allí donde se había estrellado en Dathomir y nos los llevamos. Calista dejó escapar un suave suspiro.

—Supongo que debía de saber que Djinn Altis estaba muerto —dijo—. Quizá se tropezó con las Hermanas de la Noche. —Sus cejas se unieron—.Recuerdo una ocasión en que el Maestro Altis me llevó en un largo viaje a baja altura por encima de los mares de Chad. Pasamos sobre enjambres de cyeens que cantaban, y vimos cómo los extraños dibujos que formaban las anguilas tubulares brillaban con reflejos rosados bajo la luz de la luna. El Maestro Altis me enseñó a percibir las formas de vida con mis nuevas capacidades. Al principio no le creí, pero cuando me enseñó lo fácil que era hacerlo... Ah, entonces supe que era una Jedi. No necesitó convencerme. Fue a mi familia a la que había que convencer..., y me parece que no lo consiguió del todo.

Luke se levantó, fue hasta una mesa negra y sacó de un cajón un diminuto disco, una ficha azul que les proporcionaría un descuento si comían en uno de los excelentes restaurantes de la Corporación Mulako.

—Vamos a probar una cosa —dijo. Luke permitió que sus párpados bajaran hasta que sus ojos quedaron medio cerrados, y canalizó sus pensamientos a través de la Fuerza en un ejercicio muy sencillo. La ficha se alzó de la palma de su mano y quedó suspendida en el aire—. Voy a sostenerla —dijo——, y tú intentarás empujarla. Envíala hacia mí. Eso debería resultar más fácil que levantarla. Ábrete a la Fuerza y deja que fluya. Sólo un empujoncito, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré —dijo Calista, no muy convencida..., y un instante después la réplica de Luke hizo que torciera el gesto.

—El intentarlo no existe —dijo Luke.

—Lo sé, lo sé —respondió Calista—. No tendría que haber dicho eso.

Cerró los ojos y se concentró. Su respiración se fue volviendo más rápida y entrecortada, y su expresión se hizo más tensa, más concentrada.

Luke desplegó unos casi imperceptibles zarcillos de exploración para ver si podía detectar alguna manipulación de la Fuerza por parte de Calista. El disco azul seguía inmóvil en el aire.

El rostro de Calista fue enrojeciendo poco a poco a causa del esfuerzo, y acabó dejando escapar un suspiro tembloroso y abrió los ojos. Su frente estaba llena de arrugas de frustración.

—No puedo. No hay nada. —Calista alzó una mano antes de que Luke pudiera hablar——. No, por favor, no digas nada. Ahora no. No hace falta que me enseñes a hacerlo. Sé cómo hacerlo..., pero no puedo.

Luke se conformó con apretarle la mano.

—No pierdas las esperanzas, Calista —dijo—. Por favor, no pierdas las esperanzas.

Unas horas después Luke estaba tomando sorbos de un vaso de agua de hielo primordial destilada de los depósitos del cometa. La superficie exterior del vaso estaba cubierta de gotitas de condensación. Luke contempló la niebla que brotaba de los suelos y respiró el aire húmedo, llenándose los pulmones con él y saboreando la sensación.

—Este sitio es tan distinto del planeta en el que crecí...

Calista se sentó en el enorme sillón y se pegó a Luke.

—Háblame de él —dijo—. Quiero saberlo todo sobre ti.

Luke permitió que los recuerdos agridulces volvieran a su mente.

—En una ocasión dije que si había un centro resplandeciente del universo, Tatooine era el sitio más alejado de él. —Meneó la cabeza—. Era un lugar reseco y caliente, un lugar terrible que mataba todas las esperanzas... Cualquier persona que naciera en Tatooine tenía muchas probabilidades de morir allí sin haber ido a ningún sitio. Mi tío Owen y mi tía Beru eran granjeros de humedad, dos personas de mentes estrechas que se mataban a trabajar. Sabían la verdad sobre mi padre y me contaron un montón de mentiras, esperando contra toda esperanza que no seguiría sus pasos, que no querría llevar una vida llena de peligros y gloria como Caballero Jedi. Querían que me quedara en casa, donde estaría a salvo..., y totalmente alejado de todo sin tomar parte en nada de lo que ocurriese ahí fuera. Me querían mucho, a su manera..., pero cuando sientes la llamada de los Jedi, no hay forma de negarla.

—Lo sé —murmuró Calista, apoyando la cabeza en su hombro.

—Cuando Obi—Wan Kenobi empezó a adiestrarme —siguió diciendo Luke—, no tenía ni idea de cómo iba a decírselo al tío Owen y a la tía Beru. —Tragó saliva, y sintió que su expresión se endurecía—. Pero nunca tuve la oportunidad de hacerlo. El Imperio los mató y quemó su granja antes de que yo pudiera volver. También me habrían matado si hubiese estado allí.

Calista le rozó el brazo con las yemas de los dedos, irradiando un suave calor con su contacto.

—Ahora Biggs también está muerto —dijo Luke—. Biggs, el único de mis amigos que logró escapar de "Tatooine... Fue a la Academia Imperial durante un tiempo, y luego se unió a la Alianza Rebelde. Volví a encontrarle en nuestra base de Yavin 4, aunque apenas tuve ocasión de hablar con él. Biggs era mi hombre de ala cuando atacamos la Estrella de la Muerte. Me salvó, pero murió en la batalla.

—¿Era el único amigo que tenías allí? —preguntó Calista.

Luke metió un dedo en la fuente y dejó que el agua fría goteara por su mano.

—Tenía otros dos amigos con los que pasaba mucho tiempo, Camie y Trucos. Solíamos rondar por la Estación de Tosche, y hablábamos de nuestros sueños y de cómo íbamos a salir de aquella bola de polvo. La familia de Camie cultivaba jardines hidropónicos en el subsuelo y le compraba el agua a mi tío. El tío Owen siempre decía que lo único que hacíamos era perder el tiempo, pero nosotros ejercitábamos nuestra imaginación, pensábamos en las cosas que podíamos hacer..., aunque nunca llegáramos a hacerlas. Eso evitaba que nos volviéramos locos en aquel horrible planeta. Luke suspiró.

—Me pregunto si Camie y Trucos todavía estarán ahí. Mi vida parecía no estar yendo a ningún sitio —murmuró—, y ahora soy un Maestro Jedi. He conocido a una hermana gemela que no sabía que tuviera, y resulta que es la jefe de Estado. El Imperio ha sido derrotado, y estoy restableciendo la orden de los Caballeros Jedi. —Soltó una risita— Muchas cosas han cambiado.

Bajó la mirada hacia Calista, y le sonrió y le acarició los cabellos. Se había quedado dormida en sus brazos.