DESPUÉS
Tayshawn nos muestra la pista donde jugó por primera vez con Zach, donde hicieron un mate por primera vez, el lugar exacto del parque donde se emborracharon juntos por primera vez. Comparte con nosotras un montón de primeras veces.
Es como si Tayshawn pretendiera decirnos que Zach era suyo. Que nunca le conocimos como lo hizo él.
No me importa. Sé que Zach les pertenece más a ellos que a mí. Sarah estuvo con él —con altos y bajos— desde el primer año de instituto, y Tayshawn y Zach se conocían desde secundaria. Yo no debería estar aquí.
Nos lleva a una pequeña cueva en un lugar recóndito de Inwood. Aquí jugaron por primera vez a verdad o atrevimiento con chicas del barrio y fumaron hierba.
Es un lugar frío y húmedo. Me escuece la nariz. Hay un montón de colillas y botellas de cerveza vacías.
—Muy elegante —dice Sarah.
Tayshawn se ríe.
—Probablemente eres la única chica a la que no trajo nunca aquí.
Sarah se pone tensa. Yo no. Yo ni siquiera me siento ofendida porque Tayshawn no me considere una de las chicas de Zach.
Tayshawn se sienta cerca de la entrada de la cueva, donde la luz logra penetrar lo suficiente para vernos las caras pero nos permite permanecer ocultos a las miradas de los que pasan por el sendero unos metros por debajo. Sarah se acuclilla a su lado, aferrando el bolso con fuerza entre sus brazos; no quiere mancharse el vestido. Yo me siento con las piernas cruzadas al otro lado de Tayshawn, dejando que el vestido de mamá forme pliegues sobre mi regazo.
—Me siento halagada —dice Sarah—. Parece ser que solo traía aquí a sus ligues.
—Y haces bien.
—A mí nunca me trajo —digo, aunque pasamos muy cerca mientras corríamos. Sarah me dirige una rápida mirada antes de volver a apartarla, y me arrepiento de haberlo dicho, haber sugerido que fui uno de sus ligues. No conozco muy bien a ninguno de los dos. Solo estoy aquí porque echo de menos a Zach.
—Tú y él… —empieza Tayshawn, mirándome fijamente.
Sarah asiente.
—¿Cómo os…?
Ni el uno ni el otro son capaces de decir lo que quieren decir. El hilo de sus preguntas se ha roto.
—Simplemente sucedió —digo.
Me han hecho tantas veces esa pregunta que finalmente tengo ganas de responder.
—Supongo. Estábamos en el parque. En Central Park, no aquí. Nos dijimos, ya sabéis, «Hola, ¿qué tal?» Nos conocíamos de clase. Aunque nunca habíamos hablado. Así que empezamos a hablar. Descubrimos que a los dos nos gustaba correr y empezamos a hacerlo juntos.
—¿De verdad corríais juntos? —pregunta Sarah—. ¿No estás mintiendo? Nunca te he visto correr.
—No estoy mintiendo. Me gusta correr. Corríamos juntos. No era lo mismo que teníais vosotros, Sarah. En serio. No era mi novio.
—¿Qué era entonces? —pregunta—. Para ti.
Tayshawn levanta una mano.
—No es asunto nuestro, ¿verdad?
—No estoy segura —digo—. Supongo que sí lo es, ¿no? Erais sus mejores amigos. Tú eras su novia. Las dos personas que mejor le conocían.
—Creo que yo no le conocía tan bien —dice Sarah—. No sabía lo vuestro.
—¡Ni yo! —dice Tayshawn—. Aunque intuía que ocurría algo. Desde hacía unos meses ya no quedábamos tanto. Me di cuenta y se lo pregunté. Pero él me dijo, «¿Qué quieres decir? No pasa nada». Y aquello me lo confirmó. Ahora lo sé.
—Yo ni siquiera lo sospechaba —dice Sarah—. No tenía ni idea.
—Básicamente quedábamos para correr. —Descrucé las piernas y me las cubrí con el vestido. Entonces las rodeé con los brazos y apoyé la barbilla en las rodillas. A excepción de la policía, no había hablado de aquello con nadie más.
—Pero no hacíais solo eso —dice Sarah.
—Zach era rápido. ¿Cómo seguías su ritmo?
—Yo también lo soy —digo, agradeciendo la interrupción de Tayshawn. No parece muy convencido. Sarah tampoco—. Corríamos por el parque. A veces desde la escuela hasta aquí.
—¿Qué más hacíais? —pregunta Sarah—. Es decir, a Zach y a mí nos gustaba hablar, quedar con amigos, ir al cine. Cosas así. —Se le llenan los ojos de lágrimas pero no empieza a llorar. Sé cómo se siente. Esta conversación sobre Zach está haciendo que aumente el vacío que siento dentro de mí.
—¿Eso es todo? —pregunta Tayshawn—. Porque, ya sabes, hablar e ir al cine no es lo único que hago yo con mi chica. —Me pregunto quién será. No es nadie de la escuela.
—¿Quieres todos los detalles? ¡Pervertido! —Sarah se ríe—. Por supuesto que nos enrollábamos. Era mi novio. ¿Te contó él algo?
Tayshawn sonríe pero no dice nada.
—Te lo contó, ¿verdad? Mierda. ¡Y después dicen que las chicas somos cotillas!
—Nunca me contó nada de Micah. —Tayshawn se lo está pasando en grande. Me guiña un ojo.
—Genial —dice Sarah—. Mantiene en privado la vida sexual de ella pero no la mía.
No digo nada al principio pero después pienso, ¿por qué no? Todos estamos siendo sinceros, ¿no?
—Estaba demasiado avergonzado. ¿Por qué tendría que hablarle a nadie de mí? Vosotros visteis lo que me dijo todo el mundo cuando se enteraron. Primero no se lo creen, y después les parece algo abominable. Porque… ¿Zach y yo? Imposible.
—A mí no me costó creerlo —dice Sarah—. En cuanto lo oí, supe que era verdad.
—¿En serio? —pregunto—. Pensaba que creías que era demasiado fea para él. Dijiste que era como un chico feo.
—Golpe bajo —dice Tayshawn.
—Estaba furiosa —dice Sarah—. Aún lo estoy. —No me mira.
—Es lo que todo el mundo pensaba —digo—. Lo que piensa todo el mundo.
—Yo no —dice Tayshawn—. Yo no creo que seas fea. Es decir, no eres guapa ni nada de eso, pero ¿fea? Para nada.
—Gracias —digo con una sonrisa. Me resulta extraña en mi rostro. Los músculos casi no saben cómo reaccionar. Sarah y Tayshawn se ríen—. No es el hecho de no ser fea. Eso ya lo sé. Es el hecho de ser un monstruo. Quiero decir, miraos. Tú llevas maquillaje y caminas y hablas correctamente. Yo digo cualquier cosa y la gente se me queda mirando. Tú tienes un pelo precioso, liso, largo. Yo lo llevo corto.
—A mí me gustaría llevarlo como tú —dice Sarah. Pero sé que no es verdad. Está orgullosa de su pelo—. ¿Tienes idea de lo que se tarda en tenerlo así?
Lo sé. No me veo a mí misma dedicando horas cada mañana a peinármelo. No obstante, me gusta cómo le queda a ella casi tanto como a ella misma. Largos rizos que descienden por su espalda hasta los riñones.
—¿Qué creéis que le sucedió? —pregunta Tayshawn.
No sé qué contestar. He pensado en ello. Le he dado muchas vueltas. Pero sé tan poco…