HISTORIA FAMILIAR
Papá creció con dos señoras blancas chaladas preocupadas por la enfermedad familiar, por cómo aumentar la cosecha de manzanas y heno, cómo conseguir que los animales de la granja vivieran más tiempo y por si sus hijos se estaban haciendo demasiado salvajes o si aún no lo eran lo suficiente.
La abuela solo tuvo un hijo. La tía abuela Dorothy y el tío abuelo Hilliard tuvieron seis. Si él no hubiese muerto, probablemente habrían tenido alguno más. Cuatro de ellos nacieron con la enfermedad familiar. Por ese motivo todos ellos se educaron en la granja. Papá no; él no tiene la enfermedad. A papá le concedieron una beca para estudiar en un internado de Connecticut, uno de los cinco únicos alumnos negros que había. No se llevaba bien con ninguno de ellos. Se mantuvo al margen de todo el mundo, demostrando ser mucho más Wilkins de lo que estaba dispuesto a admitir. Estudió francés y todo lo relativo a Francia, sobre todo Marsella. Lo único que sabía de su padre era que había sido un marino marsellés.
Cuando cumplió dieciocho años, se marchó a Francia y, aunque lo odiaba, se puso a trabajar de marino mercante. No encontró a su padre. Pero sí encontró a muchas francesas de gran belleza. Entre ellas, mi madre. Volvió con ella a casa, aunque no la llevó a la granja. Se detuvo en la ciudad y se quedaron a vivir aquí.
Mamá nunca ha vuelto a Francia. Cuando le pregunto si la echa de menos, se pone a reír.
Es profesora de francés. Y papá escribe. Mamá dice que es un mentiroso profesional. Miente hasta en sus artículos periodísticos. Crónicas de viajes. Valoraciones de hoteles, balnearios y centros vacacionales. Si le pagan lo suficiente, escribirá cualquier cosa que su cliente quiera oír.
Pasa mucho tiempo fuera de casa. Cuando no está, mis padres no discuten tanto.
Nunca le he contado a nadie nada acerca de mi familia. Especialmente a consejeras como Jill Wang.
Nunca hablo de la enfermedad familiar, ni tampoco de cómo papá me la transmitió.