Donde la Osita habla de la noche.

La autopista un río rosa, sobre el cual flota una bruma violeta apenas perceptible, y los autos y los camiones pasan como fantasmas, su estrépito esfumado por la noche, por la niebla que todo lo suaviza, por la distancia que entre ellos y nosotros delimita los mundos que vivimos, como si no fuéramos ni pudiéramos ser viajeros de un mismo camino. Extraño silencio lleno de murmullos, roto de tiempo en tiempo por el arrancar de un camión, por los frenos estrepitosos de un tren, silencio hecho de sonidos y rumores y cuya existencia —de la que participa cada uno de nuestros gestos— nos confirma de algún modo que estamos ahí donde creemos estar, que el objetivo del viaje ha sido alcanzado, y sólo nos queda por decirnos, con esa sonrisa que acaso sin saberlo significa que darás otro paso adelante y que me encontraré de nuevo en tus brazos, que ese objetivo que no es más fijo que los paraderos, que el mundo o las estrellas, lo estamos viviendo con una naturalidad cada día mayor.

Auberives, paraíso de picnics en los que se lucha encarnizadamente por posesionarse…

La autopista no es una línea recta sino una espiral, nuestras dos vidas también espirales, y el vértigo de esas líneas que se cruzan, en el mosaico de los círculos y tangentes, paralelas e intersecciones; y sólo una decisión arbitraria —la hemos tomado antes de internarnos por este camino, sin preocuparnos por su importancia— nos hará salir un día (felizmente todavía lejano) del juego y del espacio que las definen.

Una luna color de toronja, pesada como una luna de terciopelo, ilumina el interior de Fafner. Poco a poco nuestros cuerpos emergen de la invisibilidad que sigue al momento en que apagamos la lámpara. Espero, sabiendo que de la oscuridad donde sólo puedo adivinarte por el calor que sube hacia mí con un perfume de luna, de canela, de almizcle y de chocolate, renacerás otra vez, poco a poco, a la noche, a nuestra noche que desde el comienzo del viaje es luminosa, con una luz siempre cambiante a través de las cortinas de las ventanillas y los mosquiteros del fuelle del techo. Tu hombro, primero, capta una luminosidad que devuelve tímidamente, un centelleo que irradia lentamente a lo largo de tu cuello, juega en tu barba; tu rostro se mantiene oscuro. Eso dura una eternidad y no nos movemos, pacientes, serenos. Poco a poco te iluminas, como si tu cuerpo hubiera pasado el día embebiéndose de un resplandor que ahora libera, prudentemente, como para no lastimar la piel a su paso. Corre a lo largo de tu brazo plateado, alcanza lo alto de tu cadera, tu cintura, y de ahí se tiende a lo largo de tus piernas. No te mueves. Tampoco yo, pero mi mirada vuelve confiadamente a tu rostro, ese rostro que ahora es de color de luna dorada. Estamos ahí de nuevo, enteros, como dos cuerpos luminosos apenas nacidos de la oscuridad, prontos a tender las manos, los brazos, las piernas, a mezclar otra vez esos perfumes, todos esos miembros, todos esos gritos.

… de una mesa y se saborea el hallazgo de lugares despejados para el almuerzo.

Mucho más tarde, aparto un ángulo de la cortina y miro por la ventanilla. Como refugiado contra Fafner, que lo recibe de la manera más paternal posible, un joven motociclista de Berna duerme sobre su motocicleta, como una extraña criatura de otro mundo. Temeroso de la lluvia, ha convertido el plástico que lleva consigo en una gran burbuja que protege ahora la máquina y su conductor. Bajo una tenue luz que viene de lejos, tiene el aire de un ángel apenas formado, visión confusa a través del plástico transparente. No sabía si Marsella es una gran ciudad, ni a qué distancia se encuentra, y nos explicó, un poco tímidamente, que no conoce a nadie en Marsella, con el mismo tono que usaría alguien que dijera: «No conozco a nadie en el mundo». Pero ahora duerme, la cabeza apoyada en su saco de dormir, los pies sobre el manubrio, y su rostro de adolescente está iluminado por una sonrisa apacible.

En el paradero de la Combe du Soleil, una niña parece entregada a una danza de pieles rojas. ¿Qué le pasó en el W.C.?

DIARIO DE RUTA Sábado, 12 de junio

Desayuno: jugo de naranja, medialunas, magdalenas, café.

8 h l8°C. Tiempo fresco y lluvioso.

13.15 h. Partida.

13.19 h. A la derecha, el Macizo Central. El monte Pilat.

13.20 h. Paradero: AIRE DE LA COMBE DU SOLEIL.

Orientación de Fafner: S.O.

Algunas mesas, poca sombra para nosotros y ninguna para Fafner. Decidimos tentar la suerte en el próximo parking.

13.26 h. Partida.

13.34 h. Paradero: AIRE DE CHAÑAS.

Almuerzo: espaguetis, manzanas, café.

Mala suerte; no hay sombra, ninguna intimidad, ni siquiera W.C. y agua potable; todo es asfalto y tachos de basura.

16.35 h. Decidimos huir del paradero de Chañas por razones de fuerza mayor: gendarmería, falta de agua, falta de instalaciones sanitarias, etc.

I6.38 h. Entramos en el Departamento de la Dróme.

l6.40 h. Paradero: AIRE DE SAINT RAMBERT D’ALBON.

Cena: Crudités, ravioles de Romans.