Diálogos en la ruta.

Se van sumando los parkings como las escenas a la vez nítidas y vagas de un largo sueño, uno tras otro, las etapas y no los relojes fabricando el tiempo, anulándolo porque en el fondo estamos fuera del tiempo de la misma manera que estamos fuera de la autopista. Viviéndolo, pero ya no es el enemigo con timbres, campanillas y sellos, es el amigo transformándose en árbol cuando queremos tomar un trago o leer a la sombra, es esa especie de no-diferencia entre los parkings, todos son un espacio para vivir, y cada vez la banda asfaltada de la velocidad parece más lejana y más ajena. Ya Fafner, como si algo supiera del proyecto (y va, cómo dudar, entendiendo poco a poco lo esencial del juego, cada vez que bajamos el fuelle y nos sentamos adelante, convirtiéndolo una vez más en un auto, hace un ruido más dulce, anda durante esos diez o quince minutos de ruta como si de repente tuviera almohadas en los neumáticos, como para no molestar a todo lo cotidiano que llevamos con nosotros) se integra a los parkings como si fuera parte de un camuflaje, se acerca a los árboles, se esconde en los rincones más íntimos, y hasta sus flecos amarillos se mueven como si fueran hojas jovencitas llamando a los pájaros.

Entiendo un poco por qué tanta gente tendría casi miedo de hacer este viaje. Es que los parkings no son otra cosa que el vacío con decorado. Hay que saber llenarlos. Y a pesar de las diferencias geográficas o físicas, siempre son el mismo. Será realmente una sorpresa, creo, ver al final que hemos avanzado también según los criterios de los demás, quiero decir que habremos llegado a Marsella a pesar de la inmovilidad que nos caracteriza.

—Inmovilidad mon cou —dice Calac que haría bien en tomar unas lecciones de francés, y eso que me importa un bledo su pescuezo aunque sepa que está hablando de otra cosa—. Irse tan rápido de ese parking con restaurante y todo, justo cuando nosotros estábamos por comernos unas fritas.

Frites —dice Polanco que toma cualquier pretexto para mostrar su cultura.

—¿Creen que es fácil avanzar por esa maldita autopista cuando uno no tiene coche? ¿Y en estos días, nosotros argentinos y los autos casi todos de su Majesty?

—Lo peor fue volver a alcanzarlos después, che. Parece prohibido pedir un «lift» por menos de cincuenta kilómetros. No se paran.

Pero sé que no volvieron a pie, los desgraciados, habrán cruzado algún puente sobre la autopista después de encontrar algún coche que subía por el otro lado. No se van a cansar tanto solamente para jodernos.

—¡Y nosotros que venimos por pura generosidad! Mirá, ni se dan cuenta de que su viaje tiene que ser muy aburrido.

Los mandaría al carajo, pero sé que será el pretexto que esperan para tomarme el pelo con lo poco que sé de tangos.

—Y ustedes, ¿qué saben de baladas escocesas?

—Ay —dice Calac, tocándose la cabeza como si hubiera bebido demasiado anoche—. ¿No se van a poner a cantar como la última vez en Borgoña?

—No hay estrellas, che. Lo hacen solamente bajo las estrellas.

Los dejamos hablar, total les cuesta poco.

DIARIO DE RUTA

Miércoles, 2 de junio

Desayuno: naranjas, bizcochos, dulce de higos, café,

8 h. 20°C.

8.18 h. Partida, bajo una ligera bruma.

"La Borgoña, viñedos y gastronomía".

8.25 h. A la altura de Sémur-en-Auxois.

8.29 h. Paradero: AIRE DE RUFFEY.

Orientación de Fafner: S.O.

Nos instalamos a esperar la llegada de los refuerzos.

12.58 h. Llegada de Anne y Necmi, primer enlace gastronómico, estético y moral.

Almuerzo: (4 cubiertos). Brochettes, chauchas, compota… y una "baguette" fresca llegada de París.

Nota: Toda incertidumbre con respecto a la eficacia logística de la expedición queda pulverizada por los abrazos, gritos de alegría y congratulaciones recíprocas. O, para decirlo más modestamente, las maniobras de arrumaje de las cápsulas de la NASA son insignificantes al lado del éxito de una tan brillante operación. Sin hablar del almuerzo que la acompaña y que no se parece en nada a esa horrible pasta vitamínica que los pobres cosmonautas tragan después de apretar un tubo; nuestro banquete consiste en perfumadas vituallas rojas y verdes, vinos exquisitos y un crujiente pan fresco, que adornan nuestra mesa y la hacen temblar de emoción bajo su peso inhabitual.

15.10 h. 42°C.

16.4 h. Despedida de nuestros auxiliares, y partida.

16.14 h. Paradero: AIRE DE FERMENET.

Todavía más hermoso que el parking del Aire de Villiers.

Orientación de Fafner: Oeste.

l8.46 h. 20°C.

Cena: Radis-beurre con "baguette". Pollo (obra maestra de Anne Courcelles), ensalada (con "baguette"), compota, café.

Primer enlace logístico: Necmi Gurmen y Anne Courcelles nos traen vituallas frescas y alegría al paradero de Ruffey.