6

Cardinal se acercó al Hotel Trianon, ubicado en las proximidades de la carretera de circunvalación. Si Algonquin Bay fuera de esos sitios donde los mandamases se reúnen para cortar el bacalao, el Trianon sería el sitio apropiado. Nadie otorgaría más de dos estrellas a su gastronomía, pero en esa ciudad era de lejos el más caro de todos los lugares con solera.

Además el Trianon poseía -eso Cardinal tenía que admitirlo-cierto encanto del viejo mundo difícil de ver en Algonquin Bay. Era evidente en el brillo de la cubertería de plata y en los destellos de arañas y candelabros, apenas se entraba. El detective sólo podía permitirse acudir allí en ocasiones especiales, la última había sido la graduación de Kelly. -¿Con qué grupo desea reunirse el señor? -inquirió el maître, con una imitación pasable de pedantería parisina.

- Me espera R. J. Kendall.

Atravesaron la sala abarrotada. Cardinal reconoció a un asistente del fiscal de la Corona y a un juez del Tribunal Provincial. El jefe Kendall se encontraba oculto en una lujosa estancia donde Cardinal nunca había estado.

- Vaya vaya, el hombre que apresó al Windigo en persona -exclamó Kendall al ver llegar a Cardinal. El rostro del jefe de Policía mostraba cierto tono rojizo, pero no de vergüenza o debido a la bebida, sino a una tensión sanguínea alta-. ¿Conoce a mi amigo Paul Laroche, de Bienes Raíces Laroche?

- Por supuesto. Quiero decir que he oído hablar de él -se disculpó Cardinal, y estrechó la mano de Laroche, que se había puesto de pie para saludarlo.

Paul Laroche era algo más alto que Cardinal, y su pecho amplio y sus espaldas anchas aumentaban la impresión de corpulencia. Era un hombre que sabía defenderse. Su apretón de mano era firme, aunque sin alarde de fuerza. -¿No lo he visto por el club? -preguntó Laroche.

- El Blue Heron Club es propiedad de Paul -explicó el jefe de Policía.

- Mío y de algunos amigos -aclaró Laroche-. ¿Le gusta el golf?

- No mucho -dijo Cardinal-. No tengo paciencia. Me entran ganas de coger la pelota, salir corriendo y meterla en el hoyo con la mano.

- Si no le gusta el golf, seguramente le gusta la caza.

- Tampoco. Lo siento. Cuando puedo, en verano, me gusta salir a navegar. Mi afición al deporte se limita al hockey televisado, a no ser que la carpintería se considere un deporte.

Laroche sonrió. Unas pocas canas surcaban su cabello negro cortado a la italiana, estilo que realzaba su cráneo bien formado.

Llevaba puesto un terno de raya diplomática de excelente caída, que debía de costar cuatro veces más que cualquier traje que Cardinal hubiese comprado nunca. El aspecto de Laroche recordaba al de un banquero especializado en inversiones.

- Así que es impaciente. Yo hubiera creído que la paciencia era una virtud indispensable en una ocupación como la suya -dijo Laroche, y tomó asiento de nuevo.

- El detective Cardinal es uno de nuestros policías estrella -recalcó R. J.-. ¿Recuerda el caso del asesino de Windigo? -¿Es eso cierto? Debe de haber sido toda una aventura eliminar a dos asesinos en serie en una misma investigación -dijo Laroche-. Y toda una victoria. Probablemente haya salvado usted muchas vidas…

- No fui yo solo. Lise Delorme fue la que en realidad…

Laroche alzó la mano.

- Lise Delorme… -susurró-. ¿De qué me suena ese nombre?

- Lise salió mucho en los medios con relación al caso del Windigo. Ella…

- No -interrumpió Laroche-, ella fue quien acabó con el alcalde Wells.

- Así es. Hizo un gran trabajo por el bien de la ciudad. -¿ Usted lo ve así?

- Perdonen, caballeros -interrumpió R. J.-. No quiero ser maleducado, pero deberíamos pedir la comida. ¿Qué nos recomienda, Paul?

- El venado glaseado con sirope de arce.

El Trianon alcanzaba un éxito considerable en su imitación de la elegancia europea, pero fallaba en un solo detalle: la plantilla. En vez de contar con profesionales, los comensales eran atendidos por encantadoras pero no necesariamente competentes señoritas. Laroche fue educado y firme con la pecosa y patizamba criatura que servía su mesa.

Era evidente que los bienes raíces eran un negocio provechoso.

Del mismo modo que el cuerpo de un deportista irradia un aura de salud, Laroche entero irradiaba un aura de dinero. Se percibía en el brillo de los gemelos de oro que sujetaban unos puños franceses de perfección nívea y en el bronceado ideal de su cara. Debe de practicar esquí, conjeturó Cardinal.

Tras pedir, Kendall dijo:

- Detective Cardinal, no lleve a Paul al terreno de la política, es uno de los hombres clave detrás del premier Mantis.

- Claro, usted estuvo a cargo de su campaña en Algonquin Bay -recordó Cardinal.

- Y ésa es justamente la razón de esta reunión -dijo Kendall-.

El fin de semana que viene, los conservadores darán una cena para recaudar fondos y Paul nos ha pedido una mayor presencia policial. -¿Agentes de paisano? ¿No sería más lógico hablar de esto con Chouinard?

- Chouinard está de acuerdo. Para la tarea estábamos pensando en dos detectives: Delorme y usted.

- No les disgustará -matizó Laroche-. La cena será en nuestro nuevo club de esquí, el Highlands, ¿lo conoce? La cena será exquisita, eso puedo asegurárselo. Salvo la atención que deberán prestar a los posibles sospechosos que pudieran aparecer, creo que les costará poco pasárselo en grande.

- Harán falta más de dos detectives para vigilar un acto de esa envergadura.

- También contamos con nuestra guardia de seguridad privada, naturalmente. Los situaremos en las salidas, entre bambalinas y demás puntos clave. Pero francamente, después de lo ocurrido el 11-S, creo que la seguridad privada no será suficiente. Estaré mucho más tranquilo si contamos con dos profesionales sentados a nuestra mesa. El premier Mantis es un personaje prominente.

- Además, apostaremos fuera a tres o cuatro agentes de la Policía de Caminos. -¿A los liberales y al Partido Demócrata Nacional también se les facilitará el mismo tipo de protección? -preguntó Cardinal a Kendall.

- Si nos lo piden, por supuesto.

- Pero no lo harán -fanfarroneó Laroche-. En la actualidad, su suerte política es tal que cualquier acto que organicen será muy poco trascendente. Después de todo, somos el único partido cuyo candidato es jefe de gobierno de una provincia.

Llegaron los platos. Aquél fue el mejor venado que Cardinal había probado en su vida. Estuvo tentado de acompañarlo con el burdeos, y al jefe no le habría importado, pero el detective quería tener la mente despejada durante el resto de la tarde.

Los tres hombres discutieron distintos aspectos de la seguridad del acto. Cardinal hizo lo posible para no dejar traslucir su impaciencia: los detalles de ese tipo carecían de importancia cuando estaban en medio de la investigación de un asesinato. Laroche había acudido provisto de un plano del nuevo club de esquí. Los tres hombres discutieron la ubicación del personal de seguridad privada en el interior, de los agentes de la Policía de Caminos en el exterior y de los dos detectives de paisano entre los comensales.

Mientras tomaban café, Laroche se dirigió a Cardinal: -¿O sea que le trae sin cuidado la ruina del alcalde? Wells fue un gran alcalde, ¿lo sabía?

- Estoy de acuerdo. Pero no hay que pasar por alto que amañó las elecciones. ¿No cree que se merecía lo que le ocurrió?

Laroche miró de arriba abajo a Cardinal tomándose un tiempo para meditar la respuesta:

- Nuestra sociedad ha decidido que amañar una elección es un crimen, eso es lo que lo convierte en un crimen. El acto en sí no tiene por qué ser necesariamente malo. En otros sitios no lo es o simplemente se pasa por alto. Además, no sería justo olvidar lo que el alcalde Wells hizo por esta ciudad.

- Construyó un aeropuerto, un paso elevado y después amañó unas elecciones.

- Por Dios, Cardinal, hace que el alcalde Wells parezca peor que Richard Nixon -añadió Kendall.

- Dentro de todo hombre lo bueno y lo malo se mezclan, ¿no cree? -filosofó Laroche-. Por ejemplo, usted evitó que dos psicópatas siguieran matando a diestro y siniestro, pero apuesto a que otros episodios de su vida no lucirían tan heroicos en la primera página de The Toronto Star.

- En eso le doy la razón -repuso Cardinal recordando la tarjeta de felicitación recibida recientemente. «Sabemos dónde vives.»

- Además Wells era todo un personaje. La gente suele subestimar ese hecho, cuando para un líder el carisma es fundamental.

Por eso, aunque me encantaría, nunca me presentaría a una candidatura.

Soy demasiado corriente.

- Pero causa una gran impresión -dijo Cardinal-. Nos acaban de presentar y aquí me tiene, impresionado. Eso es la mitad de la batalla, ¿no cree?

Laroche rió mostrando una dentadura perfecta.

- Soy un hombre que se maneja entre bastidores, detective.

Desde siempre. Déme un candidato como Geoff Mantis y haré lo que esté en mi poder para que salga elegido. Pagaré las facturas, exigiré que me devuelvan favores y todo lo que haga falta. Pero ¿presentarme yo?

Ni hablar.

Laroche hablaba como si enumerara los temas de un seminario.

Su modulación denotaba una educación privilegiada. Cardinal se preguntó si aquel hombre habría vivido en el extranjero. Laroche apretó ligeramente el brazo de Cardinal:

- Disculpe que sea tan vehemente. Con las elecciones tan cerca, estos temas no paran de rondarme la cabeza. -¿Ganará otra vez Geoff Mantis?

- Claro que sí. Me aseguraré de ello.

Al salir del suntuoso interior del Trianon, a Cardinal el aparcamiento le pareció todavía más frío y húmedo. Como almas desencarnadas, los faros de los automóviles surcaban la niebla y la carretera de circunvalación. La llegada de la lluvia era inminente.

Laroche se acomodó detrás del volante de su Lincoln Navigator, aparcado junto a la entrada del restaurante. Bajó la ventanilla presionando un botón y dijo:

- R. J., se me olvidó preguntarte cómo va la investigación del cadáver que encontraron en el bosque.

Kendall se encogió de hombros:

- Ese caso lo lleva el detective Cardinal. Tenemos algunas pistas y estamos en ello, ¿verdad, detective?

- Me gustaría tener más resultados, pero siempre tengo la misma sensación al principio.

- No se preocupe. Si lo del Windigo es un ejemplo de lo que usted es capaz, no dudo de que resolverá este caso en un abrir y cerrar de ojos -dijo Laroche.

Luego arrancó y se internó en la niebla. Puso el intermitente y viró en dirección a la ciudad.

- Un tipo con labia -observó Cardinal.

- Un tipo con pasta -replicó Kendall-. No está mal para un chaval que creció en un orfanato. Me refiero a dirigir la campaña del premier.

- Yo voté en contra de Mantis.

- Afortunadamente -dijo Kendall-, la mayor parte de los votantes lo pensó mejor.

De camino al centro, Cardinal hizo una llamada por el móvil.

- Aguarda un segundo. Estoy sacando del horno unas galletas con trozos de chocolate.

Desde la muerte de su mujer, ocurrida diez años antes, el anciano se había tomado la gastronomía muy en serio. A Cardinal todavía le hacía gracia ver a su padre, el duro y nervudo Stan Cardinal, de antebrazos musculosos y pecho amplio, con delantal y sacudiéndose la harina de las manos. Las galletas eran su especialidad. -¿Has ido a ver al cardiólogo?

- Catherine me llevó esta mañana. La doctora Cates me dio tanta radiación que casi se me sale por las orejas. Pero conoce su oficio, todo hay que decirlo. -¿Qué dijo el cardiólogo?

- Me ha dado hora para hacerme un montón de pruebas en el hospital. Dice que tengo una dolencia cardiaca congestiva. -¿De veras? ¿Y por qué hace seis meses que no te haces tratar?

- No es para tanto, John, sólo son pruebas. Además, me ha recetado kilos de medicación; me parece que ya están haciendo efecto.

- Pero sigue siendo una dolencia cardiaca, papá. Ojalá no estuvieras viviendo en el culo del mundo.

- No digas tonterías. La razón por la que me mudé fue que no tuvieras que preocuparte por mí. ¿Por qué diablos crees que escogí un bungalow? Para no partirme la crisma bajando escaleras. Esta casita es más fácil de limpiar y más cómoda para entrar y salir. Tengo tranquilidad, silencio y aire limpio. Tengo mi equipo de música, mi vídeo y el mejor microondas del mercado. Te aseguro que vivo como un rey.

- Pues si la niebla empeora, deberías considerar venir a casa hasta que mejore.

- Qué pesado eres, hijo.

Cardinal cogió por MacPherson bordeando un solar en obras sucio a más no poder.

- En las noticias dicen que encontraste un cuerpo todo masticado en el bosque -añadió Stan-. Parece bastante más interesante que la típica mierda con la que sueles lidiar…

Lo que faltaba. Prepárate, se dijo Cardinal. -… como los paletos de las caravanas que se matan entre ellos.

O los camellos, los chorizos y los gordinflones borrachos. Maldita sea, no sé por qué no elegiste un oficio más interesante. No es que tu madre y yo no te hayamos dado una educación. Nos ocupamos de que tu hermano y tú fuerais a la preparatoria. Lo hicimos para que pudieseis elegir la carrera que más os gustara.

- Eso es exactamente lo que hice, papá. Elegí la carrera que más me gustaba. Un trabajo que sirviese para mejorar la vida de la gente.

Muchos de mis colegas no fueron a la universidad, pero eso no significa que sean estúpidos. Mira a tus compañeros de trabajo.

- Imbéciles la mayoría de ellos, excepto Mark McCabe. Mark fue el tipo más inteligente que he conocido en mi vida. Leía más que muchos profesores universitarios y podía dividir con decimales de memoria. Pero dedicó su vida al sindicato. Así que unos tipos listillos, como tus colegas y tú, le partieron la cabeza por tener los reaños de convocar una huelga contra los gordinflones hijos de puta que dirigen este país. Yo oí el golpe de la porra contra la cabeza de Mark. Sonó como un listón al caer en un suelo de cemento. Tras aquel porrazo, el pobre Mark no hizo más que babear. Murió tres años después. Era un buen hombre, un buen hombre…

Cardinal no oyó nada más. Notó que su padre respiraba hondo, y supo que estaba llorando. Durante la mayor parte de su larga vida, Stan había desvelado muy pocas emociones aparte de la indignación; ahora cuando hablaba del pasado se largaba a llorar. No se trataba de autocompasión, sino de algo mucho más profundo, un dolor sempiterno.

Stan derramaría lágrimas durante unos minutos y pronto se le pasaría la tristeza. -¿Estás bien, papá?

Al otro lado de la línea se oyó un estentóreo sorber de mocos.

- La niebla se está volviendo lluvia -dijo Stan-. En primavera quizá plante unas zinnias.