NOTA
Este Nuevo museo del chisme enriquece el ensayo introductorio con aportes de Alfonso Reyes, Joseph Conrad y Georg Simmel que el autor no conocía cuando apareció el Museo del chisme original. Agrega también una sección —“De las reservas del museo”— con veinticinco nuevos, minúsculos relatos que prolongan los “Cuadros de una exposición”.
Resumo la genealogía de este libro. En 1973, una primera versión de “El relato indefendible” me deparó el honor de compartir un premio literario con José Bianco. Ampliada, corregida en la puntuación más que en el vocabulario o los temas, una nueva versión de ese ensayo apareció en francés, supuesto fruto de mi frecuentación de un seminario de Roland Barthes, y en español en un volumen colectivo, editado en 1977 en Madrid por Julián Ríos.
Décadas más tarde, la insistencia de amigos curiosos por conocer ese texto vuelto inhallable me decidió a publicarlo, con mínimos retoques, sin que haya intentado aliviar cierto aborde académico de temas y conceptos, injustificado en la prosa de alguien que no ha cultivado las disciplinas universitarias.
Tal vez para mitigar ese atisbo de pedantería, añadí a ese ensayo una sección que, con la excusa de ilustrarlo mediante una ambigua selección de anécdotas, se aplica a cuestionar la noción, voluble si las hay, de chisme. El placer de reescribir en la forma más concisa posible esos embriones de ficción, a partir de fuentes impresas u orales muy dispares, resultó ser un nuevo, modestísimo avatar de placeres que aprendí en las antologías de Borges y Bioy Casares. Y, al mismo tiempo, un intento de cumplir con el antiguo deber de dejar un rastro, una huella de parte de lo que me tocó oír y ver, no solo leer, en mi paso por este mundo.
E.C.,
noviembre de 2012