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Maria, hermana menor de Claretta Petacci —la amante oficial de Benito Mussolini—, no logró que la protección del Duce impulsara su carrera de actriz más allá de lo permitido por un talento limitado. La rodeaba la perfidia silenciosa de sus colegas: al tomar como nome d’arte Miriam Di San Servolo, por ejemplo, nadie le señaló que ese apellido, elegido por su resonancia aristocrática, coincidía con el nombre de un manicomio próximo a Venecia. Poco más tarde amputó la m final del nombre, menos para borrar la inoportuna referencia hebrea que para “latinizarlo” como exigían las leyes del momento. (Otra actriz, la ardiente fascista Doris Duranti, pasó a ser Dori…).
A los diecinueve años de edad, en 1942, su primer film, una comedia romántica titulada Le vie del cuore, puso a dura prueba los nervios del director Camillo Mastrocinque. Con el pretexto de velar sobre la castidad de su hija, la madre no se alejaba del set, opinaba infatigablemente sobre todo, exigía que la niña luciera un vestuario renovado constantemente. En vano el inerme realizador le explicaba que una escena era la continuación inmediata de otra filmada días antes, que un cambio de ropa era injustificable. “¡Están tratando de ahorrar!”, bramaba la mamma. “¡No permitiré que mi hija aparezca como una pobre diabla!”.
(La carrera de Maria sobrevivió a la caída del régimen fascista. Actuó en España como Miriam Day y en Francia —en un film de 1954, significativamente titulado Bonnes à tuer…— como Miriam Petacci. En Italia reapareció en 1984, en un papel de Claretta, film sobre la pasión y muerte de su hermana).
Fuente: oral, Riccardo Freda, París, 1992.