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Jorge Guinle (1916-2004), vástago de la poderosa familia brasileña que financió la construcción del puerto de Santos y durante nueve décadas guardó su concesión, murió en dorada estrechez.
Una vez recuperado el puerto por el estado de São Paulo en 1972, quedó como principal orgullo de la familia el hotel Copacabana Palace que habían edificado en Río de Janeiro, donde fueron anfitriones de Franklin D. Roosevelt y de Nelson Rockefeller.
Legendario heredero de ese esplendor, el diminuto Jorginho (un metro sesenta) fue un seductor cuya atención se focalizó en las estrellas de Hollywood: entre otras, aceptaron su asedio Hedy Lamarr, Veronica Lake, Rita Hayworth, Lana Turner, Ava Gardner y la incipiente Marilyn Monroe a los veinte años de edad.
En 1962 Jorginho llegó al aeropuerto de Los Ángeles con un conjunto de collar y aros de esmeraldas para la ya entonces consagrada Monroe. Al desembarcar se enteró del aparente suicidio de la estrella. Desconsolado, se refugió en su cuarto de hotel y pasó una noche de duelo y alcohol. A la mañana siguiente consultó su libreta de direcciones y llamó a Jayne Mansfield.
Tras haber dilapidado la fortuna heredada, Jorginho vivió sus últimos años en un cuarto que el Copacabana Palace puso sin cargo a su disposición, así como los servicios de bar y restaurant. Imposibilitado de dar un paso fuera del hotel si no mediaba una invitación, declaró al periodista inglés que lo entrevistaba: “El secreto de ser rico es morir sin un centavo. Yo calculé mal: el dinero se agotó antes que la vida” (“The secret of being rich is to die penniless. I miscalculated —money run out before life”).
Fuente: oral, Antonio Rodrigues, Lisboa, 2009.