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Kiharu Nakamura (1913-2004) se enorgullecía de haber sido la última geisha auténtica del Japón y la primera que aprendió a conversar en inglés con sus clientes.
Aunque al padre médico no le agradó que su hija, a los quince años de edad, anunciara su intención de cultivar ese arte tradicional, un año más tarde aprobó su ingreso en un instituto de alto nivel, cuyas profesoras tenían el rango de Tesoro Nacional Viviente del Imperio. La joven Kiharu se distinguió en el canto, la danza y la conversación. Entre sus clientes, muy dispares, no solo estuvo William Randolph Hearst sino también Jean Cocteau, que la contrató por toda una semana y le dedicó un poema. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió como espía a los servicios secretos japoneses.
Tras la derrota, asqueada por la decadencia del estilo de vida nacional y la cantidad de prostitutas que se arrogaban el nombre de geishas, se retiró y decidió emigrar.
En 1956 se instaló en Nueva York, donde actuó como asesora en tradiciones japonesas (entre otras ocasiones, para varias producciones de Madame Butterfly) y se hizo famosa por sus kimonos. Estuvo casada dos veces y escribió seis libros, de los cuales dos fueron best-sellers en Japón: sus memorias y un Léxico de frases japonesas ingeniosas caídas en desuso.
Le gustaba contar que, cuando era aún adolescente, su primer cliente quedó tan encantado con su compañía que omitió todo contacto físico y le regaló, a pedido suyo, una máquina de escribir.
Fuente: oral, Anne Isabelle Herbout-Queneau, París, 2004.