Luna sangrienta
«La locura, la licantropía y los monstruos, seres no humanos que nacían en el útero, eran todos atribuidos a la luna. Hécate, diosa de las brujas, había sido originalmente una diosa de la luna con tres cabezas, y era acompañada por una jauría de perros infernales…» Y aún hoy la luna puede engendrar monstruos blancos, como babosas, capaces de hacer cundir el pánico en una comunidad entera. Luna sangrienta (The Hungry Moon), una historia lunar de terror si las ha habido, es una novela reciente del «equivalente británico de Stephen King», John Ramsey Campbell (nacido en 1946). La primera novela del autor, La muñeca que se comió a su madre (1976), era un espeluznante relato de horror psicológico, y desde entonces Campbell ha publicado una serie de excelentes novelas de terror. En verdad, estaba lejos de ser un escritor novel a mediados de los años setenta, pues publicó su primer libro (una colección de cuentos al estilo de Lovecraft) en 1964, a la edad asombrosamente temprana de dieciocho años. H. P. Lovecraft fue el primer amor de Campbell, y la influencia del escritor norteamericano aún es remotamente discernible en su grotesca historia de una deidad antigua y malevolente que retorna para acosar a un pueblo actual de Derbyshire.
Es una novela extensa, con un vasto (y a veces confuso) reparto de personajes. El principal de ellos es Diana Kramer, una joven maestra norteamericana que va a trabajar a la pequeña ciudad de Moonwell. El lugar deriva su nombre de una misteriosa marmita gigante en un estadio de piedra en los brezales que hay justo encima del pueblo: «Presumiblemente alguien pensó antaño que parecía bastante grande o profunda para que cupiese allí la luna… ni siquiera a mediodía en el verano es posible ver el fondo; muros que parecían suaves y resbaladizos como sebo se sumergían directamente en la oscuridad…». Los niños del lugar van allí una vez al año para adornar la entrada de la caverna con flores, una costumbre aparentemente inocua que se remonta a tiempos paganos. Sin embargo, otro visitante norteamericano, un fanático religioso llamado Godwin Mann, denuncia «esos ritos druidas» furiosamente, y levanta un campamento en el brezal con el intento de suspender la antigua ceremonia. Pronto logra convertir a la mayoría de los poblados a este implacable tipo de cristianismo fundamentalista (Ramsey Campbell pinta muy bien la tiranía de la gente de mente estrecha y a los obsesivos). Unas pocas buenas personas, entre ellas Diana Kramer y su nuevo novio, un periodista de Manchester, son escépticos. Y luego el loco predicador decide demostrar el poder de la protección de Dios, descendiendo a la marmita gigante…
El horror sobrenatural que empieza a desplegarse después de la emergencia de Godwin Mann de la negra caverna es descrito meticulosamente en una larga, lenta y horripilante elaboración que llena las últimas dos terceras partes de la novela. Algunos de los horribles sucesos podrían parecer absurdos si se los describe fuera de contexto, pero pueden espantar al lector que se somete voluntariamente a la lógica de pesadilla y al afilado estilo de prosa de Campbell. Nunca he leído un relato en el que la simple oscuridad, ese antiguo espantajo, tenga un papel tan importante y eficaz. La entidad lunar que surge del pozo de los brezales quita a Moonwell su luz solar y su energía eléctrica, impide que escape nadie de los alrededores de la ciudad, y es una amenaza para una base cercana de misiles nucleares. Mucho después de haber olvidado los personajes y los detalles de la trama de la novela, recordaré las escenas en que gente aterrorizada anda dando traspiés por un mundo casi totalmente privado de luz. El libro bien podría haberse titulado «Oscuridad a mediodía».