El tapiz del vampiro
Peter S. Beagle describe este inteligente libro como la mejor novela de vampiros que ha leído, y yo estaría de acuerdo con este juicio. Consiste en cinco relatos vinculados entre sí sobre un vampiro actual que se llama doctor Edward L. Weyland, médico. Bebe sangre y es enormemente longevo, pero en todo otro aspecto parece un miembro normal y doliente del género humano. Depredador que raramente mata, es también un consumado intelectual, un antropólogo que escribe libros y da fascinantes conferencias. Por lo general, lo vemos a través de los ojos de otros, y el mérito peculiar de Suzy McKee Chamas es haber escrito una «novela de vampiros» que se ocupa más de la variedad de las respuestas humanas al monstruo que del monstruo mismo. Compuesta en un estilo sobrio pero vívido (con toques de humor), es un libro mucho más complejo que otras narraciones recientes sobre vampiros (como El misterio de Salem's Lot de Stephen King o Confesiones de un vampiro de Anne Rice), y sin embargo es también una fascinante lectura. Merece que se lo conozca mejor.
En un momento dado el doctor Weyland es capturado por unos insignificantes matones que pretenden explotarlo como una extraña atracción en un espectáculo ilícito. Pero tienen que alimentar a su cautivo, y entre los «voluntarios» que dan su sangre hay una joven llamada Bobbie:
— Oh -dice ella. Y luego, mirando todavía con fijeza-: Oh, caray. Oh, Wesley, está bebiendo mi sangre.
Ella alarga la mano, como para alejar la cabeza del vampiro, pero en cambio empieza a acariciarle el cabello, y murmura: -Esta mañana leí mi tarot y pude ver nuevas cosas fantásticas, y yo debía estar detrás de ellas y sentirme realmente segura, ¿sabes? -Hasta el final estuvo sentada absorta y murmurando «Oh, caray», a intervalos soñadores.
Cuando el vampiro levantó un rostro anegado y pacífico, ella le dijo seriamente: -Yo soy Escorpión. ¿Cuál es tu signo?
Aunque está más interesado en la supervivencia que en el sexo, Weyland ejerce este género de efecto sobre muchas de las mujeres que conoce. El episodio principal de la novela concierne su relación con una psicoterapeuta que llega gradualmente a enamorarse de él. Al principio, está convencida de que él padece de alucinaciones psicóticas y se propone «curarlo». Pero con el tiempo comprende que es un verdadero vampiro, el último miembro de una raza extraña, un solitario arquetípico, ocupado siempre en eludir a los «campesinos con antorchas» que amenazan su existencia. Weyland no pide nada de los seres humanos, aparte de su sangre, pero su respeto por esa mujer poco común aumenta y llega a poder corresponder al amor de ella. El encuentro es breve, pues para funcionar en este mundo él tiene que dejarla y asumir una nueva identidad.
Weyland conoce a toda clase de gente, desde la dama psicoterapeuta, pasando por la necia Bobbie y un inseguro muchacho de catorce años, hasta varios universitarios poco capaces y un autotitulado «satanista», un villano vano y bombástico que actúa como un cínico Van Helsing para el Drácula extrañamente noble que es Weyland. Establecida la premisa de un protagonista inmortal que bebe sangre, la historia se desarrolla en términos totalmente realistas. Aquí no hay murciélagos, ajo o estacas de madera. En cambio, hay una increíble gama de debilidades humanas hábilmente descritas. Suzy McKee Chamas (nacida en 1939) ha insuflado nueva vida a la leyenda del vampiro, rescatando a su héroe de los estereotipos de las películas de horror y dándole un nuevo rango como forastero oscuramente romántico.