Ciudades de la Noche Roja
Esta novela fue recibida como el libro más importante de Burroughs desde El almuerzo desnudo (1959). Fue descrita como una suerte de obra maestra por críticos tan diversos como Peter Ackroyd, Christopher Isherwood y Ken Kesey. Esto quizá se debió a que la narración era más directa y «lineal», menos fragmentaria que en obras anteriores como Expreso Nova (1964) y The Wild Boys (1971). Sin embargo, es con todo una novela de partes dispares: hilos narrativos entrelazados, cada uno de los cuales adquiere primacía y luego desaparece, sin un comienzo, una parte media y un final claros. Pero uno no espera lo convencional de Burroughs (nacido en 1914): es uno de esos que «transmiten sus informes a medianoche desde las oscuras carreteras de nuestras espinas dorsales» (en memorables palabras de J. G. Ballard). En algunos aspectos es el mejor escritor de literatura fantástica de la segunda mitad del siglo xx, el cartógrafo de nuestras más horribles pesadillas.
Las ciudades del título son llamadas Tamaghis, Ba'dan, Yass-Waddah, Waghdas, Naufana y Ghadis. Antaño centros de civilización y del saber, se supone que existieron hace cientos de milenios en la región que es ahora el desierto de Gobi. Una catástrofe cósmica vuelve rojo el cielo y causa mutaciones genéticas. Hasta ahora toda la gente ha sido negra, pero las pieles rojas, amarillas y blancas empiezan a aparecer por primera vez y estallan guerras civiles: «Las mujeres, conducidas por una mutante albina llamada la Tigresa Blanca, se apoderaron de Yass-Waddah, reduciendo a la esclavitud a los habitantes varones… El Consejo de Waghdas respondió desarrollando un método para criar bebés en úteros extirpados… Aparecieron muchos extraños mutantes cuando una serie de plagas devastaron las ciudades… Finalmente, las ciudades fueron abandonadas y los sobrevivientes huyeron en todas direcciones llevándose las pestes con ellos». Pero estas ciudades no existen sólo en la fantasía histórica: son lugares simbólicos que se visitan en sueños, y posiblemente aún existan, sólo que ahora tienen nombres como Nueva York, Londres, Moscú, Tokio, París, Shanghai, etc.
Los vívidos fragmentos narrativos saltan del pasado al presente y el futuro: «Ba'dan es el puerto más antiguo del planeta Tierra, y como muchas ciudades portuarias, ha acumulado a lo largo de siglos los peores rasgos de muchos tiempos y lugares. Pillos e inadaptados de todos los rincones de la Galaxia han desertado aquí o han emigrado para dedicarse a ocupaciones perniciosas y parasitarias». Mezclada con la parábola de las ciudades, hay una historia del siglo xvIII: muchachos piratas que combaten a los españoles y tratan de encontrar una utopía sin mujeres; un relato actual sobre un detective, Clem Snide, que investiga crímenes y es llevado a la contemplación de viejos misterios; un cuento de los años veinte sobre los viajes de Farnsworth, un inmutable funcionario de sanidad del distrito y un no disimulado adicto a las drogas; y más cosas, en vena paródica, amenazante o elegíaca.
Reaparecen rasgos de anteriores libros de Burroughs, como las obsesiones habituales con las drogas, la muerte en la horca y la homosexualidad. Las imágenes son obsesionantes -«el olor de las salinas, trozos de hielo al alba, pasadizos, torres y casas de madera sobre el agua donde acechan cocodrilos de piel blanca…»- y loca y groseramente divertidas: «Los asesinos más sutiles son los Matadores del Sueño o los Muchachos Bangutot. Tienen la habilidad de invadir el sueño REM, se forman de la erección de la víctima y crecen de su energía sexual hasta que son bastante sólidos para estrangularlo». Finalmente, después de terminar todo el jolgorio, el autor parece hablar con su propia voz: «He abierto un agujero en el tiempo con un petardo. Que otros lo atraviesen… Una pesadilla de presagio y desolación se apodera de mí cuando una gran nube con forma de hongo oscurece la Tierra. Unos pocos pueden atravesar la puerta a tiempo».