El león, la bruja y el armario
Según el excelente libro de Humphrey Carpenter The Inklings, el profesor J. R. R. Tolkien terminó su gran novela fantástica El Señor de los Anillos [16] en 1949. Sin embargo, el primero de sus tres volúmenes no apareció hasta 1954. Durante los cinco años en que esta obra maestra anduvo su lento camino desde la minuciosa revisión del manuscrito hasta la meta de la página impresa, el buen amigo y compañero de «atisbos» (inkling) de Tolkien, Clive Staples Lewis (1898-1963), lanzó no una sino siete exitosas novelas fantásticas para niños. Se las llama colectivamente «Las crónicas de Narnia», pues Narnia es el nombre de la tierra mágica descubierta por los jóvenes protagonistas de Lewis, una «subcreación» análoga a la Tierra Media de Tolkien. Carpenter nos dice que a Tolkien no le satisfacía, y le disgustaba intensamente el primero de esos libros, El león, la bruja y el armario (The Lion, the Witch and the Wardrobe): «La historia tomaba tan indiscriminadamente elementos de otras mitologías y relatos (faunos, ninfas, Papá Noel, animales que hablan, es decir, todo lo que parecía útil para la trama) que Tolkien consideraba la suspensión de la incredulidad, la entrada en un mundo secundario, sencillamente imposible. No servía, y sin más le volvió la espalda». No obstante, las historias apresuradamente escritas de Lewis han encantado a varias generaciones de niños y con frecuencia son releídas por los adultos. Se siguen vendiendo en abundancia, y el primer volumen ha sido adaptado como película de dibujos animados y como obra de teatro popular. Las otras novelas de la serie son El Príncipe Caspian (1951) , The Voyage of the «Dawn Treader» (1952), El caballo y su jinete (1953) , The Silver Chair (1954) , El sobrino del mago (1955) y The Last Battle (1956), todas ellas terminadas en marzo de 1953.
Los niños -Lucy, Susan, Peter y Edmund- entran en el mundo de Narnia por un viejo guardarropa en desuso en la casa de campo donde se han alojado durante la segunda guerra mundial. Encuentran un paisaje boscoso cubierto de nieve y poblado por faunos, enanos y diversos animales parlantes. En ese momento Narnia está gobernada por una malvada Bruja Blanca que ha echado un encantamiento sobre el país para que sea «siempre invierno, pero nunca se llegue a la Navidad». Edmund, un chico de voluntad débil, es ganado para la causa de la Bruja mediante un tipo de caramelo oriental inefablemente delicioso, pero los otros niños toman partido por la gente sencilla y sufriente de su país recientemente encontrado. Más tarde tropiezan con el defensor del bien de Narnia, el gran león de melena color ámbar llamado Aslan. El león resulta ser un dios agonizante o la figura de Cristo, que se sacrifica para derrotar a la Bruja y restaurar el orden natural de las estaciones en Narnia. Aslan renace, el voluble Edmund es redimido y todo termina felizmente. Los cuatro niños vuelven a su mundo, con la promesa de llevar a cabo muchas aventuras en el futuro.
La novela es en parte una alegoría cristiana, aunque Lewis no pone de relieve su mensaje con demasiada fuerza (muchos lectores han testimoniado luego que primero leyeron la historia y su continuación disfrutando simplemente de la fantasía expuesta, sin percatarse de ningún contenido «oculto»). El lenguaje es sencillo, y mucho de la invención, caprichoso. Ciertamente, es un libro para niños, en la agradable tradición de Kenneth Grahame y A. A. Milne, pero la muerte y la resurrección de Aslan son genuinamente conmovedoras, y la atmósfera, sobrenatural -como lo expresan, por ejemplo, los títulos de los capítulos: «Magia profunda desde el alba del tiempo» y «Magia más profunda desde antes del alba del tiempo»-, suficiente para hacer correr agradables escalofríos por la espalda de cualquier lector juvenil.