Hotel de Dream
Sueños dentro de sueños dentro de sueños. En un sórdido hotelucho inglés, los huéspedes yacen en sus habitaciones separadas, soñando sus demasiado limitados sueños de libertad y gratificación. El anciano señor Poynter sueña con una ciudad perfecta, donde es despertado cada mañana por una «mezcla de discursos de Churchill, Vera Lynn y trozos de ITMA». Es una ciudad gobernada con precisión militar y él es el dictador de todo lo que inspecciona: «Atraviesa el palacio, rechazando el ADC con su lista habitual de pedidos y sonriendo con benevolencia a los aduladores genuflexos ordenados contra las paredes». En otra habitación, la señorita Briggs sueña con fiestas en los jardines reales, donde la reina de Inglaterra la presenta a actores y científicos famosos: «Los personajes famosos se inclinaban y hacían reverencias y la sonrisa de la señorita Briggs pasaba inmutable de uno a otro». En la tercera habitación, una extraña joven maestra llamada Jeanette Scranton sueña con gigantescas amazonas, baños de mar desnuda y rituales eróticos. Y en otra habitación, una dama novelista mantiene una conversación con sus personajes imaginarios.
No es de extrañarse que todas estas personas deseen escapar a mundos ideales. El Westringham Hotel es una pensión de Londres de aspecto lastimoso y cursi, que es casi monstruosa en su emblemática fealdad. Es administrada por la arrogante señora Routledge, quien está preocupada por «la peculiaridad de los residentes, que parecían totalmente comunes al ser admitidos pero pronto empezaban a dormir obsesivamente, como si la atmósfera predestinada de la zona hubiese convertido el modesto hotel en un moderno templo de Esculapio». Y es mantenido por un sucio y viejo sirviente llamado Cridge:
La señora Routledge observó las oscuras escaleras que llevaban del comedor del Westringham Hotel al negro sótano donde vivía su sirviente. Estaba acostumbrada al olor, que era como agua estancada en el fondo de un cántaro esmaltado junto con un horrible olor dulzón, efecto del tabaco de Cridge sobre el viciado aire húmedo, pero esa mañana era particularmente nauseabundo. Cridge tenía el hábito de defecar en un conjunto elegido de potes y jarrones antiguos almacenados allí y olvidados por un ex residente, y los jueves subía, atravesaba el comedor con ellos y los vaciaba en las capas de los caballeros, detrás del escritorio de la recepción en el hall de entrada.
Pero aun el repugnante Cridge, símbolo de los órdenes inferiores en este infierno de la clase media, pronto es conquistado por las fantasías del soñador y los sueños empiezan a cruzarse, a fundirse y a infectar la «realidad». Una pelirroja señorita Scranton, aturdida por sus propias ensoñaciones eróticas, se extravía de su orgiástica fiesta en la playa para adentrarse en la pulcra utopía militarista del señor Poynter. Los personajes de la dama novelista se rebelan contra la vida demasiado previsible que ella les ha dado, y apelan a Cridge en un intento de asesinarla. Gradualmente, los sueños de los ocupantes del hotel se filtran al mundo en toda su extensión.
Empezaron a deslizarse entre las puertas y por las calles y el campo los filamentos invisibles de esos sueños, que descendieron en fantasmales rizos sobre los inocentes, los confiados y los corruptos por igual. Los agentes de bolsa y los abogados deambulaban la mitad del día en la ciudad del señor Poynter, con los ojos vidriosos y la expresión abstraída cuando pasaban bajo los pórticos griegos. Las amas de casa y las mujeres que ocupaban los escritorios de las oficinas vieron repentinamente extensas playas y un llano mar cálido, y sintieron arena incrustada en sus muñecas y las piernas pesadas. Los derechos de autor brotaban de los periódicos y las revistas, envolviendo, protegiendo y llevando a su presa a un mundo inmutable y benevolente.
Emma Tennant (nacida en 1938) ha creado una entretenida fábula que es al mismo tiempo una sátira sobre el teatro inglés en decadencia y una alegoría del modo como todos tratamos de reclutarnos unos a otros para nuestros sueños de un mundo mejor. El resultado es penetrante, divertido y un poco malicioso.