The Well of the Unicorn
Dos de los primeros maestros del siglo xx de la literatura fantástica fueron el irlandés Lord Dunsany, autor de La hija del rey del país de los elfos (1924) y muchos otros cuentos, y el escritor de Yorkshire E. R. Eddison, más recordado por su novela épica The Worm Ouroboros (1922). Las obras de Dunsany y Eddison caen fuera del alcance de este libro, pero merece la pena señalar aquí que su influencia vive en mucha de la literatura fantástica posterior a la segunda guerra mundial, incluyendo esta sorprendente novela del escritor norteamericano Fletcher Pratt (1897-1956). En verdad, The Well of the Unicorn [La fuente del unicornio] es en cierto modo una continuación de la obra de teatro en dos actos de Dunsany King Argimenes and the Unknown Warrior (escrita en 1910). Pratt rinde tributo a «cierto cronista irlandés», añadiendo que «los sucesos que él cita ocurrieron varias generaciones antes de todo lo que aquí se dice».
Este mundo común de Dunsany y Pratt es un ámbito seudo medieval imaginario poblado de nombres evocativos: Dalarna, Acquileme, Salmonessa, Carrhoene, Vastmanstad, Uravedu y las islas Spice. El joven héroe de Pratt se llama Airar Alvarson, y sus aventuras empiezan cuando los crueles señores de Vulking le roban su herencia. Expulsado de la casa de sus antepasados y obligado a sobrevivir de su ingenio, Airar pronto encuentra un hechicero llamado Meliboë, que le da un anillo mágico… Ésta es la esencia misma de los cuentos de hadas, aunque relatado en una prosa secamente divertida y peculiarmente complicada, como en el pasaje en el que Airar, ya un hechicero novato, recibe el pedido de arrojar un hechizo protector sobre un viejo barco que pertenece a sus aliados, los pescadores libres:
… Airar toma en el acto sus reglas y las lleva al acueducto para hacer lo que se pueda hacer. Los saca de apuros con alguna dificultad (pues eran curiosos y alegaron que el doctor Meliboë nunca las había usado así), y puso su pentáculo sobre la piedra redonda donde había estado el fuego la noche anterior. Tan pronto como fueron repetidas las primeras palabras poderosas, Airar pudo sentir cómo todo el barco apestaba a vieja magia, más intensamente y peor de lo que había conocido antes. Le laceró la garganta y las entrañas como si se hubiese tragado una cría de dragón recién nacida.
Entonces elevó el hechizo a la segunda etapa y ellos acudieron todos a su alrededor, gimiendo horriblemente justo detrás de la figura protectora, expresando en el rostro los mayores males, que despedían un aroma de cera blanda de una forma a otra y siempre algún rasgo desagradablemente destacado o mal colocado, prometedor o amenazante, para hacer que cesaran sus sortilegios. Cogió firmemente el pentáculo, pero le hizo volverse para que oyese aquellas voces con su nota aguda como un cuchillo sobre el mármol y que la mente apenas podía soportar, y cuando llegó al hechizo sobrathim casi no pudo evitar el grito de angustia que les daría a ellos el poder y a él la muerte. De algún modo lo consiguió; pudo sentir la protección de una pesada cortina gris opaca, visible casi físicamente, alrededor de él y del barco, mientras las fuerzas desplazadas, vencidas, murmuraban coléricamente fuera, en la penumbra de más allá.
Airar es capturado en una rebelión contra los Vulkings; viaja, combate, se enamora de la aparentemente inalcanzable princesa Argyra y aprende mucho sobre el mundo. Entremezclado con todo esto hay relatos sobre la fabulosa fuente del unicornio, el eternamente fugaz espejismo de la paz. The Well of the Unicorn es una novela larga y compleja, de tono predominantemente realista a pesar de su encuadre fantástico, pero (en las palabras del ex colaborador de Pratt, L. Sprague de Camp) es también «una encantadora historia de amor y un agudo y sutil comentario sobre problemas políticos, morales y filosóficos».