La colina de Watership
Después de El Señor de los Anillos, ésta es, probablemente, la novela de literatura fantástica de mayor éxito de los últimos tiempos, y ciertamente la de mayor éxito de un escritor británico. Como el libro de Tolkien, fue un «éxito inesperado», la obra excéntrica de un autor desconocido que superó cualquier posible expectativa. Se vendió en cantidades enormes, y pese al conservadurismo implícito del libro parece haber atraído a los adultos más jóvenes, la generación hippy ecológicamente consciente de fines de los años sesenta y comienzos de los setenta (el mismo tipo de gente que había convertido a Tolkien en un best-seller tardío pocos años antes). Richard Adams (nacido en 1920) era funcionario de profesión y en su fuero interno siempre ha sido un hombre de campo. Su libro trata de conejos que hablan y encaja firmemente en la tradición de «clásicos de animales» como El viento en los sauces (1908) de Kenneth Grahame.
Es una novela extensa, llena de encantadores detalles y narrada en un estilo épico. Los personajes principales son un valiente joven conejo llamado Hazel y su clarividente hermano Fiver. Viven en una conejera atestada, dirigida de modo dictatorial por el Conejo Jefe y su Owsla -un «grupo de conejos fuertes o listos, de segundo año o mayores, que rodean al Co-nejo Jefe y su coneja, y que ejercen la autoridad» (el libro está lleno de tales términos inventados)-. El nervioso y pequeño Fiver tiene una espantosa premonición de que un destino funesto está por abatirse sobre la conejera, y al principio sólo su hermano Hazel está dispuesto a creerle. Tratan de persuadir al Conejo Jefe de la necesidad de entrar en acción, pero él los despide con brusquedad. Al pie de la colina que alberga la conejera se ha colocado un tablón de anuncios de cuyo contenido se informa al lector: «Esta finca idealmente situada será urbanizada con residencias modernas de clase alta», que confirma la clarividencia de Fiver.
Hazel decide conducir a Fiver y un grupo de jóvenes conejos descontentos a un lugar alejado de la conejera. Estos compañeros tienen nombres como Bigwig [Pez Gordo], Dandelion [Diente de León] y Pipkin [Olla de Barro]. Con dificultad, eluden la patrulla Owsla y escapan de noche. Se han lanzado a un largo viaje (en realidad, unos pocos kilómetros a través del campo de Berkshire) que está lleno de terribles peligros. «Las plantas mismas eran desconocidas para ellos: escrofulariáceas rosadas con sus ramos de flores ganchudas, asfódelos de los pantanos y las floraciones de esbeltos tallos de los rocíos de sol elevándose por encima de las bocas vellosas que atrapan moscas y que se cierran por la noche. En esta espesa jungla todo era silencio.» En el camino se animan contándose historias de El-ahrairah, el mítico héroe conejo. Encuentran seres humanos, animales depredadores, corrientes que fluyen rápidamente y muchos otros peligros, incluso otras colonias de conejos. Pero más adelante, gracias al sabio liderazgo de Hazel, llegan al refugio pastoril de la colina de Watership, donde con el tiempo -después de ganar una gran batalla contra los secuaces del general Woundwort (una especie de Hitler conejo)- hallarán una nueva conejera.
Es fácil burlarse de La colina de Watership (Watership Down) por ser una novela para niños muy inflada. Fue el libro de Adams el que inspiró la encantadora ocurrencia de Michael Moorcock: «Si de la mayor parte de la ciencia ficción americana podría decirse que fue escrita por robots, acerca de robots y para robots, entonces la mayor parte de la literatura fantástica inglesa parece escrita por conejos, sobre conejos y para conejos» (repetido en su obra Wizardry and Wild Romance, 1987). Sin embargo, es una novela que ha gustado a millones de lectores, y no es difícil ver por qué. Es un relato de búsqueda muy bien logrado (y una historia de guerra), combinado con un conmovedor opúsculo en defensa de la conservación de la naturaleza.