25 de septiembre,
tarde
Prisión IV de la ciudad, Roma
Tachemos a Faón de la lista. Es posible que, a pesar de su crimen, nunca estuviera implicado en el golpe. Es posible, pero no lo creo. Lo más probable es que ocurriera lo que cree el propietario del chico: había que saldar viejas cuentas y la vida de Faón era el único pago que podía hacerlo. De cualquier modo, ahora ya no está, así que lo tachamos de la lista.
Culpables
Terencio (centurión)
Venus (soldado)
Juno (soldado)
Nimfidio (prefecto pretoriano)
Posibles culpables
Epafrodito (secretario)
Faón (ayudante)
Espículo (guardaespaldas)
Tigelino (prefecto pretoriano)
Galba (falso emperador)
Otón (codicia el trono)
El Sacerdote Negro (¿?)
Por desgracia, no puedo evitar que aquellos que estaban cerca de mí ahora se encuentren en peligro. Pero ¿dónde estaban cuando le sacaron los ojos al emperador? Dormidos en sus camas, gordos y enriquecidos con los despojos del Imperio… Ahí es donde estaban. Faón selló su propio destino. Recibió sobornos, extorsionó, malversó. Yo hacía la vista gorda porque él hacía todo lo que yo le pedía. Y era muy competente. Si hay hombres que han buscado venganza ahora que ya no estoy, no es culpa mía.
Esos brotes asesinos al azar tienen muy asustado a Marco. Faón no es el único hombre asesinado desde mi caída, ni será el último. Mientras el Jorobado sigue ausente de la ciudad, y con Nimfidio persiguiendo sus propios objetivos ambiciosos, el caos reemplazará al gobierno de la ley. Será lo mismo que cuando se saquea una ciudad: nadie vigila, así que puedes hacer lo que quieras. Pero no puedo decirle nada al chico, aparte de que mantenga la cabeza baja y lo evite en lo posible.
La última noticia es que el Jorobado ahora está en la Galia, matando a quien le da la gana y consolidando su posición. Mientras tanto, mi dolor mengua y mi fuerza crece. Espero estar dispuesto cuando Galba llegue a Roma.