Will intentaba no escuchar. Era la sombra del rey, y las sombras eran sordas y mudas. Pero Hentzau hablaba tan alto que resultaba difícil ignorarlo.

—Sin el hada no os puedo proteger. ¡Las tropas auxiliares que he pedido no podrán llegar antes de esta noche y la emperatriz lo sabe!

Kami’en se abotonó la chaqueta: ningún frac para el novio, simplemente el uniforme gris oscuro. Su segunda piel. Los había derrotado con él y desposaría a una de ellos con él. El primer goyl que tomaba una mujer humana por esposa.

—Majestad, ¡no es típico de ella desaparecer sin decir palabra!

En la voz de Hentzau se advertía algo que Will no había escuchado nunca en ella. Miedo.

—Al contrario. Es muy típico de ella —el rey dejó que Will le alcanzara el sable—. Odia nuestra costumbre de tomar varias esposas, aunque le he explicado muchas veces que ella tiene derecho también a tener tantos hombres como desee.

Se ciñó el sable al cinturón con adornos de plata y se acercó al espejo que pendía junto a la ventana. El reluciente cristal le recordó algo a Will. ¿Pero qué?

—Probablemente lo haya planeado así desde un principio y por eso te ordenó buscar el goyl de jade para mí. Y si está en lo cierto… —dijo el rey mirando a Will—, todo lo que necesito para estar seguro es tenerlo a mi lado.

«No te apartes de su lado». El hada lo había repetido tantas veces que Will oía las palabras en sus sueños. «¡Incluso si te despide, no le obedezcas!».

Era tan hermosa…, pero Hentzau la detestaba. A pesar de ello había entrenado a Will según sus órdenes, a veces tan duramente que parecía querer matarlo. Por suerte, la piel de goyl sanaba deprisa y el miedo solo lo había convertido en un luchador mejor. El día anterior había golpeado el sable de Hentzau arrancándoselo de la mano.

—¿Qué te he dicho? —le había susurrado el hada—. Has nacido para ser un ángel de la guarda. Quizá un día te haga crecer alas.

—Pero ¿qué era anteriormente? —había preguntado Will.

—¿Desde cuándo la mariposa pregunta por la oruga? —le había respondido—. Se olvida de ella. Y ama lo que es.

Y eso hizo. Will amaba la resistencia de su piel y la fuerza de sus infatigables miembros, que hacían que todos los goyl sobresalieran entre los piel blanda…, aunque sabía que había sido creado con su carne. Seguía reprochándose haber dejado escapar a uno que se había ocultado, como una rata, tras las paredes del rey. Will no podía olvidar su cara: los ojos grises sin el brillo del oro, el oscuro cabello tan fino como una tela de araña, la piel blanda que delataba toda su debilidad… Se acarició la mano de jade pulido y se estremeció.

—La verdad es que no deseas esta paz —el rey sonaba irritado y Hentzau bajó la cabeza como un viejo lobo frente al jefe de la manada—. Preferirías matarlos a todos. A cada uno de ellos. Hombres, mujeres y niños.

—Exacto —respondió Hentzau con voz ronca—. Mientras uno de ellos siga con vida, harán lo mismo con nosotros. Aplazad la boda un día. Hasta que lleguen refuerzos.

Kami’en se cubrió las garras con unos guantes. Habían sido hechos con la piel de serpientes que vivían tan profundamente bajo tierra que incluso a los propios goyl se les derretía la suya cuando iban a cazarlas. El hada le había hablado a Will de las serpientes. Le había descrito muchas cosas: la avenida de los Muertos, las cascadas de piedra arenisca, los lagos subterráneos y los prados de amatista. No podía esperar a ver todas aquellas maravillas con sus propios ojos.

El rey cogió su yelmo y acarició las púas de lagarto que lo adornaban. Los humanos, penachos; los goyl, púas de lagarto.

—Sabes perfectamente lo que dirían: el goyl nos teme porque no puede ocultarse tras las faldas de su amada. Y: siempre hemos sabido que solo ha vencido esta guerra por ella.

Hentzau guardó silencio.

—¿Lo ves? Sabes que tengo razón.

El rey le volvió la espalda, y Will bajó bruscamente la cabeza cuando se acercó a él.

—Yo estaba con ella cuando soñó contigo —dijo—. Vi tu rostro en sus ojos. ¿Cómo es posible soñar con algo que aún no ha sucedido y ver a un hombre al que uno nunca ha visto antes? ¿O acaso es su sueño el que te ha traído? ¿Ha sembrado toda esa carne de piedra únicamente para recolectarte?

Will cerró los dedos alrededor del puño del sable.

—Creo que algo en nosotros conoce las respuestas, Majestad —respondió—, pero no pueden expresarse con palabras. No os decepcionaré. Eso es todo lo que sé. Os lo prometo.

El rey se volvió hacia Hentzau.

—¿Has oído eso? Mi sombra de jade no es muda después de todo. ¿Le has enseñado a hablar, además de a luchar? —preguntó sonriendo a Will—. ¿Qué te ha dicho el hada, que no te apartes de mi lado incluso cuando le dé el sí?

Will sintió la mirada lechosa de Hentzau como una escarcha sobre la piel.

—¿Ha dicho eso? —repitió el rey.

Will asintió con la cabeza.

—Entonces que así sea —dijo Kami’en volviéndose hacia Hentzau—. Engancha los caballos. El rey de los goyl va a tomar una esposa humana.

Carne de piedra
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