24

 

 

 

Lis cogió del altillo del armario uno de los ejemplares de su libro que la editorial le había enviado. Lo dejó sobre la mesita del salón y se fue a la cocina en busca de un café bien cargado. Mientras lo saboreaba acompañado de un cigarrillo, se sentó en el sofá y miró el libro preocupada. No podía demorarlo más. Estaba en todas las librerías, en todos los escaparates, y con el lector empedernido que era Juan, sólo era cuestión de tiempo que cayese en sus manos. Buscó en su mente las palabras exactas que pudiesen hacerle comprender lo que allí había relatado, el lugar en el que había vivido, el infierno que había pasado. Pero por más que lo pensó y lo pensó, no consiguió dar con ellas, hasta que se dio cuenta de que la solución la tenía delante. En el libro estaba todo, sus palabras hablarían por ella. Cogió un papel y un bolígrafo y le escribió una nota.

 

Cariño, he intentado encontrar el momento de contarte algunas cosas de mi vida que debes saber, pero por más que lo busco y lo busco, nunca lo encuentro. Así que he pensado que qué mejor que te lo cuente mi libro. En él está todo mi mundo, en él está todo mi infierno.

 

Media hora antes de que Juan llegase a casa, Lis salió en dirección al parque de Puentepedriña. Conociéndole como le conocía, sabía que una vez empezase ya no podría dejar de leerlo, así que le dio tiempo. Y Juan hizo lo que Lis esperaba que hiciese. Tan pronto como vio el libro y su nota, se preparó un café y lo abrió.

Lis se perdió en el parque durante horas. Regresó a casa bien entrada la noche, con el cuerpo aterido de frío y el alma en vilo, preguntándose si Juan sería lo suficientemente fuerte como para encajar todo aquello, o si, por el contrario, habría salido corriendo en busca de una mujer sin un pasado tan oscuro, en busca de alguna Carla que iluminase su vida con el resplandor de su melena y un pasado de cuento de hadas, lleno de estrellas.

Pero allí estaba él. Con la respiración acelerada y los ojos brillantes, con las manos llenas de caricias, que regalarle, con el cuerpo ardiendo, dispuesto a entregarse. Su boca no habló, todo se lo dijo su cuerpo. En cuanto cruzó la puerta, la cogió entre sus brazos, quitándole el frío al momento, diluyendo todas sus dudas y colmándola de besos. La tomó con toda el ansia, con todo el deseo, la recorrió en lentas caricias que sabían a cielo. La noche que le entregó fue un puro desenfreno. Lis perdió la cuenta de los orgasmos que Juan le regaló, porque aquello eran regalos, tenían que serlo.

—Yo... no sabía cómo contártelo, Juan..., no sabía cómo hacerlo...

—Ya lo has hecho, cariño, ya lo has hecho. Lo has escrito..., lo has contado..., lo has puesto al descubierto... Eres una mujer muy fuerte, Lis, una mujer fuerte y valiente..., por eso te admiro y te quiero...

Jack
titlepage.xhtml
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_000.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_001.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_002.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_003.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_004.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_005.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_006.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_007.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_008.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_009.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_010.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_011.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_012.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_013.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_014.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_015.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_016.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_017.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_018.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_019.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_020.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_021.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_022.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_023.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_024.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_025.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_026.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_027.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_028.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_029.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_030.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_031.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_032.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_033.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_034.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_035.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_036.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_037.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_038.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_039.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_040.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_041.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_042.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_043.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_044.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_045.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_046.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_047.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_048.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_049.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_050.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_051.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_052.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_053.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_054.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_055.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_056.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_057.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_058.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_059.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_060.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_061.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_062.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_063.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_064.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_065.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_066.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_067.html
CR!FY99K1HHPS65BESEBM4SA819SWTR_split_068.html