Lucas
1
Introducción
1 Muchas personas han intentado escribir un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros.
2 Se valieron de los informes que circulan entre nosotros dados por testigos oculares, los primeros discípulos[a].
3 Después de investigar todo con esmero desde el principio, yo también decidí escribir un relato cuidadoso para ti, muy honorable Teófilo,
4 para que puedas estar seguro de la veracidad de todo lo que te han enseñado.
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista
5 Cuando Herodes era rey en Judea, hubo un sacerdote judío llamado Zacarías. Era miembro del grupo sacerdotal de Abías; y su esposa, Elisabet, también pertenecía a la familia sacerdotal de Aarón.
6 Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios y cuidadosos en obedecer todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor.
7 No tenían hijos porque Elisabet no podía quedar embarazada y los dos eran ya muy ancianos.
8 Cierto día, Zacarías se encontraba sirviendo a Dios en el templo, porque su grupo de sacerdotes estaba de turno esa semana.
9 Como era costumbre entre los sacerdotes, le tocó por sorteo entrar en el santuario del Señor y quemar el incienso.
10 Mientras el incienso se quemaba, una gran multitud estaba afuera orando.
11 Y mientras Zacarías estaba en el santuario, se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso.
12 Cuando Zacarías lo vio, se alarmó y se llenó de temor,
13 pero el ángel le dijo: —¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha oído tu oración. Tu esposa, Elisabet, te dará un hijo, y lo llamarás Juan.
14 Tendrás gran gozo y alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento,
15 porque él será grande a los ojos del Señor. No deberá beber vino ni ninguna bebida alcohólica y será lleno del Espíritu Santo aun antes de nacer[b].
16 Y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor su Dios.
17 Será un hombre con el espíritu y el poder de Elías; preparará a la gente para la venida del Señor. Inclinará el corazón de los padres[c] hacia los hijos[d] y hará que los rebeldes acepten la sabiduría de los justos.
18 Zacarías le dijo al ángel: —¿Cómo puedo estar seguro de que ocurrirá esto? Ya soy muy anciano, y mi esposa también es de edad avanzada.
19 Entonces el ángel dijo: —¡Yo soy Gabriel! Estoy en la presencia misma de Dios. ¡Fue él quien me envió a darte esta buena noticia!
20 Pero ahora, como no creíste lo que te dije, te quedarás mudo, sin poder hablar hasta que nazca el niño. Te aseguro que mis palabras se cumplirán a su debido tiempo.
21 Mientras tanto, la gente esperaba a que Zacarías saliera del santuario y se preguntaba por qué tardaba tanto.
22 Cuando por fin salió, no podía hablarles. Entonces, por las señas que hacía y su silencio, se dieron cuenta de que seguramente había tenido una visión en el santuario.
23 Cuando Zacarías terminó su semana de servicio en el templo, regresó a su casa.
24 Poco tiempo después, su esposa, Elisabet, quedó embarazada y permaneció recluida en su casa durante cinco meses.
25 ¡Qué bondadoso es el Señor! —exclamó ella—. Me ha quitado la vergüenza de no tener hijos.
Anuncio del nacimiento de Jesús
26 Cuando Elisabet estaba en su sexto mes de embarazo, Dios envió al ángel Gabriel a Nazaret, una aldea de Galilea,
27 a una virgen llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David.
28 Gabriel se le apareció y dijo: ¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo[e]!.
29 Confusa y perturbada, María trató de pensar lo que el ángel quería decir.
30 —No tengas miedo, María —le dijo el ángel—, ¡porque has hallado el favor de Dios!
31 Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
32 Él será muy grande y lo llamarán Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David.
33 Y reinará sobre Israel[f] para siempre; ¡su reino no tendrá fin!
34 —¿Pero cómo podrá suceder esto? —le preguntó María al ángel—. Soy virgen.
35 El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios.
36 Además, tu parienta Elisabet, ¡quedó embarazada en su vejez! Antes la gente decía que ella era estéril, pero ha concebido un hijo y ya está en su sexto mes de embarazo.
37 Pues nada es imposible para Dios[g].
38 María respondió: —Soy la sierva del Señor. Que se cumpla todo lo que has dicho acerca de mí. Y el ángel la dejó.
María visita a Elisabet
39 Pocos días después, María fue de prisa a la zona montañosa de Judea, al pueblo
40 donde vivía Zacarías. Entró en la casa y saludó a Elisabet.
41 Al escuchar el saludo de María, el bebé de Elisabet saltó en su vientre y Elisabet se llenó del Espíritu Santo.
42 Elisabet dio un grito de alegría y le exclamó a María: —Dios te ha bendecido más que todas las mujeres, y tu hijo es bendito.
43 ¿Por qué tengo este honor, que la madre de mi Señor venga a visitarme?
44 Cuando escuché tu saludo, el bebé saltó de alegría en mi vientre.
45 Eres bendita porque creíste que el Señor haría lo que te dijo.
El Magníficat: Canción de alabanza de María
46 María respondió: —Oh, cuánto alaba mi alma al Señor.
47 ¡Cuánto mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador!
48 Pues se fijó en su humilde sierva, y de ahora en adelante todas las generaciones me llamarán bendita.
49 Pues el Todopoderoso es santo y ha hecho grandes cosas por mí.
50 Él muestra misericordia de generación en generación a todos los que le temen.
51 ¡Su brazo poderoso ha hecho cosas tremendas! Dispersó a los orgullosos y a los altaneros.
52 A príncipes derrocó de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 Al hambriento llenó de cosas buenas y a los ricos despidió con las manos vacías.
54 Ayudó a su siervo Israel y no se olvidó de ser misericordioso.
55 Pues lo prometió a nuestros antepasados, a Abraham y a sus descendientes para siempre.
56 Y María se quedó con Elisabet unos tres meses y luego regresó a su casa.
Nacimiento de Juan el Bautista
57 Cuando se cumplió el tiempo para que naciera el bebé, Elisabet dio a luz un hijo varón.
58 Todos sus vecinos y parientes se alegraron al enterarse de que Dios había sido tan misericordioso con ella.
59 Cuando el bebé cumplió ocho días, todos se reunieron para la ceremonia de circuncisión. Querían ponerle por nombre Zacarías como su padre,
60 pero Elisabet dijo: —¡No! ¡Su nombre es Juan!
61 —¿Cómo? —exclamaron—. No hay nadie en tu familia con ese nombre.
62 Entonces, le preguntaron por gestos al padre cómo quería que se llamara.
63 Zacarías pidió con señas que le dieran una tablilla para escribir y, para sorpresa de todos, escribió: Su nombre es Juan.
64 Al instante Zacarías pudo hablar de nuevo y comenzó a alabar a Dios.
65 Todo el vecindario se llenó de temor reverente, y la noticia de lo que había sucedido corrió por todas las colinas de Judea.
66 Los que la oían meditaban sobre los acontecimientos y se preguntaban: ¿Qué llegará a ser este niño? Pues la mano del Señor estaba sobre él de una manera especial.
Profecía de Zacarías
67 Entonces su padre, Zacarías, se llenó del Espíritu Santo y dio la siguiente profecía:
68 Alaben al Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo.
69 Nos envió un poderoso Salvador[h] del linaje real de su siervo David,
70 como lo prometió mediante sus santos profetas hace mucho tiempo.
71 Ahora seremos rescatados de nuestros enemigos y de todos los que nos odian.
72 Él ha sido misericordioso con nuestros antepasados al recordar su pacto sagrado,
73 el pacto que prometió mediante un juramento a nuestro antepasado Abraham.
74 Hemos sido rescatados de nuestros enemigos para poder servir a Dios sin temor,
75 en santidad y justicia, mientras vivamos.
76 Y tú, mi pequeño hijo, serás llamado profeta del Altísimo, porque prepararás el camino para el Señor.
77 Dirás a su pueblo cómo encontrar la salvación mediante el perdón de sus pecados.
78 Gracias a la tierna misericordia de Dios, desde el cielo, la luz matinal está a punto de brillar entre nosotros[i],
79 para dar luz a los que están en oscuridad y en sombra de muerte, y para guiarnos al camino de la paz.
80 Juan creció y se fortaleció en espíritu. Y vivió en el desierto hasta que comenzó su ministerio público a Israel.
2
Nacimiento de Jesús
1 En esos días, Augusto, el emperador de Roma, decretó que se hiciera un censo en todo el Imperio romano.
2 (Este fue el primer censo que se hizo cuando Cirenio era gobernador de Siria).
3 Todos regresaron a los pueblos de sus antepasados a fin de inscribirse para el censo.
4 Como José era descendiente del rey David, tuvo que ir a Belén de Judea, el antiguo hogar de David. Viajó hacia allí desde la aldea de Nazaret de Galilea.
5 Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado.
6 Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé.
7 María dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos.
Pastores y ángeles
8 Esa noche había unos pastores en los campos cercanos, que estaban cuidando sus rebaños de ovejas.
9 De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados,
10 pero el ángel los tranquilizó. No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente.
11 ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!
12 Y lo reconocerán por la siguiente señal: encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre.
13 De pronto, se unió a ese ángel una inmensa multitud —los ejércitos celestiales— que alababan a Dios y decían:
14 Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace.
15 Cuando los ángeles regresaron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: ¡Vayamos a Belén! Veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos anunció.
16 Fueron de prisa a la aldea y encontraron a María y a José. Y allí estaba el niño, acostado en el pesebre.
17 Después de verlo, los pastores contaron a todos lo que había sucedido y lo que el ángel les había dicho acerca del niño.
18 Todos los que escucharon el relato de los pastores quedaron asombrados,
19 pero María guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia.
20 Los pastores regresaron a sus rebaños, glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído. Todo sucedió tal como el ángel les había dicho.
Presentación de Jesús en el templo
21 Ocho días después, cuando el bebé fue circuncidado, le pusieron por nombre Jesús, el nombre que había dado el ángel aun antes de que el niño fuera concebido.
22 Luego llegó el tiempo para la ofrenda de purificación, como exigía la ley de Moisés después del nacimiento de un niño; así que sus padres lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor.
23 La ley del Señor dice: Si el primer hijo de una mujer es varón, habrá que dedicarlo al SEÑOR[j].
24 Así que ellos ofrecieron el sacrificio requerido en la ley del Señor, que consistía en un par de tórtolas o dos pichones de paloma[k].
Profecía de Simeón
25 En ese tiempo, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era justo y devoto, y esperaba con anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él
26 y le había revelado que no moriría sin antes ver al Mesías del Señor.
27 Ese día, el Espíritu lo guió al templo. De manera que, cuando María y José llegaron para presentar al bebé Jesús ante el Señor como exigía la ley,
28 Simeón estaba allí. Tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios diciendo:
29 Soberano Señor, permite ahora que tu siervo muera en paz, como prometiste.
30 He visto tu salvación,
31 la que preparaste para toda la gente.
32 Él es una luz para revelar a Dios a las naciones, ¡y es la gloria de tu pueblo Israel!
33 Los padres de Jesús estaban asombrados de lo que se decía de él.
34 Entonces Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre del bebé: Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, pero también será la alegría de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán.
35 Como resultado, saldrán a la luz los pensamientos más profundos de muchos corazones, y una espada atravesará tu propia alma.
Profecía de Ana
36 En el templo también estaba Ana, una profetisa muy anciana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Su esposo había muerto cuando sólo llevaban siete años de casados.
37 Después ella vivió como viuda hasta la edad de ochenta y cuatro años[l]. Nunca salía del templo, sino que permanecía allí de día y de noche adorando a Dios en ayuno y oración.
38 Llegó justo en el momento que Simeón hablaba con María y José, y comenzó a alabar a Dios. Habló del niño a todos los que esperaban que Dios rescatara a Jerusalén.
39 Una vez que los padres de Jesús cumplieron con todas las exigencias de la ley del Señor, regresaron a su casa en Nazaret de Galilea.
40 Allí el niño crecía sano y fuerte. Estaba lleno de sabiduría, y el favor de Dios estaba sobre él.
Jesús habla con los maestros
41 Cada año, los padres de Jesús iban a Jerusalén para el festival de la Pascua.
42 Cuando Jesús tenía doce años, asistieron al festival como siempre.
43 Una vez terminada la celebración, emprendieron el regreso a Nazaret, pero Jesús se quedó en Jerusalén. Al principio, sus padres no se dieron cuenta,
44 porque creyeron que estaba entre los otros viajeros; pero cuando se hizo de noche y no aparecía, comenzaron a buscarlo entre sus parientes y amigos.
45 Como no pudieron encontrarlo, regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.
46 Tres días después, por fin lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros religiosos, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Todos los que lo oían quedaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.
48 Sus padres no sabían qué pensar. —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? —le dijo su madre—. Tu padre y yo hemos estado desesperados buscándote por todas partes.
49 —¿Pero por qué tuvieron que buscarme? —les preguntó—. ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre[m]?
50 Pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.
51 Luego regresó con sus padres a Nazaret, y vivió en obediencia a ellos. Y su madre guardó todas esas cosas en el corazón.
52 Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de toda la gente.
3
Juan el Bautista prepara el camino
1 Era el año quince del reinado de Tiberio, el emperador de Roma. Poncio Pilato era gobernador de Judea; Herodes Antipas gobernaba[n] Galilea; su hermano Felipe gobernaba[o] Iturea y Traconite; y Lisanias gobernaba Abilinia.
2 Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes. En ese tiempo, un mensaje de Dios llegó a Juan, hijo de Zacarías, que vivía en el desierto.
3 Entonces Juan fue de un lugar a otro, por ambos lados del río Jordán, predicando que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada.
4 Isaías había hablado de Juan cuando dijo: Es una voz que clama en el desierto: «¡Preparen el camino para la venida del SEÑOR! ¡Ábranle camino!
5 Los valles serán rellenados, y las montañas y las colinas, allanadas. Las curvas serán enderezadas, y los lugares ásperos, suavizados.
6 Y entonces todas las personas verán la salvación enviada por Dios[p]».
7 Cuando las multitudes acudieron a Juan para que los bautizara, les dijo: —¡Camada de víboras! ¿Quién les advirtió que huyeran de la ira de Dios que se acerca?
8 Demuestren con su forma de vivir que se han arrepentido de sus pecados y han vuelto a Dios. No se digan simplemente el uno al otro: «Estamos a salvo porque somos descendientes de Abraham». Eso no significa nada, porque les digo que Dios puede crear hijos de Abraham de estas mismas piedras.
9 Ahora mismo el hacha del juicio de Dios está lista para cortar las raíces de los árboles. Así es, todo árbol que no produzca buenos frutos será cortado y arrojado al fuego.
10 Las multitudes preguntaron: —¿Qué debemos hacer?
11 Juan contestó: —Si tienes dos camisas, da una a los pobres. Si tienes comida, comparte con los que tienen hambre.
12 Hasta los corruptos recaudadores de impuestos vinieron a bautizarse y preguntaron: —Maestro, ¿qué debemos hacer?
13 Él les contestó: —No recauden más impuestos de lo que el gobierno requiere.
14 —¿Qué debemos hacer nosotros? —preguntaron algunos soldados. Juan les contestó: —No extorsionen ni hagan falsas acusaciones, y estén satisfechos con su salario.
15 Todos esperaban que el Mesías viniera pronto, y tenían muchas ganas de saber si Juan era el Mesías.
16 Juan contestó a sus preguntas diciendo: Yo los bautizo con[q] agua, pero pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de ser su esclavo y desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego[r].
17 Él está listo para separar el trigo de la paja con su rastrillo. Luego limpiará la zona donde se trilla y juntará el trigo en su granero, pero quemará la paja en un fuego interminable.
18 Juan usó muchas advertencias similares al anunciar la Buena Noticia al pueblo.
19 También Juan criticó públicamente a Herodes Antipas, el gobernador de Galilea[s], por haberse casado con Herodías, la esposa de su hermano, y por muchas otras injusticias que había cometido.
20 Así que Herodes metió a Juan en la cárcel, agregando a sus muchos pecados uno más.
Bautismo de Jesús
21 Cierto día, en que las multitudes se bautizaban, Jesús mismo fue bautizado. Mientras él oraba, los cielos se abrieron,
22 y el Espíritu Santo, en forma visible, descendió sobre él como una paloma. Y una voz dijo desde el cielo: Tú eres mi Hijo muy amado y me das un gran gozo[t].
Antepasados de Jesús
23 Jesús tenía unos treinta años cuando comenzó su ministerio público. Jesús era conocido como el hijo de José. José era hijo de Elí.
24 Elí era hijo de Matat. Matat era hijo de Leví. Leví era hijo de Melqui. Melqui era hijo de Jana. Jana era hijo de José.
25 José era hijo de Matatías. Matatías era hijo de Amós. Amós era hijo de Nahum. Nahum era hijo de Esli. Esli era hijo de Nagai.
26 Nagai era hijo de Maat. Maat era hijo de Matatías. Matatías era hijo de Semei. Semei era hijo de Josec. Josec era hijo de Judá.
27 Judá era hijo de Joana. Joana era hijo de Resa. Resa era hijo de Zorobabel. Zorobabel era hijo de Salatiel. Salatiel era hijo de Neri.
28 Neri era hijo de Melqui. Melqui era hijo de Adi. Adi era hijo de Cosam. Cosam era hijo de Elmodam. Elmodam era hijo de Er.
29 Er era hijo de Josué. Josué era hijo de Eliezer. Eliezer era hijo de Jorim. Jorim era hijo de Matat. Matat era hijo de Leví.
30 Leví era hijo de Simeón. Simeón era hijo de Judá. Judá era hijo de José. José era hijo de Jonán. Jonán era hijo de Eliaquim.
31 Eliaquim era hijo de Melea. Melea era hijo de Mainán. Mainán era hijo de Matata. Matata era hijo de Natán. Natán era hijo de David.
32 David era hijo de Isaí. Isaí era hijo de Obed. Obed era hijo de Booz. Booz era hijo de Salmón[u]. Salmón era hijo de Naasón.
33 Naasón era hijo de Aminadab. Aminadab era hijo de Admín. Admín era hijo de Arní[v]. Arní era hijo de Esrom. Esrom era hijo de Fares. Fares era hijo de Judá.
34 Judá era hijo de Jacob. Jacob era hijo de Isaac. Isaac era hijo de Abraham. Abraham era hijo de Taré. Taré era hijo de Nacor.
35 Nacor era hijo de Serug. Serug era hijo de Ragau. Ragau era hijo de Peleg. Peleg era hijo de Heber. Heber era hijo de Sala.
36 Sala era hijo de Cainán. Cainán era hijo de Arfaxad. Arfaxad era hijo de Sem. Sem era hijo de Noé. Noé era hijo de Lamec.
37 Lamec era hijo de Matusalén. Matusalén era hijo de Enoc. Enoc era hijo de Jared. Jared era hijo de Mahalaleel. Mahalaleel era hijo de Cainán.
38 Cainán era hijo de Enós[w]. Enós era hijo de Set. Set era hijo de Adán. Adán era hijo de Dios.
4
Tentación de Jesús
1 Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán. Y el Espíritu lo llevó al desierto[x],
2 donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre.
3 Entonces el diablo le dijo: —Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se transforme en pan.
4 Jesús le dijo: —¡No! Las Escrituras dicen: «La gente no vive sólo de pan[y]».
5 Entonces el diablo lo llevó a una parte alta y desplegó ante él todos los reinos del mundo en un solo instante.
6 —Te daré la gloria de estos reinos y autoridad sobre ellos —le dijo el diablo—, porque son míos para dárselos a quien yo quiera.
7 Te daré todo esto si me adoras.
8 Jesús le respondió: —Las Escrituras dicen: «Adora al SEÑOR tu Dios y sírvele sólo a él[z]».
9 Entonces el diablo lo llevó a Jerusalén, al punto más alto del templo, y dijo: —Si eres el Hijo de Dios, ¡tírate!
10 Pues las Escrituras dicen: «Él ordenará a sus ángeles que te protejan y te guarden.
11 Y te sostendrán con sus manos para que ni siquiera te lastimes el pie con una piedra[aa]».
12 Jesús le respondió: —Las Escrituras también dicen: «No pondrás a prueba al SEÑOR tu Dios[ab]».
13 Cuando el diablo terminó de tentar a Jesús, lo dejó hasta la siguiente oportunidad.
Jesús es rechazado en Nazaret
14 Entonces Jesús regresó a Galilea lleno del poder del Espíritu Santo. Las noticias acerca de él corrieron rápidamente por toda la región.
15 Enseñaba con frecuencia en las sinagogas y todos lo elogiaban.
16 Cuando llegó a Nazaret, la aldea donde creció, fue como de costumbre a la sinagoga el día de descanso y se puso de pie para leer las Escrituras.
17 Le dieron el rollo del profeta Isaías. Jesús lo desenrolló y encontró el lugar donde está escrito lo siguiente:
18 El Espíritu del SEÑOR está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres. Me ha enviado a proclamar que los cautivos serán liberados, que los ciegos verán, que los oprimidos serán puestos en libertad,
19 y que ha llegado el tiempo del favor del SEÑOR[ac].
20 Lo enrolló de nuevo, se lo entregó al ayudante y se sentó. Todas las miradas en la sinagoga se fijaron en él.
21 Después Jesús comenzó a hablarles: La Escritura que acaban de oír, ¡se ha cumplido este mismo día!
22 Todos hablaban bien de él y estaban asombrados de la gracia con la que salían las palabras de su boca. ¿Cómo puede ser? —preguntaban—. ¿No es éste el hijo de José?
23 Entonces Jesús les dijo: Seguramente ustedes me citarán el proverbio que dice: «Médico, cúrate a ti mismo» para decirme: «Haz milagros aquí en tu propio pueblo como los que hiciste en Capernaúm».
24 Pero les digo la verdad, ningún profeta es aceptado en su propio pueblo.
25 Sin duda había muchas viudas necesitadas en Israel en el tiempo de Elías, cuando los cielos se cerraron por tres años y medio y un hambre terrible devastó la tierra.
26 Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas. En cambio, lo enviaron a una extranjera, a una viuda de Sarepta en la tierra de Sidón.
27 También había muchos leprosos en Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero el único sanado fue Naamán, un sirio.
28 Al oír eso la gente de la sinagoga se puso furiosa.
29 Se levantaron de un salto, lo atacaron y lo llevaron a la fuerza hasta el borde del cerro sobre el cual estaba construida la ciudad. Querían arrojarlo por el precipicio,
30 pero él pasó por en medio de la multitud y siguió su camino.
Jesús expulsa un demonio
31 Después Jesús fue a Capernaúm, una ciudad de Galilea, y enseñaba en la sinagoga cada día de descanso.
32 Allí también la gente quedó asombrada de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
33 Cierta vez que Jesús estaba en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio, un espíritu maligno[ad], comenzó a gritarle a Jesús:
34 —¡Vete! ¿Por qué te entrometes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres: el Santo de Dios!
35 —¡Cállate! —lo interrumpió Jesús y le ordenó—: ¡Sal de este hombre! En ese mismo momento, el demonio arrojó al hombre al suelo mientras la multitud miraba; luego salió de él sin hacerle más daño.
36 La gente, asombrada, exclamó: ¡Qué poder y autoridad tienen las palabras de este hombre! Hasta los espíritus malignos le obedecen y huyen a su orden.
37 Las noticias acerca de Jesús corrieron por cada aldea de toda la región.
Jesús sana a mucha gente
38 Después de salir de la sinagoga ese día, Jesús fue a la casa de Simón, donde encontró a la suegra de Simón muy enferma, con mucha fiebre. Por favor, sánala, le suplicaron todos.
39 De pie junto a su cama, Jesús reprendió a la fiebre y la fiebre se fue de la mujer. Ella se levantó de inmediato y les preparó una comida.
40 Esa tarde, al ponerse el sol, la gente de toda la aldea llevó ante Jesús a sus parientes enfermos. Cualquiera que fuera la enfermedad, el toque de su mano los sanaba a todos.
41 Muchos estaban poseídos por demonios, los cuales salieron a su orden gritando: ¡Eres el Hijo de Dios! Pero como ellos sabían que él era el Mesías, los reprendió y no los dejó hablar.
Jesús continúa predicando
42 Muy temprano a la mañana siguiente, Jesús salió a un lugar aislado. Las multitudes lo buscaron por todas partes y, cuando por fin lo encontraron, le suplicaron que no se fuera.
43 Él les respondió: Debo predicar la Buena Noticia del reino de Dios también en otras ciudades, porque para eso fui enviado.
44 Así que siguió recorriendo la región, predicando en las sinagogas de toda Judea[ae].
5
Primeros discípulos
1 Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea[af], grandes multitudes se abalanzaban sobre él para escuchar la palabra de Dios.
2 Jesús notó dos barcas vacías en la orilla porque los pescadores las habían dejado mientras lavaban sus redes.
3 Al subir a una de las barcas, Jesús le pidió a Simón[ag], el dueño de la barca, que la empujara al agua. Luego se sentó en la barca y desde allí enseñaba a las multitudes.
4 Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar.
5 —Maestro —respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré las redes nuevamente.
6 Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces, ¡que comenzaron a romperse!
7 Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse.
8 Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —Señor, por favor, aléjate de mí, soy demasiado pecador para estar cerca de ti.
9 Pues estaba muy asombrado por la cantidad de peces que habían sacado, al igual que los otros que estaban con él.
10 Sus compañeros, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, también estaban asombrados. Jesús respondió a Simón: ¡No tengas miedo! ¡De ahora en adelante, pescarás personas!
11 Y, en cuanto llegaron a tierra firme, dejaron todo y siguieron a Jesús.
Jesús sana a un leproso
12 En una de las aldeas, Jesús conoció a un hombre que tenía una lepra muy avanzada. Cuando el hombre vio a Jesús, se inclinó rostro en tierra y le suplicó que lo sanara. —¡Señor! —le dijo—, ¡si tú quieres puedes sanarme y dejarme limpio!
13 Jesús extendió la mano y lo tocó: —Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció.
14 Entonces Jesús le dio instrucciones de que no dijera a nadie lo que había sucedido. Le dijo: Preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra[ah]. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
15 Sin embargo, a pesar de las instrucciones de Jesús, la noticia de su poder corrió aún más, y grandes multitudes llegaron para escucharlo predicar y ser sanados de sus enfermedades.
16 Así que Jesús muchas veces se alejaba al desierto para orar.
Jesús sana a un hombre paralítico
17 Cierto día, mientras Jesús enseñaba, algunos fariseos y maestros de la ley religiosa estaban sentados cerca. (Al parecer, esos hombres habían llegado de todas las aldeas de Galilea y Judea, y también de Jerusalén). Y el poder sanador del Señor estaba presente con fuerza en Jesús.
18 Unos hombres llegaron cargando a un paralítico en una camilla. Trataron de llevarlo dentro a donde estaba Jesús,
19 pero no pudieron acercarse a él debido a la multitud. Entonces subieron al techo y quitaron algunas tejas. Luego bajaron al enfermo en su camilla hasta ponerlo en medio de la multitud, justo frente a Jesús.
20 Al ver la fe de ellos, Jesús le dijo al hombre: Joven, tus pecados son perdonados.
21 Entonces los fariseos y los maestros de la ley religiosa decían para sí: ¿Quién se cree que es? ¡Es una blasfemia! ¡Sólo Dios puede perdonar pecados!
22 Jesús supo lo que pensaban, así que les preguntó: ¿Por qué cuestionan eso en su corazón?
23 ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados son perdonados» o «Ponte de pie y camina»?
24 Así que les demostraré que el Hijo del Hombre[ai] tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces Jesús miró al paralítico y dijo: ¡Ponte de pie, toma tu camilla y vete a tu casa!
25 Al instante, delante de todos, el hombre se levantó de un salto, tomó su camilla y se fue a su casa alabando a Dios.
26 El asombro se apoderó de todos, y quedaron pasmados. Y alababan a Dios exclamando: ¡Hoy hemos visto cosas maravillosas!
Jesús llama a Leví (Mateo)
27 Tiempo después, al salir de la ciudad, Jesús vio a un cobrador de impuestos llamado Leví sentado en su cabina de cobrador. Sígueme y sé mi discípulo, le dijo Jesús.
28 Entonces Leví se levantó, dejó todo y lo siguió.
29 Más tarde, Leví dio un banquete en su casa, con Jesús como invitado de honor. Muchos de los cobradores de impuestos, compañeros de Leví, y otros invitados comieron con ellos.
30 Así que los fariseos y los maestros de la ley religiosa les reclamaron severamente a los discípulos de Jesús diciéndoles: ¿Por qué comen y beben con semejante escoria[aj]?.
31 Jesús les contestó: La gente sana no necesita médico, los enfermos sí.
32 No he venido a llamar a los que se creen justos, sino a los que saben que son pecadores y necesitan arrepentirse.
Discusión acerca del ayuno
33 Cierto día, algunas personas le dijeron a Jesús: —Los discípulos de Juan el Bautista ayunan y oran con frecuencia, igual que los discípulos de los fariseos. ¿Por qué tus discípulos están siempre comiendo y bebiendo?
34 Jesús contestó: —¿Acaso los invitados de una boda ayunan mientras festejan con el novio? Por supuesto que no;
35 pero un día el novio será llevado, y entonces sí ayunarán.
36 Luego Jesús les dio la siguiente ilustración: Nadie quita un pedazo de tela de una prenda nueva y la usa para remendar una prenda vieja; pues la prenda nueva se arruinaría y el remiendo nuevo no haría juego con la prenda vieja.
37 Nadie pone vino nuevo en cueros viejos; pues el vino nuevo reventaría los cueros, el vino se derramaría, y los cueros quedarían arruinados.
38 El vino nuevo debe guardarse en cueros nuevos.
39 Ni nadie que prueba el vino añejo parece querer el vino nuevo. Pues dicen: «El añejo es mejor».
6
Discusión acerca del día de descanso
1 Cierto día de descanso, mientras Jesús caminaba por unos terrenos sembrados, sus discípulos arrancaron unas espigas de grano, las frotaron entre sus manos para sacarles la cáscara y se comieron los granos.
2 Algunos fariseos dijeron: —¿Por qué violan la ley al cosechar granos en el día de descanso?
3 Jesús les respondió: —¿Acaso no han leído en las Escrituras lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre?
4 Entró en la casa de Dios y violó la ley al comer los panes sagrados que sólo los sacerdotes pueden comer, y también les dio una porción a sus compañeros.
5 Entonces Jesús agregó: —El Hijo del Hombre[ak] es Señor incluso del día de descanso.
Jesús sana en un día de descanso
6 Otro día de descanso, un hombre que tenía la mano derecha deforme estaba en la sinagoga mientras Jesús enseñaba.
7 Los maestros de la ley religiosa y los fariseos vigilaban a Jesús de cerca. Si sanaba la mano del hombre, tenían pensado acusarlo por trabajar en el día de descanso.
8 Pero Jesús sabía lo que pensaban y le dijo al hombre con la mano deforme: Ven y ponte de pie frente a todos. Así que el hombre pasó adelante.
9 Entonces Jesús les dijo a sus acusadores: Tengo una pregunta para ustedes: ¿Permite la ley hacer buenas acciones en el día de descanso o es un día para hacer el mal? ¿Es un día para salvar la vida o para destruirla?
10 Miró uno por uno a los que lo rodeaban y luego le dijo al hombre: Extiende la mano. Entonces el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada!
11 Al ver esto, los enemigos de Jesús se llenaron de rabia y comenzaron a discutir para decidir qué harían con él.
Jesús escoge a los doce apóstoles
12 Cierto día, poco tiempo después, Jesús subió a un monte a orar y oró a Dios toda la noche.
13 Al amanecer, llamó a todos sus discípulos y escogió a doce de ellos para que fueran apóstoles. Sus nombres son los siguientes:
14 Simón (a quien llamó Pedro), Andrés (hermano de Pedro), Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé,
15 Mateo, Tomás, Santiago (hijo de Alfeo), Simón (a quien llamaban el zelote),
16 Judas (hijo de Santiago), Judas Iscariote (quien después lo traicionó).
Multitudes siguen a Jesús
17 Cuando descendieron del monte, los discípulos se quedaron con Jesús en un amplio lugar llano, rodeados de muchos seguidores y de las multitudes. Había gente de toda Judea y Jerusalén, y de lugares tan al norte como las costas de Tiro y Sidón.
18 Habían llegado para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus malignos[al] fueron sanados.
19 Todos trataban de tocarlo, porque de él salía poder sanador, y los sanó a todos.
Las bienaventuranzas
20 Entonces Jesús se volvió hacia sus discípulos y les dijo: Dios los bendice a ustedes, que son pobres, porque el reino de Dios les pertenece.
21 Dios los bendice a ustedes, que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dios los bendice a ustedes, que ahora lloran, porque a su debido tiempo reirán.
22 Qué bendiciones les esperan cuando la gente los odie y los excluya, cuando se burlen de ustedes y los maldigan, como si fuera gente maligna, porque siguen al Hijo del Hombre.
23 Cuando les suceda eso, pónganse contentos. ¡Sí, salten de alegría, porque les espera una gran recompensa en el cielo! Y recuerden que los antepasados de ellos trataron a los antiguos profetas de la misma manera.
Tristeza anunciada
24 Qué aflicción les espera a ustedes, los que son ricos, porque su única felicidad es aquí y ahora.
25 Qué aflicción les espera a ustedes, los que ahora están gordos y prósperos, porque tienen un horrible tiempo de hambre por delante. Qué aflicción les espera a ustedes, los que ahora se ríen, porque su risa se convertirá en luto y dolor.
26 Qué aflicción les espera a ustedes, los que son elogiados por las multitudes, porque sus antepasados también elogiaron a falsos profetas.
El amor hacia los enemigos
27 A los que están dispuestos a escuchar, les digo: ¡amen a sus enemigos! Hagan bien a quienes los odian.
28 Bendigan a quienes los maldicen. Oren por aquellos que los lastiman.
29 Si alguien te da una bofetada en una mejilla, ofrécele también la otra mejilla. Si alguien te exige el abrigo, ofrécele también la camisa.
30 Dale a cualquiera que te pida; y cuando te quiten las cosas, no trates de recuperarlas.
31 Traten a los demás como les gustaría que ellos los trataran a ustedes.
32 Si sólo aman a quienes los aman a ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores aman a quienes los aman a ellos!
33 Y si sólo hacen bien a los que son buenos con ustedes, ¿qué mérito tienen? ¡Hasta los pecadores hacen eso!
34 Y si prestan dinero solamente a quienes pueden devolverlo, ¿qué mérito tienen? Hasta los pecadores prestan a otros pecadores a cambio de un reembolso completo.
35 ¡Amen a sus enemigos! Háganles bien. Presten sin esperar nada a cambio. Entonces su recompensa del cielo será grande, y se estarán comportando verdaderamente como hijos del Altísimo, pues él es bondadoso con los que son desagradecidos y perversos.
36 Deben ser compasivos, así como su Padre es compasivo.
No juzgar a los demás
37 No juzguen a los demás, y no serán juzgados. No condenen a otros, para que no se vuelva en su contra. Perdonen a otros, y ustedes serán perdonados.
38 Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado, sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio[am].
39 Luego Jesús les dio la siguiente ilustración: ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en una zanja?
40 Los alumnos[an] no son superiores a su maestro, pero el alumno que complete su entrenamiento se volverá como su maestro.
41 ¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo[ao] cuando tú tienes un tronco en el tuyo?
42 ¿Cómo puedes decir: «Amigo[ap], déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo», cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita! Primero quita el tronco de tu ojo; después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.
El árbol y su fruto
43 Un buen árbol no puede producir frutos malos, y un árbol malo no puede producir frutos buenos.
44 Al árbol se le identifica por su fruto. Los higos no se recogen de los espinos, y las uvas no se cosechan de las zarzas.
45 Una persona buena produce cosas buenas del tesoro de su buen corazón, y una persona mala produce cosas malas del tesoro de su mal corazón. Lo que uno dice brota de lo que hay en el corazón.
Edificar sobre un cimiento sólido
46 Así que, ¿por qué siguen llamándome «¡Señor, Señor!» cuando no hacen lo que digo?
47 Les mostraré cómo es cuando una persona viene a mí, escucha mi enseñanza y después la sigue.
48 Es como una persona que, para construir una casa, cava hondo y echa los cimientos sobre roca sólida. Cuando suben las aguas de la inundación y golpean contra esa casa, ésta queda intacta porque está bien construida.
49 Pero el que oye y no obedece es como una persona que construye una casa sin cimientos. Cuando las aguas de la inundación azoten esa casa, se derrumbará en un montón de escombros.
7
La fe de un oficial romano
1 Cuando Jesús terminó de decir todo eso a la gente, regresó a Capernaúm.
2 En ese tiempo, un apreciado esclavo de un oficial romano[aq] estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el oficial oyó hablar de Jesús, envió a unos respetados ancianos judíos a pedirle que fuera a sanar a su esclavo.
4 De todo corazón, le suplicaron a Jesús que ayudara al hombre. Le dijeron: Si alguien merece tu ayuda, es él;
5 pues ama al pueblo judío y hasta construyó una sinagoga para nosotros.
6 Entonces Jesús fue con ellos; pero, justo antes de que llegaran a la casa, el oficial envió a unos amigos a decir: Señor, no te molestes en venir a mi casa, porque no soy digno de tanto honor.
7 Ni siquiera soy digno de ir a tu encuentro. Tan sólo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará.
8 Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Sólo tengo que decir: «Vayan», y ellos van, o «vengan», y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: «Hagan esto», lo hacen.
9 Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se digirió a la multitud que lo seguía y dijo: Les digo, ¡no he visto una fe como ésta en todo Israel!
10 Cuando los amigos del oficial regresaron a la casa, encontraron al esclavo completamente sano.
Jesús resucita al hijo de una viuda
11 Poco después, Jesús fue con sus discípulos a la aldea de Naín, y una multitud numerosa lo siguió.
12 Cuando Jesús llegó a la entrada de la aldea, salía una procesión fúnebre. El joven que había muerto era el único hijo de una viuda, y una gran multitud de la aldea la acompañaba.
13 Cuando el Señor la vio, su corazón rebosó de compasión. No llores, le dijo.
14 Luego se acercó al ataúd y lo tocó y los que cargaban el ataúd se detuvieron. Joven —dijo Jesús—, te digo, levántate.
15 ¡Entonces el joven muerto se incorporó y comenzó a hablar! Y Jesús lo regresó a su madre.
16 Un gran temor se apoderó de la multitud, y alababan a Dios diciendo: Un profeta poderoso se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado hoy a su pueblo.
17 Y las noticias acerca de Jesús corrieron por toda Judea y sus alrededores.
Jesús y Juan el Bautista
18 Los discípulos de Juan el Bautista le contaron todo lo que Jesús hacía. Entonces Juan llamó a dos de sus discípulos
19 y los envió al Señor para que le preguntaran: ¿Eres tú el Mesías[ar] a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?
20 Los dos discípulos de Juan encontraron a Jesús y le dijeron: Juan el Bautista nos envió a preguntarte: «¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?».
21 En ese preciso momento Jesús sanó a muchas personas de enfermedades, dolencias, y expulsó espíritus malignos y le devolvió la vista a muchos ciegos.
22 Luego les dijo a los discípulos de Juan: Regresen a Juan y cuéntenle lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos caminan bien, los leprosos son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les predica la Buena Noticia.
23 Y díganle: «Dios bendice a los que no se apartan por causa de mí[as]».
24 Después de que los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar acerca de él a las multitudes. ¿A qué clase de hombre fueron a ver al desierto? ¿Acaso era una caña débil sacudida por la más leve brisa?
25 ¿O esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa ropa elegante y vive rodeada de lujos se encuentra en los palacios.
26 ¿Buscaban a un profeta? Así es, y él es más que un profeta.
27 Juan es el hombre al que se refieren las Escrituras cuando dicen: «Mira, envío a mi mensajero por anticipado, y él preparará el camino delante de ti[at]».
28 Les digo que de todos los hombres que han vivido, nadie es superior a Juan. Sin embargo, hasta la persona más insignificante en el reino de Dios es superior a él.
29 Cuando oyeron esto, todos —hasta los cobradores de impuestos— coincidieron en que el camino de Dios era el correcto[au], porque fueron bautizados por Juan;
30 pero los fariseos y los expertos en la ley religiosa no aceptaron el plan de Dios para ellos, porque rechazaron el bautismo de Juan.
31 ¿Con qué puedo comparar a la gente de esta generación? —preguntó Jesús—. ¿Cómo los puedo describir?
32 Se parecen a los niños que juegan en la plaza. Se quejan ante sus amigos: «Tocamos canciones de bodas, y no bailaron; entonces tocamos canciones fúnebres, y no lloraron».
33 Pues Juan el Bautista no pasaba el tiempo comiendo pan y bebiendo vino, y ustedes dicen: «Está poseído por un demonio».
34 El Hijo del Hombre[av], por su parte, festeja y bebe, y ustedes dicen: «Es un glotón y un borracho, ¡y es amigo de cobradores de impuestos y de otros pecadores!».
35 Pero la sabiduría demuestra estar en lo cierto por la vida de quienes la siguen[aw].
Una mujer pecadora unge a Jesús
36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a cenar, así que Jesús fue a su casa y se sentó a comer[ax].
37 Cuando cierta mujer de mala vida que vivía en la ciudad se enteró de que Jesús estaba comiendo allí, llevó un hermoso frasco de alabastro lleno de un costoso perfume.
38 Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume.
39 Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!
40 Entonces Jesús respondió a los pensamientos del fariseo: —Simón —le dijo—, tengo algo que decirte. —Adelante, Maestro —respondió Simón.
41 Entonces Jesús le contó la siguiente historia: —Un hombre prestó dinero a dos personas, quinientas piezas de plata[ay] a una y cincuenta piezas a la otra.
42 Sin embargo, ninguna de las dos pudo devolver el dinero, así que el hombre perdonó amablemente a ambas y les canceló la deuda. ¿Quién crees que lo amó más?
43 Simón contestó: —Supongo que la persona a quien le perdonó la deuda más grande. —Correcto —dijo Jesús.
44 Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón: —Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
45 Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies.
46 Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito.
47 Te digo que sus pecados —que son muchos— han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco, demuestra poco amor.
48 Entonces Jesús le dijo a la mujer: Tus pecados son perdonados.
49 Los hombres que estaban sentados a la mesa se decían entre sí: ¿Quién es este hombre que anda perdonando pecados?
50 Y Jesús le dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; ve en paz.
8
Las mujeres que seguían a Jesús
1 Poco después, Jesús comenzó un recorrido por las ciudades y aldeas cercanas, predicando y anunciando la Buena Noticia acerca del reino de Dios. Llevó consigo a sus doce discípulos,
2 junto con algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaban María Magdalena, de quien él había expulsado siete demonios;
3 Juana, la esposa de Chuza, administrador de Herodes; Susana; y muchas otras que contribuían con sus propios recursos al sostén de Jesús y sus discípulos.
Parábola del sembrador
4 Cierto día, Jesús contó una historia en forma de parábola a una gran multitud, proveniente de varias ciudades, que se había reunido para escucharlo:
5 Un agricultor salió a sembrar. A medida que esparcía las semillas por el campo, algunas cayeron sobre el camino, donde las pisotearon y los pájaros se las comieron.
6 Otras cayeron entre las rocas. Comenzaron a crecer, pero la planta pronto se marchitó y murió por falta de humedad.
7 Otras semillas cayeron entre espinos, los cuales crecieron junto con ellas y ahogaron los brotes.
8 Pero otras semillas cayeron en tierra fértil. Estas semillas crecieron, ¡y produjeron una cosecha que fue cien veces más numerosa de lo que se había sembrado! Después de haber dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda.
9 Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola.
10 Él respondió: A ustedes se les permite entender los secretos[az] del reino de Dios, pero utilizo parábolas para enseñarles a los demás y para que se cumplan las Escrituras: «Cuando miren, no verán realmente. Cuando oigan, no entenderán[ba]».
11 Este es el significado de la parábola: la semilla es la palabra de Dios.
12 Las semillas que cayeron en el camino representan a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo, se lo quita del corazón e impide que crean y sean salvos.
13 Las semillas sobre la tierra rocosa representan a los que oyen el mensaje y lo reciben con alegría; pero como no tienen raíces profundas, creen por un tiempo y luego se apartan cuando enfrentan la tentación.
14 Las semillas que cayeron entre los espinos representan a los que oyen el mensaje, pero muy pronto el mensaje queda desplazado por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de esta vida. Así que nunca crecen hasta la madurez.
15 Y las semillas que cayeron en la buena tierra representan a las personas sinceras, de buen corazón, que oyen la palabra de Dios, se aferran a ella y con paciencia producen una cosecha enorme.
Parábola de la lámpara
16 Nadie enciende una lámpara y luego la cubre con un tazón o la esconde debajo de la cama. Una lámpara se coloca en un lugar alto, donde todos los que entran a la casa puedan ver su luz.
17 Pues todo lo secreto tarde o temprano se descubrirá, y todo lo oculto saldrá a la luz y se dará a conocer a todos.
18 Así que presten atención a cómo oyen. A los que escuchan mis enseñanzas se les dará más entendimiento; pero a los que no escuchan, se les quitará aun lo que piensan que entienden.
La verdadera familia de Jesús
19 Entonces la madre y los hermanos de Jesús vinieron a verlo, pero no pudieron acercarse a él debido a la gran cantidad de gente.
20 Alguien le dijo a Jesús: —Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte.
21 Jesús respondió: —Mi madre y mis hermanos son todos los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.
Jesús calma la tormenta
22 Cierto día Jesús les dijo a sus discípulos: Crucemos al otro lado del lago. Así que subieron a una barca y salieron.
23 Mientras navegaban, Jesús se recostó para dormir una siesta. Pronto se desató una tormenta feroz sobre el lago. La barca se llenaba de agua y estaban realmente en peligro.
24 Los discípulos fueron a despertarlo: ¡Maestro! ¡Maestro! ¡Nos vamos a ahogar!, gritaron. Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y a las tempestuosas olas. De repente la tormenta se detuvo, y todo quedó en calma.
25 Entonces les preguntó: ¿Dónde está su fe? Los discípulos quedaron aterrados y asombrados. ¿Quién es este hombre? —se preguntaban unos a otros—. Cuando da una orden, ¡hasta el viento y las olas lo obedecen!
Jesús sana a un hombre endemoniado
26 Luego llegaron a la región de los gerasenos[bb], al otro lado del lago de Galilea.
27 Mientras Jesús bajaba de la barca, un hombre que estaba poseído por demonios salió a su encuentro. Por mucho tiempo, había estado desnudo y sin hogar, y vivía en un cementerio, en las afueras de la ciudad.
28 En cuanto vio a Jesús, soltó un alarido y cayó al suelo frente a él, y gritó: ¿Por qué te entrometes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por favor, te suplico que no me tortures!
29 Pues Jesús ya le había ordenado al espíritu maligno[bc] que saliera del hombre. Ese espíritu a menudo tomaba control de él. Aun cuando el hombre estaba bajo custodia, con cadenas y grilletes, simplemente los rompía y se escapaba al desierto, totalmente controlado por el demonio.
30 Jesús le preguntó: —¿Cómo te llamas? —Legión —contestó, porque estaba lleno de muchos demonios.
31 Los demonios seguían suplicándole a Jesús que no los enviara al abismo sin fondo[bd].
32 Sucedió que había una gran manada de cerdos alimentándose en una ladera cercana, y los demonios le suplicaron que les permitiera entrar en los cerdos. Entonces Jesús les dio permiso.
33 Así que los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos, y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio y se ahogó.
34 Cuando los que cuidaban los cerdos vieron lo sucedido, huyeron a la ciudad cercana y sus alrededores, difundiendo la noticia mientras corrían.
35 La gente salió corriendo para ver lo que había pasado. Pronto una multitud se juntó alrededor de Jesús, y todos vieron al hombre liberado de los demonios. Estaba sentado a los pies de Jesús, completamente vestido y en su sano juicio, y todos tuvieron miedo.
36 Entonces los que habían visto lo sucedido, les contaron a los otros cómo había sido sanado el hombre poseído por demonios.
37 Y todos los habitantes de la región de los gerasenos le suplicaron a Jesús que se fuera y los dejara en paz, porque una gran ola de miedo se apoderó de ellos. Entonces Jesús regresó a la barca y se fue y cruzó nuevamente al otro lado del lago.
38 El hombre que había sido liberado de los demonios le suplicaba que le permitiera acompañarlo. Pero Jesús lo envió a su casa diciéndole:
39 No, regresa a tu familia y diles todo lo que Dios ha hecho por ti. Entonces el hombre fue por toda la ciudad proclamando las grandes cosas que Jesús había hecho por él.
Jesús sana en respuesta a la fe
40 Del otro lado del lago, las multitudes recibieron a Jesús porque lo estaban esperando.
41 Y un hombre llamado Jairo, líder de la sinagoga local, se acercó y cayó a los pies de Jesús mientras rogaba que lo acompañara a su casa.
42 Su única hija, que tenía unos doce años, estaba muriendo. Mientras Jesús iba con Jairo, las multitudes lo rodeaban.
43 Una mujer de la multitud hacía doce años que sufría una hemorragia continua[be] y no encontraba ninguna cura.
44 Acercándose a Jesús por detrás, le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia se detuvo.
45 ¿Quién me tocó?, preguntó Jesús. Todos negaron, y Pedro dijo: —Maestro, la multitud entera se apretuja contra ti.
46 Pero Jesús dijo: —Alguien me tocó a propósito, porque yo sentí que salió poder sanador de mí.
47 Cuando la mujer se dio cuenta de que no podía permanecer oculta, comenzó a temblar y cayó de rodillas frente a Jesús. A oídos de toda la multitud, ella le explicó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.
48 Hija —le dijo Jesús—, tu fe te ha sanado. Ve en paz.
49 Mientras él todavía hablaba con ella, llegó un mensajero de la casa de Jairo, el líder de la sinagoga y le dijo: Tu hija está muerta. Ya no tiene sentido molestar al Maestro.
50 Cuando Jesús oyó lo que había sucedido, le dijo a Jairo: No tengas miedo. Sólo ten fe, y ella será sanada.
51 Cuando llegaron a la casa, Jesús no dejó que nadie entrara con él excepto Pedro, Juan, Santiago, y el padre y la madre de la niña.
52 La casa estaba llena de personas que lloraban y se lamentaban, pero Jesús dijo: ¡Dejen de llorar! No está muerta; sólo duerme.
53 La multitud se rió de él, porque todos sabían que había muerto.
54 Entonces Jesús la tomó de la mano y dijo en voz fuerte: ¡Niña, levántate!
55 En ese momento, le volvió la vida[bf], ¡y se puso de pie enseguida! Entonces Jesús les dijo que le dieran de comer a la niña.
56 Sus padres quedaron conmovidos, pero Jesús insistió en que no le dijeran a nadie lo que había sucedido.
9
Jesús envía a los doce discípulos
1 Cierto día, Jesús reunió a sus doce discípulos[bg] y les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios y sanar enfermedades.
2 Luego los envió para que anunciaran a todos acerca del reino de Dios y sanaran a los enfermos.
3 Les dio las siguientes instrucciones: No lleven nada para el viaje, ni bastón, ni bolso de viaje, ni comida, ni dinero[bh], ni siquiera una muda de ropa.
4 Por todo lugar que vayan, quédense en la misma casa hasta salir de la ciudad.
5 Y si en algún pueblo se niegan a recibirlos, sacúdanse el polvo de los pies al salir para mostrar que abandonan a esas personas a su suerte.
6 Entonces ellos comenzaron su recorrido por las aldeas para predicar la Buena Noticia y sanar a los enfermos.
La confusión de Herodes
7 Cuando Herodes Antipas, el gobernante de Galilea[bi], oyó hablar de todo lo que Jesús hacía, quedó perplejo. Algunos decían que Juan el Bautista había resucitado de los muertos.
8 Otros pensaban que Jesús era Elías o algún otro profeta, levantado de los muertos.
9 Decapité a Juan —decía Herodes—, así que, ¿quién es este hombre de quien oigo tantas historias? Y siguió tratando de ver a Jesús.
Jesús alimenta a cinco mil
10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Luego él se retiró con ellos sin llamar la atención hacia la ciudad de Betsaida,
11 pero las multitudes descubrieron adónde iba y lo siguieron. Jesús los recibió y les enseñó acerca del reino de Dios y sanó a los que estaban enfermos.
12 Al atardecer, los doce discípulos se le acercaron y le dijeron: —Despide a las multitudes para que puedan conseguir comida y encontrar alojamiento para la noche en las aldeas y granjas cercanas. En este lugar alejado no hay nada para comer.
13 Jesús les dijo: —Denles ustedes de comer. —Pero lo único que tenemos son cinco panes y dos pescados —le respondieron—. ¿O esperas que vayamos y compremos suficiente comida para toda esta gente?
14 Pues había alrededor de cinco mil hombres allí. Jesús les respondió: —Díganles que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno.
15 Entonces todos se sentaron.
16 Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró hacia el cielo y los bendijo. Luego, a medida que partía los panes en trozos, se los daba a sus discípulos junto con los pescados para que los distribuyeran entre la gente.
17 Todos comieron cuanto quisieron, y después los discípulos juntaron doce canastas con lo que sobró.
Declaración de Pedro acerca de Jesús
18 Cierto día, Jesús se alejó de las multitudes para orar a solas. Sólo estaban con él sus discípulos, y les preguntó: —¿Quién dice la gente que soy?
19 —Bueno —contestaron—, algunos dicen Juan el Bautista, otros dicen Elías, y otros dicen que eres uno de los otros antiguos profetas, que volvió de la muerte.
20 Entonces les preguntó: —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Pedro contestó: —¡Tú eres el Mesías[bj] enviado por Dios!
Jesús predice su muerte
21 Jesús les advirtió a sus discípulos que no dijeran a nadie quién era él.
22 —El Hijo del Hombre[bk] tendrá que sufrir muchas cosas terribles —les dijo—. Será rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los maestros de la ley religiosa. Lo matarán pero al tercer día resucitará.
23 Entonces dijo a la multitud: Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme.
24 Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás, pero si entregas tu vida por mi causa, la salvarás.
25 ¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero te pierdes o destruyes a ti mismo?
26 Si alguien se avergüenza de mí y de mi mensaje, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.
27 Les digo la verdad, algunos de los que están aquí ahora no morirán sin antes ver el reino de Dios.
La transfiguración
28 Cerca de ocho días después, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a una montaña para orar.
29 Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se transformó y su ropa se volvió blanca resplandeciente.
30 De repente aparecieron dos hombres, Moisés y Elías, y comenzaron a hablar con Jesús.
31 Se veían llenos de gloria. Y hablaban sobre la partida de Jesús de este mundo, lo cual estaba a punto de cumplirse en Jerusalén.
32 Pedro y los otros se durmieron. Cuando despertaron, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres de pie junto a él.
33 Cuando Moisés y Elías comenzaron a irse, Pedro, sin saber siquiera lo que decía, exclamó: Maestro, ¡es maravilloso que estemos aquí! Hagamos tres enramadas como recordatorios[bl]: una para ti, una para Moisés y la otra para Elías.
34 Pero no había terminado de hablar cuando una nube los cubrió y, mientras los cubría, se llenaron de miedo.
35 Entonces, desde la nube, una voz dijo: Este es mi Hijo, mi Elegido[bm]. Escúchenlo a él.
36 Cuando la voz terminó de hablar, Jesús estaba allí solo. En aquel tiempo, no le contaron a nadie lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
37 Al día siguiente, después que bajaron del monte, una gran multitud salió al encuentro de Jesús.
38 Un hombre de la multitud le exclamó: —Maestro, te suplico que veas a mi hijo, el único que tengo.
39 Un espíritu maligno sigue apoderándose de él, haciéndolo gritar. Le causa tales convulsiones que echa espuma por la boca; lo sacude violentamente y casi nunca lo deja en paz.
40 Le supliqué a tus discípulos que expulsaran ese espíritu, pero no pudieron hacerlo.
41 —Gente corrupta y sin fe —dijo Jesús—, ¿hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Entonces le dijo al hombre: —Tráeme a tu hijo aquí.
42 Cuando el joven se acercó, el demonio lo arrojó al piso y le dio una violenta convulsión; pero Jesús reprendió al espíritu maligno[bn] y sanó al muchacho. Después lo devolvió a su padre.
43 El asombro se apoderó de la gente al ver esa majestuosa demostración del poder de Dios.
Jesús predice nuevamente su muerte
Mientras todos se maravillaban de las cosas que él hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
44 Escúchenme y recuerden lo que digo. El Hijo del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos.
45 Sin embargo, ellos no entendieron lo que quiso decir. El significado de lo que decía estaba oculto de ellos, por eso no pudieron entender y tenían miedo de preguntarle.
El más importante en el reino
46 Entonces los discípulos comenzaron a discutir entre ellos acerca de quién era el más importante.
47 Pero Jesús conocía lo que ellos pensaban, así que trajo a un niño y lo puso a su lado.
48 Luego les dijo: Todo el que recibe de mi parte[bo] a un niño pequeño como éste, me recibe a mí; y todo el que me recibe a mí, también recibe al Padre, quien me envió. El más insignificante entre ustedes es el más importante.
En el nombre de Jesús
49 Juan le dijo a Jesús: —Maestro, vimos a alguien usar tu nombre para expulsar demonios, pero le dijimos que no lo hiciera porque no pertenece a nuestro grupo.
50 Jesús le dijo: —¡No lo detengan! Todo el que no está en contra de ustedes, está a su favor.
Oposición de los samaritanos
51 Cuando se acercaba el tiempo de ascender al cielo, Jesús salió con determinación hacia Jerusalén.
52 Envió mensajeros por delante a una aldea de Samaria para que se hicieran los preparativos para su llegada,
53 pero los habitantes de la aldea no recibieron a Jesús porque iba camino a Jerusalén.
54 Cuando Santiago y Juan vieron eso, le dijeron a Jesús: Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que los consuma[bp]?
55 Entonces Jesús se volvió a ellos y los reprendió[bq].
56 Así que siguieron de largo hacia otro pueblo.
Lo que cuesta seguir a Jesús
57 Mientras caminaban, alguien le dijo a Jesús: —Te seguiré a cualquier lugar que vayas.
58 Jesús le respondió: —Los zorros tienen cuevas donde vivir y los pájaros tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza.
59 Dijo a otro: —Ven, sígueme. El hombre aceptó, pero le dijo: —Señor, deja que primero regrese a casa y entierre a mi padre.
60 Jesús le dijo: —¡Deja que los muertos espirituales entierren a sus propios muertos[br]! Tu deber es ir y predicar acerca del reino de Dios.
61 Otro dijo: —Sí, Señor, te seguiré, pero primero deja que me despida de mi familia.
62 Jesús le dijo: —El que pone la mano en el arado y luego mira atrás no es apto para el reino de Dios.
10
Jesús envía a sus discípulos
1 Después el Señor escogió a otros setenta y dos[bs] discípulos y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y los lugares que tenía pensado visitar.
2 Y les dio las siguientes instrucciones: La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos.
3 Ahora vayan, y recuerden que los envío como ovejas en medio de lobos.
4 No lleven con ustedes nada de dinero, ni bolso de viaje, ni un par de sandalias de repuesto; y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
5 Cuando entren en la casa de alguien, primero digan: «La paz de Dios sea sobre esta casa».
6 Si los que viven en la casa son gente de paz, la bendición permanecerá; si no lo son, la bendición regresará a ustedes.
7 No cambien de una casa a otra. Quédense en un lugar, coman y beban lo que les den. No duden en aceptar la hospitalidad, porque los que trabajan merecen recibir su salario.
8 Si entran en un pueblo donde los reciben bien, coman todo lo que les ofrezcan.
9 Sanen a los enfermos y díganles: «El reino de Dios ahora está cerca de ustedes».
10 Pero si un pueblo se niega a recibirlos bien, salgan a las calles y digan:
11 «Nos limpiamos de los pies hasta el polvo de su ciudad para mostrar que los abandonamos a su suerte. Y sepan esto: ¡el reino de Dios está cerca!».
12 Les aseguro que, el día del juicio, le irá mejor a la perversa Sodoma que a ese pueblo.
13 ¡Qué aflicción les espera, Corazín y Betsaida! Pues, si en las perversas ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran hecho los milagros que hice entre ustedes, hace tiempo sus habitantes se habrían arrepentido de sus pecados vistiéndose de tela áspera y echándose ceniza sobre la cabeza en señal de remordimiento.
14 Así es, el día del juicio, les irá mejor a Tiro y Sidón que a ustedes.
15 Y ustedes, los de Capernaúm, ¿serán honrados en el cielo? No, descenderán al lugar de los muertos[bt].
16 Entonces dijo a sus discípulos: El que acepta el mensaje de ustedes me acepta también a mí. El que los rechaza a ustedes a mí me rechaza. Y el que me rechaza a mí rechaza a Dios, quien me envió.
17 Cuando los setenta y dos discípulos regresaron, le informaron llenos de alegría: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen cuando usamos tu nombre!
18 —Sí —les dijo—. Vi a Satanás caer del cielo como un rayo.
19 Miren, les he dado autoridad sobre todos los poderes del enemigo; pueden caminar entre serpientes y escorpiones y aplastarlos. Nada les hará daño.
20 Pero no se alegren de que los espíritus malignos los obedezcan; alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo.
Jesús da gracias al Padre
21 En esa misma ocasión, Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se creen sabios e inteligentes y por revelárselas a los que son como niños. Sí, Padre, te agradó hacerlo de esa manera.
22 Mi Padre me ha confiado todo. Nadie conoce verdaderamente al Hijo excepto el Padre, y nadie conoce verdaderamente al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo decide revelarlo.
23 Después, cuando estuvieron a solas, se volvió a sus discípulos y les dijo: Benditos los ojos que ven lo que ustedes han visto.
24 Les digo que muchos profetas y reyes anhelaron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y anhelaron oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.
El mandamiento más importante
25 Cierto día, un experto en la ley religiosa se levantó para probar a Jesús con la siguiente pregunta: —Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
26 Jesús contestó: —¿Qué dice la ley de Moisés? ¿Cómo la interpretas?
27 El hombre contestó: —«Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente» y «Amarás a tu prójimo como a ti mismo[bu]».
28 —¡Correcto! —le dijo Jesús—. ¡Haz eso y vivirás!
29 El hombre quería justificar sus acciones, entonces le preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo?
Parábola del buen samaritano
30 Jesús respondió con una historia: —Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino.
31 Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo.
32 Un ayudante del templo[bv] pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado.
33 Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él.
34 Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él.
35 Al día siguiente, le dio dos monedas de plata[bw] al encargado de la posada y le dijo: «Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí».
36 —Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos? —preguntó Jesús.
37 El hombre contestó: —El que mostró compasión. Entonces Jesús le dijo: —Así es, ahora ve y haz lo mismo.
Jesús visita a Marta y a María
38 Durante el viaje a Jerusalén, Jesús y sus discípulos llegaron a cierta aldea donde una mujer llamada Marta los recibió en su casa.
39 Su hermana María se sentó a los pies del Señor a escuchar sus enseñanzas,
40 pero Marta estaba distraída con los preparativos para la gran cena. Entonces se acercó a Jesús y le dijo: —Maestro, ¿no te parece injusto que mi hermana esté aquí sentada mientras yo hago todo el trabajo? Dile que venga a ayudarme.
41 El Señor le dijo: —Mi apreciada Marta, ¡estás preocupada y tan inquieta con todos los detalles!
42 Hay una sola cosa por la que vale la pena preocuparse. María la ha descubierto, y nadie se la quitará.
11
Enseñanza acerca de la oración
1 Una vez, Jesús estaba orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se le acercó y le dijo: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan les enseñó a sus discípulos.
2 Jesús dijo: —Deberían orar de la siguiente manera[bx]: Padre, que siempre sea santificado tu nombre. Que tu reino venga pronto.
3 Danos cada día el alimento que necesitamos[by]
4 y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a los que pecan contra nosotros. Y no permitas que cedamos ante la tentación[bz].
5 Luego utilizó la siguiente historia para enseñarles más acerca de la oración: Supongan que uno de ustedes va a la casa de un amigo a medianoche para pedirle que le preste tres panes. Le dices:
6 «Acaba de llegar de visita un amigo mío y no tengo nada para darle de comer».
7 Supongan que ese amigo grita desde el dormitorio: «No me molestes. La puerta ya está cerrada, y mi familia y yo estamos acostados. No puedo ayudarte».
8 Les digo que, aunque no lo haga por amistad, si sigues tocando a la puerta el tiempo suficiente, él se levantará y te dará lo que necesitas debido a tu audaz insistencia[ca].
9 Así que les digo, sigan pidiendo y recibirán lo que piden; sigan buscando y encontrarán; sigan llamando, y la puerta se les abrirá.
10 Pues todo el que pide, recibe; todo el que busca, encuentra; y a todo el que llama, se le abrirá la puerta.
11 Ustedes, los que son padres, si sus hijos les piden[cb] un pescado, ¿les dan una serpiente en su lugar?
12 O si les piden un huevo, ¿les dan un escorpión? ¡Claro que no!
13 Así que si ustedes, gente pecadora, saben dar buenos regalos a sus hijos, cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan.
Jesús y el príncipe de los demonios
14 Cierto día, Jesús expulsó un demonio de un hombre que no podía hablar y, cuando el demonio salió, el hombre comenzó a hablar. Las multitudes quedaron asombradas,
15 pero algunos dijeron: Con razón puede expulsar demonios. Él recibe su poder de Satanás[cc], el príncipe de los demonios.
16 Otros, con la intención de poner a Jesús a prueba, le exigían que les mostrara alguna señal milagrosa del cielo para demostrar su autoridad.
17 Jesús conocía sus pensamientos, así que dijo: Todo reino dividido por una guerra civil está condenado al fracaso. Una familia dividida por peleas se desintegrará.
18 Ustedes dicen que mi poder proviene de Satanás, pero si Satanás está dividido y pelea contra sí mismo, ¿cómo puede sobrevivir su reino?
19 Entonces, si mi poder proviene de Satanás, ¿qué me dicen de sus propios exorcistas quienes también expulsan demonios? Así que ellos los condenarán a ustedes por lo que acaban de decir.
20 Sin embargo, si yo expulso a los demonios por el poder de Dios[cd], entonces el reino de Dios ha llegado y está entre ustedes.
21 Cuando un hombre fuerte, como Satanás, está armado y protege su palacio, sus posesiones están seguras,
22 hasta que alguien aún más fuerte lo ataca y lo vence, le quita sus armas y se lleva sus pertenencias.
23 El que no está conmigo a mí se opone, y el que no trabaja conmigo, en realidad, trabaja en mi contra.
24 Cuando un espíritu maligno[ce] sale de una persona, va al desierto en busca de descanso, pero como no lo encuentra, dice: «Volveré a la persona de la cual salí».
25 De modo que regresa y encuentra que su antigua casa está barrida y en orden.
26 Entonces el espíritu busca a otros siete espíritus más malignos que él, y todos entran en la persona y viven allí. Y entonces esa persona queda peor que antes.
27 Mientras él hablaba, una mujer de la multitud exclamó: ¡Que Dios bendiga a tu madre, el vientre del cual saliste y los pechos que te amamantaron!
28 Jesús respondió: Pero aún más bendito es todo el que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica.
La señal de Jonás
29 Al apretujarse la multitud contra Jesús, él dijo: Esta generación maligna sigue pidiéndome que le muestre una señal milagrosa, pero la única que le daré será la señal de Jonás.
30 Lo que le sucedió a él fue una señal para los habitantes de Nínive de que Dios lo había enviado. Lo que le suceda al Hijo del Hombre[cf] será una señal para la gente de este tiempo de que él fue enviado por Dios.
31 El día del juicio, la reina de Saba[cg] se levantará contra esta generación y la condenará, porque vino de una tierra lejana para oír la sabiduría de Salomón. Ahora alguien superior a Salomón está aquí, pero ustedes se niegan a escuchar.
32 Los habitantes de Nínive también se levantarán contra esta generación el día del juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron de sus pecados al escuchar la predicación de Jonás. Ahora alguien superior a Jonás está aquí, pero ustedes se niegan a arrepentirse.
La lámpara del cuerpo
33 Nadie enciende una lámpara y luego la esconde o la pone debajo de una canasta[ch]. En cambio, una lámpara se coloca en un lugar alto donde todos los que entren en la casa puedan ver su luz.
34 Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo. Cuando tu ojo es bueno, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, tu cuerpo está lleno de oscuridad.
35 Asegúrate de que la luz que crees tener no sea en realidad oscuridad.
36 Si estás lleno de luz, sin rincones oscuros, entonces toda tu vida será radiante, como si un reflector te llenara con su luz.
Jesús critica a los líderes religiosos
37 Mientras Jesús hablaba, uno de los fariseos lo invitó a comer en su casa. Jesús fue y se sentó a la mesa[ci].
38 Su anfitrión se sorprendió de que se sentara a la mesa sin antes realizar la ceremonia de lavarse las manos que exigía la costumbre judía.
39 Entonces el Señor le dijo: Ustedes, los fariseos, son tan cuidadosos para limpiar la parte exterior de la taza y del plato pero ustedes están sucios por dentro, ¡llenos de avaricia y de perversidad!
40 ¡Necios! ¿No hizo Dios tanto el interior como el exterior?
41 Por lo tanto, limpien el interior dando de sus bienes a los pobres, y quedarán completamente limpios.
42 ¡Qué aflicción les espera, fariseos! Pues se cuidan de dar el diezmo sobre el más mínimo ingreso de sus jardines de hierbas[cj], pero pasan por alto la justicia y el amor de Dios. Es cierto que deben diezmar, pero sin descuidar las cosas más importantes.
43 ¡Qué aflicción les espera, fariseos! Pues les encanta ocupar los asientos de honor en las sinagogas y recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas.
44 ¡Sí, qué aflicción les espera! Pues son como tumbas escondidas en el campo. Las personas caminan sobre ellas sin saber de la corrupción que están pisando.
45 —Maestro —le dijo un experto en la ley religiosa—, nos has insultado a nosotros también con lo que has dicho.
46 —Sí —dijo Jesús—, ¡qué aflicción les espera también a ustedes, expertos en la ley religiosa! Pues aplastan a la gente bajo el peso de exigencias religiosas insoportables y jamás mueven un dedo para aligerar la carga.
47 ¡Qué aflicción les espera! Pues levantan monumentos a los profetas que sus propios antepasados mataron tiempo atrás.
48 Por lo cual, ustedes quedan como testigos que aprueban lo que hicieron sus antepasados. Ellos mataron a los profetas, ¡y ustedes se convierten en cómplices al edificar los monumentos!
49 Esto es lo que Dios en su sabiduría dijo acerca de ustedes[ck]: «Les enviaré profetas, y apóstoles, pero ellos matarán a unos y perseguirán a otros».
50 Como consecuencia, a esta generación se le hará responsable del asesinato de todos los profetas de Dios desde la creación del mundo,
51 desde el asesinato de Abel hasta el de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Sí, de verdad se culpará a esta generación.
52 ¡Qué aflicción les espera a ustedes, expertos en la ley religiosa! Pues le quitan a la gente la llave del conocimiento. Ustedes mismos no entran al reino e impiden que otros entren.
53 Mientras Jesús se retiraba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos se pusieron agresivos y trataron de provocarlo con muchas preguntas.
54 Querían tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra.
12
Advertencia contra la hipocresía
1 Mientras tanto, las multitudes crecieron hasta que miles de personas se arremolinaban y se atropellaban unas a otras. Jesús primero se dirigió a sus discípulos y les advirtió: Tengan cuidado con la levadura de los fariseos, es decir, su hipocresía.
2 Llegará el tiempo en que todo lo que está encubierto será revelado y todo lo secreto se dará a conocer a todos.
3 Todo lo que hayan dicho en la oscuridad se oirá a plena luz, y todo lo que hayan susurrado a puerta cerrada, ¡se gritará desde los techos para que todo el mundo lo oiga!
4 Queridos amigos, no teman a los que quieren matarles el cuerpo, después de eso, no pueden hacerles nada más.
5 Les diré a quién temer: teman a Dios, quien tiene el poder de quitarles la vida y luego arrojarlos al infierno[cl]. Claro, él es a quien deben temer.
6 ¿Cuánto cuestan cinco gorriones: dos monedas de cobre[cm]? Sin embargo, Dios no se olvida de ninguno de ellos.
7 Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado. Así que no tengan miedo; para Dios ustedes son más valiosos que toda una bandada de gorriones.
8 Les digo la verdad, a todo el que me reconozca en público aquí en la tierra, el Hijo del Hombre[cn] también lo reconocerá en presencia de los ángeles de Dios.
9 Pero el que me niegue aquí en la tierra será negado delante de los ángeles de Dios.
10 El que hable en contra del Hijo del Hombre puede ser perdonado, pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no será perdonado.
11 Cuando sean sometidos a juicio en las sinagogas y delante de gobernantes y autoridades, no se preocupen por cómo defenderse o qué decir,
12 porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que hay que decir.
Parábola del rico insensato
13 Entonces alguien de la multitud exclamó: —Maestro, por favor, dile a mi hermano que divida la herencia de nuestro padre conmigo.
14 Jesús le respondió: —Amigo, ¿quién me puso por juez sobre ustedes para decidir cosas como ésa?
15 Y luego dijo: ¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen.
16 Luego les contó una historia: Un hombre rico tenía un campo fértil que producía buenas cosechas.
17 Se dijo a sí mismo: «¿Qué debo hacer? No tengo lugar para almacenar todas mis cosechas».
18 Entonces pensó: «Ya sé. Tiraré abajo mis graneros y construiré unos más grandes. Así tendré lugar suficiente para almacenar todo mi trigo y mis otros bienes.
19 Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: «Amigo mío, tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!» ».
20 Pero Dios le dijo: «¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado?».
21 Así es, el que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios, es un necio.
Enseñanza acerca del dinero y las posesiones
22 Luego, dirigiéndose a sus discípulos, dijo: Por eso les digo que no se preocupen por la vida diaria, si tendrán suficiente alimento para comer o suficiente ropa para vestirse.
23 Pues la vida es más que la comida, y el cuerpo es más que la ropa.
24 Miren los cuervos. No plantan ni cosechan ni guardan comida en graneros, porque Dios los alimenta. ¡Y ustedes son para él mucho más valiosos que cualquier pájaro!
25 ¿Acaso con todas sus preocupaciones pueden añadir un solo momento a su vida?
26 Y, si por mucho preocuparse no se logra algo tan pequeño como eso, ¿de qué sirve preocuparse por cosas más grandes?
27 Miren cómo crecen los lirios. No trabajan ni cosen su ropa; sin embargo, ni Salomón con toda su gloria se vistió tan hermoso como ellos.
28 Y, si Dios cuida de manera tan maravillosa a las flores que hoy están y mañana se echan al fuego, tengan por seguro que cuidará de ustedes. ¿Por qué tienen tan poca fe?
29 No se inquieten por lo que van a comer o lo que van a beber. No se preocupen por esas cosas.
30 Esas cosas dominan el pensamiento de los incrédulos en todo el mundo, pero su Padre ya conoce sus necesidades.
31 Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás, y él les dará todo lo que necesiten.
32 Así que no se preocupe, pequeño rebaño. Pues al Padre le da mucha felicidad entregarles el reino.
33 Vendan sus posesiones y den a los que pasan necesidad. ¡Eso almacenará tesoros para ustedes en el cielo! Y las bolsas celestiales nunca se ponen viejas ni se agujerean. El tesoro de ustedes estará seguro; ningún ladrón podrá robarlo y ninguna polilla, destruirlo.
34 Donde esté su tesoro, allí estarán también los deseos de su corazón.
Preparados para la venida del Señor
35 Estén vestidos, listos para servir y mantengan las lámparas encendidas,
36 como si esperaran el regreso de su amo de la fiesta de bodas. Entonces estarán listos para abrirle la puerta y dejarlo entrar en el momento que llegue y llame.
37 Los siervos que estén listos y a la espera de su regreso serán recompensados. Les digo la verdad, él mismo les indicará dónde sentarse, se pondrá el delantal y les servirá mientras están a la mesa y comen.
38 Puede ser que llegue en la mitad de la noche o durante la madrugada[co], pero cualquiera que sea la hora que llegue, recompensará a los siervos que estén preparados.
39 Entiendan lo siguiente: si el dueño de una casa supiera exactamente a qué hora viene un ladrón, no dejaría que asaltara su casa.
40 Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen.
41 Pedro preguntó: —Señor, ¿esa ilustración es sólo para nosotros o es para todos?
42 Y el Señor respondió: —Un siervo fiel y sensato es aquel a quien el amo puede darle la responsabilidad de dirigir a los demás siervos y alimentarlos.
43 Si el amo regresa y encuentra que el siervo ha hecho un buen trabajo, habrá una recompensa.
44 Les digo la verdad, el amo pondrá a ese siervo a cargo de todo lo que posee.
45 ¿Pero qué tal si el siervo piensa: «Mi amo no regresará por un tiempo» y comienza a golpear a los otros siervos, a parrandear y a emborracharse?
46 El amo regresará inesperadamente y sin previo aviso, cortará al siervo en pedazos y lo expulsará junto con los infieles.
47 Un siervo que sabe lo que su amo quiere, pero no se prepara ni cumple las instrucciones, será severamente castigado.
48 Pero alguien que no lo sabe y hace algo malo, será castigado levemente. Alguien a quien se le ha dado mucho, mucho se le pedirá a cambio; y alguien a quien se le ha confiado mucho, aún más se le exigirá.
Jesús causa división
49 Yo he venido para encender con fuego el mundo, ¡y quisiera que ya estuviera en llamas!
50 Me espera un terrible bautismo de sufrimiento, y estoy bajo una carga pesada hasta que se lleve a cabo.
51 ¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? No, ¡vine a causar división entre las personas!
52 De ahora en adelante, las familias estarán divididas, tres a mi favor y dos en mi contra, o dos a favor y tres en contra.
53 «Habrá divisiones, el padre estará contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra[cp]».
54 Entonces Jesús se dirigió a la multitud y dijo: Cuando ustedes ven que se forman nubes en el occidente, dicen: «Viene la lluvia». Y tienen razón.
55 Cuando sopla viento del sur, dicen: «Hoy será un día de mucho calor». Y así sucede.
56 ¡Necios! Saben interpretar las señales del clima en la tierra y en los cielos, pero no saben interpretar los tiempos presentes.
57 ¿Por qué no pueden decidir por ustedes mismos lo que es correcto?
58 Cuando vayan camino al juicio con el que los acusa, traten de resolver el asunto antes de llegar. De no ser así, su acusador podría arrastrarlos ante el juez, quien los entregará a un oficial, que los meterá en la cárcel.
59 Y, si eso sucede, no los pondrán en libertad hasta que hayan pagado el último centavo[cq].
13
Un llamado al arrepentimiento
1 En esos días, le informaron a Jesús que Pilato había asesinado a varias personas de Galilea mientras ofrecían sacrificios en el templo.
2 ¿Piensan que esos galileos eran peores pecadores que todas las demás personas de Galilea? —preguntó Jesús—. ¿Por eso sufrieron?
3 ¡De ninguna manera! Y ustedes también perecerán a menos que se arrepientan de sus pecados y vuelvan a Dios.
4 ¿Y qué piensan de los dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima? ¿Acaso eran los peores pecadores de Jerusalén?
5 No, y les digo de nuevo, a menos que se arrepientan, ustedes también perecerán.
Parábola de la higuera estéril
6 Luego Jesús les contó la siguiente historia: Un hombre plantó una higuera en su jardín, y regresó varias veces para ver si había dado algún fruto, pero siempre quedaba decepcionado.
7 Finalmente le dijo al jardinero: «Llevo tres años esperando, ¡y no ha producido ni un solo higo! Córtala, sólo ocupa espacio en mi jardín».
8 El jardinero respondió: «Señor, dale otra oportunidad. Déjala un año más, y le daré un cuidado especial y mucho fertilizante.
9 Si el año próximo da higos, bien. Si no, entonces puedes cortarla.
Jesús sana en el día de descanso
10 Cierto día de descanso, mientras Jesús enseñaba en la sinagoga,
11 vio a una mujer que estaba lisiada a causa de un espíritu maligno. Había estado encorvada durante dieciocho años y no podía ponerse derecha.
12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!
13 Luego la tocó y, al instante, ella pudo enderezarse. ¡Cómo alabó ella al Señor!
14 En cambio, el líder a cargo de la sinagoga se indignó de que Jesús la sanara en un día de descanso. Hay seis días en la semana para trabajar —dijo a la multitud—. Vengan esos días para ser sanados, no el día de descanso.
15 Así que el Señor respondió: ¡Hipócritas! Cada uno de ustedes trabaja el día de descanso. ¿Acaso no desatan su buey o su burro y lo sacan del establo el día de descanso y lo llevan a tomar agua?
16 Esta apreciada mujer, una hija de Abraham, estuvo esclavizada por Satanás durante dieciocho años. ¿No es justo que sea liberada, aun en el día de descanso?
17 Esto avergonzó a sus enemigos, pero toda la gente se alegraba de las cosas maravillosas que él hacía.
Parábola de la semilla de mostaza
18 Entonces Jesús dijo: ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Cómo puedo ilustrarlo?
19 Es como una pequeña semilla de mostaza que un hombre sembró en un jardín; crece y se convierte en un árbol, y los pájaros hacen nidos en las ramas.
Parábola de la levadura
20 También preguntó: ¿A qué otra cosa se parece el reino de Dios?
21 Es como la levadura que utilizó una mujer para hacer pan. Aunque puso sólo una pequeña porción de levadura en tres medidas de harina, la levadura impregnó toda la masa.
La puerta angosta
22 Jesús iba enseñando por ciudades y aldeas mientras seguía adelante, camino a Jerusalén.
23 Alguien le preguntó: —Señor, ¿sólo unos pocos se salvarán? Él contestó:
24 —Esfuércense por entrar por la puerta angosta del reino de Dios, porque muchos tratarán de entrar pero fracasarán.
25 Cuando el señor de la casa haya cerrado la puerta, será demasiado tarde. Ustedes quedarán afuera llamando y rogando: «¡Señor, ábrenos la puerta!» , pero él contestará: «No los conozco ni sé de dónde vienen».
26 Entonces ustedes dirán: «Pero comimos y bebimos contigo, y enseñaste en nuestras calles».
27 Entonces él responderá: «Les digo que no sé quiénes son ni de dónde vienen. Aléjense de mí, todos ustedes, que hacen maldad».
28 Habrá llanto y rechinar de dientes, porque verán a Abraham y a Isaac y a Jacob junto con todos los profetas en el reino de Dios, pero ustedes serán echados fuera.
29 Y vendrán personas de todas partes del mundo —del oriente y del occidente, del norte y del sur— para ocupar sus lugares en el reino de Dios.
30 Y tomen en cuenta lo siguiente: algunos que ahora parecen menos importantes, en ese día serán los más importantes; y algunos que ahora son los más importantes, en ese día serán los menos importantes[cr].
Lamento de Jesús por Jerusalén
31 En ese tiempo, algunos fariseos le dijeron: —¡Sal de aquí si quieres vivir! ¡Herodes Antipas quiere matarte!
32 Jesús respondió: —Vayan y díganle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y sanando a la gente hoy y mañana; y al tercer día cumpliré mi propósito.
33 Sí, hoy, mañana y pasado mañana debo seguir mi camino. Pues, después de todo, ¡no se debe matar a un profeta de Dios en un lugar que no sea Jerusalén!
34 ¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste.
35 Y ahora, mira, tu casa está abandonada. Y no volverás a verme hasta que digas: «Bendiciones al que viene en el nombre del SEÑOR[cs]».
14
Jesús sana en el día de descanso
1 Cierto día de descanso, Jesús fue a cenar en la casa de un líder de los fariseos, y la gente lo observaba de cerca.
2 Había allí un hombre que tenía hinchados los brazos y las piernas[ct].
3 Jesús preguntó a los fariseos y a los expertos de la ley religiosa: ¿Permite o no la ley sanar a la gente el día de descanso?
4 Como ellos se negaron a contestar, Jesús tocó al hombre enfermo, lo sanó y lo despidió.
5 Después se dirigió a ellos y dijo: ¿Quién de ustedes no trabaja el día de descanso? Si tu hijo[cu] o tu buey cae en un pozo, ¿acaso no corres para sacarlo?
6 Una vez más, ellos no pudieron responder.
Jesús enseña acerca de la humildad
7 Cuando Jesús vio que todos los invitados a la cena trataban de sentarse en los lugares de honor, cerca de la cabecera de la mesa, les dio el siguiente consejo:
8 Cuando te inviten a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor. ¿Qué pasaría si invitaron a alguien más distinguido que tú?
9 El anfitrión vendría y te diría: «Cédele tu asiento a esta persona». Te sentirías avergonzado, ¡y tendrías que sentarte en cualquier otro lugar que haya quedado libre al final de la mesa!
10 Más bien, ocupa el lugar más humilde, al final de la mesa. Entonces, cuando el anfitrión te vea, vendrá y te dirá: «¡Amigo, tenemos un lugar mejor para ti!». Entonces serás honrado delante de todos los demás invitados.
11 Pues aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados.
12 Luego Jesús se dirigió al anfitrión: Cuando ofrezcas un almuerzo o des un banquete —le dijo—, no invites a tus amigos, hermanos, parientes y vecinos ricos. Pues ellos también te invitarán a ti, y ésa será tu única recompensa.
13 Al contrario, invita al pobre, al lisiado, al cojo y al ciego.
14 Luego, en la resurrección de los justos, Dios te recompensará por invitar a los que no podían devolverte el favor.
Parábola de la gran fiesta
15 Al oír esto, un hombre que estaba sentado a la mesa con Jesús exclamó: ¡Qué bendición será participar de un banquete[cv] en el reino de Dios!
16 Jesús respondió con la siguiente historia: Un hombre preparó una gran fiesta y envió muchas invitaciones.
17 Cuando el banquete estuvo listo, envió a su sirviente a decirles a los invitados: «Vengan, el banquete está preparado»;
18 pero todos comenzaron a poner excusas. Uno dijo: «Acabo de comprar un campo y debo ir a inspeccionarlo. Por favor, discúlpame».
19 Otro dijo: «Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes y quiero ir a probarlas. Por favor, discúlpame».
20 Otro dijo: «Acabo de casarme, así que no puedo ir».
21 El sirviente regresó y le informó a su amo lo que le habían dicho. Su amo se puso furioso y le dijo: «Ve rápido a las calles y callejones de la ciudad e invita a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos».
22 Después de hacerlo, el sirviente informó: «Todavía queda lugar para más personas».
23 Entonces su amo dijo: «Ve por los senderos y detrás de los arbustos y a cualquiera que veas, insístele que venga para que la casa esté llena.
24 Pues ninguno de mis primeros invitados probará ni una migaja de mi banquete».
El costo de ser discípulo
25 Una gran multitud seguía a Jesús. Él se dio vuelta y les dijo:
26 Si quieres ser mi discípulo, debes aborrecer a los demás —a tu padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas— sí, hasta tu propia vida. De lo contrario, no puedes ser mi discípulo.
27 Además, si no cargas tu propia cruz y me sigues, no puedes ser mi discípulo.
28 Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo?
29 De no ser así, tal vez termines sólo los cimientos antes de quedarte sin dinero, y entonces todos se reirán de ti.
30 Dirán: «¡Ahí está el que comenzó un edificio y no pudo terminarlo!».
31 ¿O qué rey entraría en guerra con otro rey sin primero sentarse con sus consejeros para evaluar si su ejército de diez mil puede vencer a los veinte mil soldados que marchan contra él?
32 Y, si no puede, enviará una delegación para negociar las condiciones de paz mientras el enemigo todavía esté lejos.
33 Así que no puedes convertirte en mi discípulo sin dejar todo lo que posees.
34 La sal es buena para condimentar, pero si pierde su sabor, ¿cómo la harán salada de nuevo?
35 La sal sin sabor no sirve ni para la tierra ni para el abono. Se tira. ¡El que tenga oídos para oír debe escuchar y entender!
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Parábola de la oveja perdida
1 Los cobradores de impuestos y otros pecadores de mala fama a menudo venían a escuchar las enseñanzas de Jesús.
2 Por eso los fariseos y los maestros de la ley religiosa se quejaban de que Jesús se juntaba con semejantes pecadores, ¡y hasta comía con ellos!
3 Entonces Jesús les contó la siguiente historia:
4 Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, ¿qué hará? ¿No dejará las otras noventa y nueve en el desierto y saldrá a buscar la perdida hasta que la encuentre?
5 Y, cuando la encuentre, la cargará con alegría en sus hombros y la llevará a su casa.
6 Cuando llegue, llamará a sus amigos y vecinos y les dirá: «Alégrense conmigo porque encontré mi oveja perdida».
7 De la misma manera, ¡hay más alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente y regresa a Dios que por noventa y nueve justos que no se extraviaron!
Parábola de la moneda perdida
8 O supongamos que una mujer tiene diez monedas de plata[cw] y pierde una. ¿No encenderá una lámpara y barrerá toda la casa y buscará con cuidado hasta que la encuentre?
9 Y, cuando la encuentre, llamará a sus amigos y vecinos y les dirá: «¡Alégrense conmigo porque encontré mi moneda perdida!».
10 De la misma manera, hay alegría en presencia de los ángeles de Dios cuando un solo pecador se arrepiente.
Parábola del hijo perdido
11 Para ilustrar mejor esa enseñanza, Jesús les contó la siguiente historia: Un hombre tenía dos hijos.
12 El hijo menor le dijo al padre: «Quiero la parte de mi herencia ahora, antes de que mueras». Entonces el padre accedió a dividir sus bienes entre sus dos hijos.
13 Pocos días después, el hijo menor empacó sus pertenencias y se mudó a una tierra distante, donde derrochó todo su dinero en una vida desenfrenada.
14 Al mismo tiempo que se le acabó el dinero, hubo una gran hambruna en todo el país, y él comenzó a morirse de hambre.
15 Convenció a un agricultor local de que lo contratara, y el hombre lo envió al campo para que diera de comer a sus cerdos.
16 El joven llegó a tener tanta hambre que hasta las algarrobas con las que alimentaba a los cerdos le parecían buenas para comer, pero nadie le dio nada.
17 Cuando finalmente entró en razón, se dijo a sí mismo: «En casa, hasta los jornaleros tienen comida de sobra, ¡y aquí estoy yo, muriéndome de hambre!
18 Volveré a la casa de mi padre y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de que me llamen tu hijo. Te ruego que me contrates como jornalero»».
20 Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó.
21 Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de que me llamen tu hijo[cx]».
22 Sin embargo, su padre dijo a los sirvientes: «Rápido, traigan la mejor túnica que haya en la casa y vístanlo. Consigan un anillo para su dedo y sandalias para sus pies.
23 Maten el ternero que hemos engordado. Tenemos que celebrar con un banquete,
24 porque este hijo mío estaba muerto y ahora ha vuelto a la vida; estaba perdido y ahora ha sido encontrado». Entonces comenzó la fiesta.
25 Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, oyó el sonido de música y baile en la casa,
26 y preguntó a uno de los sirvientes qué pasaba.
27 «Tu hermano ha vuelto —le dijo— y tu padre mató el ternero engordado. Celebramos porque llegó a salvo».
28 El hermano mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió y le suplicó que entrara,
29 pero él respondió: «Todos estos años, he trabajado para ti como un burro y nunca me negué a hacer nada de lo que me pediste. Y, en todo ese tiempo, no me diste ni un cabrito para festejar con mis amigos.
30 Sin embargo, cuando este hijo tuyo regresa después de haber derrochado tu dinero en prostitutas, ¡matas el ternero engordado para celebrar!».
31 Su padre le dijo: «Mira, querido hijo, tú siempre has estado a mi lado y todo lo que tengo es tuyo.
32 Teníamos que celebrar este día feliz. ¡Pues tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida! ¡Estaba perdido y ahora ha sido encontrado!».
16
Parábola del administrador astuto
1 Jesús les contó la siguiente historia a sus discípulos: Había cierto hombre rico que tenía un administrador que manejaba sus negocios. Un día llegó la noticia de que el administrador estaba malgastando el dinero de su patrón.
2 Entonces el patrón lo llamó y le dijo: «¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Prepara un informe final porque voy a despedirte».
3 El administrador pensó: «¿Y ahora qué haré? Mi jefe me ha despedido. No tengo fuerzas para cavar zanjas y soy demasiado orgulloso para mendigar.
4 Ah, ya sé cómo asegurarme de que tendré muchos amigos que me recibirán en sus casas cuando mi patrón me despida».
5 Entonces invitó a todo el que le debía dinero a su patrón para conversar sobre la situación. Le preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi patrón?».
6 El hombre contestó: «Le debo tres mil litros de aceite de oliva». Entonces el administrador le dijo: «Toma la factura y cámbiala a mil quinientos litros»[cy].
7 Le preguntó al siguiente: «¿Cuánto le debes tú?». «Le debo mil medidas de trigo», respondió. «Toma la factura y cámbiala a ochocientas medidas», le dijo[cz].
8 El hombre rico tuvo que admirar a este pícaro deshonesto por su astucia. Y la verdad es que los hijos de este mundo son más astutos al lidiar con el mundo que los rodea que los hijos de la luz.
9 Aquí está la lección: usen sus recursos mundanos para beneficiar a otros y para hacer amigos. Entonces, cuando esas posesiones terrenales se acaben, ellos les darán la bienvenida a un hogar eterno[da].
10 Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes; pero si son deshonestos en las cosas pequeñas, no actuarán con honradez en las responsabilidades más grandes.
11 Entonces, si no son confiables con las riquezas mundanas, ¿quién les confiará las verdaderas riquezas del cielo?;
12 y si no son fieles con las cosas de otras personas, ¿por qué se les debería confiar lo que es de ustedes?
13 Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.
14 Los fariseos, que amaban mucho su dinero, oyeron todo eso y se burlaron de Jesús.
15 Entonces él les dijo: A ustedes les encanta aparecer como personas rectas en público, pero Dios conoce el corazón. Lo que este mundo honra es detestable a los ojos de Dios.
16 Hasta el tiempo de Juan el Bautista, la ley de Moisés y el mensaje de los profetas fueron sus guías; pero ahora se predica la Buena Noticia del reino de Dios, y todos están ansiosos por entrar[db].
17 Eso no significa que la ley haya perdido su fuerza. Es más fácil que el cielo y la tierra desaparezcan, a que el más pequeño punto de la ley de Dios sea anulado.
18 Por ejemplo, un hombre que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio; y el que se case con una mujer divorciada de su esposo comete adulterio.
Parábola del rico y Lázaro
19 Jesús dijo: Había un hombre rico que se vestía con gran esplendor en púrpura y lino de la más alta calidad y vivía rodeado de lujos.
20 Tirado a la puerta de su casa había un hombre pobre llamado Lázaro, quien estaba cubierto de llagas.
21 Mientras Lázaro estaba tendido, deseando comer las sobras de la mesa del hombre rico, los perros venían y le lamían las llagas abiertas.
22 Con el tiempo, el hombre pobre murió, y los ángeles lo llevaron a estar con Abraham[dc]. El hombre rico también murió y fue enterrado,
23 y su alma fue al lugar de los muertos[dd]. Allí, en medio del tormento, vio a Abraham a lo lejos con Lázaro junto a él.
24 El hombre rico gritó: «¡Padre Abraham, ten piedad! Envíame a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua. Estoy en angustia en estas llamas».
25 Abraham le dijo: «Hijo, recuerda que tuviste todo lo que quisiste durante tu vida, y Lázaro no tuvo nada. Ahora él está aquí recibiendo consuelo y tú estás en angustia.
26 Además, hay un gran abismo que nos separa. Ninguno de nosotros puede cruzar hasta allí, y ninguno de ustedes puede cruzar hasta aquí».
27 Entonces el hombre rico dijo: «Por favor, padre Abraham, al menos envíalo a la casa de mi padre.
28 Tengo cinco hermanos y quiero advertirles que no terminen en este lugar de tormento».
29 Abraham le dijo: «Moisés y los profetas ya les advirtieron. Tus hermanos pueden leer lo que ellos escribieron».
30 El hombre rico respondió: «¡No, padre Abraham! Pero si se les envía a alguien de los muertos ellos se arrepentirán de sus pecados y volverán a Dios».
31 Pero Abraham le dijo: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no escucharán por más que alguno se levantara de los muertos».
17
Enseñanzas acerca del perdón y la fe
1 Cierto día, Jesús dijo a sus discípulos: Siempre habrá tentaciones para pecar, ¡pero qué aflicción le espera a la persona que provoca la tentación!
2 Sería mejor que se arrojara al mar con una piedra de molino alrededor del cuello que hacer que uno de estos pequeños caiga en pecado.
3 Así que, ¡cuídense! Si un creyente[de] peca, repréndelo; luego, si hay arrepentimiento, perdónalo.
4 Aun si la persona te agravia siete veces al día y cada vez regresa y te pide perdón, debes perdonarla.
5 Los apóstoles le dijeron al Señor: —Muéstranos cómo aumentar nuestra fe.
6 El Señor respondió: —Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: «Desarráigate y échate al mar», ¡y les obedecería!
7 Cuando un sirviente vuelve de arar o de cuidar las ovejas, ¿acaso su patrón le dice: «Ven y come conmigo»?
8 No, le dirá: «Prepara mi comida, ponte el delantal y sírveme mientras como. Luego puedes comer tú».
9 ¿Y le agradece el amo al sirviente por hacer lo que se le dijo que hiciera? Por supuesto que no.
10 De la misma manera, cuando ustedes me obedecen, deben decir: «Somos siervos indignos que simplemente cumplimos con nuestro deber».
Diez leprosos son sanados
11 Mientras Jesús seguía camino a Jerusalén, llegó a la frontera entre Galilea y Samaria.
12 Al entrar en una aldea, diez leprosos se quedaron a la distancia,
13 gritando: —¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!
14 Jesús los miró y dijo: —Vayan y preséntense a los sacerdotes[df]. Y, mientras ellos iban, quedaron limpios de la lepra.
15 Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: ¡Alaben a Dios!
16 Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano.
17 Jesús preguntó: ¿No sané a diez hombres? ¿Dónde están los otros nueve?
18 ¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?
19 Y Jesús le dijo al hombre: Levántate y sigue tu camino. Tu fe te ha sanado[dg].
La venida del reino
20 Un día, los fariseos le preguntaron a Jesús: —¿Cuándo vendrá el reino de Dios? Jesús contestó: —No pueden descubrir el reino de Dios por medio de señales visibles[dh].
21 Nunca podrán decir: «¡Aquí está!» o «¡Está por allí!» , porque el reino de Dios ya está entre ustedes[di].
22 Entonces dijo a sus discípulos: Se acerca el tiempo en que desearán ver el día que el Hijo del Hombre regrese[dj], pero no lo verán.
23 Algunos les dirán: «Miren, allí está el Hijo del Hombre» o «Aquí está», pero no los sigan.
24 Pues, así como el relámpago destella e ilumina el cielo de un extremo a otro, así será el día cuando venga el Hijo del Hombre.
25 Pero primero el Hijo del Hombre tiene que sufrir terriblemente[dk] y ser rechazado por esta generación.
26 Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé.
27 En esos días, la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y casamientos, hasta el momento en que Noé entró en su barco y llegó el diluvio y los destruyó a todos.
28 El mundo será como en los días de Lot, cuando las personas se ocupaban de sus quehaceres diarios —comían y bebían, compraban y vendían, cultivaban y edificaban—
29 hasta la mañana en que Lot salió de Sodoma. Entonces llovió del cielo fuego y azufre ardiente, y destruyó a todos.
30 Sí, será «todo como siempre» hasta el día en que se manifieste el Hijo del Hombre.
31 Ese día, la persona que esté en la azotea no baje a la casa para empacar. La persona que esté en el campo no regrese a su casa.
32 ¡Recuerden lo que le pasó a la esposa de Lot!
33 Si se aferran a su vida, la perderán; pero si dejan de aferrarse a su vida, la salvarán.
34 Esa noche, dos personas estarán durmiendo en una misma cama; una será llevada y la otra, dejada.
35 Dos mujeres estarán moliendo harina juntas en un molino; una será llevada, la otra será dejada[dl].
37 Los discípulos le preguntaron: —¿Dónde sucederá eso, Señor[dm]? Jesús les contestó: —Así como los buitres, cuando se juntan, indican que hay un cadáver cerca, de la misma manera, esas señales revelan que el fin está cerca[dn].
18
Parábola de la viuda persistente
1 Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos.
2 Había un juez en cierta ciudad —dijo—, que no tenía temor de Dios ni se preocupaba por la gente.
3 Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle: «Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo».
4 Durante un tiempo, el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: «No temo a Dios ni me importa la gente,
5 pero esta mujer me está volviendo loco. Me ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constantes peticiones!».
6 Entonces el Señor dijo: Aprendan una lección de este juez injusto.
7 Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta?
8 Les digo, ¡que pronto les hará justicia! Pero cuando el Hijo del Hombre[do] regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra?
Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos
9 Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás:
10 Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos.
11 El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración[dp]: «Te agradezco Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos!
12 Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos».
13 En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba. Sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: «Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador».
14 Les digo que fue este pecador —y no el fariseo— quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados.
Jesús bendice a los niños
15 Cierto día, algunos padres llevaron a sus hijitos a Jesús para que él los tocara y los bendijera; pero cuando los discípulos vieron esto, regañaron a los padres por molestarlo.
16 Entonces Jesús llamó a los niños y dijo a los discípulos: Dejen que los niños vengan a mí. ¡No los detengan! Pues el reino de Dios pertenece a los que son como estos niños.
17 Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él.
El hombre rico
18 Cierta vez, un líder religioso le hizo a Jesús la siguiente pregunta: —Maestro bueno, ¿qué debería hacer para heredar la vida eterna?
19 —¿Por qué me llamas bueno? —le preguntó Jesús—. Sólo Dios es verdaderamente bueno;
20 pero para contestar a tu pregunta, tú conoces los mandamientos: «No cometas adulterio; no asesines; no robes; no des falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre[dq]».
21 El hombre respondió: —He obedecido todos esos mandamientos desde que era joven.
22 Cuando Jesús oyó su respuesta, le dijo: —Hay una cosa que todavía no has hecho. Vende todas tus posesiones y entrega el dinero a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Después ven y sígueme.
23 Cuando el hombre oyó esto, se puso triste porque era muy rico.
24 Jesús lo vio[dr] y dijo: ¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!
25 De hecho, ¡es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios!
26 Los que lo oyeron, dijeron: Entonces, ¿quién podrá ser salvo?
27 Él contestó: Lo que es imposible para las personas es posible para Dios.
28 Pedro dijo: —Nosotros hemos dejado nuestros hogares para seguirte.
29 —Así es —respondió Jesús—, y les aseguro que todo el que haya dejado casa o esposa o hermanos o padres o hijos por causa del reino de Dios
30 recibirá mucho más en esta vida y tendrá la vida eterna en el mundo que vendrá.
Jesús predice otra vez su muerte
31 Jesús llevó a los doce discípulos aparte y dijo: Escuchen, subimos a Jerusalén, donde todas las predicciones de los profetas acerca del Hijo del Hombre se harán realidad.
32 Será entregado a los romanos[ds], y se burlarán de él, lo tratarán de manera vergonzosa y lo escupirán.
33 Lo azotarán con un látigo y lo matarán, pero al tercer día resucitará.
34 Sin embargo, ellos no entendieron nada de esto. La importancia de sus palabras estaba oculta de ellos, y no captaron lo que decía.
Jesús sana a un mendigo ciego
35 Al acercarse Jesús a Jericó, un mendigo ciego estaba sentado junto al camino.
36 Cuando oyó el ruido de la multitud que pasaba, preguntó qué sucedía.
37 Le dijeron que Jesús de Nazaret[dt], pasaba por allí.
38 Entonces comenzó a gritar: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!
39 ¡Cállate!, le gritaba la gente que estaba más adelante. Sin embargo, él gritó aún más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
40 Cuando Jesús lo oyó, se detuvo y ordenó que le trajeran al hombre. Al acercarse el ciego, Jesús le preguntó:
41 —¿Qué quieres que haga por ti? —Señor —le dijo—, ¡quiero ver!
42 Jesús le dijo: —Bien, recibe la vista. Tu fe te ha sanado.
43 Al instante el hombre pudo ver y siguió a Jesús mientras alababa a Dios. Y todos los que lo vieron también alabaron a Dios.
19
Jesús y Zaqueo
1 Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad.
2 Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos de la región y se había hecho muy rico.
3 Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud.
4 Así que se adelantó corriendo y se subió a una higuera sicómoro que estaba junto al camino, porque Jesús iba a pasar por allí.
5 Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: ¡Zaqueo! —le dijo—, ¡baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa.
6 Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa;
7 pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: Fue a hospedarse en la casa de un pecador de mala fama.
8 Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo: —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.
9 Jesús respondió: —La salvación ha venido hoy a esta casa, porque este hombre ha demostrado ser un verdadero hijo de Abraham.
10 Pues el Hijo del Hombre[du] vino a buscar y a salvar a los que están perdidos.
Parábola de los diez siervos
11 La multitud escuchaba todo lo que Jesús decía, y como ya se acercaba a Jerusalén, les contó una historia para corregir la idea de que el reino de Dios comenzaría de inmediato.
12 Les dijo: Un hombre de la nobleza fue llamado a un país lejano para ser coronado rey y luego regresar.
13 Antes de partir, reunió a diez de sus siervos y dividió entre ellos cinco kilos de plata[dv], diciéndoles: «Inviertan esto por mí mientras estoy de viaje»;
14 pero sus súbditos lo odiaban y enviaron una delegación tras él a decir: «No queremos que él sea nuestro rey».
15 Después de que lo coronaran rey, volvió y llamó a los siervos a quienes les había dado el dinero. Quería saber qué ganancias habían tenido.
16 El primer siervo informó: «Amo, invertí su dinero, ¡y multipliqué diez veces el monto inicial!».
17 «¡Bien hecho! —exclamó el rey—. Eres un buen siervo. Has sido fiel con lo poco que te confié, así que como recompensa serás gobernador de diez ciudades».
18 El siguiente siervo informó: «Amo, invertí su dinero y multipliqué cinco veces el monto original».
19 «¡Bien hecho! —exclamó el rey—. Serás gobernador de cinco ciudades».
20 Pero el tercer siervo trajo sólo la suma original y dijo: «Amo, escondí su dinero para protegerlo.
21 Tenía miedo, porque usted es un hombre muy difícil de tratar, que toma lo que no es suyo y cosecha lo que no sembró».
22 «¡Siervo perverso! —dijo el rey a gritos—. Tus propias palabras te condenan. Si sabías que era un hombre duro que tomo lo que no es mío y cosecho lo que no sembré,
23 ¿por qué no depositaste mi dinero en el banco? Al menos hubiera podido obtener algún interés de él».
24 Luego, dirigiéndose a los otros que estaban cerca, el rey ordenó: «Quiten el dinero de este siervo y dénselo al que tiene cinco kilos».
25 «Pero amo —le dijeron—, él ya tiene cinco kilos».
26 «Sí —respondió el rey—, y a los que usan bien lo que se les da, se les dará aún más; pero a los que no hacen nada se les quitará aun lo poco que tienen.
27 En cuanto a esos enemigos míos que no querían que yo fuera su rey, tráiganlos y ejecútenlos aquí mismo en mi presencia».
Entrada triunfal de Jesús
28 Después de contar esa historia, Jesús siguió rumbo a Jerusalén, caminando delante de sus discípulos.
29 Al llegar a las ciudades de Betfagé y Betania, en el monte de los Olivos, mandó a dos discípulos que se adelantaran.
30 Vayan a la aldea que está allí —les dijo—. Al entrar, verán un burrito atado, que nadie ha montado jamás. Desátenlo y tráiganlo aquí.
31 Si alguien les pregunta: «¿Por qué desatan al burrito?», simplemente digan: «El Señor lo necesita».
32 Así que ellos fueron y encontraron el burrito tal como lo había dicho el Señor.
33 Y, efectivamente, mientras lo desataban, los dueños les preguntaron: —¿Por qué desatan ese burrito?
34 Y los discípulos simplemente contestaron: —El Señor lo necesita.
35 Entonces le llevaron el burrito a Jesús y pusieron sus prendas encima para que él lo montara.
36 A medida que Jesús avanzaba, la multitud tendía sus prendas sobre el camino delante de él.
37 Cuando llegó a donde comienza la bajada del monte de los Olivos, todos sus seguidores empezaron a gritar y a cantar mientras alababan a Dios por todos los milagros maravillosos que habían visto.
38 ¡Bendiciones al Rey que viene en el nombre del SEÑOR! ¡Paz en el cielo y gloria en el cielo más alto[dw]!.
39 Algunos de los fariseos que estaban entre la multitud decían: —¡Maestro, reprende a tus seguidores por decir cosas como ésas!
40 Jesús les respondió: —Si ellos se callaran, las piedras a lo largo del camino se pondrían a aclamar.
Jesús llora por Jerusalén
41 Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo:
42 ¡Cómo quisiera que hoy tú, entre todos los pueblos, entendieras el camino de la paz! Pero ahora es demasiado tarde, y la paz está oculta a tus ojos.
43 No pasará mucho tiempo antes de que tus enemigos construyan murallas que te rodeen y te encierren por todos lados.
44 Te aplastarán contra el suelo, y a tus hijos contigo. Tus enemigos no dejarán una sola piedra en su lugar, porque no aceptaste tu oportunidad de salvación.
Jesús despeja el templo
45 Luego Jesús entró en el templo y comenzó a echar a los que vendían animales para los sacrificios.
46 Les dijo: Las Escrituras declaran: «Mi templo será una casa de oración», pero ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones[dx].
47 Después de eso, enseñó todos los días en el templo, pero los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa, junto con los otros líderes del pueblo, comenzaron a planificar cómo matarlo;
48 pero no se les ocurría nada, porque el pueblo prestaba mucha atención a cada palabra que él decía.
20
La autoridad de Jesús es desafiada
1 Cierto día, mientras Jesús enseñaba a la gente y predicaba la Buena Noticia en el templo, los principales sacerdotes, los maestros de la ley religiosa y los ancianos se le acercaron.
2 —¿Con qué autoridad haces todas estas cosas? —le reclamaron—. ¿Quién te dio el derecho?
3 —Primero, déjenme hacerles una pregunta —les respondió él.
4 La autoridad de Juan para bautizar, ¿provenía del cielo o era meramente humana?
5 Ellos discutieron el asunto unos con otros: Si decimos que provenía del cielo, preguntará por qué nosotros no le creímos a Juan,
6 pero si decimos que era meramente humana, la gente nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era un profeta.
7 Entonces finalmente contestaron que no sabían.
8 Jesús respondió: —Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los agricultores malvados
9 Jesús se dirigió nuevamente a la gente y les contó la siguiente historia: Un hombre plantó un viñedo, lo alquiló a unos agricultores arrendatarios y se mudó a vivir a otro país por varios años.
10 Llegado el tiempo de la cosecha de la uva, envió a uno de sus siervos para recoger su parte de la cosecha; pero los agricultores atacaron al siervo, le dieron una paliza y lo mandaron de regreso con las manos vacías.
11 Así que el dueño envió a otro siervo, pero a éste también lo insultaron, le dieron una paliza y lo despacharon con las manos vacías.
12 Se envió a un tercer hombre, a quien lastimaron y echaron a patadas.
13 «¿Qué haré? —se preguntó el dueño—. ¡Ya sé! Enviaré a mi querido hijo. Sin duda a él lo respetarán».
14 Sin embargo, cuando los agricultores vieron al hijo, se dijeron unos a otros: «Aquí viene el heredero de esta propiedad. ¡Matémoslo y nos quedaremos con la propiedad!».
15 Entonces lo arrastraron fuera del viñedo y lo asesinaron. ¿Qué creen ustedes que hará con ellos el dueño del viñedo? —preguntó Jesús.
16 Les diré: irá y matará a esos agricultores y alquilará el viñedo a otros. —¡Qué terrible que suceda algo así! —protestaron los oyentes.
17 Jesús los miró y les dijo: —Entonces, ¿a qué se refiere la siguiente Escritura: «La piedra que los constructores rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal»[dy]?
18 Todo el que tropiece con esa piedra se hará pedazos, y la piedra aplastará a quienes les caiga encima.
19 Los maestros de la ley religiosa y principales sacerdotes querían arrestar a Jesús en ese mismo momento, porque se dieron cuenta de que contaba esa historia en contra de ellos, pues ellos eran los agricultores malvados; pero tenían miedo de la reacción de la gente.
Los impuestos para el César
20 Esperando su oportunidad, los líderes mandaron espías que se hicieron pasar por hombres sinceros. Trataban de hacer que Jesús dijera algo que pudieran informar al gobernador de Roma para que lo arrestara.
21 —Maestro —le dijeron—, sabemos que dices y enseñas lo que es correcto y no te dejas influir por lo que piensan otros. Enseñas con verdad el camino de Dios.
22 Ahora dinos, ¿es correcto que paguemos impuestos al César o no?
23 Jesús se dio cuenta de la trampa y dijo:
24 —Muéstrenme una moneda romana[dz]. ¿A quién pertenecen la imagen y el título grabados en la moneda? —Al César —contestaron.
25 —Bien —dijo—, entonces den al César lo que pertenece al César y den a Dios lo que pertenece a Dios.
26 Así que no pudieron atraparlo por lo que decía en público. En cambio, quedaron asombrados de su respuesta y se callaron.
Discusión sobre la resurrección
27 Después se acercaron a Jesús algunos saduceos, líderes religiosos que dicen que no hay resurrección de los muertos.
28 Le plantearon la siguiente pregunta: —Maestro, Moisés nos dio una ley que dice que si un hombre muere y deja a una esposa sin haber tenido hijos, su hermano debe casarse con la viuda y darle un hijo para que el nombre del hermano continúe[ea].
29 Ahora bien, supongamos que había siete hermanos. El mayor se casó y murió sin dejar hijos.
30 Entonces el segundo hermano se casó con la viuda, pero él también murió.
31 Luego el tercer hermano se casó con ella. Lo mismo sucedió con los siete, quienes murieron sin dejar hijos.
32 Por último, la mujer también murió.
33 Entonces dinos, ¿de quién será esposa en la resurrección? ¡Pues los siete estuvieron casados con ella!
34 Jesús respondió: —El matrimonio es para las personas aquí en la tierra;
35 pero en el mundo que vendrá, los que sean dignos de ser levantados de los muertos no se casarán, ni se darán en casamiento,
36 ni volverán a morir. En este sentido, serán como ángeles. Ellos son hijos de Dios e hijos de la resurrección.
37 Ahora bien, en cuanto a si los muertos resucitarán, hasta Moisés demostró esto cuando escribió acerca de la zarza que ardía. Mucho después de que Abraham, Isaac y Jacob murieron, él se refirió al Señor[eb] como «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob[ec]».
38 Por lo tanto, él es Dios de los que están vivos, no de los muertos, porque todos están vivos para él.
39 ¡Bien dicho, Maestro!, comentaron algunos de los maestros de la ley religiosa que estaban allí.
40 Y después nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
¿De quién es hijo el Mesías?
41 Entonces Jesús les planteó una pregunta: ¿Cómo es que se dice que el Mesías es hijo de David?
42 Pues David mismo escribió en el libro de los Salmos: «El SEÑOR le dijo a mi Señor: Siéntate en el lugar de honor a mi derecha,
43 hasta que humille a tus enemigos y los ponga por debajo de tus pies[ed]».
44 Si David llamó al Mesías «Señor», ¿cómo es posible que el Mesías sea su hijo?
45 Entonces, mientras la multitud escuchaba, se dirigió a sus discípulos y les dijo:
46 ¡Cuídense de los maestros de la ley religiosa! Pues les gusta pavonearse en túnicas largas y sueltas y les encanta recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas. ¡Y cómo les encanta ocupar los asientos de honor en las sinagogas y sentarse a la mesa principal en los banquetes!
47 Sin embargo, estafan descaradamente a las viudas para apoderarse de sus propiedades y luego pretenden ser piadosos haciendo largas oraciones en público. Por eso, serán castigados con más severidad.
21
La ofrenda de la viuda
1 Mientras Jesús estaba en el templo, observó a los ricos que depositaban sus ofrendas en la caja de las ofrendas.
2 Luego pasó una viuda pobre y echó dos monedas pequeñas[ee].
3 Les digo la verdad —dijo Jesús—, esta viuda pobre ha dado más que todos los demás.
4 Pues ellos dieron una mínima parte de lo que les sobraba, pero ella, con lo pobre que es, dio todo lo que tenía.
Jesús predice el futuro
5 Algunos de sus discípulos comenzaron a hablar acerca del majestuoso trabajo hecho en piedra del templo y de las decoraciones conmemorativas que adornaban las paredes. Pero Jesús les dijo:
6 Viene el tiempo cuando todo esto será demolido por completo. ¡No quedará ni una sola piedra sobre otra!
7 —Maestro —le preguntaron—, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal nos indicará que esas cosas están por ocurrir?
8 Él les contestó: —No dejen que nadie los engañe, porque muchos vendrán en mi nombre y afirmarán: «Yo soy el Mesías[ef]» y dirán: «El tiempo ha llegado»; pero no les crean.
9 Cuando oigan de guerras y de levantamientos, no se dejen llevar por el pánico. Es verdad, esas cosas deben suceder primero, pero el fin no vendrá inmediatamente después.
10 Luego agregó: —Una nación entrará en guerra con otra, y un reino con otro reino.
11 Habrá grandes terremotos, hambres y plagas en muchos países, y sucederán cosas aterradoras y grandes señales milagrosas del cielo.
12 Pero antes de que ocurra todo eso, habrá un tiempo de gran persecución. Los arrastrarán a las sinagogas y a las prisiones, y serán sometidos a juicio ante reyes y gobernantes, todo por ser mis seguidores;
13 pero esa será una oportunidad para que ustedes les hablen de mí[eg].
14 Así que no se preocupen de antemano por cómo contestarán los cargos en su contra,
15 porque yo les daré las palabras apropiadas y tal sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá responderles o refutarlos.
16 Aun sus seres más cercanos —padres, hermanos, familiares y amigos— los traicionarán. Incluso a algunos de ustedes los matarán.
17 Todos los odiarán por ser mis seguidores[eh],
18 pero ni un solo cabello de su cabeza perecerá.
19 Al mantenerse firmes, ganarán su alma.
20 Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, entonces sabrán que ha llegado el tiempo de su destrucción.
21 Entonces los que estén en Judea huyan a las colinas. Los que estén en Jerusalén deben salir, y los que estén en el campo no deben volver a la ciudad.
22 Pues serán días de la venganza de Dios, y las palabras proféticas de las Escrituras se cumplirán.
23 Que terribles serán esos días para las mujeres embarazadas y para las madres que amamantan. Pues habrá desastre en la tierra y gran enojo contra este pueblo.
24 Los matarán a espada o serán enviados cautivos a todas las naciones del mundo. Y Jerusalén será pisoteada por los gentiles[ei] hasta que el tiempo de los gentiles llegue a su fin.
25 Y habrá señales extrañas en el sol, en la luna y en las estrellas. Y aquí en la tierra, las naciones del mundo estarán en caos, perplejas por los mares rugientes y las mareas extrañas.
26 La gente quedará aterrada de lo que verá venir sobre la tierra, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.
27 Entonces todos verán al Hijo del Hombre[ej] venir en una nube con poder y gran gloria[ek].
28 Por lo tanto, cuando todas estas cosas comiencen a suceder, pónganse de pie y levanten la mirada, ¡porque la salvación está cerca!
29 Luego les dio la siguiente ilustración: —Fíjense en la higuera o en cualquier otro árbol.
30 Cuando brotan las hojas, ustedes saben que el verano se acerca sin que nadie les diga.
31 De la misma manera, cuando vean que suceden todas estas cosas, sabrán que el reino de Dios está cerca.
32 Les digo la verdad, no pasará esta generación hasta que hayan sucedido todas estas cosas.
33 El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras no desaparecerán jamás.
34 ¡Tengan cuidado! No dejen que su corazón se entorpezca con parrandas y borracheras, ni por las preocupaciones de esta vida. No dejen que ese día los agarre desprevenidos,
35 como una trampa. Pues ese día vendrá sobre cada ser viviente de la tierra.
36 Manténganse siempre alerta. Y oren para que sean suficientemente fuertes para escapar de los horrores que vendrán y para presentarse delante del Hijo del Hombre.
37 Cada día Jesús iba al templo a enseñar y cada tarde regresaba a pasar la noche en el monte de los Olivos.
38 Todas las mañanas, desde muy temprano, las multitudes se reunían en el templo para escucharlo.
22
Judas acuerda traicionar a Jesús
1 Se acercaba el Festival de los Panes sin Levadura, también llamado Pascua.
2 Los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa tramaban de qué manera matar a Jesús, pero tenían miedo de la reacción de la gente.
3 Entonces Satanás entró en Judas Iscariote, uno de los doce discípulos,
4 quien fue a ver a los principales sacerdotes y a los capitanes de la guardia del templo para hablar con ellos sobre la mejor manera de traicionar a Jesús.
5 Ellos quedaron complacidos y prometieron darle dinero.
6 Judas aceptó y comenzó a buscar una oportunidad para traicionar a Jesús de modo que ellos pudieran arrestarlo cuando las multitudes no estuvieran rodeándolo.
La última cena
7 Llegó el Festival de los Panes sin Levadura, cuando se sacrifica el cordero de la Pascua.
8 Jesús mandó que Pedro y Juan se adelantaran y les dijo: —Vayan y preparen la cena de Pascua, para que podamos comerla juntos.
9 —¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron.
10 Él contestó: —En cuanto entren en Jerusalén, les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo. En la casa donde él entre,
11 díganle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está el cuarto de huéspedes en el que puedo comer la cena de Pascua con mis discípulos?».
12 Él los llevará a un cuarto grande en el piso de arriba, que ya está listo. Allí deben preparar nuestra cena.
13 Ellos fueron a la ciudad y encontraron todo como Jesús les había dicho y allí prepararon la cena de Pascua.
14 Cuando llegó la hora, Jesús y los apóstoles se sentaron juntos a la mesa[el].
15 Jesús dijo: He tenido muchos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de que comiencen mis sufrimientos.
16 Pues ahora les digo que no volveré a comerla hasta que su significado se cumpla en el reino de Dios.
17 Luego tomó en sus manos una copa de vino y le dio gracias a Dios por ella. Entonces dijo: Tomen esto y repártanlo entre ustedes.
18 Pues no volveré a beber vino hasta que venga el reino de Dios.
19 Tomó un poco de pan y dio gracias a Dios por él. Luego lo partió en trozos, lo dio a sus discípulos y dijo: Esto es mi cuerpo, el cual es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria de mí.
20 Después de la cena, tomó en sus manos otra copa de vino y dijo: Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, un acuerdo confirmado con mi sangre, la cual es derramada como sacrificio por ustedes[em].
21 Pero aquí en esta mesa, sentado entre nosotros como un amigo, está el hombre que me traicionará.
22 Pues está establecido que el Hijo del Hombre[en] tiene que morir. ¡Pero qué aflicción le espera a aquel que lo traiciona!
23 Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería capaz de hacer semejante cosa.
24 Después comenzaron a discutir quién sería el más importante entre ellos.
25 Jesús les dijo: En este mundo, los reyes y los grandes hombres tratan a su pueblo con prepotencia; sin embargo, son llamados «amigos del pueblo».
26 Pero entre ustedes será diferente. El más importante de ustedes deberá tomar el puesto más bajo, y el líder debe ser como un sirviente.
27 ¿Quién es más importante: el que se sienta a la mesa o el que la sirve? El que se sienta a la mesa, por supuesto. ¡Pero en este caso no!, pues yo estoy entre ustedes como uno que sirve.
28 Ustedes han estado conmigo durante mis tiempos de prueba.
29 Así como mi Padre me concedió un reino, yo ahora les concedo el derecho
30 de comer y beber a mi mesa en mi reino, y se sentarán sobre tronos y juzgarán a las doce tribus de Israel.
Jesús predice la negación de Pedro
31 Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandear a cada uno de ustedes como si fueran trigo;
32 pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos.
33 Pedro dijo: —Señor, estoy dispuesto a ir a prisión contigo y aun a morir contigo.
34 Jesús le respondió: —Pedro, déjame decirte algo. Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.
35 Entonces Jesús les preguntó: —Cuando los envié a predicar la Buena Noticia y no tenían dinero ni bolso de viaje ni otro par de sandalias, ¿les faltó algo? —No —respondieron ellos.
36 —Pero ahora —les dijo—, tomen su dinero y un bolso de viaje; y si no tienen espada, ¡vendan su capa y compren una!
37 Pues ha llegado el tiempo en que se cumpla la siguiente profecía acerca de mí: «Fue contado entre los rebeldes[eo]». Así es, todo lo que los profetas escribieron acerca de mí se cumplirá.
38 —Mira Señor —le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros. —Es suficiente —les dijo.
Jesús ora en el monte de los Olivos
39 Luego, acompañado por sus discípulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos.
40 Allí les dijo: Oren para que no cedan a la tentación.
41 Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró:
42 Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía.
43 Entonces apareció un ángel del cielo y lo fortaleció.
44 Oró con más fervor, y estaba en tal agonía de espíritu que su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre[ep].
45 Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discípulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza.
46 ¿Por qué duermen? —les preguntó—. Levántense y oren para que no cedan ante la tentación.
Traicionan y arrestan a Jesús
47 Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discípulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso.
48 Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?
49 Cuando los otros discípulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!
50 Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
51 Pero Jesús dijo: Basta. Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.
52 Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido a buscarlo. ¿Acaso soy un peligroso revolucionario, para que vengan con espadas y palos para arrestarme? —les preguntó.
53 ¿Por qué no me arrestaron en el templo? Estuve allí todos los días, pero este es el momento de ustedes, el tiempo en que reina el poder de la oscuridad.
Pedro niega a Jesús
54 Entonces lo arrestaron y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Y Pedro los siguió de lejos.
55 Los guardias encendieron una fogata en medio del patio y se sentaron alrededor, y Pedro se sumó al grupo.
56 Una sirvienta lo vio a la luz de la fogata y comenzó a mirarlo fijamente. Por fin dijo: Este hombre era uno de los seguidores de Jesús.
57 Pero Pedro lo negó: ¡Mujer, ni siquiera lo conozco!
58 Después de un rato, alguien más lo vio y dijo: —Seguramente tú eres uno de ellos. —¡No, hombre, no lo soy! —contestó.
59 Alrededor de una hora más tarde, otra persona insistió: Seguro éste es uno de ellos porque también es galileo.
60 Pero Pedro dijo: ¡Hombre, no sé de qué hablas! Inmediatamente, mientras aún hablaba, el gallo cantó.
61 En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces.
62 Y Pedro salió del patio, llorando amargamente.
63 Los guardias que estaban a cargo de Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo.
64 Le vendaron los ojos y le decían: ¡Profetízanos! ¿Quién te golpeó esta vez?
65 Y le lanzaban todo tipo de insultos.
Jesús ante el Concilio
66 Al amanecer, todos los ancianos del pueblo se reunieron, incluidos los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa. Llevaron a Jesús ante el Concilio Supremo[eq]
67 y le dijeron: —Dinos, ¿eres tú el Mesías? Él les respondió: —Si lo dijera, no me creerían;
68 y si yo les hiciera una pregunta, ustedes no me la contestarían.
69 Sin embargo, desde ahora, el Hijo del Hombre estará sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios[er].
70 Todos gritaron: —¿Entonces afirmas que eres el Hijo de Dios? Y él contestó: —Ustedes dicen que lo soy.
71 ¿Para qué necesitamos otros testigos? —dijeron—. Nosotros mismos lo oímos decirlo.
23
Juicio de Jesús ante Pilato
1 Entonces todo el Concilio llevó a Jesús ante Pilato, el gobernador romano.
2 Comenzaron a presentar su caso: Este hombre ha estado llevando al pueblo por mal camino al decirles que no paguen los impuestos al gobierno romano y al afirmar que él es el Mesías, un rey.
3 Entonces Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús contestó: —Tú lo has dicho.
4 Pilato se dirigió a los principales sacerdotes y a la multitud y les dijo: —¡No encuentro ningún delito en este hombre!
5 Pero insistían: —Con sus enseñanzas causa disturbios por donde va, en toda Judea, desde Galilea hasta Jerusalén.
6 —Ah, ¿es galileo? —preguntó Pilato.
7 Cuando le dijeron que sí, Pilato lo mandó a Herodes Antipas, porque Galilea estaba bajo la jurisdicción de Herodes, y dio la casualidad de que se encontraba en Jerusalén en ese momento.
8 Herodes se alegró mucho por la oportunidad de ver a Jesús, porque había oído hablar de él y hacía tiempo que quería verlo realizar un milagro.
9 Herodes le hizo una pregunta tras otra, pero Jesús se negó a contestar.
10 Mientras tanto, los principales sacerdotes y los maestros de la ley religiosa se quedaron allí gritando sus acusaciones.
11 Entonces Herodes y sus soldados comenzaron a burlarse de Jesús y a ridiculizarlo. Finalmente le pusieron un manto real y lo enviaron de regreso a Pilato.
12 (Herodes y Pilato, quienes habían sido enemigos anteriormente, ese día se hicieron amigos).
13 Entonces Pilato llamó a los principales sacerdotes y a los otros líderes religiosos, junto con el pueblo,
14 y anunció su veredicto: Me trajeron a este hombre porque lo acusan de encabezar una revuelta. Detenidamente lo he examinado al respecto en presencia de ustedes y lo encuentro inocente.
15 Herodes llegó a la misma conclusión y me lo devolvió. Este hombre no ha hecho nada que merezca la pena de muerte.
16 Así que lo haré azotar y luego lo pondré en libertad[es].
18 Pero un gran clamor surgió de la multitud, y a una voz la gente gritó: ¡Mátalo y suéltanos a Barrabás!
19 (Barrabás estaba en prisión por haber participado en un levantamiento contra el gobierno en Jerusalén, y por asesinato).
20 Pilato discutió con ellos porque quería poner en libertad a Jesús,
21 pero la multitud seguía gritando: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
22 Por tercera vez insistió Pilato: ¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido? No encuentro ninguna razón para condenarlo a muerte. Lo haré azotar y luego lo soltaré.
23 Pero la turba gritó cada vez más fuerte, exigiendo que Jesús fuera crucificado, y sus voces prevalecieron.
24 Entonces Pilato sentenció a Jesús a muerte como la gente reclamaba.
25 Como habían pedido, puso en libertad a Barrabás, el que estaba preso por levantamiento y asesinato. Y les entregó a Jesús para que hicieran con él como quisieran.
La crucifixión
26 Cuando ellos se llevaban a Jesús, sucedió que un hombre llamado Simón, que era de Cirene[et], venía del campo. Los soldados lo agarraron, pusieron la cruz sobre él y lo obligaron a cargarla detrás de Jesús.
27 Una gran multitud lo seguía, incluidas muchas mujeres que lloraban desconsoladas.
28 Entonces Jesús se dio la vuelta y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
29 Pues vienen días cuando dirán: «¡Dichosas las mujeres que no tienen hijos, los vientres que no dieron a luz y los pechos que no amamantaron!».
30 La gente suplicará a los montes: «¡Caigan sobre nosotros!» y rogará a las colinas: «¡Entiérrennos!» [eu].
31 Pues, si estas cosas suceden cuando el árbol está verde, ¿qué pasará cuando esté seco[ev]?.
32 Llevaron a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados con Jesús.
33 Cuando llegaron a un lugar llamado La Calavera[ew], lo clavaron en la cruz y a los criminales también, uno a su derecha y otro a su izquierda.
34 Jesús dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen[ex]. Y los soldados sortearon su ropa, tirando los dados[ey].
35 La multitud observaba, y los líderes se burlaban. Salvó a otros —decían—, que se salve a sí mismo si de verdad es el Mesías de Dios, el Elegido.
36 Los soldados también se burlaban de él, al ofrecerle vino agrio para beber.
37 Y exclamaron: Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!
38 Encima de su cabeza, colocaron un letrero que decía: Este es el Rey de los judíos.
39 Uno de los criminales colgados junto a él se burló: ¿Así que eres el Mesías? Demuéstralo salvándote a ti mismo, ¡y a nosotros también!
40 Pero el otro criminal protestó: ¿Ni siquiera temes a Dios ahora que estás condenado a muerte?
41 Nosotros merecemos morir por nuestros crímenes, pero este hombre no ha hecho nada malo.
42 Luego dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Jesús respondió: —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Muerte de Jesús
44 Ya era alrededor del mediodía, y la tierra se llenó de oscuridad hasta las tres de la tarde.
45 La luz del sol desapareció. Y, de repente, la cortina del santuario del templo se rasgó por la mitad.
46 Después Jesús gritó: Padre, ¡encomiendo mi espíritu en tus manos[ez]!. Y con esas palabras dio su último suspiro.
47 Cuando el oficial romano[fa] encargado de la ejecución vio lo que había sucedido, adoró a Dios y dijo: Este hombre era inocente[fb] de verdad.
48 Y cuando todas las multitudes que habían venido a observar la ejecución vieron lo que había sucedido, regresaron a casa con gran dolor[fc];
49 pero los amigos de Jesús, incluidas las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando de lejos.
Entierro de Jesús
50 Había un hombre bueno y justo llamado José. Era miembro del Concilio Supremo judío,
51 pero no había estado de acuerdo con la decisión y las acciones de los otros líderes religiosos. Era de la ciudad de Judea llamada Arimatea y esperaba la venida del reino de Dios.
52 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
53 Luego bajó el cuerpo de la cruz, lo envolvió en un largo lienzo de lino y lo colocó en una tumba nueva que había sido tallada en la roca.
54 Esto sucedió el viernes por la tarde, el día de preparación[fd], cuando el día de descanso estaba por comenzar.
55 Mientras llevaban el cuerpo, las mujeres de Galilea iban detrás y vieron la tumba donde lo colocaron.
56 Luego fueron a sus casas y prepararon especias y ungüentos para ungir el cuerpo de Jesús; pero cuando terminaron ya había comenzado el día de descanso, así que descansaron como ordena la ley.
24
La resurrección
1 El domingo, muy temprano por la mañana[fe], las mujeres fueron a la tumba, llevando las especias que habían preparado.
2 Encontraron que la piedra de la entrada estaba corrida a un costado.
3 Entonces entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.
4 Mientras estaban allí perplejas, de pronto aparecieron dos hombres vestidos con vestiduras resplandecientes.
5 Las mujeres quedaron aterradas y se inclinaron rostro en tierra. Entonces los hombres preguntaron: ¿Por qué buscan entre los muertos a alguien que está vivo?
6 ¡Él no está aquí! ¡Ha resucitado! Recuerden lo que les dijo en Galilea,
7 que el Hijo del Hombre[ff] debía ser traicionado y entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, y que resucitaría al tercer día.
8 Entonces ellas recordaron lo que Jesús había dicho.
9 Así que regresaron corriendo de la tumba a contarles a los once discípulos y a todos los demás lo que había sucedido.
10 Fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y varias mujeres más quienes contaron a los apóstoles lo que pasó.
11 Pero a los hombres el relato les pareció una tontería, y no les creyeron.
12 Sin embargo, Pedro se levantó de un salto y corrió a la tumba para ver por sí mismo. Agachándose, miró hacia adentro y vio sólo los lienzos de lino, vacíos; luego regresó a la casa, preguntándose qué habría ocurrido.
De camino a Emaús
13 Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban camino al pueblo de Emaús, a unos once kilómetros[fg] de Jerusalén.
14 Al ir caminando, hablaban acerca de las cosas que habían sucedido.
15 Mientras conversaban y hablaban, de pronto Jesús mismo se apareció y comenzó a caminar con ellos;
16 pero Dios impidió que lo reconocieran.
17 Él les preguntó: —¿De qué vienen discutiendo tan profundamente por el camino? Se detuvieron de golpe, con sus rostros cargados de tristeza.
18 Entonces uno de ellos, llamado Cleofas, contestó: —Tú debes de ser la única persona en Jerusalén que no oyó acerca de las cosas que han sucedido allí en los últimos días.
19 —¿Qué cosas? —preguntó Jesús. —Las cosas que le sucedieron a Jesús, el hombre de Nazaret —le dijeron—. Era un profeta que hizo milagros poderosos, y también era un gran maestro a los ojos de Dios y de todo el pueblo.
20 Sin embargo, los principales sacerdotes y otros líderes religiosos lo entregaron para que fuera condenado a muerte, y lo crucificaron.
21 Nosotros teníamos la esperanza de que fuera el Mesías que había venido para rescatar a Israel. Todo esto sucedió hace tres días.
22 No obstante algunas mujeres de nuestro grupo de seguidores fueron a su tumba esta mañana temprano y regresaron con noticias increíbles.
23 Dijeron que el cuerpo había desaparecido y que habían visto a ángeles, quienes les dijeron, ¡que Jesús está vivo!
24 Algunos de nuestros hombres corrieron para averiguarlo, y efectivamente el cuerpo no estaba, tal como las mujeres habían dicho.
25 Entonces Jesús les dijo: —¡Qué necios son! Les cuesta tanto creer todo lo que los profetas escribieron en las Escrituras.
26 ¿Acaso no profetizaron claramente que el Mesías tendría que sufrir todas esas cosas antes de entrar en su gloria?
27 Entonces Jesús los guió por los escritos de Moisés y de todos los profetas, explicándoles lo que las Escrituras decían acerca de él mismo.
28 Para entonces ya estaban cerca de Emaús y del final del viaje. Jesús hizo como que iba a seguir adelante,
29 pero ellos le suplicaron: Quédate con nosotros esta noche, ya que se está haciendo tarde. Entonces los acompañó a la casa.
30 Al sentarse a comer[fh], tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos.
31 De pronto, se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Y, en ese instante, Jesús desapareció.
32 Entonces se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 En menos de una hora, estaban de regreso a Jerusalén. Allí encontraron a los once discípulos y los otros que se habían reunido con ellos,
34 quienes decían: ¡El Señor ha resucitado de verdad! Se le apareció a Pedro[fi].
Jesús se aparece a los discípulos
35 Luego los dos de Emaús les contaron cómo Jesús se les había aparecido mientras iban por el camino y cómo lo habían reconocido cuando partió el pan.
36 Entonces, justo mientras contaban la historia, de pronto Jesús mismo apareció de pie en medio de ellos. La paz sea con ustedes, les dijo.
37 Pero todos quedaron asustados y temerosos; ¡pensaban que veían un fantasma!
38 ¿Por qué están asustados? —les preguntó—. ¿Por qué tienen el corazón lleno de dudas?
39 Miren mis manos. Miren mis pies. Pueden ver que de veras soy yo. Tóquenme y asegúrense de que no soy un fantasma, pues los fantasmas no tienen cuerpo, como ven que yo tengo.
40 Mientras hablaba, él les mostró sus manos y sus pies.
41 Aun así, ellos seguían sin creer, llenos de alegría y asombro. Entonces les preguntó: ¿Tienen aquí algo para comer?
42 Le dieron un pedazo de pescado asado,
43 y él lo comió mientras ellos miraban.
44 Entonces dijo: Cuando estaba con ustedes antes, les dije que tenía que cumplirse todo lo escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos.
45 Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras,
46 y dijo: Efectivamente, se escribió hace mucho tiempo que el Mesías debería sufrir, morir y resucitar al tercer día.
47 También se escribió que este mensaje se proclamaría con la autoridad de su nombre a todas las naciones[fj], comenzando con Jerusalén: «Hay perdón de pecados para todos los que se arrepientan».
48 Ustedes son testigos de todas estas cosas.
49 Ahora enviaré al Espíritu Santo, tal como prometió mi Padre; pero quédense aquí en la ciudad hasta que el Espíritu Santo venga y los llene con poder del cielo.
La ascensión
50 Entonces Jesús los llevó a Betania, levantó sus manos al cielo y los bendijo.
51 Mientras los bendecía, los dejó y fue levantado al cielo.
52 Entonces ellos lo adoraron y regresaron a Jerusalén llenos de gran alegría;
53 y pasaban todo su tiempo en el templo, adorando a Dios.