Jeremías

1

1 Estas son las palabras de Jeremías, hijo de Hilcías, uno de los sacerdotes de Anatot, ciudad de la tierra de Benjamín.

2 El SEÑOR le dio mensajes a Jeremías por primera vez durante el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón, rey de Judá[a].

3 Los mensajes del SEÑOR continuaron durante el reinado de Joacim, hijo de Josías, hasta el año once del reinado de Sedequías, otro de los hijos de Josías. En agosto[b] de ese año once, la gente de Jerusalén fue llevada cautiva.

El llamado de Jeremías y las primeras visiones

4 El SEÑOR me dio el siguiente mensaje:

5 —Te conocía aun antes de haberte formado en el vientre de tu madre; antes de que nacieras, te aparté y te nombré mi profeta a las naciones.

6 —Oh Soberano SEÑOR —respondí—. ¡No puedo hablar por ti! ¡Soy demasiado joven!

7 —No digas: «Soy demasiado joven» —me contestó el SEÑOR—, porque debes ir dondequiera que te mande y decir todo lo que te diga.

8 No le tengas miedo a la gente, porque estaré contigo y te protegeré. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

9 Luego el SEÑOR extendió su mano, tocó mi boca y dijo: ¡Mira, he puesto mis palabras en tu boca!

10 Hoy te doy autoridad para que hagas frente a naciones y reinos. A algunos deberás desarraigar, derribar, destruir y derrocar; a otros deberás edificar y plantar.

11 Después el SEÑOR me dijo: —¡Observa, Jeremías! ¿Qué es lo que ves? —Veo una rama de almendro —contesté yo.

12 —Así es —dijo el SEÑOR—, y eso significa que yo estoy vigilando[c] y ciertamente llevaré a cabo todos mis planes.

13 Después el SEÑOR me habló nuevamente. —¿Qué es lo que ves ahora? —me preguntó. —Veo una olla de agua hirviendo que se derrama desde el norte —contesté.

14 —Sí —dijo el SEÑOR—, porque el terror del norte hervirá y se derramará sobre la gente de esta tierra.

15 ¡Escucha! Estoy llamando a los ejércitos de los reinos del norte para que vengan a Jerusalén. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado! Establecerán sus tronos a las puertas de la ciudad; atacarán los muros de Jerusalén y a todas las demás ciudades de Judá.

16 Pronunciaré juicio contra mi pueblo a causa de toda su maldad, por haberme abandonado y por quemar incienso a otros dioses. ¡Sí, ellos rinden culto a ídolos que hicieron con sus propias manos!

17 Levántate y prepárate para entrar en acción. Ve y diles todo lo que te ordene decir. No les tengas miedo, sino haré que parezcas un necio delante de ellos.

18 Mira, hoy te he hecho fuerte, como ciudad fortificada que no se puede conquistar, como columna de hierro o pared de bronce. Te enfrentarás contra toda esta tierra: contra los reyes, los funcionarios, los sacerdotes y el pueblo de Judá.

19 Ellos pelearán contra ti, pero fracasarán, porque yo estoy contigo y te protegeré. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

2

El SEÑOR acusa a su pueblo

1 El SEÑOR me dio otro mensaje y me dijo:

2 Ve y anuncia a gritos este mensaje a Jerusalén. Esto dice el SEÑOR: «Recuerdo qué ansiosa estabas por complacerme cuando eras una joven recién casada, cómo me amabas y me seguías aun a través de lugares desolados.

3 En esos días Israel estaba consagrado al SEÑOR, el primero de sus hijos[d]. Todos los que lastimaron a su pueblo fueron declarados culpables, y sobre ellos cayó la calamidad. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!».

4 ¡Escuchen la palabra del SEÑOR, pueblo de Jacob, todas las familias de Israel!

5 Esto dice el SEÑOR: ¿Qué mal encontraron en mí sus antepasados que los llevó a alejarse tanto de mi lado? Rindieron culto a ídolos inútiles y ellos mismos se volvieron inútiles.

6 No preguntaron: «¿Dónde está el SEÑOR que nos sacó a salvo de Egipto y nos guió a través del árido desierto, por una tierra desolada y llena de hoyos, una tierra de sequía y muerte, donde no vive ni viaja nadie?».

7 Cuando los traje a una tierra fértil para que disfrutaran de sus bienes y de su abundancia, contaminaron mi tierra y corrompieron la posesión que les había prometido.

8 Los sacerdotes no preguntaron: «¿Dónde está el SEÑOR?». Aquellos que enseñaron mi palabra me ignoraron, los gobernantes se volvieron en mi contra, y los profetas hablaron en nombre de Baal, perdiendo su tiempo con ídolos inútiles.

9 Por lo tanto, presentaré mi acusación en su contra, —dice el SEÑOR—. Aun presentaré cargos contra los hijos de sus hijos en los años venideros.

10 Vayan al occidente y miren en la tierra de Chipre[e]; vayan al oriente y busquen en la tierra de Cedar. ¿Acaso alguien ha oído algo tan extraño como esto?

11 ¿Alguna vez una nación ha cambiado sus dioses por otros, aun cuando no son dioses en absoluto? ¡Sin embargo, mi pueblo ha cambiado a su glorioso Dios[f] por ídolos inútiles!

12 Los cielos están espantados ante semejante cosa y retroceden horrorizados y consternados —dice el SEÑOR.

13 Pues mi pueblo ha cometido dos maldades: me ha abandonado a mí —la fuente de agua viva— y ha cavado para sí cisternas rotas ¡que jamás pueden retener el agua!

Los resultados del pecado de Israel

14 ¿Por qué Israel se ha convertido en esclavo? ¿Por qué se lo han llevado como botín?

15 Leones fuertes rugieron contra él, y la tierra ha sido destruida. Ahora las ciudades están en ruinas, ya nadie vive en ellas.

16 Los egipcios, en pie de guerra, llegaron desde sus ciudades de Menfis[g] y Tafnes, han destruido la gloria y el poder de Israel.

17 Tú mismo te has buscado esta desgracia al rebelarte contra el SEÑOR tu Dios, ¡aun cuando él te guiaba por el camino!

18 ¿Qué provecho has sacado de tus alianzas con Egipto y de tus pactos con Asiria? ¿En qué te benefician las corrientes del Nilo[h] o las aguas del río Éufrates[i]?

19 Tu perversidad traerá su propio castigo. El haberte alejado de mí te avergonzará. Verás qué malo y amargo es abandonar al SEÑOR tu Dios y no temerle. ¡Yo, el Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!

20 Hace tiempo rompí el yugo que te oprimía y arranqué las cadenas de tu esclavitud, pero aun así dijiste: «No te serviré». Sobre cada colina y debajo de todo árbol frondoso te has prostituido inclinándote ante ídolos.

21 Pero fui yo el que te planté, al escoger una vid del más puro origen, lo mejor de lo mejor. ¿Cómo te transformaste en esta vid corrupta y silvestre?

22 Por más jabón o lejía que te pongas no puedes limpiarte. Aún puedo ver la mancha de tu culpa. ¡Yo, el SEÑOR Soberano, he hablado!

Israel, una esposa infiel

23 Tú dices: «¡Esto no es cierto! ¡No he rendido culto a las imágenes de Baal!». ¿Pero cómo puedes decir semejante cosa? ¡Ve y mira lo que hay en cualquier valle de la tierra! Reconoce los espantosos pecados que has cometido. Eres como una camella inquieta, buscando un macho con desesperación.

24 Eres como una burra salvaje, olfateando el viento en época de apareamiento. ¿Quién puede contenerla de su celo? ¡Los que la desean no necesitan buscar demasiado, porque es ella quien corre hacia ellos!

25 ¿Cuándo dejarás de correr? ¿Cuándo desistirás de jadear tras otros dioses? Pero tú dices: «Ahórrate tus palabras. ¡Estoy enamorada de estos dioses ajenos, y no puedo dejar de amarlos!».

26 Israel es como un ladrón que se avergüenza sólo cuando lo descubren, al igual que sus reyes, funcionarios, sacerdotes y profetas.

27 A una imagen tallada en un trozo de madera le dicen: «Tú eres mi padre». A un ídolo esculpido en un bloque de piedra le dicen: «Tú eres mi madre». Me dan la espalda, pero durante tiempos difíciles me suplican: «¡Ven y sálvanos!».

28 Pero ¿por qué no invocas a esos dioses que has fabricado? Cuando lleguen los problemas, ¡que ellos te salven si pueden! Pues tú tienes tantos dioses como ciudades hay en Judá.

29 ¿Por qué me acusas de hacer el mal? Ustedes son los que se han rebelado —dice el SEÑOR.

30 He castigado a tus hijos, pero no respondieron a mi disciplina. Tú mismo mataste a tus profetas como un león mata a su presa.

31 ¡Oh pueblo mío, presta atención a las palabras del SEÑOR! ¿Acaso he sido como un desierto para Israel? ¿Acaso le he sido una tierra de tinieblas? Entonces díganme por qué mi pueblo declara: «¡Por fin nos hemos librado de Dios! ¡No lo necesitamos más!».

32 ¿Se olvida una joven de sus joyas? ¿Esconde una recién casada su vestido de bodas? Aun así, año tras año mi pueblo se ha olvidado de mí.

33 ¡Cómo maquinas y tramas para ganarte a tus amantes! ¡Incluso una prostituta veterana podría aprender de ti!

34 Tus vestidos están manchados con la sangre de los inocentes y de los pobres, ¡aunque no los sorprendiste robando tu casa!

35 Aun así dices: «No he hecho nada malo. ¡Seguro que Dios no está enojado conmigo!» ; pero ahora te castigaré severamente porque afirmas no haber pecado.

36 Primero acá, después allá, saltas de un aliado a otro pidiendo ayuda. Pero tus nuevos amigos de Egipto te fallarán, tal como Asiria lo hizo antes.

37 Desesperado, serás llevado al destierro con las manos en la cabeza, porque el SEÑOR ha rechazado a las naciones en las cuales confías. Ellas no te ayudarán en absoluto.

3

1 Si un hombre se divorcia de su esposa, y ella se casa con otro, él nunca la recibirá de nuevo, porque eso sin duda corrompería la tierra. Pero tú te has prostituido con muchos amantes, entonces, ¿por qué tratas de volver a mí? —dice el SEÑOR.

2 Fíjate en los santuarios que hay en cada cumbre. ¿Hay algún lugar que no haya sido profanado por tu adulterio con otros dioses? Te sientas junto al camino como una prostituta en espera de un cliente. Te sientas sola, como un nómada en el desierto. Contaminaste la tierra con tu prostitución y tu perversidad.

3 Por eso incluso han faltado las lluvias de primavera. Pues eres una prostituta descarada y totalmente desvergonzada.

4 Aun así me dices: «Padre, tú has sido mi guía desde mi juventud.

5 ¡Seguro que no estarás enojado para siempre! ¡Sin duda puedes olvidar lo que he hecho!». Hablas de esta manera, pero sigues haciendo todo el mal posible.

Judá sigue el ejemplo de Israel

6 Durante el reinado de Josías, el SEÑOR me dijo: ¿Te has dado cuenta de lo que ha hecho la caprichosa Israel? Como una esposa que comete adulterio, Israel ha rendido culto a otros dioses en cada colina y debajo de todo árbol frondoso.

7 Yo pensaba: «Después de haber hecho todo esto regresará a mí»; pero no lo hizo, y su desleal hermana Judá lo observó.

8 Vio que me divorcié de la infiel Israel debido a su adulterio; pero Judá, esa hermana traicionera, no tuvo temor, y ahora ella también me ha dejado y se ha entregado a la prostitución.

9 Israel no lo tomó en serio y no le parece nada fuera de lo común cometer adulterio al rendir culto a ídolos hechos de madera y de piedra. Así que ahora la tierra se ha corrompido.

10 Sin embargo, a pesar de esto, su infiel hermana Judá nunca ha vuelto a mí de corazón, sólo fingió estar apenada. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Esperanza para la rebelde Israel

11 Luego el SEÑOR me dijo: ¡Hasta la infiel Israel es menos culpable que la traidora Judá!

12 Por lo tanto, ve y dale este mensaje a Israel[j]. Esto dice el SEÑOR: «Oh Israel, mi pueblo infiel, regresa otra vez a mí, porque yo soy misericordioso. No estaré enojado contigo para siempre.

13 Sólo reconoce tu culpa; admite que te has rebelado contra el SEÑOR tu Dios y que cometiste adulterio contra él al rendir culto a ídolos debajo de todo árbol frondoso. Confiesa que rehusaste oír mi voz. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

14 Regresen a casa, ustedes, hijos descarriados —dice el SEÑOR—, porque yo soy su amo. Los traeré de regreso a la tierra de Israel[k], uno de esta ciudad y dos de aquella familia, de todo lugar donde estén esparcidos.

15 Y les daré pastores conforme a mi propio corazón, que los guiarán con conocimiento y entendimiento.

16 Cuando una vez más la tierra se llene de gente —dice el SEÑOR—, ya no desearán más «los viejos tiempos» cuando poseían el arca del pacto del SEÑOR. No extrañarán aquellos días, ni siquiera los recordarán y no habrá necesidad de reconstruir el arca.

17 En aquel día, Jerusalén será conocida como «el Trono del SEÑOR». Todas las naciones acudirán a Jerusalén para honrar al SEÑOR. Ya no seguirán tercamente sus propios malos deseos.

18 En aquellos días la gente de Judá y la gente de Israel volverán juntas del destierro del norte. Regresarán a la tierra que les di a sus antepasados como herencia perpetua.

19 Me dije a mí mismo: «¡Cómo quisiera tratarlos como a mis propios hijos!». Sólo quería darles esta hermosa tierra, la posesión más maravillosa del mundo. Esperaba con anhelo que me llamaran «Padre», y quise que nunca se alejaran de mí.

20 Sin embargo, me fuiste infiel, ¡pueblo de Israel! Has sido como una esposa infiel que deja a su marido. Yo, el SEÑOR, he hablado».

21 Se escuchan voces en las alturas de las montañas desoladas, el llanto y las súplicas del pueblo de Israel. Pues han escogido caminos torcidos y se han olvidado del SEÑOR su Dios.

22 Vuelvan a mí, hijos descarriados —dice el SEÑOR—, y les sanaré el corazón extraviado. Sí, ya vamos —responde el pueblo—, porque tú eres el SEÑOR nuestro Dios.

23 Nuestro culto a ídolos en las colinas y nuestras orgías religiosas en las montañas son una falsa ilusión. Sólo en el SEÑOR nuestro Dios encontrará Israel salvación.

24 Desde la niñez hemos visto cómo todo aquello por lo que trabajaron nuestros antepasados —sus ganados y rebaños, sus hijos e hijas— se despilfarraba en una falsa ilusión.

25 Echémonos al suelo llenos de vergüenza y cubiertos de deshonra, porque tanto nosotros como nuestros antepasados hemos pecado contra el SEÑOR nuestro Dios. Desde la niñez hasta el día de hoy nunca lo hemos obedecido.

4

1 ¡Oh, Israel! —dice el Señor—, si quisieras podrías volver a mí. Podrías tirar tus ídolos detestables y no alejarte nunca más.

2 Después, cuando jures por mi nombre diciendo: «Tan cierto como que el SEÑOR vive», lo podrías hacer con verdad, justicia y rectitud. Entonces serías una bendición a las naciones del mundo, y todos los pueblos vendrían y alabarían mi nombre.

Se acerca el juicio a Judá

3 Esto dice el SEÑOR a la gente de Judá y de Jerusalén: ¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones! No desperdicien la buena semilla entre los espinos.

4 Oh, habitantes de Judá y de Jerusalén renuncien a su orgullo y a su poder. Cambien la actitud del corazón ante el SEÑOR[l], o mi enojo arderá como fuego insaciable debido a todos sus pecados.

5 ¡Griten a la gente de Judá y proclamen a los de Jerusalén! Díganles que toquen alarma en toda la tierra: «¡Corran y salven sus vidas! ¡Huyan a las ciudades fortificadas!».

6 Levanten una bandera de señales como una advertencia para Jerusalén[m]: «¡Huyan de inmediato! ¡No se demoren!». Pues desde el norte traigo una terrible destrucción sobre ustedes.

7 Desde su guarida un león acecha, un destructor de naciones. Ha salido de su guarida y se dirige hacia ustedes. ¡Arrasará su tierra! Sus ciudades quedarán en ruinas, y ya nadie vivirá en ellas.

8 Así que póngase ropa de luto y lloren con el corazón destrozado, porque la ira feroz del SEÑOR todavía está sobre nosotros.

9 En aquel día —dice el SEÑOR—, el rey y los funcionarios temblarán de miedo. Los sacerdotes quedarán paralizados de terror y los profetas, horrorizados.

10 Entonces dije: Oh Soberano SEÑOR, el pueblo ha sido engañado por lo que dijiste, porque prometiste paz para Jerusalén. ¡Sin embargo la espada está en su cuello!

11 Se acerca la hora en que el SEÑOR dirá a la gente de Jerusalén: Mi querido pueblo, desde el desierto sopla un viento abrasador, y no la brisa suave que se usa para separar la paja del grano.

12 ¡Es una ráfaga estrepitosa que yo envié! ¡Ahora pronuncio la destrucción contra ti!

13 ¡Nuestro enemigo avanza hacia nosotros como nubarrones! Sus carros de guerra son como torbellinos; sus caballos son más veloces que las águilas. ¡Qué horrible será, pues estamos condenados!

14 Oh Jerusalén, limpia tu corazón para que seas salvada. ¿Hasta cuándo guardarás tus malos pensamientos?

15 Tu destrucción ya se anunció desde Dan y la zona montañosa de Efraín.

16 Adviertan a las naciones vecinas y anuncien esto a Jerusalén: «El enemigo viene desde una tierra lejana, dando gritos de guerra contra las ciudades de Judá.

17 Rodean a Jerusalén como guardianes alrededor de un campo porque mi pueblo se rebeló contra mí —dice el SEÑOR.

18 Tus propios hechos han traído todo esto sobre ti. Este castigo es amargo, ¡te penetra hasta el corazón!».

Jeremías llora por su pueblo

19 ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra.

20 Olas de destrucción cubren la tierra, hasta dejarla en completa desolación. Súbitamente mis carpas son destruidas; de repente mis refugios son demolidos.

21 ¿Hasta cuándo tendré que ver las banderas de combate y oír el toque de trompetas de guerra?

22 Mi pueblo es necio y no me conoce —dice el SEÑOR—. Son hijos tontos, sin entendimiento. Son lo suficientemente listos para hacer lo malo, ¡pero no tienen ni idea de cómo hacer lo correcto!

La visión de Jeremías acerca del desastre que se aproxima

23 Miré a la tierra y estaba vacía y no tenía forma; miré a los cielos y no había luz.

24 Miré a las montañas y colinas que temblaban y se agitaban.

25 Miré y toda la gente se había ido; todos los pájaros del cielo se habían volado.

26 Miré y los terrenos fértiles se habían convertido en desiertos; las ciudades estaban en ruinas, destruidas por la ira feroz del SEÑOR.

27 Esto dice el SEÑOR: La tierra entera será arrasada, pero no la destruiré por completo.

28 La tierra estará de luto y los cielos serán tapizados de negro a causa de la sentencia que pronuncié contra mi pueblo. Lo he decidido y no lo cambiaré.

29 Al oír el ruido de los carros de guerra y los arqueros, la gente huye aterrorizada. Ellos se esconden en los matorrales y corren a las montañas. Todas las ciudades han sido abandonadas, ¡no queda nadie en ellas!

30 ¿Qué es lo que haces, tú que has sido saqueado? ¿Por qué te vistes de ropas hermosas y te pones joyas de oro? ¿Por qué te resaltas los ojos con rímel? ¡Arreglarte así de nada te servirá! Los aliados que fueron tus amantes te desprecian y buscan tu muerte.

31 Oigo gritos, como los de una mujer que está de parto, los gemidos de una mujer dando a luz su primer hijo. Es la bella Jerusalén[n], que respira con dificultad y grita: ¡Socorro! ¡Me están matando!

5

Los pecados de Judá

1 Corran por todas las calles de Jerusalén —dice el SEÑOR—, busquen arriba y abajo, ¡busquen por toda la ciudad! Si encuentran aunque sea a una sola persona justa y honrada no destruiré la ciudad.

2 Pero aun cuando están bajo juramento diciendo: «Tan cierto como que el SEÑOR vive», ¡todos siguen mintiendo!

3 SEÑOR, tú estás buscando la honradez. Golpeaste a tu pueblo, pero no prestó atención. Los has aplastado, pero se negaron a ser corregidos. Son tercos, de caras duras como piedra; rehusaron arrepentirse.

4 Entonces dije: ¿Pero qué podemos esperar de los pobres? Son unos ignorantes. No conocen los caminos del SEÑOR ni entienden las leyes divinas.

5 Así que iré y hablaré a sus líderes. Sin duda ellos conocen los caminos del SEÑOR y entienden las leyes de Dios. Pero los líderes también, como un solo hombre, se habían librado del yugo de Dios y roto las cadenas.

6 Entonces ahora un león de la selva los atacará; un lobo del desierto se les echará encima. Un leopardo acechará cerca de sus ciudades, y hará trizas a quien se atreva a salir. Pues grande es la rebelión de ellos y muchos son sus pecados.

7 ¿Cómo puedo perdonarte? Pues aun tus hijos se han alejado de mí. ¡Ellos juraron por dioses que no son dioses en absoluto! Alimenté a mi pueblo hasta que estuvo satisfecho; pero su manera de darme las gracias fue cometer adulterio y hacer fila en los prostíbulos.

8 Son vigorosos sementales, bien alimentados, cada uno relinchando por la mujer de su prójimo.

9 ¿No habría de castigarlos por esto? —dice el SEÑOR—. ¿No habría de vengarme contra semejante nación?

10 Vayan por las hileras de los viñedos y destruyan las vides pero dejen algunas con vida. Arranquen los sarmientos de las vides, porque esta gente no pertenece al SEÑOR.

11 Los pueblos de Israel y Judá están llenos de traición contra mí —dice el SEÑOR.

12 Mintieron acerca del SEÑOR y dijeron: «¡Él no nos molestará! Ningún desastre vendrá sobre nosotros; no habrá guerra ni hambre.

13 Todos los profetas de Dios son pura palabrería, quienes en realidad no hablan de parte de él. ¡Que caigan sobre ellos mismos sus predicciones de desastre!».

14 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales: Debido a que mi pueblo habla de esta manera, mis mensajes saldrán de tu boca como llamas de fuego y quemarán al pueblo como si fuera leña.

15 Oh Israel, traeré una nación lejana contra ti, —dice el SEÑOR—. Es una nación poderosa, una nación antigua, un pueblo cuyo idioma desconoces, cuya forma de hablar no entiendes.

16 Sus armas son mortíferas; sus guerreros, poderosos.

17 Devorarán la comida de tu cosecha; devorarán a tus hijos e hijas. Devorarán tus rebaños y manadas; devorarán tus uvas y tus higueras. Y destruirán tus ciudades fortificadas que consideras tan seguras.

18 Sin embargo, aun en esos días, no te eliminaré por completo —dice el SEÑOR.

19 Y cuando tu pueblo pregunte: «¿Por qué el SEÑOR nuestro Dios nos hizo todo esto?», debes contestar: «Ustedes lo rechazaron y se entregaron a dioses extranjeros en su propia tierra. Ahora servirán a extranjeros en una tierra que a ustedes no les pertenece».

Advertencia al pueblo de Dios

20 Anuncien esto a Israel[o], y díganselo a Judá:

21 «Escucha, gente necia y sin sentido común, que tiene ojos que no ven, y oídos que no oyen.

22 ¿No me tienes respeto? ¿Por qué no tiemblas en mi presencia? Yo, el SEÑOR, con la arena defino el límite del océano como frontera eterna que las aguas no pueden cruzar. Las olas pueden agitarse y rugir, pero nunca podrán pasar los límites que establecí.

23 Sin embargo, mi pueblo tiene el corazón terco y rebelde; se alejó y me abandonó.

24 No dicen de corazón: «Vivamos con temor reverente ante el SEÑOR nuestro Dios, porque nos da la lluvia cada primavera y otoño, asegurándonos una cosecha en el tiempo apropiado».

25 Su maldad les ha privado de estas maravillosas bendiciones; su pecado les ha robado todas estas cosas buenas.

26 Hay hombres perversos entre mi pueblo que están al acecho de víctimas como un cazador oculto en su escondite. Continuamente ponen trampas para atrapar a la gente.

27 Como una jaula llena de pájaros sus casas están llenas de planes siniestros. Ahora son poderosos y ricos.

28 Están gordos y con aspecto saludable, y sus obras de maldad no tienen límite. Rehúsan dar justicia al huérfano y le niegan los derechos al pobre.

29 ¿No habría de castigarlos por esto? —dice el SEÑOR—. ¿No habría de vengarme de semejante nación?

30 Algo terrible y espantoso ha sucedido en este país:

31 los profetas dan profecías falsas, y los sacerdotes gobiernan con mano de hierro. Peor todavía, ¡a mi pueblo le encanta que sea así! Ahora bien, ¿qué harán ustedes cuando todo esto llegue a su fin?

6

Advertencia final a Jerusalén

1 ¡Corran y salven sus vidas, habitantes de Benjamín! ¡Salgan de Jerusalén! ¡Toquen alarma en Tecoa! ¡Levanten señales en Bet-haquerem! Un ejército poderoso viene del norte y trae calamidad y destrucción.

2 Oh Jerusalén[p], tú eres mi hija hermosa y delicada, ¡pero te destruiré!

3 Los enemigos te rodearán como pastores que acampan alrededor de la ciudad. Cada uno escoge un lugar para que su tropa devore.

4 Ellos gritan: «¡Prepárense para la batalla! ¡Ataquen a mediodía!». «No, ya es muy tarde; el día se acaba, y caen las sombras de la noche».

5 «¡Entonces, ataquemos de noche y destruyamos sus palacios!».

6 El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: Corten árboles para usarlos como arietes; construyan rampas de asalto contra las murallas de Jerusalén. Esta es la ciudad que debe ser castigada, porque es perversa hasta más no poder.

7 De ella brota la maldad como de una fuente. Sus calles resuenan con violencia y destrucción. Siempre veo sus enfermedades y heridas.

8 Oye esta advertencia, Jerusalén, o me alejaré de ti indignado. Escucha o te convertiré en un montón de escombros, una tierra donde no vive nadie.

9 El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: Aun los pocos que permanezcan en Israel serán nuevamente recogidos, como cuando el que cosecha revisa cada vid por segunda vez para recoger las uvas que no se cortaron.

La rebelión constante de Israel

10 ¿A quién puedo advertir? ¿Quién escuchará cuando yo hable? Tienen sordos los oídos y no pueden oír. Ellos desprecian la palabra del SEÑOR. No quieren escuchar para nada.

11 Por eso ahora estoy lleno de la furia del SEÑOR. ¡Sí, estoy cansado de contenerla! Derramaré mi furia sobre los niños que juegan en las calles y sobre las reuniones de jóvenes, sobre esposos y esposas y sobre los que son viejos y canosos.

12 Sus casas serán dadas a los enemigos, al igual que sus campos y sus esposas porque levantaré mi puño poderoso contra la gente de esta tierra —dice el SEÑOR.

13 Desde el menos importante hasta el más importante, sus vidas están dominadas por la avaricia. Desde los profetas hasta los sacerdotes, todos son unos farsantes.

14 Ofrecen curas superficiales para la herida mortal de mi pueblo. Dan garantías de paz cuando no hay paz.

15 ¿Se avergüenzan de sus actos repugnantes? De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse! Por lo tanto, estarán entre los caídos en la matanza; serán derribados cuando los castigue, dice el SEÑOR.

Israel rechaza el camino del SEÑOR

16 Esto dice el SEÑOR: Deténganse en el cruce y miren a su alrededor; pregunten por el camino antiguo, el camino justo, y anden en él. Vayan por esa senda y encontrarán descanso para el alma. Pero ustedes responden: «¡No, ese no es el camino que queremos!».

17 Puse centinelas sobre ustedes, que dijeron: «Estén atentos al sonido de alarma». Pero ustedes respondieron: «¡No! ¡No prestaremos atención!».

18 Por lo tanto, naciones, escuchen esto; tomen nota de la situación de mi pueblo.

19 ¡Escucha, toda la tierra! Traeré desastre sobre mi pueblo. Es el fruto de sus propias intrigas, porque se niegan a escucharme; han rechazado mi palabra.

20 Es inútil ofrecerme el incienso dulce de Saba. ¡Guárdense su cálamo aromático importado de tierras lejanas! No aceptaré sus ofrendas quemadas; sus sacrificios no tienen ningún aroma agradable para mí.

21 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: Pondré obstáculos en el camino de mi pueblo. Padres e hijos tropezarán contra ellos. Vecinos y amigos morirán juntos.

Invasión desde el norte

22 Esto dice el SEÑOR: ¡Miren! ¡Un gran ejército viene del norte! Desde tierras lejanas se levanta contra ti una gran nación.

23 Están armados con arcos y lanzas; son crueles y no perdonan a nadie. Cuando avanzan montados a caballo se oyen como el rugido del mar. Vienen en formación de batalla, con planes de destruirte, hermosa Jerusalén[q].

24 Hemos oído informes acerca del enemigo y las manos nos tiemblan de miedo. Punzadas de angustia se han apoderado de nosotros, como las de la mujer que está en trabajo de parto.

25 ¡No salgan a los campos! ¡No viajen por los caminos! ¡La espada del enemigo está por todos lados, y nos aterroriza a cada paso!

26 Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera y siéntate entre las cenizas. Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único. ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!

27 Jeremías, te he hecho probador de metales[r], para que puedas determinar la calidad de mi pueblo.

28 Ellos son rebeldes de la peor clase, llenos de calumnia. Son tan duros como el bronce y el hierro y llevan a otros a la corrupción.

29 Los fuelles soplan las llamas con furor para quemar la corrupción. Pero no los purifica, ya que su perversidad permanece.

30 Los marcaré: «plata rechazada», porque yo, el SEÑOR, los desecho.

7

Jeremías habla en el templo

1 El SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías diciendo:

2 Vete a la entrada del templo del SEÑOR y dale el siguiente mensaje al pueblo: «Oh Judá, ¡escucha este mensaje del SEÑOR! ¡Escúchenlo, todos ustedes que aquí adoran al SEÑOR!

3 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Incluso ahora, si abandonan sus malos caminos les permitiré quedarse en su propia tierra;

4 pero no se dejen engañar por los que les prometen seguridad simplemente porque aquí está el templo del SEÑOR. Ellos repiten: «¡El templo del SEÑOR está aquí! ¡El templo del SEÑOR está aquí!».

5 Pero seré misericordioso únicamente si abandonan sus malos pensamientos y sus malas acciones, y comienzan a tratarse el uno al otro con justicia;

6 si dejan de explotar a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas; si dejan de asesinar; y si dejan de dañarse ustedes mismos al rendir culto a los ídolos.

7 Entonces, les permitiré quedarse en esta tierra que les di a sus antepasados para siempre.

8 No se dejen engañar ni crean que nunca tendrán que sufrir porque el templo está aquí. ¡Es una mentira!

9 ¿De verdad piensan que pueden robar, matar, cometer adulterio, mentir y quemar incienso a Baal y a los otros nuevos dioses que tienen,

10 y luego venir y presentarse delante de mí en mi templo a repetir: «¡Estamos a salvo!» , sólo para irse a cometer nuevamente todas las mismas maldades?

11 ¿No reconocen ustedes mismos que este templo, que lleva mi nombre, se ha convertido en una cueva de ladrones? Les aseguro que veo todo el mal que ocurre allí. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

12 Ahora vayan a Silo, al lugar donde puse antes el tabernáculo que llevaba mi nombre. Vean lo que hice allí debido a toda la perversidad de mi pueblo, los israelitas.

13 Cuando ustedes cometían estas perversidades, dice el SEÑOR, yo les hablé de ello repetidas veces, pero ustedes no quisieron escuchar. Los llamé pero se negaron a contestar.

14 Entonces, tal como destruí a Silo, ahora también destruiré a este templo que lleva mi nombre, este templo al que acuden en busca de ayuda, este lugar que les di a ustedes y a sus antepasados.

15 Y los enviaré al destierro fuera de mi vista, así como hice con sus parientes, el pueblo de Israel[s]».

Persistente idolatría de Judá

16 Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni ores por ellos y no me supliques que los ayude, porque no te escucharé.

17 ¿Acaso no ves lo que están haciendo en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?

18 ¡Con razón estoy tan enojado! Mira cómo los hijos juntan leña y los padres preparan el fuego para el sacrificio. Observa cómo las mujeres preparan la masa para hacer pasteles y ofrecérselos a la reina del cielo. ¡Y derraman ofrendas líquidas a sus otros dioses-ídolos!

19 ¿Soy yo al que ellos perjudican? —pregunta el SEÑOR—. Más que nada se perjudican a sí mismos, para su propia vergüenza.

20 Así que esto dice el SEÑOR Soberano: Derramaré mi terrible furia sobre este lugar. Sus habitantes, animales, árboles y cosechas serán consumidos con el fuego insaciable de mi enojo.

21 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡Tomen sus ofrendas quemadas y los demás sacrificios y cómanselos ustedes mismos!

22 Cuando saqué a sus antepasados de Egipto no eran ofrendas quemadas ni sacrificios lo que deseaba de ellos.

23 Esto les dije: «Obedézcanme, y yo seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. ¡Hagan todo lo que les diga y les irá bien!».

24 Pero mi pueblo no quiso escucharme. Continuaron haciendo lo que querían, siguiendo los tercos deseos de su malvado corazón. Retrocedieron en vez de ir hacia adelante.

25 Desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles a mis siervos, los profetas, día tras día;

26 pero mi pueblo no me ha escuchado, ni siquiera ha tratado de oírme. Han sido tercos y pecadores, aun peor que sus antepasados.

27 Diles todo esto, pero no esperes que te escuchen. Adviérteles a gritos, pero no esperes que te hagan caso.

28 Diles: «Esta es la nación que no obedece al SEÑOR su Dios y que rechaza ser enseñada. Entre ellos la verdad ha desaparecido; ya no se escucha en sus labios.

29 Rápate en señal de luto y llora a solas en las montañas, porque el SEÑOR ha rechazado y ha abandonado a esta generación que ha provocado su furia».

El valle de la matanza

30 La gente de Judá ha pecado ante mis propios ojos —dice el SEÑOR—. Han puesto sus ídolos abominables precisamente en el templo que lleva mi nombre, y así lo han profanado.

31 Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa!

32 Así que, ¡atención!, se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza. Enterrarán a sus muertos en Tofet hasta que ya no haya más lugar.

33 Los cadáveres de mi pueblo servirán de comida para los buitres y los animales salvajes, y no habrá quien los ahuyente.

34 Pondré fin a las risas y a las alegres canciones en las calles de Jerusalén. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias en las ciudades de Judá. La tierra quedará completamente desolada.

8

1 En ese día —dice el SEÑOR—, el enemigo abrirá las tumbas de los reyes y los funcionarios de Judá, las tumbas de los sacerdotes, los profetas y la gente común de Jerusalén.

2 Esparcirá los huesos sobre la tierra ante el sol, la luna y las estrellas: los dioses que mi pueblo ha amado, servido y rendido culto. Sus huesos no serán recogidos nuevamente ni enterrados, sino que serán esparcidos sobre la tierra como si fueran estiércol.

3 Y la gente que sobreviva de esta nación malvada deseará morir en vez de vivir en el lugar donde los enviaré. ¡Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!

Engaño de los falsos profetas

4 Jeremías, dile al pueblo: «Esto dice el SEÑOR: «Cuando una persona se cae, ¿acaso no vuelve a levantarse? Cuando descubre que está en un camino equivocado, ¿acaso no da la vuelta?

5 Entonces, ¿por qué esta gente continúa en su camino de autodestrucción? ¿Por qué los habitantes de Jerusalén rehúsan regresar? Se aferran a sus mentiras y se niegan a volver.

6 Escucho sus conversaciones y no oigo una sola palabra de verdad. ¿Hay alguien que esté apenado por haber hecho lo malo? ¿Alguien que diga: «¡Qué cosa tan terrible he hecho!» ? ¡No! ¡Todos corren por el camino del pecado tan veloces como galopa un caballo a la batalla!

7 Hasta la cigüeña que surca el cielo conoce el tiempo de su migración, al igual que la tórtola, la golondrina y la grulla[t]. Todas regresan en el tiempo señalado cada año. ¡Pero no en el caso de mi pueblo! Ellos no conocen las leyes del SEÑOR.

8 ¿Cómo pueden decir: «Somos sabios porque tenemos la palabra del SEÑOR», cuando, al escribir mentiras, sus maestros la han torcido?

9 Estos maestros sabios caerán en la trampa de su propia necedad, porque han rechazado la palabra del SEÑOR. Después de todo, ¿son ellos tan sabios?

10 Les daré sus esposas a otros y sus fincas a extranjeros. Desde el menos importante hasta el más importante, sus vidas están dominadas por la avaricia. Es cierto, incluso mis profetas y sacerdotes son así; todos ellos son unos farsantes.

11 Ofrecen curas superficiales para la herida mortal de mi pueblo. Dan garantías de paz cuando no hay paz.

12 ¿Se avergüenzan de estos actos repugnantes? De ninguna manera, ¡ni siquiera saben lo que es sonrojarse! Por lo tanto estarán entre los caídos en la matanza; serán derribados cuando los castigue, dice el SEÑOR.

13 Con toda seguridad los consumiré. No habrá más cosechas de higos ni de uvas; todos sus árboles frutales morirán. Todo lo que les di, pronto se acabará. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!».

14 Luego el pueblo dirá: «¿Por qué deberíamos esperar aquí para morir? Vengan, vayamos a las ciudades fortificadas para morir allí. Pues el SEÑOR nuestro Dios ha decretado nuestra destrucción y nos ha dado a beber una copa de veneno porque pecamos contra el SEÑOR.

15 Esperábamos paz, pero la paz no llegó; esperábamos tiempos de sanidad, pero sólo encontramos terror».

16 Ya se puede oír el resoplido de los caballos de guerra del enemigo ¡desde tan lejos como la tierra de Dan en el norte! El relincho de sus sementales hace temblar toda la tierra. Vienen a devorar el país y todo lo que hay en él, tanto las ciudades como los habitantes.

17 Enviaré estas tropas enemigas entre ustedes como serpientes venenosas a las que no pueden encantar. Los morderán y ustedes morirán. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Jeremías llora por Judá

18 Mi dolor no tiene remedio; mi corazón está destrozado.

19 Escuchen el llanto de mi pueblo; puede oírse por toda la tierra. ¿Acaso ha abandonado el SEÑOR a Jerusalén[u]? —pregunta la gente—. ¿No está más su Rey allí? Oh, ¿por qué han provocado mi enojo con sus ídolos tallados y sus despreciables dioses ajenos?, pregunta el SEÑOR.

20 Ya se acabó la cosecha, y el verano se ha ido —se lamenta el pueblo—, ¡y todavía no hemos sido salvados!

21 Sufro con el dolor de mi pueblo, lloro y estoy abrumado de profunda pena.

22 ¿No hay medicina en Galaad? ¿No hay un médico allí? ¿Por qué no hay sanidad para las heridas de mi pueblo?

9

1 [v] ¡Si tan sólo mi cabeza fuera una laguna y mis ojos una fuente de lágrimas, lloraría día y noche por mi pueblo que ha sido masacrado!

2 [w] Desearía poder marcharme y olvidarme de mi pueblo y vivir en una choza para viajeros en el desierto. Pues todos ellos son adúlteros, una banda de mentirosos traicioneros.

Juicio por la desobediencia

3 Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos para lanzar mentiras. Se rehúsan a defender la verdad; sólo van de mal en peor. Ellos no me conocen —dice el SEÑOR.

4 ¡Cuidado con tu vecino, ni siquiera confíes en tu hermano! Pues un hermano saca ventaja de su hermano, y un amigo calumnia a su amigo.

5 Todos se engañan y se estafan entre sí; ninguno dice la verdad. Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica, dicen mentiras; pecan hasta el cansancio.

6 Amontonan mentira sobre mentira y rechazan por completo reconocerme, dice el SEÑOR.

7 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: Mira, los derretiré en el crisol y los probaré como al metal. ¿Qué más puedo hacer con mi pueblo[x]?

8 Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas envenenadas. Dicen palabras amistosas a sus vecinos mientras en el corazón traman matarlos.

9 ¿No habría de castigarlos por eso? —dice el SEÑOR—. ¿No habría de tomar venganza contra semejante nación?

10 Lloraré por las montañas y gemiré por los pastos del desierto; pues están desolados y no tienen vida. Ya no se escucha el mugido del ganado; todas las aves y los animales salvajes han huido.

11 Haré de Jerusalén un montón de ruinas —dice el SEÑOR— y será un lugar frecuentado por chacales. Las ciudades de Judá serán abandonadas, y nadie vivirá en ellas.

12 ¿Quién tiene suficiente sabiduría para entender todo esto? ¿Quién ha sido instruido por el SEÑOR y puede explicárselo a otros? ¿Por qué ha sido tan arruinada esta tierra, que nadie se atreve a viajar por ella?

13 El SEÑOR contesta: Esto sucedió porque mi pueblo abandonó mis instrucciones; se negó a obedecer lo que dije.

14 En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados.

15 Así que ahora esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡mira!, los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber.

16 Los esparciré por todo el mundo, a lugares que ni ellos ni sus antepasados han oído nombrar, y aun allí los perseguiré con espada hasta que los haya destruido por completo.

Llanto en Jerusalén

17 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: Piensa en todo esto y llama a las que se les paga por llorar; manda traer a las mujeres que lloran en los funerales.

18 ¡Rápido! ¡Comiencen a llorar! Que las lágrimas fluyan de sus ojos.

19 Escuchen a los habitantes de Jerusalén[y] llorando desesperados: «¡Estamos arruinados! ¡Estamos totalmente humillados! Tenemos que abandonar nuestra tierra, porque derribaron nuestras casas».

20 Escuchen, ustedes mujeres, las palabras del SEÑOR; abran sus oídos a lo que él tiene que decir. Enseñen a sus hijas a gemir; enséñense unas a otras a lamentarse.

21 Pues la muerte se ha deslizado a través de nuestras ventanas y ha entrado a nuestras mansiones. Ha acabado con la flor de nuestra juventud: los niños ya no juegan en las calles, y los jóvenes ya no se reúnen en las plazas.

22 Esto dice el SEÑOR: Se esparcirán cadáveres a través de los campos como montones de estiércol, como manojos de grano después de la cosecha. No quedará nadie para enterrarlos.

23 Esto dice el SEÑOR: No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría, o el poderoso, de su poder, o el rico, de sus riquezas.

24 Pero los que desean jactarse que lo hagan solamente en esto: de conocerme verdaderamente y entender que yo soy el SEÑOR —quien demuestra amor inagotable y trae justicia y rectitud a la tierra— y que me deleito en estas cosas. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

25 Se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando castigaré a todos los que están circuncidados en el cuerpo pero no en espíritu:

26 a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos[z], y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso.

10

La idolatría trae destrucción

1 ¡Escucha la palabra que el SEÑOR te dice, oh Israel!

2 Esto dice el SEÑOR: No te comportes como las otras naciones que tratan de leer el futuro en las estrellas. No tengas temor de sus predicciones, aun cuando otras naciones se aterren por ellas.

3 Sus costumbres son vanas y necias. Cortan un árbol y el artesano talla un ídolo.

4 Lo decoran con oro y plata y luego lo aseguran con martillo y clavos para que no se caiga.

5 ¡Sus dioses son como inútiles espantapájaros en un campo de pepinos! No pueden hablar y necesitan que los lleven en los brazos porque no pueden caminar. No tengan temor de semejantes dioses, porque no pueden hacerles ningún daño, tampoco ningún bien.

6 ¡SEÑOR, no hay nadie como tú! Pues eres grande y tu nombre está lleno de poder.

7 ¿Quién no te temería, oh Rey de las naciones? ¡Ese título te pertenece sólo a ti! Entre todos los sabios de la tierra y en todos los reinos del mundo no hay nadie como tú.

8 Los que rinden culto a ídolos son estúpidos y necios. ¡Las cosas a las que rinden culto están hechas de madera!

9 Traen láminas de plata desde Tarsis y oro de Ufaz, y les entregan esos materiales a hábiles artesanos que hacen sus ídolos. Luego visten estos dioses con ropas de púrpura y azul real hechas por sastres expertos.

10 Sin embargo, el SEÑOR es el único Dios verdadero. ¡Él es el Dios viviente y el Rey eterno! Toda la tierra tiembla ante su enojo; las naciones no pueden hacerle frente a su ira.

11 Diles a los que rinden culto a otros dioses: Sus supuestos dioses, que no hicieron los cielos y la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos[aa].

12 Dios hizo la tierra con su poder, y la preserva con su sabiduría. Con su propia inteligencia desplegó los cielos.

13 Cuando habla en los truenos, la lluvia desciende del cielo con estrépito. Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra. Envía el relámpago junto con la lluvia, y suelta el viento de sus depósitos.

14 ¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento! Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen, porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude. Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder.

15 Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas! En el día del juicio, todos serán destruidos.

16 ¡Pero el Dios de Israel[ab] no es ningún ídolo! Él es el Creador de todo lo que existe, incluido Israel, su posesión más preciada. ¡El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales es su nombre!

La destrucción que se acerca

17 Haz las maletas y prepárate para salir; el sitio está por comenzar.

18 Pues esto dice el SEÑOR: De forma repentina echaré a todos los que viven en esta tierra. Derramaré sobre ustedes grandes dificultades, y por fin sentirán mi enojo.

19 Mi herida es profunda y grande mi dolor. Mi enfermedad es incurable, pero debo soportarla.

20 Mi casa está destruida, y no queda nadie que me ayude a reconstruirla. Se llevaron a mis hijos, y nunca volveré a verlos.

21 Los pastores de mi pueblo han perdido la razón. Ya no buscan la sabiduría del SEÑOR. Por lo tanto, fracasan completamente y sus rebaños andan dispersos.

22 ¡Escuchen! Oigan el terrible rugir de los ejércitos poderosos mientras avanzan desde el norte. Las ciudades de Judá serán destruidas y se convertirán en guarida de chacales.

Oración de Jeremías

23 Yo sé, SEÑOR, que nuestra vida no nos pertenece; no somos capaces de planear nuestro propio destino.

24 Así que corrígeme, SEÑOR, pero por favor sé tierno; no me corrijas con enojo porque moriría.

25 Derrama tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte, sobre los pueblos que no invocan tu nombre. Pues han devorado a tu pueblo Israel[ac]; lo han devorado y consumido y han hecho de la tierra un desierto desolado.

11

Judá rompe el pacto

1 El SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías y dijo:

2 —Recuérdales a los habitantes de Judá y de Jerusalén las condiciones de mi pacto con ellos.

3 Diles: «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: «¡Maldito todo el que no obedece las condiciones de mi pacto!

4 Pues cuando los saqué de ese horno de fundir hierro que es Egipto, les dije a sus antepasados: «Si me obedecen y hacen todo lo que les mando, serán mi pueblo y yo seré su Dios».

5 Esto les dije para poder cumplir mi promesa a sus antepasados de darles a ustedes una tierra donde fluyen la leche y la miel, la tierra que hoy habitan»». Entonces respondí: —¡Amén, SEÑOR! Que así sea.

6 Después el SEÑOR dijo: —Proclama este mensaje en las calles de Jerusalén. Ve de ciudad en ciudad por toda la tierra y anuncia: «Recuerden el antiguo pacto y hagan todo lo que exige.

7 Pues les advertí solemnemente a sus antepasados cuando los saqué de Egipto: «¡Obedézcanme!». He repetido esta advertencia una y otra vez hasta el día de hoy;

8 pero sus antepasados no escucharon y ni siquiera prestaron atención, sino que se pusieron tercos y siguieron sus propios malos deseos. Y debido a que se negaron a obedecer, traje sobre ellos todas las maldiciones descritas en este pacto».

9 El SEÑOR me habló una vez más y dijo: Descubrí una conspiración contra mí entre los habitantes de Judá y Jerusalén.

10 Han vuelto a los pecados de sus antepasados. Se negaron a escucharme y rinden culto a otros dioses. Israel y Judá han roto el pacto que hice con sus antepasados.

11 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: Traeré calamidad sobre ellos y no habrá escapatoria posible. Aunque supliquen misericordia no escucharé sus ruegos.

12 Entonces los habitantes de Judá y Jerusalén clamarán a sus ídolos y quemarán incienso ante ellos. ¡Pero los ídolos no los salvarán cuando caiga el desastre!

13 Miren ahora, gente de Judá: ustedes tienen tantos dioses como ciudades. Tienen tantos altares vergonzosos —altares para quemar incienso a su dios Baal— como calles hay en Jerusalén.

14 Jeremías, no ores más por este pueblo. No llores ni pidas por ellos porque yo no los escucharé cuando clamen a mí en su angustia.

15 ¿Qué derecho tiene mi amado pueblo de ir a mi templo cuando ha cometido tantas inmoralidades? ¿Acaso sus votos y sacrificios pueden evitar su destrucción? ¡En realidad se alegran en hacer lo malo!

16 Yo, el SEÑOR, antes los llamaba olivo frondoso, hermoso a la vista y lleno de buen fruto. Pero ahora he enviado el furor de sus enemigos para quemarlos con fuego y dejarlos carbonizados y quebrantados.

17 Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, el que plantó ese olivo, he ordenado que lo destruyan. Pues los pueblos de Israel y de Judá han hecho lo malo, y despertaron mi enojo al quemar incienso a Baal.

Complot contra Jeremías

18 Luego el SEÑOR me avisó acerca de los complots que mis enemigos tramaban en mi contra.

19 Yo era como cordero que se lleva al matadero. ¡No tenía idea de que pensaban matarme! Destruyamos a ese hombre y todas sus palabras —dijeron—, derribémoslo para que su nombre sea olvidado para siempre.

20 Oh SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, tú juzgas con justicia, y examinas los secretos y los pensamientos más profundos. Déjame ver tu venganza contra ellos, porque te he entregado mi causa.

21 Esto dice el SEÑOR acerca de los hombres de Anatot que deseaban mi muerte. Ellos habían dicho: Te mataremos si no dejas de profetizar en el nombre del SEÑOR.

22 Así que esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales acerca de ellos: ¡Yo los castigaré! Sus jóvenes morirán en batalla y sus hijos e hijas morirán de hambre.

23 Ninguno de esos conspiradores de Anatot sobrevivirá, porque traeré calamidad sobre ellos cuando llegue el momento de su castigo.

12

Jeremías cuestiona la justicia de Dios

1 SEÑOR, tú siempre me haces justicia cuando llevo un caso ante ti. Así que déjame presentarte esta queja: ¿Por qué los malvados son tan prósperos? ¿Por qué son tan felices los malignos?

2 Tú los has plantado, y ellos echaron raíces y han prosperado. Tu nombre está en sus labios, aunque estás lejos de su corazón.

3 En cuanto a mí, SEÑOR, tú conoces mi corazón; me ves y pruebas mis pensamientos. ¡Arrastra a esta gente como se lleva a las ovejas al matadero! ¡Apártalos para la masacre!

4 ¿Hasta cuándo tendrá que llorar esta tierra? Incluso la hierba de los campos se ha marchitado. Los animales salvajes y las aves han desaparecido debido a la maldad que hay en la tierra. Pues la gente ha dicho: ¡El SEÑOR no ve nuestro futuro!

El SEÑOR le contesta a Jeremías

5 Si te cansa competir contra simples hombres, ¿cómo podrás correr contra caballos? Si tropiezas y caes en campo abierto, ¿qué harás en los matorrales cerca del Jordán?

6 Aun tus hermanos, miembros de tu propia familia, se han vuelto contra ti; conspiran y se quejan de ti. No confíes en ellos, no importa lo amable que sean sus palabras.

7 Yo he abandonado a mi pueblo, mi posesión más preciada. He entregado a los que más amo a sus enemigos.

8 Mi pueblo elegido ha rugido contra mí como un león en la selva, por eso lo traté con desprecio.

9 Mi pueblo elegido se comporta como buitres moteados[ad], pero es el pueblo mismo el que está rodeado de buitres. ¡Que salgan los animales salvajes para que despedacen sus cadáveres!

10 Muchos gobernantes han devastado mi viñedo, pisotearon las vides y así transformaron toda su belleza en un lugar desolado.

11 Lo han convertido en tierra baldía; escucho su triste lamento. Toda la tierra está desolada y a nadie siquiera le importa.

12 Se pueden ver ejércitos destructores en todas las cumbres desiertas de las colinas. La espada del SEÑOR devora a la gente de un extremo al otro de la nación. ¡Nadie escapará!

13 Mi pueblo sembró trigo pero cosecha espinos. Se esforzó pero no le sirvió de nada. Cosechará vergüenza debido a la ira feroz del SEÑOR.

Mensaje a los vecinos de Israel

14 Esto dice el SEÑOR: Desarraigaré de sus tierras a todas las naciones malvadas que extendieron la mano para tomar lo que le di a Israel. Desarraigaré a Judá de entre ellos,

15 pero después regresaré y tendré compasión de todos ellos. Los llevaré de regreso a su tierra, cada nación a su propia heredad.

16 Y si en verdad estas naciones aprenden los caminos de mi pueblo y si aprenden a jurar por mi nombre, y dicen: «Tan cierto como que el SEÑOR vive» (así como ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por el nombre de Baal), entonces se les dará un lugar entre mi pueblo;

17 pero la nación que rehúse obedecerme será arrancada de raíz y destruida. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

13

El calzoncillo de Jeremías

1 Esto me dijo el SEÑOR: Ve y cómprate un calzoncillo de lino y póntelo, pero no lo laves.

2 Así que compré el calzoncillo como me indicó el SEÑOR y me lo puse.

3 Luego el SEÑOR me dio otro mensaje:

4 Toma el calzoncillo que tienes puesto y vete al río Éufrates[ae]. Allí escóndelo en un agujero entre las rocas.

5 Así que fui y lo escondí junto al Éufrates como el SEÑOR me había indicado.

6 Mucho tiempo después, el SEÑOR me dijo: Regresa al Éufrates y toma el calzoncillo que te dije que escondieras.

7 Así que fui al Éufrates y lo saqué del agujero donde lo había escondido, pero ahora estaba podrido y deshecho. El calzoncillo ya no servía para nada.

8 Entonces recibí este mensaje del SEÑOR:

9 Así dice el SEÑOR: esto muestra cómo pudriré el orgullo de Judá y Jerusalén.

10 Esta gente malvada se niega a escucharme. Tercamente siguen sus propios deseos y rinden culto a otros dioses. Por lo tanto, se volverán como este calzoncillo, ¡no servirán para nada!

11 Tal como el calzoncillo se adhiere a la cintura del hombre, así he creado a Judá y a Israel para que se aferren a mí, dice el SEÑOR. Iban a ser mi pueblo, mi orgullo, mi gloria: un honor para mi nombre, pero no quisieron escucharme.

12 Así que diles: «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Que todas sus jarras sean llenas de vino”». Ellos te contestarán: «¡Por supuesto, las jarras se hacen para llenarlas de vino!».

13 Luego diles: «No, esto es lo que quiere dar a entender el SEÑOR: «A todos los habitantes de esta tierra los llenaré de borrachera, desde el rey que se sienta en el trono de David, pasando por los sacerdotes y los profetas, hasta la gente común de Jerusalén.

14 Los estrellaré el uno contra el otro, aun los padres contra los hijos, dice el SEÑOR. No permitiré que mi lástima ni mi misericordia ni mi compasión me impidan destruirlos»».

Advertencia contra el orgullo

15 ¡Escuchen y presten atención! No sean arrogantes, porque el SEÑOR ha hablado.

16 Den gloria al SEÑOR su Dios antes de que sea demasiado tarde. Reconózcanlo antes de que él traiga oscuridad sobre ustedes, la cual hace que tropiecen y caigan en las montañas sombrías. Pues entonces, cuando busquen luz, sólo encontrarán terrible oscuridad y tinieblas.

17 Y si todavía se rehúsan a escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener las lágrimas porque el rebaño del SEÑOR será llevado al destierro.

18 Diles al rey y a su madre: Desciendan de sus tronos y siéntense en el polvo, porque sus coronas gloriosas pronto serán arrebatadas de su cabeza.

19 Las ciudades del Neguev cerrarán sus puertas y nadie será capaz de abrirlas. La gente de Judá será llevada cautiva; todos serán llevados al destierro.

20 ¡Abran sus ojos y vean los ejércitos que bajan marchando desde el norte! ¿Dónde está tu rebaño —tu hermoso rebaño— que él te encargó cuidar?

21 ¿Qué dirás cuando el SEÑOR tome a los aliados con los que cultivaste una relación y los designe como tus gobernantes? ¡Se apoderarán de ti punzadas de angustia como una mujer en dolores de parto!

22 Quizá te preguntes: ¿Por qué me sucede todo esto? ¡Se debe a tus muchos pecados! Por eso los ejércitos invasores te desnudaron y te violaron.

23 ¿Acaso puede un etíope[af] cambiar el color de su piel? ¿Puede un leopardo quitarse sus manchas? Tampoco ustedes pueden comenzar a hacer el bien porque siempre han hecho lo malo.

24 Los dispersaré como la paja que es arrastrada por el viento del desierto.

25 Esta es tu asignación, la porción que te he dado —dice el SEÑOR—, porque ustedes me han olvidado y han puesto su confianza en dioses falsos.

26 Yo mismo te desnudaré y te expondré a la vergüenza.

27 He visto tu adulterio y tu pasión sexual, y tu asquerosa adoración de ídolos en los campos y sobre las colinas. ¡Qué aflicción te espera, Jerusalén! ¿Cuánto falta para que seas pura?

14

La terrible sequía en Judá

1 Jeremías recibió este mensaje del SEÑOR que explica por qué detuvo la lluvia:

2 Judá desfallece; el comercio a las puertas de la ciudad se estanca. Todo el pueblo se sienta en el suelo porque está de luto, y surge un gran clamor de Jerusalén.

3 Los nobles envían a sus sirvientes a buscar agua pero los pozos están secos. Confundidos y desesperados, los siervos regresan con sus cántaros vacíos, y con sus cabezas cubiertas en señal de dolor.

4 El suelo está reseco y agrietado por falta de lluvia. Los agricultores están profundamente angustiados; ellos también se cubren la cabeza.

5 Aun la cierva abandona su cría porque no hay pasto en el campo.

6 Los burros salvajes se paran sobre las lomas desiertas jadeando como chacales sedientos. Fuerzan la vista en busca de hierba, pero no la hay por ninguna parte.

7 Le gente dice: Nuestra maldad nos alcanzó, SEÑOR, pero ayúdanos por el honor de tu propia fama. Nos alejamos de ti y pecamos contra ti una y otra vez.

8 Oh, Esperanza de Israel, nuestro Salvador en tiempos de aflicción, ¿por qué eres como un desconocido? ¿Por qué eres como un viajero que pasa por la tierra y se detiene sólo para pasar la noche?

9 ¿Estás confundido también? ¿Es nuestro guerrero valiente incapaz de salvarnos? SEÑOR, tú estás aquí entre nosotros y somos conocidos como pueblo tuyo. ¡Por favor, no nos abandones ahora!

10 Así que el SEÑOR dice a su pueblo: A ustedes les encanta andar lejos de mí y no se han contenido. Por lo tanto no los aceptaré más como mi pueblo; ahora les recordaré todas sus maldades y los castigaré por sus pecados.

El SEÑOR le prohíbe a Jeremías que interceda

11 Luego el SEÑOR me dijo: —Ya no ores más por este pueblo.

12 Cuando ellos ayunen no les prestaré atención. Cuando me presenten sus ofrendas quemadas y las ofrendas de grano, no las aceptaré. En cambio, los devoraré con guerra, hambre y enfermedad.

13 Luego dije: —Oh Soberano SEÑOR, sus profetas les dicen: «Todo está bien, no vendrá guerra ni hambre. El SEÑOR ciertamente les enviará paz».

14 Entonces el SEÑOR dijo: —Esos profetas dicen mentiras en mi nombre. Yo no los envié ni les dije que hablaran. No les transmití ningún mensaje. Ellos profetizan visiones y revelaciones que nunca han visto ni oído. Hablan necedades, producto de su propio corazón mentiroso.

15 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: yo castigaré a esos profetas mentirosos, porque han hablado en mi nombre a pesar de que no los envié. Dicen que no vendrá guerra ni hambre, ¡pero ellos mismos morirán en la guerra y morirán de hambre!

16 En cuanto a aquellos a quienes profetizan, sus cadáveres serán arrojados en las calles de Jerusalén, víctimas del hambre y de la guerra. No quedará nadie para enterrarlos. Se habrán ido todos: esposos, esposas, hijos e hijas. Pues derramaré sobre ellos su propia maldad.

17 Ahora bien, Jeremías, diles esto: «Mis ojos derraman lágrimas día y noche. No puedo dejar de llorar porque mi hija virgen —mi pueblo precioso— ha sido derribada y yace herida de muerte.

18 Si salgo al campo, veo los cuerpos masacrados por el enemigo. Si camino por las calles de la ciudad veo gente muerta por el hambre. Los profetas y los sacerdotes continúan con su trabajo pero no saben lo que hacen».

Oración por sanidad

19 SEÑOR, ¿has rechazado por completo a Judá? ¿Verdaderamente odias a Jerusalén[ag]? ¿Por qué nos has herido sin la menor esperanza de recuperarnos? Esperábamos paz, pero la paz no llegó; esperábamos un tiempo de sanidad, pero sólo encontramos terror.

20 SEÑOR, confesamos nuestra maldad y también la de nuestros antepasados; todos hemos pecado contra ti.

21 Por el honor de tu fama, SEÑOR, no nos abandones; no deshonres tu propio trono glorioso. Por favor, recuérdanos, y no rompas tu pacto con nosotros.

22 ¿Puede alguno de los inútiles dioses ajenos enviarnos lluvia? ¿O acaso cae del cielo por sí misma? No, tú eres el único, ¡oh SEÑOR nuestro Dios! Sólo tú puedes hacer tales cosas. Entonces esperaremos que nos ayudes.

15

Inevitable condenación de Judá

1 Luego el SEÑOR me dijo: Aun si Moisés y Samuel se presentaran delante de mí para rogarme por este pueblo, no lo ayudaría. ¡Fuera con ellos! ¡Quítenlos de mi vista!

2 Y si te dijeren: «¿Pero adónde podemos ir?», diles: «Esto dice el SEÑOR: “Los que están destinados a la muerte, a la muerte; los destinados a la guerra, a la guerra; los destinados al hambre, al hambre; los destinados al cautiverio, al cautiverio”».

3 Enviaré contra ellos cuatro clases de destructores —dice el SEÑOR—. Enviaré la espada para matar, los perros para arrastrar, los buitres para devorar y los animales salvajes para acabar con lo que haya quedado.

4 Debido a las cosas perversas que Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, hizo en Jerusalén, haré a mi pueblo objeto de horror para todos los reinos de la tierra.

5 ¿Quién tendrá compasión de ti, Jerusalén? ¿Quién llorará por ti? ¿Quién se tomará la molestia de preguntar cómo estás?

6 Tú me has abandonado y me has dado la espalda —dice el SEÑOR—. Por eso, levantaré mi puño para destruirte. Estoy cansado de darte siempre otra oportunidad.

7 Te aventaré como el grano a las puertas de las ciudades y te quitaré tus hijos que tanto quieres. Destruiré a mi propio pueblo, porque rehusó cambiar sus malos caminos.

8 Habrá más viudas que granos de arena a la orilla del mar. Traeré al destructor al mediodía contra las madres de los jóvenes. Súbitamente haré que caiga sobre ellas la angustia y el terror.

9 La madre de siete hijos se debilita y lucha por respirar; su sol se puso mientras todavía es de día. Ahora queda sin hijos, avergonzada y humillada. A los que quedaron, los entregaré para que sus enemigos los maten. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Queja de Jeremías

10 Luego dije: —Qué aflicción tengo, madre mía. ¡Oh, si hubiera muerto al nacer! En todas partes me odian. No soy un acreedor que pretende cobrar ni un deudor que se niega a pagar; aun así todos me maldicen.

11 El SEÑOR respondió: —Yo cuidaré de ti, Jeremías; tus enemigos te pedirán que ruegues a su favor en tiempos de aflicción y angustia.

12 ¿Puede un hombre quebrar una barra de hierro que proviene del norte o una barra de bronce?

13 Sin que a ellos les cueste nada, entregaré tus riquezas y tesoros a tus enemigos como botín, porque el pecado corre desenfrenado en tu tierra.

14 Les diré a tus enemigos que te lleven cautivo a una tierra extranjera. Pues mi enojo arde como un fuego que quemará para siempre[ah].

15 Luego dije: —SEÑOR, tú sabes lo que me sucede. Por favor, ayúdame. ¡Castiga a mis perseguidores! Por favor, dame más tiempo; no dejes que muera joven. Es por tu causa que sufro.

16 Cuando descubrí tus palabras las devoré; son mi gozo y la delicia de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, oh SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales.

17 Nunca me uní a la gente en sus alegres banquetes. Me senté a solas porque tu mano estaba sobre mí y me llené de indignación ante sus pecados.

18 ¿Por qué, entonces, continúa mi sufrimiento? ¿Por qué es incurable mi herida? Tu ayuda parece tan incierta como el arroyo estacional, como un manantial que se ha secado.

19 Esto responde el SEÑOR: —Si regresas a mí te restauraré para que puedas continuar sirviéndome. Si hablas palabras beneficiosas en vez de palabras despreciables, serás mi vocero. Tienes que influir en ellos; ¡no dejes que ellos influyan en ti!

20 Pelearán contra ti como un ejército en ataque, pero yo te haré tan seguro como una pared de bronce fortificada. Ellos no te conquistarán, porque estoy contigo para protegerte y rescatarte. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

21 Sí, te mantendré a salvo de estos hombres malvados; te rescataré de sus manos crueles.

16

A Jeremías se le prohíbe casarse

1 El SEÑOR me dio otro mensaje:

2 No te cases ni tengas hijos en este lugar.

3 Pues esto dice el SEÑOR acerca de los niños nacidos en esta ciudad y de sus madres y padres:

4 morirán de enfermedades terribles. Nadie llorará por ellos ni tampoco los enterrarán sino que yacerán dispersos sobre el suelo como si fueran estiércol. Morirán por la guerra y morirán de hambre, y sus cuerpos serán comida para los buitres y los animales salvajes.

Se acerca el castigo a Judá

5 Esto dice el SEÑOR: No vayas a los funerales para llorar y mostrar compasión por ellos, porque he retirado mi protección y mi paz de ellos; he quitado mi amor inagotable y mi misericordia.

6 Tanto el grande como el humilde morirán en esta tierra. Nadie los enterrará ni se lamentará por ellos. Sus amigos no se cortarán la piel ni se afeitarán la cabeza en señal de tristeza.

7 Nadie ofrecerá una comida para consolar a quienes estén de luto por un muerto, ni siquiera por la muerte de una madre o de un padre. Nadie enviará una copa de vino para consolarlos.

8 No vayas a sus fiestas ni a sus banquetes. Ni siquiera comas o bebas con ellos.

9 Pues esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: en sus propios días y ante sus propios ojos pondré fin a las risas y a las canciones alegres en esta tierra. Ya no se oirán las voces felices de los novios ni de las novias.

10 Cuando le digas todas estas cosas a la gente, ellos te preguntarán: «¿Por qué el SEÑOR decretó cosas tan terribles contra nosotros? ¿Qué hemos hecho para merecer semejante trato? ¿Cuál es nuestro pecado contra el SEÑOR nuestro Dios?».

11 Entonces les darás la respuesta del SEÑOR: «Es porque sus antepasados me fueron infieles y rindieron culto a otros dioses y los sirvieron. Me abandonaron y no obedecieron mi palabra.

12 ¡Y ustedes son peores que sus antepasados! Se pusieron tercos y siguen sus propios malos deseos y rehúsan escucharme.

13 Por lo tanto los expulsaré de esta tierra y los enviaré a una tierra extraña en la que, ni ustedes ni sus antepasados, han estado. Allí podrán rendir culto a ídolos día y noche, y ¡no les concederé ningún favor!».

Esperanza a pesar del desastre

14 Por tanto, se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando la gente que haga un juramento ya no dirá: «Tan cierto como que el SEÑOR vive, quien rescató al pueblo de Israel de la tierra de Egipto».

15 En cambio dirán: «Tan cierto como que el SEÑOR vive, quien trajo a Israel de regreso a su propia tierra desde la tierra del norte y de todos los países a los que él los envió al destierro». Pues los traeré nuevamente a esta tierra que les di a sus antepasados.

16 Ahora mandaré llamar a muchos pescadores para que los capturen —dice el SEÑOR—. Mandaré llamar a cazadores para que los cacen en los montes, en las colinas y en las cuevas.

17 Los vigilo de cerca y veo cada pecado. No hay esperanza de que se escondan de mí.

18 Duplicaré su castigo por todos sus pecados, porque han contaminado mi tierra con las imágenes sin vida de sus detestables dioses y han llenado mi territorio con sus hechos malignos.

Oración de confianza de Jeremías

19 SEÑOR, ¡tú eres mi fuerza y mi fortaleza, mi refugio en el día de aflicción! Las naciones del mundo entero vendrán a ti y te dirán: Nuestros antepasados nos han dejado una herencia despreciable, porque rendían culto a ídolos inútiles.

20 ¿Acaso puede la gente hacer sus propios dioses? ¡Esos no son dioses verdaderos en absoluto!

21 El SEÑOR dice: Ahora les mostraré mi poder; ahora les mostraré mi fuerza. Al fin sabrán y entenderán que yo soy el SEÑOR.

17

Pecado y castigo de Judá

1 El pecado de Judá está escrito con cincel de hierro, grabado con punta de diamante en su corazón de piedra y en las esquinas de sus altares.

2 Incluso sus hijos van a rendir culto en los altares paganos y en los postes dedicados a la diosa Asera, debajo de todo árbol frondoso y sobre cada colina alta.

3 Así que entregaré mi monte santo —junto con todas sus riquezas, tesoros y santuarios paganos— como botín a sus enemigos, porque el pecado corre desenfrenado en su tierra.

4 La herencia maravillosa que he reservado para ustedes se les escapará de las manos. Les diré a sus enemigos que los lleven cautivos a una tierra extranjera. Pues mi enojo arde como un fuego que quemará para siempre.

La sabiduría del SEÑOR

5 Esto dice el SEÑOR: Malditos son los que ponen su confianza en simples seres humanos, que se apoyan en la fuerza humana y apartan el corazón del SEÑOR.

6 Son como los arbustos raquíticos del desierto, sin esperanza para el futuro. Vivirán en lugares desolados, en tierra despoblada y salada.

7 Pero benditos son los que confían en el SEÑOR y han hecho que el SEÑOR sea su esperanza y confianza.

8 Son como árboles plantados junto a la ribera de un río con raíces que se hunden en las aguas. A esos árboles no les afecta el calor ni temen los largos meses de sequía. Sus hojas están siempre verdes y nunca dejan de producir fruto.

9 El corazón humano es lo más engañoso que hay, y extremadamente perverso. ¿Quién realmente sabe qué tan malo es?

10 Pero yo, el SEÑOR, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones.

Jeremías confía en el SEÑOR

11 Los que acaparan riquezas en forma injusta son como las perdices que empollan los huevos que no han puesto. En la mitad de la vida perderán sus riquezas; al final, se volverán unos pobres viejos tontos.

12 Pero nosotros adoramos frente a tu trono: ¡eterno, puesto en alto y glorioso!

13 Oh SEÑOR, esperanza de Israel, serán avergonzados todos los que se alejan de ti. Serán enterrados en el polvo de la tierra, porque han abandonado al SEÑOR, la fuente de agua viva.

14 Oh SEÑOR, si me sanas, seré verdaderamente sano; si me salvas, seré verdaderamente salvo. ¡Mis alabanzas son sólo para ti!

15 La gente se burla de mí y dice: ¿Cuál es este «mensaje del SEÑOR» del que hablas? ¿Por qué no se cumplen tus predicciones?

16 SEÑOR, no he abandonado mi labor como pastor de tu pueblo ni he insistido que mandes desastres. Tú has oído todo lo que dije.

17 SEÑOR, ¡no me aterrorices! Sólo tú eres mi esperanza en el día de la calamidad.

18 Haz que se avergüencen y se desalienten todos los me persiguen, pero no dejes que sea yo el avergonzado y el desalentado. Haz que caiga sobre ellos un día de terror. ¡Sí, haz que caiga sobre ellos doble destrucción!

Guardar el día de descanso

19 Esto me dijo el SEÑOR: Ve y párate en las puertas de Jerusalén, primero en la puerta por donde el rey entra y sale, y luego en cada una de las demás puertas.

20 Dile a todo el pueblo: «Escuchen este mensaje del SEÑOR, ustedes reyes de Judá y ustedes, habitantes de Judá y todos los que viven en Jerusalén.

21 Esto dice el SEÑOR: «¡Escuchen mi advertencia! No comercien más en las puertas de Jerusalén en el día de descanso.

22 No trabajen en el día de descanso, sino hagan que sea un día sagrado. Yo les di este mandato a sus antepasados,

23 pero ellos no escucharon ni obedecieron. Tercamente rehusaron prestar atención o recibir mi disciplina.

24 Pero si me obedecen, dice el SEÑOR, y no comercian en las puertas ni trabajan en el día de descanso, y si lo guardan como día sagrado,

25 entonces los reyes y sus funcionarios entrarán y saldrán para siempre por estas puertas. Siempre habrá un descendiente de David sentado en el trono aquí en Jerusalén. Los reyes y sus funcionarios siempre entrarán y saldrán en carros y a caballo por entre la gente de Judá, y esta ciudad permanecerá para siempre.

26 Desde todas partes de Jerusalén, desde las ciudades de Judá y Benjamín, desde las colinas occidentales[ai] y la zona montañosa, y del Neguev vendrá gente con sus ofrendas quemadas y sus sacrificios. Traerán sus ofrendas de grano, incienso y las ofrendas de acción de gracias al templo del SEÑOR.

27 Sin embargo, si no me escuchan y se niegan a guardar como sagrado el día de descanso, y si ese día pasan mercadería por las puertas de Jerusalén como si fuera cualquier otro, entonces quemaré estas puertas. El fuego se extenderá a los palacios y nadie podrá apagar las llamas rugientes»».

18

El alfarero y el barro

1 El SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías:

2 Baja al taller del alfarero y allí te hablaré.

3 Así que hice lo que me dijo y encontré al alfarero trabajando en el torno;

4 pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo.

5 Después el SEÑOR me dio este mensaje:

6 ¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos.

7 Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino,

8 pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado.

9 Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino,

10 pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendeciré como dije que lo haría.

11 Por lo tanto, Jeremías, advierte a todo Judá y a Jerusalén y diles: «Esto dice el SEÑOR: “En vez de algo bueno, les tengo preparado un desastre. Así que cada uno de ustedes abandone sus malos caminos y haga lo correcto”».

12 Sin embargo, el pueblo respondió: No gastes saliva. Continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos.

13 Así que esto dice el SEÑOR: ¿Acaso alguien ha oído semejante cosa, aun entre las naciones paganas? ¡Israel, mi hija virgen, ha hecho algo terrible!

14 ¿Acaso la nieve desaparece de las cumbres del Líbano? ¿Quedan secos los arroyos helados que fluyen de esas montañas distantes?

15 Pero mi pueblo no es confiable, porque me ha abandonado; quema incienso a ídolos inútiles. Tropezó y salió de los caminos antiguos y anduvo por senderos llenos de lodo.

16 Por lo tanto, su tierra quedará desolada, será un monumento a su necedad. Todos los que pasen por allí quedarán pasmados y menearán la cabeza con asombro.

17 Como el viento del oriente desparrama el polvo, así esparciré a mi pueblo delante de sus enemigos. Cuando tengan dificultades, les daré la espalda y no prestaré atención a su aflicción.

Complot contra Jeremías

18 Entonces el pueblo dijo: Vengan, busquemos la manera de detener a Jeremías. Ya tenemos suficientes sacerdotes, sabios y profetas. No necesitamos que él enseñe la palabra ni que nos dé consejos ni profecías. Hagamos correr rumores acerca de él y no hagamos caso a lo que dice.

19 SEÑOR, ¡óyeme y ayúdame! Escucha lo que dicen mis enemigos.

20 ¿Deben pagar mal por bien? Han cavado una fosa para matarme, aunque intercedí por ellos y traté de protegerlos de tu enojo.

21 ¡Así que deja que sus hijos se mueran de hambre! ¡Deja que mueran a espada! Que sus esposas se conviertan en viudas, sin hijos. ¡Que sus ancianos se mueran por una plaga y que sus jóvenes sean muertos en batalla!

22 Que se escuchen gritos de dolor desde sus casas cuando los guerreros caigan súbitamente sobre ellos. Pues han cavado una fosa para mí y han escondido trampas a lo largo de mi camino.

23 SEÑOR, tú conoces todos sus planes para matarme. No perdones sus crímenes ni borres sus pecados; que caigan muertos ante de ti. En tu enojo encárgate de ellos.

19

La vasija de Jeremías hecha pedazos

1 Esto me dijo el SEÑOR: Ve y compra una vasija de barro. Después pide a algunos de los líderes de tu pueblo y a los sacerdotes que te sigan.

2 Vete por la Puerta de las Ollas Rotas al basurero en el valle de Ben-hinom, y dales este mensaje.

3 Diles: «¡Reyes de Judá y ciudadanos de Jerusalén, escuchen este mensaje del SEÑOR! Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «¡Traeré un terrible desastre a este lugar, y a los que se enteren les zumbarán los oídos!

4 Pues Israel me ha abandonado y convirtió este valle en un lugar de maldad. La gente quema incienso a dioses ajenos, ídolos nunca antes conocidos por esta generación ni por sus antepasados ni por los reyes de Judá. Y han llenado este lugar de sangre de niños inocentes.

5 Han construido altares paganos a Baal y allí queman a sus hijos en sacrificio a Baal. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa!

6 Así que, ¡atención!, se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando ese basurero ya no será llamado más Tofet ni valle de Ben-hinom, sino valle de la Matanza.

7 Trastornaré los planes cuidadosos de Judá y Jerusalén. Dejaré que los ejércitos invasores masacren a la gente y dejaré los cadáveres como comida para los buitres y los animales salvajes.

8 Reduciré a ruinas a Jerusalén, y así la haré un monumento a su necedad. Todos los que pasen por allí quedarán pasmados y darán un grito de asombro al ver la destrucción.

9 Me ocuparé de que sus enemigos sitien la ciudad hasta que no haya más comida. Entonces los que queden atrapados adentro se comerán a sus hijos, a sus hijas y a sus amigos. Caerán en una profunda desesperación»».

10 Jeremías, rompe en pedazos a la vista de estos hombres la vasija que trajiste.

11 Luego diles: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: «Así como esta vasija está hecha pedazos, así haré pedazos a la gente de Judá y de Jerusalén, de tal manera que no habrá esperanza de reparación. Enterrarán a sus muertos aquí en Tofet, el basurero, hasta que ya no haya más lugar.

12 Esto le haré a este lugar y a su gente, dice el SEÑOR. Haré que esta ciudad sea profanada como Tofet.

13 Efectivamente, todas las casas de Jerusalén —incluso el palacio de los reyes de Judá— quedarán como Tofet, es decir, todas las casas donde quemaron incienso en las azoteas en honor a los astros como si fueran dioses o donde derramaron ofrendas líquidas a sus ídolos»».

14 Después de transmitir el mensaje, Jeremías regresó de Tofet, el basurero, y se detuvo frente al templo del SEÑOR. Allí le dijo a la gente:

15 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Traeré desastre sobre esta ciudad y las aldeas vecinas como lo prometí, porque tercamente se negaron a escucharme».

20

Jeremías y Pasur

1 Ahora bien, Pasur, hijo de Imer, el sacerdote encargado del templo del SEÑOR, oyó lo que Jeremías profetizaba.

2 Así que arrestó al profeta Jeremías, ordenó que lo azotaran y que lo pusieran en el cepo junto a la Puerta de Benjamín, en el templo del SEÑOR.

3 Al día siguiente, cuando al fin Pasur lo puso en libertad, Jeremías dijo: Pasur, el SEÑOR te ha cambiado el nombre. De ahora en adelante serás llamado: «El hombre que vive aterrorizado[aj]».

4 Pues esto dice el SEÑOR: «Enviaré terror sobre ti y todos tus amigos y verás cuando sean masacrados por las espadas del enemigo. Entregaré al pueblo de Judá en manos del rey de Babilonia. Él los llevará cautivos a Babilonia o los traspasará con la espada;

5 y dejaré que tus enemigos saqueen a Jerusalén. Todos los tesoros famosos de la ciudad —las joyas preciosas, el oro y la plata de tus reyes— serán llevados a Babilonia.

6 En cuanto a ti, Pasur, tú y todos los de tu casa irán cautivos a Babilonia. Allí morirán y serán enterrados, tú y todos tus amigos, a quienes profetizaste que todo iría bien».

Queja de Jeremías

7 Oh SEÑOR, me engañaste, y yo me dejé engañar. Eres más fuerte que yo, y me dominaste. Ahora soy objeto de burla todos los días; todos se ríen de mí.

8 Cuando hablo, me brotan las palabras. Grito: ¡Violencia y destrucción! Así que estos mensajes del SEÑOR me han convertido en objeto de burla.

9 Sin embargo, si digo que nunca mencionaré al SEÑOR o que nunca más hablaré en su nombre, su palabra arde en mi corazón como fuego. ¡Es como fuego en mis huesos! ¡Estoy agotado tratando de contenerla! ¡No puedo hacerlo!

10 He oído los muchos rumores acerca de mí. Me llaman: El hombre que vive aterrorizado. Me amenazan diciendo: Si dices algo te denunciaremos. Aun mis viejos amigos me vigilan, esperando que cometa algún error fatal. Caerá en su propia trampa —dicen—, entonces nos vengaremos de él.

11 No obstante, el SEÑOR está a mi lado como un gran guerrero; ante él mis perseguidores caerán. No pueden derrotarme. Fracasarán y serán totalmente humillados; nunca se olvidará su deshonra.

12 Oh SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, tú pruebas a los justos y examinas los secretos y los pensamientos más profundos. Permíteme ver tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

13 ¡Canten al SEÑOR! ¡Alaben al SEÑOR! Pues al pobre y al necesitado los ha rescatado de sus opresores.

14 ¡Sin embargo maldigo el día en que nací! Que nadie celebre el día de mi nacimiento.

15 Maldigo al mensajero que le dijo a mi padre: ¡Buenas noticias! ¡Es un varón!

16 Que lo destruyan como a las ciudades de la antigüedad que el SEÑOR derribó sin misericordia. Asústenlo todo el día con gritos de batalla,

17 porque no me mató al nacer. ¡Oh, si tan sólo hubiera muerto en el vientre de mi madre, si su cuerpo hubiera sido mi tumba!

18 ¿Por qué habré nacido? Mi vida entera se ha llenado de dificultades, de dolor y de vergüenza.

21

No hay escapatoria de Babilonia

1 El SEÑOR habló por medio de Jeremías cuando el rey Sedequías envió a Pasur, hijo de Malquías y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, para hablar con el profeta. Le suplicaron:

2 —Por favor, habla al SEÑOR por nosotros y pídele que nos ayude. El rey Nabucodonosor[ak] está atacando a Judá. Quizá el SEÑOR sea misericordioso y haga un poderoso milagro como lo ha hecho en el pasado. Tal vez obligue a Nabucodonosor a que retire sus ejércitos.

3 Jeremías respondió: —Regresen al rey Sedequías y díganle:

4 «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Haré que tus armas no sirvan contra el rey de Babilonia ni contra los babilonios[al] que te atacan fuera de tus murallas. Es más, traeré a tus enemigos al mismo corazón de la ciudad.

5 Yo mismo pelearé contra ti con mano fuerte y brazo poderoso porque estoy muy enojado. ¡Me has puesto furioso!

6 Enviaré una plaga terrible sobre esta ciudad y morirán tanto la gente como los animales.

7 Después de todo eso —dice el SEÑOR—, entregaré al rey Sedequías, a sus funcionarios y a todo el que en la ciudad sobreviva a la enfermedad, a la guerra y al hambre, en manos del rey Nabucodonosor de Babilonia y de sus otros enemigos. Él los masacrará y no les mostrará misericordia, piedad o compasión»».

8 Dile a todo el pueblo: «Esto dice el SEÑOR: «¡Elijan entre la vida y la muerte!

9 Todo el que permanezca en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero aquellos que salgan y se entreguen a los babilonios vivirán. ¡Su recompensa será la vida!

10 Pues he decidido traer desastre y no el bien a esta ciudad —dice el SEÑOR—. Será entregada al rey de Babilonia, quien la reducirá a cenizas»».

Juicio contra los reyes de Judá

11 Dile a la familia real de Judá: «¡Escuchen el mensaje del SEÑOR!

12 Esto dice el SEÑOR a la dinastía de David: «¡Hagan justicia cada mañana al pueblo que ustedes juzgan! Ayuden a los que han sufrido robos, rescátenlos de sus opresores. De lo contrario, mi enojo arderá como fuego insaciable debido a todos sus pecados.

13 Yo pelearé personalmente contra el pueblo en Jerusalén, esa poderosa fortaleza, contra el pueblo que se jacta: «Nadie puede tocarnos aquí; nadie puede entrar aquí».

14 Y yo mismo los castigaré por ser tan pecadores, dice el SEÑOR. Prenderé fuego a sus bosques y ese fuego incendiará todo a su alrededor»».

22

Mensaje a los reyes de Judá

1 Esto me dijo el SEÑOR: Ve y habla directamente al rey de Judá. Dile:

2 «Rey de Judá, tú que te sientas en el trono de David, escucha el mensaje del SEÑOR. Deja que tus ayudantes y tu pueblo también escuchen.

3 Esto dice el SEÑOR: «Sean imparciales y justos. ¡Hagan lo que es correcto! Ayuden a quienes han sufrido robos; rescátenlos de sus opresores. ¡Abandonen sus malas acciones! No maltraten a los extranjeros, ni a los huérfanos ni a las viudas. ¡Dejen de matar al inocente!

4 Si me obedecen, siempre habrá un descendiente de David sentado en el trono aquí en Jerusalén. El rey entrará por las puertas del palacio en carros y a caballo, con su corte de ayudantes y súbditos.

5 Sin embargo, si rehúsan prestar atención a esta advertencia, les juro por mi propio nombre —dice el SEÑOR—, que este palacio se convertirá en un montón de escombros»».

Mensaje referente al palacio

6 Ahora bien, esto dice el SEÑOR con respecto al palacio real de Judá: Te amo tanto como a la fructífera Galaad y como a los verdes bosques del Líbano. Pero te convertiré en un desierto y nadie vivirá dentro de tus muros.

7 Citaré a obreros de demolición, los cuales sacarán sus herramientas para desmantelarte. Arrancarán todas tus selectas vigas de cedro y las echarán al fuego.

8 Gente de muchas naciones pasará por las ruinas de la ciudad y se dirá el uno al otro: «¿Por qué habrá destruido el SEÑOR esta gran ciudad?».

9 Y la contestación será: «Porque violaron su pacto con el SEÑOR su Dios al rendir culto a otros dioses».

Mensaje acerca de Joacaz

10 No lloren por el rey muerto ni lamenten su pérdida. ¡En cambio, lloren por el rey cautivo que se llevan al exilio porque nunca más volverá para ver su tierra natal!

11 Pues esto dice el SEÑOR acerca de Joacaz[am], quien sucedió en el trono a su padre, el rey Josías, y fue llevado cautivo: Él nunca regresará.

12 Morirá en una tierra lejana y nunca más verá su propio país.

Mensaje acerca de Joacim

13 Y el SEÑOR dice: ¡Qué aflicción le espera a Joacim[an], que edifica su palacio con trabajo forzado[ao]! Construye las paredes a base de injusticia, porque obliga a sus vecinos a trabajar, y no les paga por su trabajo.

14 Dice: «Construiré un palacio magnífico con habitaciones enormes y muchas ventanas. Lo revestiré con cedro fragante y lo pintaré de un rojo agradable».

15 ¡Pero un hermoso palacio de cedro no hace a un gran rey! Josías, tu padre, también tenía mucha comida y bebida; pero él era justo y recto en todo lo que hacía. Por esa razón Dios lo bendijo.

16 Hizo justicia al pobre y al necesitado y los ayudó, y le fue bien en todo. ¿No es eso lo que significa conocerme? —dice el SEÑOR.

17 ¡Pero tú, sólo tienes ojos para la avaricia y la deshonestidad! Asesinas al inocente, oprimes al pobre y reinas sin piedad.

18 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR acerca de Joacim, hijo del rey Josías: El pueblo no llorará por él, lamentandose entre sí: «¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!». Sus súbditos no llorarán por él, lamentando: «¡Ay, nuestro amo ha muerto! ¡Ay, su esplendor se ha ido!».

19 Será enterrado como un burro muerto: ¡arrastrado fuera de Jerusalén y arrojado fuera de las puertas!

20 Llora por tus aliados en el Líbano; grita por ellos en Basán. Búscalos en las regiones al oriente del río[ap]. Mira, todos han sido destruidos. No quedó nadie para ayudarte.

21 Te lo advertí cuando eras próspero pero respondiste: «¡No me fastidies!». Has sido así desde tu niñez, ¡nunca me obedeces!

22 Y ahora a tus aliados se los llevará el viento. Todos tus amigos serán llevados cautivos. Seguramente para entonces verás tu maldad y te avergonzarás.

23 Puede que sea lindo vivir en un palacio magnífico, recubierto con madera de cedros del Líbano, pero pronto gemirás con punzadas de angustia, angustia como la de una mujer con dolores de parto.

Mensaje a Joaquín

24 Tan cierto como que yo vivo —dice el SEÑOR—, te abandonaré, Joaquín[aq], hijo de Joacim, rey de Judá. Aunque fueras el anillo con mi sello oficial en mi mano derecha, te arrancaría.

25 Te entregaré a los que buscan matarte —a los que tanto temes— al rey Nabucodonosor[ar] de Babilonia y al poderoso ejército babilónico[as].

26 Te expulsaré de esta tierra, a ti y a tu madre, y morirás en un país extranjero, no en tu tierra natal.

27 Nunca regresarás a la tierra que añoras.

28 ¿Por qué es este hombre, Joaquín, como una vasija desechada y rota? ¿Por qué serán él y sus hijos exiliados al extranjero?

29 ¡Oh tierra, tierra, tierra! ¡Escucha este mensaje del SEÑOR!

30 Esto dice el SEÑOR: «Que conste en acta que este hombre, Joaquín, no tuvo hijos. Él es un fracasado, porque no tendrá hijos que le sucedan en el trono de David para gobernar a Judá».

23

El descendiente justo

1 ¡Qué aflicción les espera a los líderes de mi pueblo —los pastores de mis ovejas— porque han destruido y esparcido precisamente a las ovejas que debían cuidar!, dice el SEÑOR.

2 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR, Dios de Israel, a los pastores: En vez de cuidar de mis ovejas y ponerlas a salvo, las han abandonado y las han llevado a la destrucción. Ahora, yo derramaré juicio sobre ustedes por la maldad que han hecho a mi rebaño;

3 pero reuniré al remanente de mi rebaño de todos los países donde lo he expulsado. Volveré a traer a mis ovejas a su redil y serán fructíferas y crecerán en número.

4 Entonces nombraré pastores responsables que cuidarán de ellas, y nunca más tendrán temor. Ni una sola se perderá ni se extraviará. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

5 Pues se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando levantaré a un descendiente justo[at] del linaje del rey David. Él será un rey que gobernará con sabiduría; hará lo justo y lo correcto por toda la tierra.

6 Y su nombre será: «El SEÑOR es nuestra justicia[au]». En ese día Judá estará a salvo, e Israel vivirá seguro.

7 En ese día —dice el SEÑOR—, cuando la gente jure ya no dirá: «Tan cierto como que el SEÑOR vive, quien rescató al pueblo de Israel de la tierra de Egipto».

8 En cambio dirán: «Tan cierto como que el SEÑOR vive, quien trajo a Israel de regreso a su propia tierra desde la tierra del norte y de todos los países a los que él los envió al destierro». Entonces vivirán en su propia tierra.

Juicio a los falsos profetas

9 Mi corazón está destrozado debido a los falsos profetas, y me tiemblan los huesos. Me tambaleo como un borracho, como alguien dominado por el vino, debido a las santas palabras que el SEÑOR ha pronunciado contra ellos.

10 Pues la tierra está llena de adulterio, y está bajo una maldición. La tierra está de luto; los pastos del desierto están resecos. Todos hacen lo malo y abusan del poder que tienen.

11 Aun los sacerdotes y los profetas son hombres malvados que no tienen a Dios. He visto sus hechos despreciables aquí mismo en mi propio templo —dice el SEÑOR.

12 Por lo tanto, los caminos que toman llegarán a ser resbaladizos. Serán perseguidos en la oscuridad y allí caerán. Pues traeré desastre sobre ellos en el tiempo señalado para su castigo. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

13 Vi que los profetas de Samaria eran tremendamente malvados, porque profetizaron en nombre de Baal y llevaron a mi pueblo Israel al pecado.

14 ¡Pero ahora veo que los profetas de Jerusalén son aún peores! Cometen adulterio y les encanta la deshonestidad. Alientan a los que hacen lo malo para que ninguno se arrepienta de sus pecados. Estos profetas son tan perversos como lo fue la gente de Sodoma y Gomorra.

15 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales acerca de los profetas: Los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber. Pues es debido a los profetas de Jerusalén que se ha llenado esta tierra de maldad.

16 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales a su pueblo: No escuchen a estos profetas cuando ellos les profeticen, llenándolos de esperanzas vanas. Todo lo que dicen son puros inventos. ¡No hablan de parte del SEÑOR!

17 Siguen diciendo a los que desprecian mi palabra: «¡No se preocupen! ¡El SEÑOR dice que ustedes tendrán paz!». Y a los que obstinadamente siguen sus propios deseos, los profetas les dicen: «¡No les sucederá nada malo!».

18 ¿Ha estado alguno de estos profetas en la presencia del SEÑOR para escuchar lo que en realidad dice? ¿Acaso alguno de ellos se ha interesado lo suficiente como para escuchar?

19 ¡Miren! El enojo de Dios estalla como una tormenta, como un torbellino que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.

20 El enojo del SEÑOR no disminuirá hasta que termine con todo lo que él tenía pensado. En los días futuros, ustedes entenderán todo esto con claridad.

21 Yo no envié a estos profetas, sin embargo van de un lado a otro afirmando hablar en mi nombre. No les he dado ningún mensaje, pero aun así siguen profetizando.

22 Si hubieran estado en mi presencia y me hubieran escuchado, habrían hablado mis palabras y habrían hecho que mi pueblo se apartara de sus malos caminos y sus malas acciones.

23 ¿Soy acaso Dios sólo de cerca? —dice el SEÑOR—, no, al mismo tiempo estoy lejos.

24 ¿Puede alguien esconderse de mí en algún lugar secreto? ¿Acaso no estoy en todas partes en los cielos y en la tierra?, dice el SEÑOR.

25 He oído a estos profetas decir: «Escuchen el sueño que Dios me dio anoche». Y después pasan a decir mentiras en mi nombre.

26 ¿Hasta cuándo seguirá esto? Si son profetas, son profetas del engaño, pues inventan todo lo que dicen.

27 Con decir estos sueños falsos, pretenden hacer que mi pueblo me olvide, tal como lo hicieron sus antepasados, al rendir culto a los ídolos de Baal.

28 Que estos falsos profetas cuenten sus sueños, pero que mis verdaderos mensajeros proclamen todas mis palabras con fidelidad. ¡Hay diferencia entre la paja y el grano!

29 ¿No quema mi palabra como el fuego? —dice el SEÑOR—. ¿No es como un martillo poderoso que hace pedazos una roca?

30 Por lo tanto —dice el SEÑOR—, estoy en contra de estos profetas que se roban mensajes el uno al otro y alegan que provienen de mí.

31 Estoy en contra de estos profetas que con mucha labia dicen: «¡Esta profecía es del SEÑOR!».

32 Yo estoy contra estos falsos profetas. Sus sueños imaginarios son mentiras descaradas que llevan a mi pueblo a pecar. Yo no los envié ni los nombré, y no tienen ningún mensaje para mi pueblo. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Falsas profecías y falsos profetas

33 Supongamos que alguien del pueblo o uno de los profetas o sacerdotes te pregunta: «Y ahora, ¿qué profecía te ha encargado el SEÑOR?». Debes responder: «¡Ustedes son la carga[av]! ¡El SEÑOR dice que los abandonará!».

34 Si algún profeta, sacerdote o alguien más dice: «Tengo una profecía del SEÑOR», castigaré a tal persona junto con toda su familia.

35 Ustedes deberán preguntarse el uno al otro: «¿Cuál es la respuesta del SEÑOR?» o «¿Qué dice el SEÑOR?».

36 Ya dejen de usar esta frase: «Una profecía del SEÑOR». La gente la usa para darle importancia a sus propias ideas, tergiversando las palabras de nuestro Dios, el Dios viviente, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales.

37 Esto deberás decir a los profetas: «¿Cuál es la respuesta del SEÑOR?» o «¿Qué dice el SEÑOR?».

38 Pero supongamos que responden: «¡Esta es una profecía del SEÑOR!». Entonces deberás decir: «Esto dice el SEÑOR: «Debido a que han usado la frase «una profecía del SEÑOR», aun cuando les advertí que no la usaran,

39 me olvidaré de ustedes por completo[aw]. Los expulsaré de mi presencia, junto con esta ciudad que les di a ustedes y a sus antepasados.

40 Los haré objeto de burla y su nombre será infame a lo largo de los siglos»».

24

Higos buenos y malos

1 Después de que Nabucodonosor[ax], rey de Babilonia, desterró a Babilonia a Joaquín[ay], hijo de Joacim, rey de Judá, junto con las autoridades de Judá y todos los artífices y los artesanos, el SEÑOR me dio la siguiente visión. Vi dos canastas de higos colocadas frente al templo del SEÑOR en Jerusalén.

2 Una canasta estaba llena de higos frescos y maduros, mientras que la otra tenía higos malos, tan podridos que no podían comerse.

3 Entonces el SEÑOR me preguntó: —¿Qué ves, Jeremías? —Higos —contesté—, algunos muy buenos y otros muy malos, tan podridos que no pueden comerse.

4 Entonces el SEÑOR me dio este mensaje:

5 Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: los higos buenos representan a los desterrados que yo envié de Judá a la tierra de los babilonios[az].

6 Velaré por ellos, los cuidaré y los traeré de regreso a este lugar. Los edificaré y no los derribaré. Los plantaré y no los desarraigaré.

7 Les daré un corazón que me reconozca como el SEÑOR. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón.

8 Sin embargo, los higos malos —dice el SEÑOR—, representan al rey Sedequías de Judá, a sus funcionarios, a todo el pueblo que quedó en Jerusalén y a los que viven en Egipto. Los trataré como a higos malos, tan podridos que no pueden comerse.

9 Los haré objeto de horror y un símbolo de maldad para todas las naciones de la tierra. En todos los lugares donde yo los disperse, serán objetos de desprecio y de burla. Los maldecirán y se mofarán de ellos.

10 Les enviaré guerra, hambre y enfermedad hasta que desaparezcan de la tierra de Israel, tierra que les di a ellos y a sus antepasados.

25

Setenta años de cautiverio

1 Este mensaje del SEÑOR, para todo el pueblo de Judá, le vino a Jeremías durante el cuarto año del reinado de Joacim[ba] sobre Judá. Este fue el año en que el rey Nabucodonosor[bb] de Babilonia comenzó a reinar.

2 Jeremías el profeta le dijo a todo el pueblo de Judá y de Jerusalén:

3 Durante los últimos veintitrés años —desde el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón[bc], rey de Judá, hasta ahora— el SEÑOR me ha estado dando sus mensajes. Yo se los he comunicado con toda fidelidad, pero ustedes no han querido escuchar.

4 Una y otra vez, el SEÑOR les ha enviado a sus siervos, los profetas, pero ustedes no escucharon ni prestaron atención.

5 Todas las veces el mensaje fue: «Apártense de su mal camino y de sus malas acciones. Sólo entonces los dejaré vivir en esta tierra que el SEÑOR les dio a ustedes y a sus antepasados para siempre.

6 No provoquen mi enojo al rendir culto a ídolos que ustedes hicieron con sus propias manos. Entonces no les haré ningún daño».

7 Pero ustedes no querían escucharme —dice el SEÑOR—. Me pusieron furioso al rendir culto a ídolos hechos con sus propias manos y trajeron sobre ustedes todos los desastres que ahora sufren.

8 Ahora el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: «Como ustedes no me han escuchado,

9 reuniré a todos los ejércitos del norte bajo el mando de Nabucodonosor, rey de Babilonia, a quien nombré mi representante. Los traeré contra esta tierra, contra su gente y contra las naciones vecinas. A ustedes los destruiré por completo[bd] y los convertiré en objeto de horror, desprecio y ruina para siempre.

10 Quitaré de ustedes la risa y las canciones alegres. No se oirán más las voces felices de los novios ni de las novias. Las piedras de molino se acallarán y las luces de las casas se apagarán.

11 Toda la tierra se convertirá en una desolada tierra baldía. Israel y las naciones vecinas servirán al rey de Babilonia por setenta años.

12 Entonces, después que hayan pasado los setenta años de cautiverio, castigaré al rey de Babilonia y a su pueblo por sus pecados —dice el SEÑOR—. Haré del país de los babilonios[be] una tierra baldía para siempre.

13 Traeré sobre ellos todos los terrores que prometí en este libro, todos los castigos contra las naciones anunciados por Jeremías.

14 Muchas naciones y grandes reyes esclavizarán a los babilonios, así como ellos esclavizaron a mi pueblo. Los castigaré en proporción al sufrimiento que le ocasionaron a mi pueblo».

La copa del enojo del SEÑOR

15 Esto me dijo el SEÑOR, Dios de Israel: Toma de mi mano la copa de mi enojo, que está llena hasta el borde, y haz que todas las naciones a las que te envíe beban de ella.

16 Cuando la beban se tambalearán, enloquecidos por la guerra que enviaré contra ellos.

17 Así que tomé la copa del enojo del SEÑOR e hice que todas las naciones bebieran de ella, cada nación a la que el SEÑOR me envió.

18 Fui a Jerusalén y a las otras ciudades de Judá, y sus reyes y funcionarios bebieron de la copa. Desde ese día hasta ahora ellos han sido una ruina desolada, un objeto de horror, desprecio y maldición.

19 Le di la copa al faraón, rey de Egipto, a sus asistentes, a sus funcionarios y a todo su pueblo,

20 junto con todos los extranjeros que vivían en esa tierra. También se la di a todos los reyes de la tierra de Uz, a los reyes de las ciudades filisteas de Ascalón, Gaza y Ecrón, y a lo que queda de Asdod.

21 Después les di la copa a las naciones de Edom, Moab y Amón,

22 a los reyes de Tiro y Sidón, y a los reyes de las regiones al otro lado del mar.

23 Se la di a Dedán, a Tema, a Buz y a la gente que vive en lugares remotos[bf].

24 Se la di a los reyes de Arabia, a los reyes de las tribus nómadas del desierto

25 y a los reyes de Zimri, Elam y Media.

26 Se la di a los reyes de los países del norte, lejanos y cercanos, uno tras otro, es decir a todos los reinos del mundo. Finalmente, el mismo rey de Babilonia[bg] bebió de la copa del enojo del SEÑOR.

27 Entonces el SEÑOR me dijo: Ahora diles: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Beban de la copa de mi enojo. Emborráchense y vomiten; caigan para nunca más levantarse, porque envío guerras terribles contra ustedes”».

28 Ahora bien si se niegan a aceptar la copa, diles: «El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: «No les queda más que beberla.

29 He comenzado a castigar a Jerusalén, la ciudad que lleva mi nombre. ¿Acaso los dejaría a ustedes sin castigo? No, no escaparán del desastre. Enviaré guerra contra todas las naciones de la tierra. ¡Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!» ».

30 Ahora, profetiza todas estas cosas y diles: «El SEÑOR rugirá contra su propia tierra desde su santa morada en el cielo. Él gritará como los que pisan las uvas; gritará contra todos los habitantes de la tierra.

31 Su grito de juicio llegará hasta los confines de la tierra, porque el SEÑOR presentará su caso contra todas las naciones. Él juzgará a todos los habitantes de la tierra, y matará con la espada a los perversos. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!».

32 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: ¡Miren! ¡Nación tras nación sufrirá calamidades! ¡Se está levantando un gran torbellino de furia desde los rincones más distantes de la tierra!

33 En aquel día, los que el SEÑOR haya masacrado llenarán la tierra de un extremo a otro. Nadie llorará por ellos ni juntará sus cuerpos para enterrarlos. Estarán esparcidos sobre el suelo como estiércol.

34 ¡Lloren y giman, pastores malvados! ¡Revuélquense en el polvo, líderes del rebaño! Ha llegado el momento de su matanza; ustedes caerán y se harán añicos como vaso frágil.

35 No encontrarán lugar dónde esconderse; no habrá forma de escapar.

36 Escuchen los gritos desesperados de los pastores. Los líderes del rebaño gimen en su desesperación porque el SEÑOR está arruinando sus pastos.

37 Debido al gran enojo del SEÑOR los prados tranquilos se convertirán en tierra baldía.

38 Él salió de su guarida como un león fuerte en busca de su presa, y la tierra quedará desolada por la espada del enemigo y por la ira feroz del SEÑOR.

26

Jeremías escapa de la muerte

1 Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR a principios del reinado de Joacim, hijo de Josías[bh], rey de Judá.

2 Esto dice el SEÑOR: «Ponte de pie en el atrio que está delante del templo del SEÑOR y haz un anuncio a la gente que ha venido de toda Judá a adorar. Dales mi mensaje completo sin que falte una sola palabra.

3 Quizá te escuchen y se aparten de sus malos caminos. Entonces cambiaré de parecer acerca del desastre que estoy por derramar sobre ellos a causa de sus pecados».

4 Diles: «Esto dice el SEÑOR: «Si ustedes no me escuchan ni obedecen la palabra que les he dado

5 ni tampoco escuchan a mis siervos, los profetas —porque los envié una y otra vez para advertirles, pero ustedes rehusaron escucharlos—,

6 entonces destruiré este templo así como destruí a Silo, el lugar donde estaba el tabernáculo. Y haré que Jerusalén se convierta en objeto de maldición en cada nación de la tierra»».

7 Los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo escucharon a Jeremías mientras hablaba frente al templo del SEÑOR;

8 pero cuando Jeremías terminó su mensaje, habiendo dicho todo lo que el SEÑOR le ordenó que dijera, los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo que estaba junto al templo lo atacaron en masa. ¡Mátenlo! —gritaban.

9 ¿Qué derecho tienes de profetizar en el nombre del SEÑOR que este templo será destruido como lo fue Silo? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Jerusalén será destruida y dejada sin habitantes? Así que todo el pueblo lo amenazaba mientras él estaba frente al templo.

10 Cuando los funcionarios de Judá oyeron lo que pasaba, corrieron del palacio a sentarse a juzgar junto a la Nueva Puerta del templo.

11 Los sacerdotes y los profetas presentaron sus acusaciones a los funcionarios y al pueblo. ¡Este hombre debe morir! —dijeron—. Ustedes han escuchado con sus propios oídos lo traidor que es, porque ha profetizado contra esta ciudad.

12 Entonces Jeremías habló en su propia defensa a los funcionarios y al pueblo. El SEÑOR me envió para profetizar contra este templo y contra esta ciudad —dijo—. El SEÑOR me dio cada una de las palabras que he hablado;

13 pero si ustedes dejan de pecar y comienzan a obedecer al SEÑOR su Dios, él cambiará de parecer acerca del desastre que anunció contra ustedes.

14 En cuanto a mí, estoy en sus manos, hagan conmigo lo que mejor les parezca.

15 ¡Pero si me matan, tengan por seguro que estarán matando a un inocente! La responsabilidad por semejante acción caerá sobre ustedes, sobre esta ciudad y sobre cada persona que vive en ella. Pues es totalmente cierto que el SEÑOR me envió a decir cada palabra que ustedes han oído .

16 Así que los funcionarios y el pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: Este hombre no merece la pena de muerte porque nos ha hablado en el nombre del SEÑOR nuestro Dios .

17 Entonces algunos de los sabios ancianos se pusieron de pie y hablaron a todo el pueblo reunido en ese lugar.

18 Dijeron: Recuerden cuando Miqueas de Moréset profetizaba durante el reinado de Ezequías de Judá. Él le dijo al pueblo de Judá: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: “El monte Sión quedará arado como un campo abierto; ¡Jerusalén será reducida a escombros! Un matorral crecerá en las cumbres, donde ahora se encuentra el templo”»[bi].

19 ¿Acaso el rey Ezequías y el pueblo lo mataron por lo que dijo? No, se apartaron de sus pecados y adoraron al SEÑOR. Le suplicaron misericordia. Entonces el SEÑOR cambió de parecer acerca del terrible desastre que había declarado contra ellos. Así que estamos a punto de perjudicarnos a nosotros mismos.

20 En ese tiempo, Urías hijo de Semaías, de Quiriat-jearim, también profetizaba en nombre del SEÑOR; y predijo el mismo terrible desastre contra la ciudad y la nación igual que Jeremías.

21 Cuando el rey Joacim junto con los oficiales militares y los demás funcionarios escucharon lo que dijo, el rey envió a alguien para matarlo. Sin embargo, Urías se enteró del plan y escapó a Egipto atemorizado.

22 Entonces el rey Joacim envió a Elnatan, hijo de Acbor, a Egipto junto con algunos otros hombres para que capturaran a Urías.

23 Lo tomaron prisionero y lo trajeron de regreso al rey Joacim. Así que el rey mató a Urías a espada y mandó que lo enterraran en una fosa común.

24 No obstante, Ahicam, hijo de Safán, respaldó a Jeremías y persuadió al tribunal de no entregarlo a la multitud para que lo matara.

27

Jeremías se coloca un yugo para bueyes

1 Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR a principios del reinado de Sedequías[bj], hijo de Josías, rey de Judá.

2 Esto me dijo el SEÑOR: Hazte un yugo y átatelo al cuello con correas de cuero.

3 Luego envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón a través de sus embajadores que han llegado a visitar al rey Sedequías en Jerusalén.

4 Dales este mensaje para sus amos: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel:

5 «Yo hice la tierra, la gente y cada animal con mi gran fuerza y brazo poderoso. Estas cosas me pertenecen y puedo dárselas a quien yo quiera.

6 Ahora entregaré estos países al rey Nabucodonosor de Babilonia, quien es mi siervo. He puesto todo bajo su control, aun los animales salvajes.

7 Todas las naciones le servirán a él, a su hijo y a su nieto hasta que se acabe el tiempo de ellos. Entonces muchas naciones y grandes reyes conquistarán y dominarán a Babilonia.

8 Así que ustedes deben someterse al rey de Babilonia y servirle; ¡pongan su cuello bajo el yugo de Babilonia! Castigaré a toda nación que rehúse ser su esclava, dice el SEÑOR. Enviaré guerra, hambre y enfermedad sobre esa nación hasta que Babilonia la conquiste.

9 No les hagan caso a sus falsos profetas, adivinos, intérpretes de sueños, los médiums y hechiceros que dicen: «El rey de Babilonia no los conquistará».

10 Todos son mentirosos y sus mentiras sólo servirán para que ustedes sean expulsados de su propia tierra. Yo los expulsaré y los enviaré a morir lejos;

11 pero al pueblo de toda nación que se someta al rey de Babilonia se le permitirá permanecer en su propio país para cultivar la tierra como siempre. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!» ».

12 Después repetí el mismo mensaje al rey Sedequías de Judá: Si deseas vivir, sométete al yugo del rey de Babilonia y a su pueblo.

13 ¿Por qué insistes en morir, tú y tu pueblo? ¿Por qué habrán de escoger la guerra, el hambre y la enfermedad que Dios traerá contra toda nación que se niegue a someterse al rey de Babilonia?

14 No les hagan caso a los falsos profetas que les siguen diciendo: «El rey de Babilonia no los conquistará». Son mentirosos.

15 Esto dice el SEÑOR: «¡Yo no envié a estos profetas! Les dicen mentiras en mi nombre, así que yo los expulsaré de esta tierra. Todos ustedes morirán, junto con todos estos profetas».

16 Entonces me dirigí a los sacerdotes y al pueblo y les dije: Esto dice el SEÑOR: «No escuchen a sus profetas que les aseguran que los artículos de oro que fueron sacados de mi templo pronto serán devueltos de Babilonia. ¡Es pura mentira!

17 No los escuchen. Ríndanse al rey de Babilonia y vivirán. ¿Por qué ha de ser destruida toda esta ciudad?

18 Si realmente son profetas y proclaman los mensajes del SEÑOR, que oren al SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. ¡Que supliquen que los objetos que aún quedan en el templo del SEÑOR, en el palacio real y en los palacios de Jerusalén no sean llevados a Babilonia!».

19 Pues el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales ha hablado acerca de las columnas que están al frente del templo, el enorme tazón de bronce llamado el Mar, las carretas para llevar agua y los demás objetos ceremoniales.

20 El rey Nabucodonosor de Babilonia los dejó aquí cuando desterró a Babilonia a Joaquín[bk], hijo de Joacim, rey de Judá, junto con los demás nobles de Judá y de Jerusalén.

21 Sí, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, acerca de los objetos preciosos que todavía permanecen en el templo y en el palacio del rey de Judá:

22 «Todos serán llevados a Babilonia y permanecerán allí hasta que yo envíe por ellos —dice el SEÑOR—. Entonces los traeré de regreso a Jerusalén».

28

Jeremías condena a Hananías

1 Un día a fines del verano[bl] del mismo año —el cuarto año del reinado de Sedequías, rey de Judá— Hananías, hijo de Azur, un profeta de Gabaón, se dirigió a mí públicamente en el templo mientras los sacerdotes y el pueblo escuchaban. Dijo:

2 —Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Quitaré del cuello de ustedes el yugo del rey de Babilonia.

3 Dentro de dos años traeré de regreso todos los tesoros del templo que el rey Nabucodonosor llevó a Babilonia.

4 También traeré de regreso a Joacim[bm], hijo de Joaquín, rey de Judá y a todos los demás cautivos que fueron llevados a Babilonia. Tengan por seguro que romperé el yugo que el rey de Babilonia ha puesto sobre sus cuellos. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!».

5 Jeremías le respondió a Hananías mientras estaban delante de los sacerdotes y de la gente presente en el templo.

6 Le dijo: —¡Amén! ¡Que tus profecías se vuelvan realidad! Espero que el SEÑOR haga todo lo que tú dices. Espero que traiga de regreso los tesoros de este templo y a todos los cautivos;

7 pero ahora presta atención a las palabras solemnes que te hablo en presencia de todas estas personas.

8 Los profetas antiguos que nos precedieron hablaron en contra de muchas naciones y advirtieron siempre la llegada de guerra, desastre y enfermedad.

9 Así que el profeta que predice paz debe demostrar que está en lo correcto. Solamente cuando sus predicciones se cumplan podremos saber que el SEÑOR lo ha enviado.

10 Entonces el profeta Hananías quitó el yugo del cuello de Jeremías y lo hizo pedazos.

11 Y Hananías dijo nuevamente a la multitud que se había reunido: Esto dice el SEÑOR: «Así como este yugo ha sido roto, dentro de dos años romperé el yugo de opresión de todas las naciones ahora sometidas al rey Nabucodonosor de Babilonia». Después de eso, Jeremías se fue de la zona del templo.

12 Poco tiempo después de la confrontación con Hananías, el SEÑOR le dio a Jeremías este mensaje:

13 Ve y dile a Hananías: «Esto dice el SEÑOR: «Tú has quebrado un yugo de madera, pero lo has reemplazado con un yugo de hierro.

14 El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: he puesto un yugo de hierro en el cuello de todas estas naciones, y las he sometido a la esclavitud del rey Nabucodonosor de Babilonia. He puesto todo bajo su control, incluso los animales salvajes»».

15 Entonces el profeta Jeremías le dijo a Hananías: ¡Escucha, Hananías! El SEÑOR no te ha enviado, pero el pueblo cree tus mentiras.

16 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: «Debes morir. Tu vida terminará este mismo año porque te rebelaste contra el SEÑOR».

17 Dos meses después[bn] murió el profeta Hananías.

29

Carta a los desterrados

1 Jeremías escribió desde Jerusalén una carta a los ancianos, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los que el rey Nabucodonosor había desterrado a Babilonia.

2 Esto sucedió luego de que el rey Joaquín[bo], la reina madre, los funcionarios de la corte, los demás funcionarios de Judá y todos los artífices y los artesanos fueran deportados de Jerusalén.

3 Envió la carta con Elasa, hijo de Safán, y Gemarías, hijo de Hilcías, cuando fueron a Babilo-nia como embajadores del rey Sedequías ante Nabucodonosor. Esto decía la carta de Jeremías:

4 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, a los cautivos que él desterró de Jerusalén a Babilonia:

5 «Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan.

6 Cásense y tengan hijos. Luego encuentren esposos y esposas para ellos para que tengan muchos nietos. ¡Multiplíquense! ¡No disminuyan!

7 Y trabajen por la paz y prosperidad de la ciudad donde los envié al destierro. Pidan al SEÑOR por la ciudad, porque del bienestar de la ciudad dependerá el bienestar de ustedes».

8 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «No permitan que los engañen los profetas y los adivinos que están entre ustedes en la tierra de Babilonia. No presten atención a sus sueños,

9 porque les dicen mentiras en mi nombre. Yo no los envié», dice el SEÑOR.

10 Esto dice el SEÑOR: «Ustedes permanecerán en Babilonia durante setenta años; pero luego vendré y cumpliré todas las cosas buenas que les prometí, y los llevaré de regreso a casa.

11 Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el SEÑOR—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza.

12 En esos días, cuando oren, los escucharé.

13 Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme.

14 Sí, me encontrarán —dice el SEÑOR—. Pondré fin a su cautiverio y restableceré su bienestar. Los reuniré de las naciones adonde los envié y los llevaré a casa, de regreso a su propia tierra».

15 Ustedes afirman que el SEÑOR les ha levantado profetas en Babilonia;

16 pero esto dice el SEÑOR acerca del rey que se sienta en el trono de David y acerca de todos los que todavía viven aquí en Jerusalén, sus parientes que no fueron desterrados a Babilonia.

17 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: «Enviaré sobre ellos guerra, hambre y enfermedad, y haré que sean como higos podridos, tan podridos que no pueden comerse.

18 Sí, los perseguiré con guerra, hambre y enfermedad, y los esparciré por todo el mundo. En cada nación por donde los envíe los convertiré en objeto de condenación, horror, desprecio y burla.

19 Pues ellos rehusaron escucharme, a pesar de que les hablé repetidas veces por medio de los profetas que les envié. Y ustedes, que están en el destierro, tampoco han escuchado», dice el SEÑOR.

20 Por lo tanto, todos los cautivos en Babilonia, escuchen el mensaje del SEÑOR.

21 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, acerca de los profetas que tienen —Acab, hijo de Colaías y Sedequías, hijo de Maaseías— que les dicen mentiras en mi nombre: «Yo los entregaré a Nabucodonosor[bp] para que los ejecute delante de sus ojos.

22 Su horrible final será conocido por todos, entonces cuando los desterrados judíos quieran maldecir a alguien, dirán: «¡Que el SEÑOR te haga como a Sedequías y a Acab, a quienes el rey de Babilonia quemó vivos!».

23 Pues estos hombres han hecho cosas terribles entre mi pueblo. Han cometido adulterio con las esposas de sus vecinos y han mentido en mi nombre diciendo cosas que no les mandé decir. De esto soy testigo. Yo, el SEÑOR, he hablado».

Mensaje a Semaías

24 El SEÑOR envió este mensaje a Semaías el nehelamita que estaba en Babilonia.

25 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: escribiste una carta por tu propia cuenta a Sofonías, hijo de Maaseías, el sacerdote, y enviaste copias a los demás sacerdotes y al pueblo en Jerusalén. Le escribiste a Sofonías:

26 «El SEÑOR te ha designado para que reemplaces a Joiada como sacerdote a cargo de la casa del SEÑOR. Eres responsable de poner en cepos y grilletes a cualquier loco que afirme ser profeta.

27 Así que, ¿por qué no has hecho nada para detener a Jeremías de Anatot, que se hace pasar por profeta entre ustedes?

28 Jeremías envió aquí, a Babilonia, una carta prediciendo que nuestro cautiverio será por largo tiempo. Dijo: «Edifiquen casas y hagan planes para quedarse. Planten huertos y coman del fruto que produzcan»».

29 Ahora bien, cuando el sacerdote Sofonías recibió la carta de Semaías, la llevó a Jeremías y se la leyó.

30 Entonces el SEÑOR le dio a Jeremías este mensaje:

31 Envía una carta abierta a todos los desterrados en Babilonia. Diles: «Esto dice el SEÑOR con relación a Semaías el nehelamita: «Como les ha profetizado, a pesar de que yo no lo envié, y los ha engañado, haciendolos creer sus mentiras,

32 lo castigaré a él y a su familia. Ninguno de sus descendientes verá las buenas cosas que haré para mi pueblo, porque él los ha incitado a rebelarse contra mí. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!» ».

30

Promesas de liberación

1 El SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo:

2 Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: Jeremías, anota en un registro cada cosa que te he dicho.

3 Pues se acerca la hora cuando restableceré el bienestar de mi pueblo, Israel y Judá. Los traeré a casa, a esta tierra que di a sus antepasados, y volverán a poseerla. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

4 Este es el mensaje que dio el SEÑOR con relación a Israel y Judá.

5 Esto dice el SEÑOR: Oigo gritos de temor; hay terror y no hay paz.

6 Déjenme hacerles una pregunta: ¿Acaso los varones dan a luz? ¿Entonces por qué están parados allí con sus caras pálidas y con las manos apoyadas sobre el vientre como una mujer en parto?

7 En toda la historia nunca ha habido un tiempo de terror como éste. Será un tiempo de angustia para mi pueblo Israel[bq]. ¡Pero al final será salvo!

8 Pues en ese día, —dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—, quebraré el yugo de sus cuellos y romperé sus cadenas. Los extranjeros no serán más sus amos.

9 Pues mi pueblo servirá al SEÑOR su Dios y a su rey, descendiente de David, el rey que yo le levantaré.

10 Así que no temas, Jacob, mi siervo; no te dejes abatir, Israel —dice el SEÑOR—. Pues desde tierras lejanas los traeré de regreso a casa, y sus hijos regresarán del destierro. Israel regresará a una vida de paz y tranquilidad, y nadie lo atemorizará.

11 Yo estoy contigo y te salvaré —dice el SEÑOR—. Destruiré por completo a las naciones entre las cuales te esparcí, pero a ti no te destruiré por completo. Te disciplinaré, pero con justicia; no puedo dejarte sin castigo.

12 Esto dice el SEÑOR: Tu lesión es incurable, una herida terrible.

13 No hay nadie que te ayude ni que vende tu herida. Ningún medicamento puede curarte.

14 Todos tus amantes, tus aliados, te han abandonado y ya no se interesan por ti. Te he herido cruelmente como si fuera tu enemigo. Pues tus pecados son muchos y tu culpa es grande.

15 ¿Por qué te quejas de tu castigo, de esta herida que no tiene cura? He tenido que castigarte porque tus pecados son muchos y tu culpa es grande.

16 Pero todos los que te devoran serán devorados, y todos tus enemigos serán enviados al destierro. Todos los que te saquean serán saqueados, y todos los que te atacan serán atacados.

17 Te devolveré la salud y sanaré tus heridas —dice el SEÑOR—, aunque te llamen desechada, es decir, «Jerusalén[br], de quien nadie se interesa».

18 Esto dice el SEÑOR: Cuando del cautiverio traiga a Israel de regreso a casa y cuando restablezca su bienestar, Jerusalén será reedificada sobre sus ruinas y el palacio reconstruido como antes.

19 Habrá alegría y canciones de acción de gracias, y multiplicaré a mi pueblo, no lo reduciré; lo honraré, no lo despreciaré.

20 Sus hijos prosperarán como en el pasado. Los estableceré como una nación delante de mí, y castigaré a cualquiera que les haga daño.

21 Volverán a tener su propio gobernante, quien surgirá de entre ellos mismos. Lo invitaré a que se acerque a mí —dice el SEÑOR—, porque ¿quién se atrevería a acercarse sin ser invitado?

22 Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios.

23 ¡Miren! El enojo del SEÑOR estalla como una tormenta, un viento devastador que se arremolina sobre las cabezas de los perversos.

24 La ira feroz del SEÑOR no disminuirá hasta que haya terminado con todo lo que él tiene pensado. En los días futuros ustedes entenderán todo esto.

31

Esperanza de restauración

1 En ese día —dice el SEÑOR—, seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellas serán mi pueblo.

2 Esto dice el SEÑOR: Los que sobrevivan de la destrucción venidera encontrarán bendiciones aun en las tierras áridas, porque al pueblo de Israel le daré descanso.

3 Hace tiempo el SEÑOR le dijo a Israel: Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno. Con amor inagotable te acerqué a mí.

4 Yo te reedificaré, mi virgen Israel. Volverás a ser feliz y con alegría danzarás con las panderetas.

5 De nuevo plantarás tus viñedos sobre las montañas de Samaria y allí comerás de tus propios huertos.

6 Llegará el día cuando los centinelas gritarán desde la zona montañosa de Efraín: «Vengan, subamos a Jerusalén[bs] a adorar al SEÑOR nuestro Dios».

7 Ahora esto dice el SEÑOR: Canten con alegría por Israel[bt]. ¡Griten por la mejor de las naciones! Griten de alabanza y alegría: «¡Salva a tu pueblo, oh SEÑOR, el remanente de Israel!».

8 Pues los traeré del norte y de los extremos más lejanos de la tierra. No me olvidaré del ciego ni del cojo, ni de las mujeres embarazadas ni de las que están en trabajo de parto. ¡Volverá un enorme grupo!

9 Por sus rostros correrán lágrimas de alegría, y con mucho cuidado los guiaré a casa. Caminarán junto a arroyos quietos y por caminos llanos donde no tropezarán. Pues soy el padre de Israel, y Efraín es mi hijo mayor.

10 Ustedes, naciones del mundo, escuchen este mensaje del SEÑOR; proclámenlo en las costas lejanas: El SEÑOR que dispersó a su pueblo, lo reunirá y lo cuidará como hace un pastor con su rebaño.

11 Pues el SEÑOR ha rescatado a Israel de manos más fuertes.

12 Vendrán a su tierra y entonarán canciones de alegría en las alturas de Jerusalén. Estarán radiantes debido a los buenos regalos del SEÑOR: abundancia de grano, vino nuevo y aceite de oliva, y los rebaños y las manadas saludables. Su vida será como un jardín bien regado y desaparecerán todas sus tristezas.

13 Las jóvenes danzarán de alegría y los hombres —jóvenes y viejos— se unirán a la celebración. Convertiré su duelo en alegría. Los consolaré y cambiaré su aflicción en regocijo.

14 Los sacerdotes disfrutarán de la abundancia, y mi pueblo se saciará de mis buenos regalos. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Tristeza de Raquel se torna en alegría

15 Esto dice el SEÑOR: En Ramá se oye una voz, profunda angustia y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos, se niega a que la consuelen, porque sus hijos se han ido.

16 Pero ahora esto dice el SEÑOR: No llores más, porque te recompensaré —dice el SEÑOR—. Tus hijos volverán a ti desde la tierra lejana del enemigo.

17 Hay esperanza para tu futuro —dice el SEÑOR—. Tus hijos volverán a su propia tierra.

18 Oí a Israel[bu] decir: «Me disciplinaste severamente, como a un becerro que necesita ser entrenado para el yugo. Hazme volver a ti y restáurame, porque sólo tú eres el SEÑOR mi Dios.

19 Me aparté de Dios, pero después tuve remordimiento. ¡Me di golpes por haber sido tan estúpido! Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud».

20 ¿No es aún Israel mi hijo, mi hijo querido? —dice el SEÑOR—. A menudo tengo que castigarlo, pero aun así lo amo. Por eso mi corazón lo anhela y ciertamente le tendré misericordia.

21 Pon señales en el camino; coloca postes indicadores. Marca bien el camino por el que viniste. Regresa otra vez, mi virgen Israel; regresa aquí a tus ciudades.

22 ¿Hasta cuándo vagarás, mi hija descarriada? Pues el SEÑOR hará que algo nuevo suceda: Israel abrazará a su Dios[bv].

23 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: Cuando los traiga de regreso del cautiverio, el pueblo de Judá y sus ciudades volverán a decir: «¡El SEÑOR te bendiga, oh casa de rectitud, oh monte santo!».

24 Tanto la gente de la ciudad como los agricultores y los pastores vivirán juntos en paz y felicidad.

25 Pues le he dado descanso al fatigado y al afligido, alegría.

26 Al oír esto, me desperté y miré a mi alrededor. Mi sueño había sido muy dulce.

27 Se acerca el día —dice el SEÑOR—, cuando aumentaré en gran manera la población humana y el número de los animales en Israel y Judá.

28 En el pasado con determinación desarraigué y derribé a esta nación. La derroqué, la destruí y sobre ella traje el desastre; pero en el futuro con la misma determinación la plantaré y la edificaré. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

29 El pueblo ya no citará este proverbio: «Los padres comieron uvas agrias pero la boca de sus hijos se frunce por el sabor».

30 Toda la gente morirá por sus propios pecados, los que coman las uvas agrias serán los que tengan la boca fruncida.

31 Se acerca el día —dice el SEÑOR—, en que haré un nuevo pacto con el pueblo de Israel y de Judá.

32 Este pacto no será como el que hice con sus antepasados cuando los tomé de la mano y los saqué de la tierra de Egipto. Ellos rompieron ese pacto, a pesar de que los amé como un hombre ama a su esposa, dice el SEÑOR.

33 Pero este es el nuevo pacto que haré con el pueblo de Israel en ese día —dice el SEÑOR—. Pondré mis instrucciones en lo más profundo de ellos y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

34 Y no habrá necesidad de enseñar a sus vecinos ni habrá necesidad de enseñar a sus parientes diciendo: «Deberías conocer al SEÑOR». Pues todos ya me conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande —dice el SEÑOR—. Perdonaré sus maldades y nunca más me acordaré de sus pecados.

35 Es el SEÑOR quien provee el sol para alumbrar el día y la luna y las estrellas para alumbrar la noche, y agita el mar y hace olas rugientes. Su nombre es el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, y esto es lo que dice:

36 ¡Igual de improbable es que anule las leyes de la naturaleza como que rechace a mi pueblo Israel!

37 Esto dice el SEÑOR: Así como no se pueden medir los cielos ni explorar los fundamentos de la tierra, así tampoco consideraré echarlos fuera por las maldades que han hecho. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

38 Se acerca el día —dice el SEÑOR—, cuando toda Jerusalén será reconstruida para mí, desde la Torre de Hananeel hasta la Puerta de la Esquina.

39 Se extenderá una cuerda de medir sobre la colina de Gareb hasta Goa

40 y el área entera —incluidos el cementerio y el basurero de cenizas en el valle, y todos los campos en el oriente hasta el valle de Cedrón y hasta la Puerta de los Caballos— será santa al SEÑOR. Nunca más la ciudad será conquistada ni destruida.

32

Jeremías compra un terreno

1 Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR en el décimo año del reinado de Sedequías[bw], rey de Judá. También era el año dieciocho del reinado de Nabucodonosor[bx].

2 Para entonces, Jerusalén estaba sitiada por el ejército babilónico y Jeremías estaba preso en el patio de la guardia del palacio real.

3 El rey Sedequías lo había puesto allí, y preguntaba por qué Jeremías seguía dando esta profecía: Esto dice el SEÑOR: «Estoy a punto de entregar esta ciudad al rey de Babilonia, y él la tomará.

4 El rey Sedequías será capturado por los babilonios[by] y llevado a encontrarse cara a cara con el rey de Babilonia.

5 Él llevará a Sedequías a Babilonia y allí me ocuparé de él —dice el SEÑOR—. Si ustedes pelean contra los babilonios, no vencerán».

6 En ese tiempo el SEÑOR me envió un mensaje. Me dijo:

7 Tu primo Hanameel, hijo de Salum, vendrá y te dirá: «Compra mi terreno en Anatot. Por ley tienes derecho a comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro».

8 Entonces, así como el SEÑOR dijo que haría, mi primo Hanameel vino y me visitó en la cárcel. Me dijo: Por favor compra mi terreno en Anatot en la tierra de Benjamín. Por ley tienes el derecho de comprarlo antes de que lo ofrezca a algún otro, así que cómpralo para ti. Entonces supe que el mensaje que había oído era del SEÑOR.

9 Así que compré el terreno en Anatot pagándole a Hanameel diecisiete piezas[bz] de plata.

10 Firmé y sellé la escritura de compra delante de testigos, pesé la plata y le pagué.

11 Entonces tomé la escritura sellada y una copia de la escritura no sellada con los términos y condiciones de la compra,

12 y se las di a Baruc, hijo de Nerías y nieto de Maaseías. Hice todo esto en presencia de mi primo Hanameel, de los testigos que firmaron la escritura y de todos los hombres de Judá que estaban allí en el patio de la guardia.

13 Entonces le dije a Baruc mientras todos escuchaban:

14 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Toma tanto la escritura sellada como la copia no sellada y ponlas en una vasija de barro para preservarlas por largo tiempo».

15 Pues esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Algún día de nuevo habrá dueños de estos terrenos que comprarán y venderán casas, viñedos y campos».

Oración de Jeremías

16 Después que le di los documentos a Baruc, oré al SEÑOR:

17 ¡Oh Soberano SEÑOR! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti!

18 Muestras un amor inagotable a miles, pero también haces recaer las consecuencias del pecado de una generación sobre la siguiente. Tú eres el Dios grande y poderoso, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales.

19 Tú posees toda la sabiduría y haces grandes y maravillosos milagros. Ves la conducta de todas las personas y les das lo que se merecen.

20 Realizaste señales milagrosas y maravillas en la tierra de Egipto, ¡cosas que se recuerdan hasta el día de hoy! Y sigues haciendo grandes milagros en Israel y en todo el mundo. Así has hecho que tu nombre sea famoso hasta el día de hoy.

21 Tú sacaste a Israel de Egipto con señales poderosas y maravillas, con mano fuerte y brazo poderoso, y con un terror aplastante.

22 Le diste al pueblo de Israel esta tierra que habías prometido hace mucho tiempo a sus antepasados, tierra donde fluyen la leche y la miel.

23 Nuestros antepasados vinieron, la conquistaron y vivieron en ella, pero rehusaron obedecerte o seguir tu palabra. No hicieron nada de lo que les ordenaste. Por eso enviaste este terrible desastre sobre ellos.

24 ¡Miren cómo han construido rampas de asalto contra las murallas de la ciudad! Por medio de guerra, hambre y enfermedad la ciudad será entregada a los babilonios, que la conquistarán. Todo ha sucedido tal como lo dijiste.

25 Y aun así, oh Soberano SEÑOR, me has ordenado comprar el terreno —hasta pagué mucho dinero en presencia de estos testigos— aunque la ciudad pronto será entregada a los babilonios.

Predicción de la caída de Jerusalén

26 Después Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR:

27 Yo soy el SEÑOR, Dios de todos los pueblos del mundo. ¿Hay algo demasiado difícil para mí?

28 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: entregaré esta ciudad a los babilonios y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la conquistará.

29 Los babilonios que están fuera de las murallas entrarán y prenderán fuego a la ciudad. Quemarán por completo todas estas casas, donde el pueblo provocó mi enojo al quemar incienso a Baal en las azoteas y al derramar ofrendas líquidas a otros dioses.

30 Desde su comienzo Israel y Judá sólo han hecho lo malo. Me han enfurecido con todas sus malas acciones —dice el SEÑOR.

31 Desde el día que se construyó esta ciudad hasta ahora no han hecho más que enojarme, así que estoy decidido a deshacerme de ella.

32 Los pecados de Israel y de Judá —los pecados de la gente de Jerusalén, de los reyes, de los funcionarios, de los sacerdotes y de los profetas— han provocado mi enojo.

33 Mi pueblo me ha dado la espalda y no quiere regresar. A pesar de que les he enseñado con diligencia, no aceptaron la instrucción ni obedecieron.

34 Levantaron sus ídolos abominables justo en mi propio templo, y así lo profanaron.

35 Edificaron santuarios paganos a Baal en el valle de Ben-hinom y allí sacrifican a sus hijos e hijas a Moloc. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! ¡Qué maldad tan increíble la que hizo que Judá pecara tanto!

Promesa de restauración

36 Ahora quiero decir algo más acerca de esta ciudad. Ustedes han estado diciendo: «La ciudad caerá ante el rey de Babilonia por guerra, hambre y enfermedad»; pero esto dice el SEÑOR, Dios de Israel:

37 ciertamente traeré de regreso a mi pueblo de todos los países adonde lo esparcí en mi furor. Lo traeré de regreso a esta misma ciudad para que viva en paz y seguridad.

38 Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

39 Les daré un solo corazón y un solo propósito: adorarme para siempre para su propio bien y el bien de todos sus descendientes.

40 Y haré un pacto eterno con ellos: nunca dejaré de hacerles bien. Pondré en el corazón de ellos el deseo de adorarme, y nunca me dejarán.

41 Me gozaré en hacerles bien, y con fidelidad y de todo corazón los volveré a plantar en esta tierra.

42 Esto dice el SEÑOR: así como traje todas estas calamidades sobre ellos, así haré todo el bien que les he prometido.

43 Se volverán a comprar y a vender terrenos en esta tierra de la que ahora ustedes dicen: «Ha sido arrasada por los babilonios, es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido».

44 Es cierto, otra vez se comprarán y venderán terrenos —con escrituras firmadas y selladas frente a testigos— en la tierra de Benjamín y aquí en Jerusalén, en las ciudades de Judá y en la zona montañosa, en las colinas de Judá[ca] y también en el Neguev. Pues algún día les devolveré la prosperidad. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

33

Promesas de paz y prosperidad

1 Mientras Jeremías aún estaba detenido en el patio de la guardia, el SEÑOR le dio un segundo mensaje:

2 Esto dice el SEÑOR, el SEÑOR que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el SEÑOR:

3 pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir.

4 Pues esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: ustedes derribaron las casas de esta ciudad y hasta el palacio real a fin de conseguir materiales para fortalecer las murallas contra las rampas de asalto y contra la espada del enemigo.

5 Ustedes esperan luchar contra los babilonios[cb] pero los hombres de esta ciudad ya están como muertos, porque en mi terrible enojo he decidido destruirlos. Los abandoné debido a toda su perversidad.

6 Sin embargo, llegará el día en que sanaré las heridas de Jerusalén y le daré prosperidad y verdadera paz.

7 Restableceré el bienestar de Judá e Israel y reconstruiré sus ciudades.

8 Los limpiaré de sus pecados contra mí y perdonaré todos sus pecados de rebelión.

9 ¡Entonces esta ciudad me traerá gozo, gloria y honra ante todas las naciones de la tierra! ¡Ellas verán todo el bien que hago a mi pueblo y temblarán de asombro al ver la paz y prosperidad que le doy!

10 Esto dice el SEÑOR: ustedes dijeron: «Esta es una tierra desolada de donde la gente y los animales han desaparecido». Sin embargo, en las calles desiertas de Jerusalén y de las otras ciudades de Judá volverán a oírse

11 risas y voces de alegría. Otra vez se oirán las voces felices de los novios y las novias junto con las canciones alegres de las personas que traen ofrendas de gratitud al SEÑOR. Cantarán: «Denle gracias al SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, porque el SEÑOR es bueno. ¡Su fiel amor perdura para siempre!». Pues restauraré la prosperidad de esta tierra a como era en el pasado, dice el SEÑOR.

12 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: esta tierra —a pesar de que ahora está desolada y no tiene gente ni animales— tendrá otra vez pastizales donde los pastores podrán llevar los rebaños.

13 Una vez más los pastores contarán sus rebaños en las ciudades de la zona montañosa, en las colinas de Judá[cc], en el Neguev, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en todas las ciudades de Judá. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

14 Llegará el día, dice el SEÑOR, cuando haré por Israel y por Judá todas las cosas buenas que les he prometido.

15 En esos días y en ese tiempo levantaré un descendiente[cd] justo, del linaje del rey David. Él hará lo que es justo y correcto en toda la tierra.

16 En ese día Judá será salvo, y Jerusalén vivirá segura. Y este será su nombre: «El SEÑOR es nuestra justicia[ce]».

17 Pues esto dice el SEÑOR: David tendrá por siempre un descendiente sentado en el trono de Israel.

18 Y siempre habrá sacerdotes levitas para ofrecerme ofrendas quemadas, ofrendas de grano y sacrificios.

19 Luego Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR:

20 Esto dice el SEÑOR: si ustedes pudieran romper mi pacto con el día y con la noche de modo que uno no siguiera al otro,

21 sólo entonces se rompería mi pacto con mi siervo David. Sólo entonces, él no tendría un descendiente para reinar sobre su trono. Lo mismo ocurre con mi pacto con los sacerdotes levitas que ministran ante mí.

22 Y así como no se pueden contar las estrellas de los cielos ni se puede medir la arena a la orilla del mar, así multiplicaré los descendientes de mi siervo David y de los levitas que ministran ante mí.

23 El SEÑOR le dio a Jeremías otro mensaje y le dijo:

24 ¿Te has dado cuenta de lo que la gente dice?: «¡El SEÑOR eligió a Judá y a Israel pero luego los abandonó!». En son de burla dicen que Israel no es digno de ser considerado una nación.

25 Sin embargo, esto dice el SEÑOR: así como no cambiaría las leyes que gobiernan el día y la noche, la tierra y el cielo, así tampoco rechazaré a mi pueblo.

26 Nunca abandonaré a los descendientes de Jacob o de mi siervo David ni cambiaré el plan de que los descendientes de David gobiernen a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob. En cambio, yo los restauraré a su tierra y tendré misericordia de ellos.

34

Advertencia a Sedequías

1 El rey Nabucodonosor de Babilonia llegó con todos los ejércitos de los reinos que él gobernaba y peleó contra Jerusalén y las ciudades de Judá. En ese momento Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR:

2 Ve ante Sedequías, rey de Judá, y dile: «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Estoy por entregar esta ciudad en manos del rey de Babilonia y él la incendiará.

3 No escaparás de sus garras sino que te tomarán cautivo, te llevarán ante el rey de Babilonia y lo verás cara a cara. Después serás exiliado a Babilonia».

4 Pero escucha esta promesa del SEÑOR, oh Sedequías, rey de Judá. Esto dice el SEÑOR: «No te matarán en la guerra

5 sino que morirás en paz. La gente quemará incienso en tu memoria de la misma manera que lo hizo con tus antepasados, los reyes que te precedieron. Se lamentarán por ti llorando: «¡Ay, nuestro amo ha muerto!». Esto es lo que he decretado, dice el SEÑOR»».

6 Así que el profeta Jeremías transmitió este mensaje al rey Sedequías de Judá.

7 En ese tiempo, el ejército babilónico sitiaba Jerusalén, Laquis y Azeca, las únicas ciudades fortificadas de Judá que todavía no habían sido conquistadas.

Liberación para los esclavos hebreos

8 Jeremías recibió este mensaje del SEÑOR luego que el rey Sedequías hizo un pacto con el pueblo que proclamó la libertad de los esclavos.

9 El rey había ordenado que todo el pueblo dejara en libertad a sus esclavos hebreos, tanto hombres como mujeres. Nadie debía mantener a un hermano judío en esclavitud.

10 Las autoridades y todo el pueblo habían obedecido el mandato del rey,

11 pero luego cambiaron de opinión. Volvieron a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y los obligaron a ser esclavos otra vez.

12 Así que el SEÑOR les dio el siguiente mensaje por medio de Jeremías:

13 Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Hace tiempo hice un pacto con sus antepasados cuando los rescaté de la esclavitud de Egipto.

14 Les dije que todo esclavo hebreo debía ser liberado después de haber servido seis años; pero sus antepasados no me hicieron caso.

15 Hace poco ustedes se arrepintieron e hicieron lo que es correcto obedeciendo mi palabra. Liberaron a sus esclavos e hicieron un pacto solemne conmigo en el templo que lleva mi nombre.

16 Sin embargo, ahora ustedes abandonaron su juramento y profanaron mi nombre al volver a tomar a los hombres y a las mujeres que habían liberado y obligarlos a ser esclavos otra vez.

17 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR: ya que ustedes me han desobedecido al no poner en libertad a sus compatriotas, yo los pondré a ustedes en libertad para ser destruidos por guerra, enfermedad y hambre. Serán objeto de horror para todas las naciones de la tierra.

18 Puesto que rompieron las condiciones de nuestro pacto, los partiré en dos tal como ustedes partieron el becerro cuando caminaron entre las mitades para solemnizar sus votos.

19 Así es, yo los partiré, sean autoridades de Judá o de Jerusalén, funcionarios de la corte, sacerdotes o gente común, porque rompieron su juramento.

20 Los entregaré en manos de sus enemigos y ellos los matarán. Sus cuerpos serán alimento para los buitres y para los animales salvajes.

21 Yo entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus funcionarios en manos del ejército del rey de Babilonia. A pesar de que el rey de Babilonia ha dejado Jerusalén por un tiempo,

22 llamaré a los ejércitos babilónicos para que regresen. Pelearán contra esta ciudad, la conquistarán y la incendiarán. Me aseguraré de que todas las ciudades de Judá sean destruidas y que nadie viva allí».

35

Los fieles recabitas

1 Este es el mensaje que el SEÑOR le dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá:

2 Ve al asentamiento donde habitan las familias de los recabitas e invítalos al templo del SEÑOR. Llévalos a una de las habitaciones interiores y ofréceles algo de vino.

3 Así que fui a ver a Jaazanías, hijo de Jeremías y nieto de Habasinías, y a todos sus hermanos e hijos, que representan a todas las familias recabitas.

4 Los llevé al templo y fuimos a la habitación asignada a los hijos de Hanán, hijo de Igdalías, hombre de Dios. Esta habitación se encontraba junto a la que usaban los funcionarios del templo, encima de la habitación de Maaseías, hijo de Salum, el portero del templo.

5 Puse copas y jarras llenas de vino delante de ellos y los invité a beber,

6 pero no aceptaron. No —dijeron—, no bebemos vino porque nuestro antepasado Jonadab[cf], hijo de Recab, nos ordenó: «Nunca beban vino ni ustedes ni sus descendientes.

7 Tampoco edifiquen casas, ni planten cultivos, ni viñedos, sino que siempre vivan en carpas. Si ustedes obedecen estos mandamientos vivirán largas y buenas vidas en la tierra».

8 Así que le hemos obedecido en todas estas cosas. Nunca hemos bebido vino hasta el día de hoy, ni tampoco nuestras esposas, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas.

9 No hemos construido casas ni hemos sido dueños de viñedos o granjas, ni sembramos campos.

10 Hemos vivido en carpas y hemos obedecido por completo los mandamientos de Jonadab, nuestro antepasado.

11 Sin embargo, cuando el rey Nabucodonosor[cg] de Babilonia atacó este país tuvimos miedo del ejército de Babilonia y del ejército de Siria[ch]. Así que decidimos mudarnos a Jerusalén. Por esa razón, estamos aquí.

12 Entonces el SEÑOR le dio a Jeremías el siguiente mensaje:

13 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ve y dile al pueblo de Judá y de Jerusalén: «Vengan y aprendan una lección de cómo obedecerme.

14 Los recabitas no beben vino hasta el día de hoy porque su antepasado Jonadab les dijo que no; pero yo les hablé a ustedes una y otra vez y se negaron a obedecerme.

15 Vez tras vez les envié profetas que decían: «Apártense de su conducta perversa y comiencen a hacer lo que es correcto. Dejen de rendir culto a otros dioses para que vivan en paz aquí en la tierra que les di a ustedes y a sus antepasados»; pero ustedes no querían escucharme ni obedecerme.

16 Los descendientes de Jonadab, hijo de Recab, han obedecido a su antepasado en todo, pero ustedes rehusaron escucharme».

17 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Dado que ustedes se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, enviaré sobre Judá y Jerusalén todos los desastres con los que amenacé».

18 Entonces Jeremías se dirigió a los recabitas y les dijo: Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Ustedes han obedecido a su antepasado Jonadab en todos los aspectos y han seguido todas sus instrucciones».

19 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Jonadab, hijo de Recab, siempre tendrá descendientes que me sirvan».

36

Baruc lee los mensajes del SEÑOR

1 El SEÑOR le dio a Jeremías el siguiente mensaje en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, en Judá[ci]:

2 Toma un rollo y anota todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje allá por los tiempos de Josías y escribe todos los mensajes, hasta llegar al tiempo presente.

3 Quizá los habitantes de Judá se arrepientan cuando vuelvan a escuchar todas las cosas terribles que tengo pensadas para ellos. Entonces perdonaré sus pecados y maldades.

4 Así que Jeremías mandó llamar a Baruc, hijo de Nerías, y mientras Jeremías le dictaba todas las profecías que el SEÑOR le había dado, Baruc las escribía en un rollo.

5 Entonces Jeremías le dijo a Baruc: Estoy preso aquí y no puedo ir al templo.

6 Así que en el próximo día de ayuno ve al templo y lee los mensajes de parte del SEÑOR que te he hecho escribir en este rollo. Léelos para que la gente de todo Judá que esté presente los escuche.

7 Quizá se aparten de sus malos caminos y antes de que sea demasiado tarde le pidan al SEÑOR que los perdone. Pues el SEÑOR los ha amenazado con su terrible enojo.

8 Baruc hizo lo que Jeremías le dijo y leyó al pueblo los mensajes del SEÑOR en el templo.

9 Lo hizo en un día de ayuno sagrado, celebrado a finales del otoño[cj], durante el quinto año del reinado de Joacim, hijo de Josías. Gente de toda Judá había venido a Jerusalén ese día para asistir a los servicios en el templo.

10 Baruc leyó al pueblo las palabras de Jeremías, escritas en el rollo. En el templo, se paró frente a la habitación de Gemarías, hijo de Safán, el secretario. Esa habitación estaba junto al atrio superior del templo, cerca de la entrada de la Puerta Nueva.

11 Cuando Micaías, hijo de Gemarías y nieto de Safán, oyó los mensajes de parte del SEÑOR,

12 bajó a la sala del secretario en el palacio, donde estaban reunidos los funcionarios administrativos. Allí estaba el secretario Elisama junto con Delaía, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Gemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Ananías y todos los demás funcionarios.

13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc leía al pueblo,

14 los funcionarios enviaron a Jehudí, hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusi, para pedirle a Baruc que también viniera a leerles los mensajes. Entonces Baruc tomó el rollo y se dirigió a ellos.

15 Los funcionarios le dijeron: Siéntate y léenos el rollo. Entonces Baruc hizo lo que le pidieron.

16 Cuando oyeron todos los mensajes, se miraron unos a otros asustados. —Tenemos que contarle al rey lo que hemos oído —le dijeron a Baruc—,

17 pero primero dinos cómo obtuviste estos mensajes. ¿Provinieron directamente de Jeremías?

18 Así que Baruc explicó: —Jeremías me los dictó y yo los escribí con tinta, palabra por palabra, en este rollo.

19 —Tanto tú como Jeremías deberían esconderse —le dijeron los funcionarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!

20 Entonces, los funcionarios dejaron el rollo a salvo en la habitación de Elisama, el secretario, y le fueron a decir al rey lo que había acontecido.

El rey Joacim quema el rollo

21 Luego el rey envió a Jehudí a buscar el rollo y Jehudí lo sacó de la habitación de Elisama y lo leyó al rey, con los funcionarios presentes.

22 Era avanzado el otoño, así que el rey estaba en el cuarto del palacio acondicionado para el invierno, sentado junto a un brasero para calentarse.

23 Cada vez que Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba un cuchillo y cortaba esa sección del rollo. Luego lo lanzaba al fuego, sección por sección, hasta que quemó todo el rollo.

24 Ni el rey ni sus asistentes mostraron ninguna señal de temor o arrepentimiento ante lo que habían oído.

25 Aun cuando Elnatán, Delaía y Gemarías le suplicaron al rey que no quemara el rollo, él no les hizo caso.

26 Entonces el rey mandó a su hijo Jerameel, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, para que arrestaran a Baruc y a Jeremías; pero el SEÑOR los había escondido.

Jeremías vuelve a escribir el rollo

27 Después de que el rey quemó el rollo en el que Baruc había escrito las palabras de Jeremías, el SEÑOR le dio a Jeremías otro mensaje. Le dijo:

28 Toma otro rollo y escribe de nuevo todo tal como lo hiciste en el rollo que quemó el rey Joacim.

29 Luego dile al rey: «Esto dice el SEÑOR: «Tú quemaste el rollo porque allí dice que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y la dejaría vacía de gente y de animales.

30 Ahora, esto dice el SEÑOR acerca del rey Joacim de Judá: el rey no tendrá herederos que se sienten en el trono de David. Su cadáver será echado a la intemperie y permanecerá sin enterrar, expuesto al calor del día y a las heladas de la noche.

31 Lo castigaré a él, a su familia y a sus ayudantes por sus pecados. Derramaré sobre ellos y sobre la gente de Jerusalén y de Judá todas las calamidades que prometí, porque no hicieron caso a mis advertencias»».

32 Así que Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a su secretario Baruc. Escribió todo lo que estaba en el rollo que el rey Joacim había quemado en el brasero. ¡Sólo que esta vez agregó mucho más!

37

Sedequías llama a Jeremías

1 Sedequías, hijo de Josías, subió al trono de Judá después de Joaquín[ck], hijo de Joacim. Fue nombrado rey por el rey Nabucodonosor[cl] de Babilonia.

2 Sin embargo, ni Sedequías ni sus ayudantes ni la gente que quedó en la tierra de Judá hicieron caso a lo que el SEÑOR decía a través de Jeremías.

3 No obstante, el rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a pedirle a Jeremías: Por favor, ora por nosotros al SEÑOR, nuestro Dios.

4 Todavía no habían encarcelado a Jeremías, por lo tanto se movía con total libertad entre la gente.

5 En ese tiempo, el ejército del faraón Hofra[cm] de Egipto apareció en la frontera sur de Judá. Cuando el ejército babilónico[cn] se enteró de esto, levantó el sitio de Jerusalén.

6 Entonces el SEÑOR le dio el siguiente mensaje a Jeremías:

7 Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: el rey de Judá te envió a consultarme acerca de lo que va a suceder. Dile a él: «El ejército del faraón está a punto de regresar a Egipto aunque vino aquí para ayudarte.

8 Luego los babilonios[co] regresarán y conquistarán esta ciudad y la quemarán hasta reducirla a cenizas».

9 Esto dice el SEÑOR: «No se engañen a sí mismos creyendo que los babilonios se marcharon para siempre. ¡No es así!

10 Y aunque pudieran destruir a todo el ejército babilónico y dejaran a sólo un puñado de sobrevivientes heridos, ¡aun así éstos saldrían tambaleando de sus carpas e incendiarían esta ciudad hasta reducirla a cenizas!».

Jeremías encarcelado

11 Cuando el ejército babilónico se fue de Jerusalén debido a que se acercaba el ejército del faraón,

12 Jeremías comenzó a salir de la ciudad camino al territorio de Benjamín para tomar posesión de su terreno allí, entre sus parientes[cp].

13 Sin embargo, cuando atravesaba la Puerta de Benjamín un guardia lo arrestó y le dijo: —¡Estás desertando para unirte a los babilonios! El guardia que lo arrestó era Irías, hijo de Selemías y nieto de Hananías.

14 —¡Mentira! —protestó Jeremías—. No tenía la menor intención de hacer tal cosa. Pero Irías no quiso escucharlo, así que llevó a Jeremías ante los funcionarios.

15 Ellos estaban furiosos con Jeremías y mandaron que lo azotaran y lo encarcelaran en la casa del secretario Jonatán porque la casa de Jonatán había sido convertida en prisión.

16 Jeremías fue puesto en un calabozo donde permaneció por muchos días.

17 Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó: —¿Tienes algún mensaje de parte del SEÑOR? —¡Sí, lo tengo! —dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia.

18 Entonces Jeremías le preguntó al rey: —¿Qué crimen he cometido? ¿Qué he hecho yo contra ti, tus ayudantes o el pueblo para que me hayan encarcelado?

19 ¿Ahora dónde están tus profetas que te dijeron que el rey de Babilonia no te atacaría a ti ni a esta tierra?

20 Escucha, mi señor y rey, te suplico que no me mandes de regreso al calabozo en la casa del secretario Jonatán, porque allí me moriré.

21 Así que el rey Sedequías mandó que no regresaran a Jeremías al calabozo. En cambio lo encerró en el patio de la guardia del palacio real. El rey también ordenó que cada día se le diera a Jeremías un pan recién horneado mientras hubiera pan en la ciudad. Así que Jeremías fue puesto en la prisión del palacio.

38

Jeremías en una cisterna

1 Entonces Sefatías, hijo de Matán; Gedalías, hijo de Pasur; Jehucal[cq], hijo de Selemías; y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le decía al pueblo:

2 Esto dice el SEÑOR: «Todo el que se quede en Jerusalén morirá por guerra, enfermedad o hambre, pero los que se rindan a los babilonios[cr] vivirán. Su recompensa será su propia vida, ¡ellos vivirán!».

3 El SEÑOR también dice: «La ciudad de Jerusalén ciertamente será entregada al ejército del rey de Babilonia, quien la conquistará».

4 Entonces los funcionarios fueron a ver al rey y le dijeron: —Señor, ¡este hombre debe morir! Esta forma de hablar desmoralizará a los pocos hombres de guerra que nos quedan al igual que a todo el pueblo. ¡Este hombre es un traidor!

5 El rey Sedequías estuvo de acuerdo. —Está bien —dijo—, hagan lo que quieran. No los puedo detener.

6 Así que los funcionarios sacaron a Jeremías de la celda y lo bajaron con sogas a una cisterna vacía en el patio de la cárcel que pertenecía a Malquías, miembro de la familia real. La cisterna no tenía agua pero Jeremías se hundió en una espesa capa de barro que había en el fondo.

7 Pero el etíope[cs] Ebed-melec, un importante funcionario de la corte, se enteró de que Jeremías estaba en la cisterna. En ese momento el rey estaba en sesión junto a la Puerta de Benjamín,

8 entonces Ebed-melec salió del palacio a toda prisa para hablar con él.

9 —Mi señor y rey —dijo—, estos hombres hicieron un gran mal al poner al profeta Jeremías dentro de la cisterna. Pronto morirá de hambre porque casi no hay pan en la ciudad.

10 Entonces el rey le dijo a Ebed-melec: —Toma contigo a unos treinta de mis hombres y saca a Jeremías de la cisterna antes de que muera.

11 Asi que Ebed-melec se llevó a los hombres y fue a la habitación del palacio que estaba debajo de la tesorería. Allí encontró trapos viejos y ropa desechada que llevó a la cisterna y se los bajó con sogas a Jeremías.

12 Ebed-melec le gritó a Jeremías: Ponte estos trapos debajo de tus axilas para protegerte de las sogas. Cuando Jeremías estuvo listo,

13 lo sacaron. Entonces regresaron a Jeremías al patio de la guardia —la prisión del palacio— y allí permaneció.

Sedequías interroga a Jeremías

14 Cierto día, el rey Sedequías mandó llamar a Jeremías e hizo que lo llevaran a la tercera entrada del templo del SEÑOR.— Quiero preguntarte algo —le dijo el rey—. Y no intentes ocultar la verdad.

15 —Si te dijera la verdad, me matarías —contestó Jeremías—. Y si te diera un consejo, igual no me escucharías.

16 Entonces el rey Sedequías le prometió en secreto: —Tan cierto como que el SEÑOR nuestro Creador vive, no te mataré ni te entregaré en manos de los hombres que desean verte muerto.

17 Entonces Jeremías le dijo a Sedequías: —Esto dice el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Si te rindes a los oficiales babilónicos, tú y toda tu familia vivirán, y la ciudad no será incendiada;

18 pero si rehúsas rendirte, ¡no escaparás! La ciudad será entregada en manos de los babilonios y la incendiarán hasta reducirla a cenizas».

19 —Pero tengo miedo de rendirme —dijo el rey—, porque los babilonios me pueden entregar a los judíos que desertaron para unirse a ellos. ¡Y quién sabe qué me harán!

20 —Si eliges obedecer al SEÑOR no serás entregado a ellos —contestó Jeremías—, sino que salvarás tu vida y todo te irá bien;

21 pero si te niegas a rendirte, el SEÑOR me ha revelado lo siguiente:

22 todas las mujeres que queden en el palacio serán sacadas y entregadas a los oficiales del ejército babilónico. Entonces las mujeres se mofarán de ti diciendo: «¡Qué buenos amigos tienes! Te han traicionado y engañado. ¡Cuando tus pies se hundieron en el barro, te abandonaron a tu suerte!».

23 Todas tus esposas e hijos serán entregados a los babilonios y tú no escaparás. El rey de Babilonia te apresará, y esta ciudad será incendiada.

24 Entonces Sedequías le dijo a Jeremías: —No le comentes a nadie que me dijiste esto ¡o morirás!

25 Mis funcionarios quizá se enteren de que hablé contigo y te digan: «Cuéntanos de lo que hablaban tú y el rey. De lo contrario, te mataremos».

26 Si tal cosa sucediera, sólo diles que me suplicaste que no te enviara de nuevo al calabozo de Jonatán por temor a morir allí.

27 Efectivamente, poco tiempo después los funcionarios del rey vinieron a Jeremías a preguntarle por qué el rey lo había llamado; pero Jeremías siguió las instrucciones del rey y ellos se fueron sin enterarse de la verdad ya que nadie había escuchado la conversación entre Jeremías y el rey.

28 Así que Jeremías permaneció encarcelado en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue conquistada.

39

Caída de Jerusalén

1 En enero[ct] del noveno año del reinado de Sedequías, el rey Nabucodonosor[cu] llegó con su ejército para sitiar Jerusalén.

2 Dos años y medio más tarde, el 18 de julio[cv] del año once del reinado de Sedequías, los babilonios abrieron una brecha en la muralla y la ciudad cayó.

3 Todos los oficiales del ejército babilónico entraron y, en señal de su triunfo, se sentaron en la Puerta Central: Nergal-sarezer de Samgar y Nebo-sarsequim[cw], un oficial principal, Nergal-sarezer, consejero del rey, y todos los demás oficiales.

4 Cuando el rey Sedequías y todos los soldados vieron que los babilonios habían invadido la ciudad, huyeron. Esperaron hasta la caída del sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas, detrás del jardín real, y se dirigieron al valle del Jordán[cx].

5 Sin embargo, las tropas babilónicas[cy] persiguieron al rey y lo capturaron en las llanuras de Jericó. Entonces lo llevaron ante el rey Nabucodonosor de Babilonia, que se encontraba en Ribla, en la tierra de Hamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra Sedequías.

6 Hizo que Sedequías presenciara la masacre de sus hijos y de todos los nobles de Judá.

7 Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia.

8 Mientras tanto, los babilonios quemaron Jerusalén, incluido el palacio, y derribaron las murallas de la ciudad.

9 Luego Nabuzaradán, capitán de la guardia, envió a Babilonia a los que habían desertado para unirse a sus filas junto con el resto del pueblo que quedaba en la ciudad.

10 Pero Nabuzaradán dejó a algunos de los más pobres en Judá, y les asignó viñedos y campos para cuidar.

Jeremías permanece en Judá

11 El rey Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán, capitán de la guardia, que encontrara a Jeremías.

12 Asegúrate de que no esté herido —le dijo—, trátalo bien y dale todo lo que quiera.

13 Así que Nabuzaradán, capitán de la guardia; Nabusazbán, un oficial principal; Nergal-sarezer, consejero del rey; y los demás oficiales del rey de Babilonia

14 enviaron mensajeros para que sacaran a Jeremías de la prisión. Lo pusieron al cuidado de Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, quien lo llevó de regreso a su casa. Entonces Jeremías permaneció en Judá, entre su propio pueblo.

15 El SEÑOR le dio a Jeremías el siguiente mensaje cuando todavía estaba en prisión:

16 Dile a Ebed-melec el etíope[cz]: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Cumpliré en esta ciudad todas mis amenazas; enviaré desastre y no prosperidad. Tú mismo verás su destrucción,

17 pero te libraré de aquellos a quienes tanto temes.

18 Como has confiado en mí, te daré tu vida como recompensa; te rescataré y te mantendré seguro. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!» ».

40

1 El SEÑOR le dio a Jeremías un mensaje después que Nabuzaradán, capitán de la guardia, lo dejó libre en Ramá. Este había encontrado a Jeremías atado con cadenas entre todos los demás cautivos de Jerusalén y de Judá que estaban siendo desterrados a Babilonia.

2 El capitán de la guardia mandó llamar a Jeremías y le dijo: El SEÑOR tu Dios trajo desastre a esta tierra

3 tal como dijo que haría, pues este pueblo ha pecado contra el SEÑOR y lo desobedeció. Por eso ocurrió.

4 Ahora voy a quitarte estas cadenas y a dejarte libre. Si quieres venir conmigo a Babilonia, eres bienvenido. Me ocuparé de que seas tratado bien, pero si no quieres venir, puedes quedarte aquí. Toda la tierra está ante ti, puedes irte a donde quieras.

5 Si decides quedarte, regresa a Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán. Él fue nombrado gobernador de Judá por el rey de Babilonia. Quédate allí con la gente que él gobierna, pero eso depende de ti. Puedes irte a donde quieras. Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, le dio a Jeremías algo de comida y dinero y lo dejó ir.

6 Entonces, Jeremías regresó a Gedalías, hijo de Ahicam, en Mizpa, y vivió en Judá con los pocos que se quedaron en la tierra.

Gedalías gobierna en Judá

7 Los líderes de los grupos guerrilleros judíos que estaban en el campo oyeron que el rey de Babilonia había nombrado a Gedalías, hijo de Ahicam, gobernador sobre las personas pobres que fueron dejadas en Judá, es decir los hombres, las mujeres y los niños que no habían sido desterrados a Babilonia.

8 Así que fueron a ver a Gedalías a Mizpa. El grupo incluía a: Ismael, hijo de Netanías; Johanán y Jonatán, hijos de Carea; Seraías, hijo de Tanhumet; los hijos de Efai el netofatita; Jezanías, hijo del maacateo, y todos sus hombres.

9 Gedalías les juró que los babilonios[da] no querían hacerles ningún daño. No tengan miedo de servirles. Vivan en la tierra y sirvan al rey de Babilonia, y todo les irá bien —les prometió.

10 En cuanto a mí, permaneceré en Mizpa para representarlos a ustedes ante los babilonios cuando vengan a reunirse con nosotros. Establézcanse en las ciudades que han tomado y vivan de la tierra. Cosechen las uvas, los frutos de verano y los olivos, y almacénenlos.

11 Cuando los judíos que se encontraban en Moab, Amón, Edom y en los otros países cercanos oyeron que el rey de Babilonia había dejado un puñado de gente en Judá y que Gedalías era el gobernador

12 comenzaron a regresar a Judá de los lugares adonde habían huido. Se detuvieron en Mizpa para encontrarse con Gedalías y luego se fueron a los campos de Judá para recoger una gran cosecha de uvas y de otros cultivos.

Complot contra Gedalías

13 Poco tiempo después, Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes guerrilleros fueron a ver a Gedalías en Mizpa.

14 Le dijeron: ¿Sabías que Baalis, rey de Amón, ha enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarte?, pero Gedalías se negó a creerles.

15 Más adelante Johanán habló con Gedalías en privado y se ofreció para matar a Ismael en forma secreta. —¿Por qué deberíamos permitir que venga y te mate? —preguntó Johanán—. ¿Qué les sucederá entonces a los judíos que regresaron? ¿Por qué los pocos que quedamos deberíamos terminar esparcidos y perdidos?

16 Pero Gedalías le dijo a Johanán: —Te prohíbo que hagas semejante cosa ya que mientes en cuanto a Ismael.

41

Asesinato de Gedalías

1 Ahora bien, a mediados del otoño[db], Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisama, que era miembro de la familia real y que había sido uno de los altos funcionarios del rey, fue con diez hombres a Mizpa para encontrarse con Gedalías. Mientras comían juntos,

2 Ismael y sus diez hombres de pronto se levantaron, desenvainaron sus espadas y mataron a Gedalías, a quien el rey de Babilonia había nombrado gobernador.

3 Ismael también mató a todos los judíos y a los soldados babilónicos[dc] que estaban con Gedalías en Mizpa.

4 Al día siguiente, antes de que alguien se enterara del asesinato de Gedalías,

5 llegaron ochenta hombres de Siquem, de Silo y de Samaria para adorar en el templo del SEÑOR. Venían con sus barbas afeitadas, con las ropas rasgadas y con cortaduras que se habían hecho en el cuerpo. También traían consigo incienso y ofrendas de grano.

6 Entonces Ismael salió de Mizpa para ir a su encuentro e iba llorando por el camino. Cuando los alcanzó, les dijo: ¡Oh, vengan y vean lo que le ha sucedido a Gedalías!

7 En cuanto entraron a la ciudad, Ismael y sus hombres los mataron a todos, menos a diez, y echaron sus cuerpos en una cisterna.

8 Los otros diez convencieron a Ismael que los dejara en libertad, con la promesa de traerle todo el trigo, la cebada, el aceite de oliva y la miel que habían escondido.

9 La cisterna donde Ismael echó los cuerpos de los hombres que asesinó era grande, cavada por órdenes del rey Asa cuando fortificó Mizpa para protegerse de Baasa, rey de Israel. Así que, Ismael, hijo de Netanías, la llenó de cadáveres.

10 Después Ismael capturó a las hijas del rey y al resto del pueblo que había quedado en Mizpa bajo el cuidado de Gedalías, quien había sido encargado por Nabuzaradán, capitán de la guardia. Los llevó consigo y comenzó el regreso a la tierra de Amón.

11 Sin embargo, cuando Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes guerrilleros se enteraron de los crímenes cometidos por Ismael,

12 reunieron a todos sus hombres y salieron a detenerlo. Lo alcanzaron junto al estanque grande cerca de Gabaón.

13 La gente que Ismael había capturado gritó de alegría cuando vio a Johanán y a los otros líderes guerrilleros.

14 Entonces todos los cautivos de Mizpa escaparon y empezaron a ayudar a Johanán.

15 Mientras tanto, Ismael y ocho de sus hombres escaparon de Johanán y huyeron a la tierra de los amonitas.

16 Entonces Johanán, hijo de Carea, y los otros líderes guerrilleros tomaron a toda la gente que habían liberado en Gabaón: los soldados, las mujeres, los niños y los funcionarios de la corte[dd] que Ismael había capturado después de matar a Gedalías.

17 Los llevaron a todos a la aldea de Gerut-quimam cerca de Belén, donde hicieron preparativos para irse a Egipto

18 porque tenían miedo de lo que harían los babilonios[de] cuando se enteraran de que Ismael había matado a Gedalías, el gobernador designado por el rey babilónico.

42

Advertencia a quedarse en Judá

1 Entonces los líderes guerrilleros, incluidos Johanán, hijo de Carea, y Jezanías[df], hijo de Osaías, junto con todo el pueblo, desde el menos importante hasta el más importante, se acercaron a

2 Jeremías el profeta y le dijeron: —Por favor, ora al SEÑOR tu Dios por nosotros. Como puedes ver, somos un pequeño remanente comparado con lo que éramos antes.

3 Ora que el SEÑOR tu Dios nos muestre qué hacer y adónde ir.

4 —Está bien —contestó Jeremías—, oraré al SEÑOR su Dios, como me lo han pedido, y les diré todo lo que él diga. No les ocultaré nada.

5 Ellos dijeron a Jeremías: —¡Que el SEÑOR tu Dios sea fiel testigo contra nosotros si rehusamos obedecer todo lo que él nos diga que hagamos!

6 Nos guste o no, obedeceremos al SEÑOR nuestro Dios a quien te enviamos con nuestro ruego. Pues si le obedecemos, todo nos irá bien.

7 Diez días más tarde, el SEÑOR le dio a Jeremías la respuesta.

8 Así que él mandó a buscar a Johanán, hijo de Carea, a los demás líderes guerrilleros y a todo el pueblo, desde el menos importante hasta el más importante.

9 Les dijo: Ustedes me enviaron al SEÑOR, Dios de Israel, con su petición y esta es la respuesta:

10 «Permanezcan aquí en esta tierra. Si lo hacen, los edificaré y no los derribaré; los plantaré y no los desarraigaré. Pues lamento todo el castigo que tuve que traer sobre ustedes.

11 No teman más al rey de Babilonia —dice el SEÑOR—. Pues yo estoy con ustedes, los salvaré y los libraré de su poder.

12 Seré misericordioso con ustedes al hacer que él sea amable para que les permita quedarse en su propia tierra».

13 Sin embargo, si se niegan a obedecer al SEÑOR su Dios, y dicen: «No nos quedaremos aquí;

14 sino que iremos a Egipto donde estaremos libres de guerra, de llamados a las armas y de hambre»,

15 entonces escuchen el mensaje del SEÑOR al remanente de Judá. Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Si están decididos a irse a Egipto y vivir allí,

16 la misma guerra y el mismo hambre que temen los alcanzarán, y allí morirán.

17 Este es el destino que le espera a quien insista en irse a vivir a Egipto. Efectivamente, morirán por guerra, enfermedad y hambre. Ninguno escapará del desastre que traeré sobre ustedes allí».

18 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Así como se derramó mi enojo y mi furia sobre la gente de Jerusalén, así se derramará sobre ustedes cuando entren a Egipto. Serán objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla; y nunca más volverán a ver su tierra natal».

19 Escuchen, ustedes que forman el remanente de Judá. El SEÑOR les ha dicho: «¡No se vayan a Egipto!». No olviden la advertencia que hoy les di.

20 Pues no fueron sinceros cuando me enviaron a orar al SEÑOR su Dios por ustedes. Dijeron: «Sólo dinos lo que el SEÑOR nuestro Dios dice ¡y lo haremos!».

21 Hoy les he transmitido exactamente lo que él dijo, pero ahora ustedes no obedecerán al SEÑOR su Dios más que en el pasado.

22 Así que tengan por seguro que morirán por guerra, enfermedad y hambre en Egipto, donde ustedes insisten en ir.

43

Jeremías llevado a Egipto

1 Cuando Jeremías terminó de dar este mensaje del SEÑOR su Dios a todo el pueblo,

2 Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y los demás hombres arrogantes le dijeron a Jeremías: ¡Mentira! ¡El SEÑOR nuestro Dios no nos ha prohibido ir a Egipto!

3 Baruc, hijo de Nerías, te ha convencido para que digas esto, porque él quiere que nos quedemos aquí para que los babilonios[dg] nos maten o nos lleven al destierro.

4 Entonces Johanán, los demás líderes guerrilleros y todo el pueblo se negaron a obedecer la orden del SEÑOR de permanecer en Judá.

5 Johanán y los otros líderes se llevaron con ellos a toda la gente que había regresado de los países vecinos adonde habían huido.

6 En la multitud había hombres, mujeres y niños, las hijas del rey y todos los que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había dejado con Gedalías. El profeta Jeremías y Baruc también fueron incluidos.

7 El pueblo rehusó obedecer la voz del SEÑOR y se fue a Egipto hasta la ciudad de Tafnes.

8 En Tafnes, el SEÑOR le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo:

9 A la vista de toda la gente de Judá, toma unas piedras grandes y entiérralas debajo de las piedras del pavimento a la entrada del palacio del faraón aquí en Tafnes.

10 Luego dile al pueblo de Judá: «Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Les aseguro que traeré a mi siervo Nabucodonosor[dh], rey de Babilonia, aquí a Egipto. Estableceré su trono sobre estas piedras que he escondido. Sobre ellas extenderá su dosel real

11 y cuando venga, destruirá la tierra de Egipto. Traerá muerte a los destinados a la mu erte, cautiverio a los destinados al cautiverio y guerra a los destinados a la guerra.

12 Prenderá fuego a los templos de los dioses egipcios; quemará los templos y se llevará los ídolos como botín. Limpiará la tierra de Egipto como un pastor que limpia de pulgas su capa, pero él saldrá ileso.

13 Derribará las columnas sagradas que están en el templo al sol[di] en Egipto, y reducirá a cenizas los templos de los dioses de Egipto»».

44

Castigo por idolatría

1 Este es el mensaje que recibió Jeremías con relación a los judíos que vivían en el norte de Egipto, en las ciudades de Migdol, Tafnes y Menfis[dj] y también en el sur de Egipto[dk].

2 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ustedes vieron las calamidades que traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Ahora están abandonadas y en ruinas.

3 Ellos provocaron mi enojo con toda su perversidad. Quemaban incienso y rendían culto a otros dioses, dioses que ni ellos ni ustedes ni ninguno de sus antepasados conocieron.

4 Una y otra vez envié a mis siervos, los profetas, para rogarles: «No hagan estas cosas horribles que tanto detesto»,

5 pero mi pueblo no quiso escucharme ni apartarse de su conducta perversa. Siguieron quemando incienso a esos dioses.

6 Por eso mi furia se desbordó y cayó como fuego sobre las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que hasta hoy son unas ruinas desoladas.

7 Ahora, el SEÑOR Dios de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, les pregunta: ¿por qué se destruyen ustedes mismos? Pues ninguno de ustedes sobrevivirá: ningún hombre, mujer o niño de entre ustedes que haya venido aquí desde Judá, ni siquiera los bebés que llevan en brazos.

8 ¿Por qué provocan mi enojo quemando incienso a ídolos que ustedes han hecho aquí en Egipto? Lo único que lograrán es destruirse y hacerse a sí mismos objeto de maldición y burla para todas las naciones de la tierra.

9 ¿Acaso han olvidado los pecados de sus antepasados, los pecados de los reyes y las reinas de Judá, y los pecados que ustedes y sus esposas cometieron en Judá y en Jerusalén?

10 Hasta este mismo instante no han mostrado remordimiento ni reverencia. Ninguno ha elegido obedecer mi palabra ni los decretos que les di a ustedes y a sus antepasados.

11 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡estoy decidido a destruir a cada uno de ustedes!

12 Tomaré a este remanente de Judá —los que estaban resueltos a venir y vivir en Egipto— y los consumiré. Caerán aquí en Egipto, muertos por guerra y hambre. Todos morirán, desde el menos importante hasta el más importante. Serán objeto de condenación, de horror, de maldición y de burla.

13 Los castigaré en Egipto así como lo hice en Jerusalén, con guerra, hambre y enfermedad.

14 Del remanente que huyó a Egipto, con la esperanza de regresar algún día a Judá, no quedarán sobrevivientes. A pesar de que anhelan volver a su tierra sólo un puñado lo hará.

15 Entonces todas las mujeres presentes y todos los hombres que sabían que sus esposas habían quemado incienso a los ídolos —una gran multitud de todos los judíos que vivían en el norte y en el sur de Egipto[dl]— le contestaron a Jeremías:

16 —¡No escucharemos tus mensajes del SEÑOR!

17 Haremos lo que se nos antoje. Quemaremos incienso y derramaremos ofrendas líquidas a la reina del cielo tanto como nos guste, tal como nosotros, nuestros antepasados, nuestros reyes y funcionarios han hecho siempre en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. ¡Pues en aquellos días teníamos comida en abundancia, estábamos bien económicamente y no teníamos problemas!

18 Pero desde que dejamos de quemar incienso a la reina del cielo y dejamos de rendirle culto con ofrendas líquidas, nos hemos visto en tremendos problemas y hemos muerto por guerra y hambre.

19 Además —agregaron las mujeres—, ¿acaso crees que quemábamos incienso y derramábamos las ofrendas líquidas a la reina del cielo y hacíamos pasteles con su imagen sin el conocimiento y la ayuda de nuestros esposos? ¡Por supuesto que no!

20 Entonces Jeremías les dijo a todos, tanto hombres como mujeres que le habían dado esa respuesta:

21 —¿Acaso piensan que el SEÑOR no sabía que ustedes y sus antepasados, sus reyes y funcionarios y todo el pueblo quemaban incienso a los ídolos en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén?

22 Fue porque el SEÑOR no podía soportar más todas las cosas repugnantes que él convirtió su tierra en objeto de maldición —una ruina desolada sin habitantes— como sucede hoy.

23 A ustedes les ocurrieron todas estas cosas horribles porque quemaron incienso a los ídolos y pecaron contra el SEÑOR. Se negaron a obedecerlo y no han seguido sus instrucciones, sus decretos ni sus leyes.

24 Luego Jeremías les dijo a todos, incluidas las mujeres: Escuchen este mensaje del SEÑOR, todos ustedes ciudadanos de Judá que viven en Egipto.

25 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: «Ustedes y sus esposas han dicho: “Guardaremos nuestras promesas de quemar incienso y derramar ofrendas líquidas a la reina del cielo” y por sus hechos han demostrado que hablaban en serio. ¡Así que vayan, cumplan sus promesas y votos a ella!».

26 Sin embargo, escuchen este mensaje del SEÑOR todos ustedes, los judíos que ahora viven en Egipto: «He jurado por mi gran nombre —dice el SEÑOR— que mi nombre ya no será pronunciado por ningún judío en la tierra de Egipto. Ninguno de ustedes podrá invocar mi nombre ni usar el siguiente juramento: «Tan cierto como que el SEÑOR Soberano vive».

27 Pues los vigilaré para traerles desastre y no bien. Todos los de Judá que ahora viven en Egipto sufrirán guerra y hambre hasta que todos mueran.

28 Sólo un pequeño número escapará de morir y regresará a Judá desde Egipto. ¡Entonces todos los que vinieron a Egipto sabrán cuáles palabras son verdad: las mías o las de ellos!

29 Esta es la prueba que les doy —dice el SEÑOR— de que se cumplirán todas mis amenazas y de que aquí en esta tierra los castigaré».

30 Esto dice el SEÑOR: «Yo entregaré al faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, quienes desean su muerte, así como entregué al rey Sedequías de Judá en manos de Nabucodonosor[dm] de Babilonia».

45

Mensaje para Baruc

1 El profeta Jeremías le dio un mensaje a Baruc, hijo de Nerías, en el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías[dn], después que Baruc escribió todo lo que Jeremías le había dictado. Le dijo:

2 Baruc, esto te dice el SEÑOR, Dios de Israel:

3 «Tú has dicho: «¡Estoy repleto de dificultades! ¿No he sufrido ya lo suficiente? ¡Y ahora el SEÑOR ha añadido más! Estoy agotado de tanto gemir y no encuentro descanso»».

4 Baruc, esto dice el SEÑOR: «Destruiré esta nación que construí; arrancaré lo que planté.

5 ¿Buscas grandes cosas para ti mismo? ¡No lo hagas! Yo traeré un gran desastre sobre todo este pueblo; pero a ti te daré tu vida como recompensa dondequiera vayas. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!».

46

Mensajes para las naciones

1 El profeta Jeremías recibió del SEÑOR los siguientes mensajes con relación a las naciones extranjeras.

Mensajes acerca de Egipto

2 En el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, se dio este mensaje con relación a Egipto. Fue en ocasión de la batalla de Carquemis[do] cuando Nabucodonosor[dp] de Babilonia venció al faraón Necao, rey de Egipto y a su ejército, junto al río Éufrates.

3 ¡Preparen sus escudos y avancen a la batalla!

4 Ensillen los caballos, y monten los sementales. Tomen sus posiciones y pónganse los cascos. Afilen las lanzas y preparen sus armaduras.

5 Pero ¿qué es lo que veo? El ejército egipcio huye aterrorizado. Sus hombres de guerra más valientes corren sin mirar atrás. A cada paso se llenan de terror —dice el SEÑOR.

6 El corredor más veloz no puede huir; los guerreros más poderosos no pueden escapar. En el norte, junto al río Éufrates tropiezan y caen.

7 ¿Quién es éste que se levanta como el Nilo en tiempos de crecida e inunda toda la tierra?

8 Es el ejército egipcio que inunda toda la tierra, y se jacta de que cubrirá toda la tierra como un diluvio, destruyendo ciudades y sus habitantes.

9 ¡A la carga, caballos y carros de guerra; ataquen, poderosos guerreros de Egipto! ¡Vengan, todos ustedes aliados de Etiopía, Libia y Lidia[dq] que son hábiles con el escudo y el arco!

10 Pues este es el día del Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, día para vengarse de sus enemigos. La espada devorará hasta quedar satisfecha, ¡sí, hasta que se emborrache de la sangre de ustedes! El Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, recibirá hoy un sacrificio en la tierra del norte, junto al río Éufrates.

11 Sube a Galaad en busca de medicina, ¡oh virgen hija de Egipto! Pero tus muchos tratamientos no te devolverán la salud.

12 Las naciones han oído de tu vergüenza. La tierra está llena de tus gritos de desesperación. Tus guerreros más poderosos chocarán unos contra otros y caerán juntos.

13 Entonces el profeta Jeremías recibió del SEÑOR el siguiente mensaje acerca de los planes de Nabucodonosor para atacar Egipto.

14 ¡Grítenlo en Egipto! ¡Publíquenlo en las ciudades de Migdol, Menfis[dr] y Tafnes! Movilícense para la batalla, porque la espada devorará a todos los que están a su alrededor.

15 ¿Por qué han caído sus guerreros? No pueden mantenerse de pie porque el SEÑOR los derribó.

16 Tropiezan y caen unos sobre otros y se dicen entre sí: «Vamos, volvamos a nuestra gente, a la tierra donde nacimos. ¡Huyamos de la espada del enemigo!».

17 Allí dirán: «¡El faraón, rey de Egipto, es un bocón que perdió su oportunidad!».

18 Tan cierto como que yo vivo —dice el Rey, cuyo nombre es el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—, ¡alguien viene contra Egipto que es tan alto como el monte Tabor o como el monte Carmelo junto al mar!

19 ¡Hagan las maletas! ¡Prepárense para ir al destierro, ustedes ciudadanos de Egipto! La ciudad de Menfis será destruida, quedará sin un solo habitante.

20 Egipto es tan hermoso como una joven novilla, ¡pero el tábano del norte ya está en camino!

21 Los mercenarios de Egipto se han vuelto como becerros engordados. Ellos también se darán vuelta y huirán, porque este es el día del gran desastre para Egipto, un momento de enorme castigo.

22 Egipto huye, silencioso como serpiente que se desliza. Los soldados invasores avanzan; se enfrentan a ella con hachas como si fueran leñadores.

23 Cortarán a su pueblo como se talan los árboles —dice el SEÑOR—, porque son más numerosos que las langostas.

24 Egipto será humillado, será entregado en manos de la gente del norte.

25 El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel, dice: Castigaré a Amón, el dios de Tebas[ds] y a todos los demás dioses de Egipto. Castigaré a sus gobernantes y al faraón también, y a todos los que confían en él.

26 Los entregaré en manos de los que buscan matarlos, al rey Nabucodonosor de Babilonia y a su ejército. Sin embargo, después la tierra se recuperará de los estragos de la guerra. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

27 Pero no temas, mi siervo Jacob; no te desalientes, Israel. Pues los traeré de regreso a casa desde tierras lejanas, y tus hijos regresarán del destierro. Israel[dt] regresará a vivir en paz y tranquilidad, y nadie los atemorizará.

28 No temas, mi siervo Jacob, porque yo estoy contigo —dice el SEÑOR—. Destruiré por completo a las naciones donde te envié al destierro, pero no te destruiré a ti por completo. Te disciplinaré, pero con justicia; no puedo dejarte sin castigo.

47

Mensaje acerca de Filistea

1 Este es el mensaje que el profeta Jeremías recibió del SEÑOR acerca de los filisteos de Gaza, antes de que la ciudad fuera conquistada por el ejército egipcio.

2 Esto dice el SEÑOR: Del norte viene un diluvio que inundará la tierra. Destruirá la tierra y todo lo que hay en ella, tanto las ciudades como sus habitantes. La gente gritará de terror, y todos en la tierra gemirán.

3 Escuchen el ruido de los cascos de los caballos y el estruendo de las ruedas de los carros de guerra al pasar. Los padres aterrorizados corren desesperados, ni siquiera miran hacia atrás para ver a sus hijos indefensos.

4 Ha llegado el momento de destruir a los filisteos, junto con sus aliados de Tiro y Sidón. Sí, el SEÑOR está destruyendo a los pocos que quedan de los filisteos, a esos colonos de la isla de Creta[du].

5 Gaza será humillada, su cabeza rapada; Ascalón quedará en silencio. Ustedes, los que quedan de las costas mediterráneas[dv], ¿hasta cuándo se lamentarán y harán duelo?

6 Ahora, ¡oh espada del SEÑOR!, ¿cuándo volverás a descansar? Vuelve a tu vaina; descansa y mantente quieta.

7 ¿Pero cómo se mantendrá quieta cuando el SEÑOR la ha enviado en una misión? Pues la ciudad de Ascalón y el pueblo que vive junto al mar deben ser destruidos.

48

Mensaje acerca de Moab

1 Este es el mensaje que se dio con relación a Moab. Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: Qué aflicción le espera a la ciudad de Nebo; pronto quedará en ruinas. La ciudad de Quiriataim será humillada y conquistada; la fortaleza será humillada y derribada.

2 Ya nunca más nadie se jactará de Moab, porque en Hesbón hay un complot para destruirla. «Vengan —dicen—, haremos que nunca más sea una nación». La ciudad de Madmena[dw] también será silenciada; la espada te seguirá allí.

3 Oigan los gritos que vienen de Horonaim, gritos de devastación y gran destrucción.

4 Toda Moab está destruida; sus pequeños clamarán[dx].

5 Sus refugiados lloran amargamente mientras escalan las colinas de Luhit. Gritan de terror, mientras bajan la ladera a Horonaim.

6 ¡Huyan por su vida! ¡Escóndanse[dy] en el desierto!

7 Puesto que ustedes confiaron en sus riquezas y habilidades, serán tomados cautivos. ¡Su dios Quemos, con sus sacerdotes y funcionarios, serán llevados a tierras distantes!

8 Todas las ciudades serán destruidas y nadie escapará, ni en las mesetas ni en los valles, porque el SEÑOR así lo ha dicho.

9 Oh si Moab tuviera alas para que volara lejos[dz], porque sus ciudades quedarán abandonadas y nadie vivirá en ellas.

10 ¡Malditos los que se rehúsen a hacer el trabajo del SEÑOR, los que retengan la espada del derramamiento de sangre!

11 Desde sus comienzos Moab ha vivido en paz, nunca ha ido al destierro. Es como el vino que se ha dejado reposar. No ha sido vertida de botella en botella, por eso es fragante y suave.

12 Pero pronto se acerca el día —dice el SEÑOR—, cuando enviaré hombres que la viertan de su vasija. ¡Verterán a Moab y luego destrozarán la vasija!

13 Por fin Moab se avergonzará de su ídolo Quemos, como el pueblo de Israel se avergonzó de su becerro de oro en Betel[ea].

14 Ustedes solían jactarse: «Nosotros somos héroes, hombres valientes de guerra».

15 Sin embargo, ahora Moab será destruida junto con sus ciudades. Sus jóvenes más prometedores son condenados a la masacre, —dice el Rey, cuyo nombre es el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales.

16 Pronto se acerca la destrucción de Moab; se avecina una calamidad amenazante.

17 ¡Amigos de Moab, lloren y lamenten por esta nación! ¡Miren cómo se ha quebrado el cetro fuerte, y se ha hecho pedazos el hermoso bastón!

18 Bájense de su gloria y siéntense en el polvo, gente de Dibón, porque los que destruyan a Moab también harán pedazos a Dibón. Ellos derribarán todas sus torres.

19 Habitantes de Aroer, párense junto al camino y observen. Griten a los que huyen de Moab: «¿Qué sucedió allí?».

20 Y la contestación que reciben es: «¡Moab queda en ruinas, deshonrada; lloren y giman! Anúncienlo en las orillas del río Arnón: ¡Moab ha sido destruida!».

21 Se derramó el juicio sobre las ciudades de la meseta, sobre Holón, Jaza[eb] y Mefaat,

22 sobre Dibón, Nebo y Bet-deblataim,

23 sobre Quiriataim, Bet-gamul y Bet-meón,

24 sobre Queriot y Bosra, todas las ciudades de Moab, lejanas y cercanas.

25 El poder de Moab ha llegado a su fin. Su brazo ha sido quebrado —dice el SEÑOR.

26 Dejen que se tambalee y caiga como un borracho, porque se ha rebelado contra el SEÑOR. Moab se revolcará en su propio vómito y será ridiculizada por todos.

27 ¿No ridiculizaste tú a los israelitas? ¿Fueron ellos acaso sorprendidos en compañía de ladrones para que tú los desprecies como lo haces?

28 Ustedes, habitantes de Moab, huyan de sus ciudades y vivan en cuevas. Escóndanse como palomas que anidan en las hendiduras de las rocas.

29 Todos hemos oído de la soberbia de Moab, porque su orgullo es muy grande. Sabemos de su orgullo altanero, de su arrogancia y de su corazón altivo.

30 Yo conozco su insolencia —dice el SEÑOR—, pero sus alardes están vacíos, tan vacíos como sus hechos.

31 Así que ahora gimo por Moab, de veras, me lamentaré por Moab. Mi corazón está quebrantado por los hombres de Kir-hareset[ec].

32 Pueblo de Sibma, rico en viñedos, lloraré por ti aún más de lo que lloré por Jazer. Tus extensas vides en otro tiempo llegaban hasta el mar Muerto[ed], ¡pero el destructor te ha dejado desnudo y cosechó tus uvas y frutos de verano!

33 El gozo y la alegría desaparecieron de la fructífera Moab; los lagares no producen vino. Nadie pisa las uvas dando gritos de alegría. Hay gritos, sí, pero no de alegría.

34 En cambio, se pueden oír terribles gritos de terror desde Hesbón hasta Eleale y Jahaza; desde Zoar hasta Horonaim y Eglat-selisiya. Incluso las aguas de Nimrim ya están secas.

35 Acabaré con Moab —dice el SEÑOR—, porque la gente ofrece sacrificios en los altares paganos y quema incienso a sus dioses falsos.

36 Mi corazón gime como una flauta por Moab y Kir-hareset porque ha desaparecido toda su riqueza.

37 La gente se rapa la cabeza y se afeita la barba en señal de luto. Se hacen cortaduras en las manos y se ponen ropa de tela áspera.

38 Hay llanto y dolor en cada hogar moabita y en cada calle. Pues hice pedazos a Moab como a una vasija vieja y despreciada.

39 ¡Cómo quedó hecha añicos! ¡Escuchen los lamentos! ¡Miren la vergüenza de Moab! Se ha vuelto objeto de burla, ejemplo de ruina para todos sus vecinos.

40 Esto dice el SEÑOR: ¡Miren! El enemigo cae en picada como un águila, desplegando sus alas sobre Moab.

41 Sus ciudades caerán y sus fortalezas serán tomadas. Aun los guerreros más poderosos estarán en agonía como mujeres en trabajo de parto.

42 Moab ya no será más una nación porque se jactó ante el SEÑOR.

43 Terror, trampas y redes serán tu suerte, oh Moab —dice el SEÑOR.

44 Los que huyan en terror caerán en una trampa, y los que escapen de la trampa serán apresados por una red. Me aseguraré de que no escapes porque ha llegado el tiempo de tu juicio —dice el SEÑOR.

45 Los habitantes huyen hasta Hesbón pero no pueden continuar porque sale fuego de Hesbón, la antigua casa de Sehón, fuego que devora toda la tierra junto con toda su gente rebelde.

46 ¡Oh Moab, ellos lloran por ti! ¡El pueblo del dios Quemos queda destruido! Tus hijos y tus hijas fueron llevados cautivos.

47 Pero en los días venideros restableceré el bienestar de Moab. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado! Aquí termina la profecía de Jeremías acerca de Moab.

49

Mensaje acerca de Amón

1 Este es el mensaje que se dio sobre los amonitas. Esto dice el SEÑOR: ¿No hay descendientes de Israel para que hereden la tierra de Gad? ¿Por qué ustedes, adoradores de Moloc[ee], habitan en sus ciudades?

2 En los días futuros —dice el SEÑOR—, haré sonar el grito de guerra contra la ciudad de Rabá. Se convertirá en un montón de escombros y las ciudades vecinas serán quemadas. Entonces Israel volverá a tomar la tierra que ustedes le quitaron —dice el SEÑOR.

3 Clama, oh Hesbón, porque la ciudad de Hai quedó destruida. ¡Lloren, oh habitantes de Rabá! Pónganse ropa de luto. Lloren y giman, escondidos detrás de los arbustos, porque su dios Moloc será llevado a tierras lejanas junto con sus sacerdotes y funcionarios.

4 Estás orgullosa de tus fértiles valles, hija rebelde, pero pronto se convertirán en ruinas. Confiaste en tus riquezas y pensaste que nadie podría hacerte daño.

5 ¡Pero mira! Yo traeré terror sobre ti —dice el Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—. Tus vecinos te expulsarán de tu tierra y nadie ayudará a tus desterrados cuando huyan.

6 Sin embargo, yo restableceré el bienestar de los amonitas en los días venideros. Yo, el SEÑOR, he hablado.

Mensajes acerca de Edom

7 Este es el mensaje que se dio acerca de Edom. Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: ¿No hay sabiduría en Temán? ¿No queda nadie que pueda dar sabios consejos?

8 ¡Dense la vuelta y huyan! ¡Escóndanse en cuevas profundas, habitantes de Dedán! Pues cuando yo traiga desastre sobre Edom[ef], ¡a ti también te castigaré!

9 Los que cosechan uvas siempre dejan algunas para los pobres. Si de noche vinieran los ladrones ni ellos se llevarían todo;

10 pero yo despojaré la tierra de Edom y no habrá lugar dónde esconderse. Sus hijos, hermanos y vecinos serán todos destruidos, y Edom no existirá más.

11 Pero protegeré a los huérfanos que queden entre ustedes. También sus viudas pueden contar con mi ayuda.

12 Así dice el SEÑOR: Si el inocente debe sufrir, ¡cuanto más tú! ¡No quedarás sin castigo! ¡Debes beber de esta copa de juicio!

13 Pues juré por mi propio nombre —dice el SEÑOR—, que Bosra se convertirá en objeto de horror y en un montón de ruinas; se burlarán de ella y la maldecirán. Todas sus ciudades y aldeas quedarán desoladas para siempre.

14 He oído un mensaje del SEÑOR. Se envió un embajador a las naciones para decir: ¡Formen una coalición contra Edom, y prepárense para la batalla!

15 El SEÑOR le dice a Edom: Te haré pequeña entre las naciones; todos te despreciarán.

16 Has sido engañado por tu propio orgullo y por el temor que inspirabas en los demás. Vives en una fortaleza de piedra y controlas las alturas de las montañas. Pero aun si haces tu nido con las águilas en las cumbres, te haré caer estrepitosamente, dice el SEÑOR.

17 Edom será objeto de espanto; todo el que pase por ese lugar quedará horrorizado y dará un grito de asombro por la destrucción que verá allí.

18 Será como la destrucción de Sodoma, Gomorra y sus ciudades vecinas —dice el SEÑOR—. Nadie vivirá allí; nadie la habitará.

19 Vendré como un león que sale de los matorrales del Jordán y atacaré a las ovejas en los pastos. Echaré a Edom de su tierra, y nombraré al líder que yo escoja. Pues, ¿quién es como yo y quién puede desafiarme? ¿Qué gobernante puede oponerse a mi voluntad?

20 Escuchen los planes que tiene el SEÑOR contra Edom y contra la gente de Temán. Aun sus hijos pequeños serán arrastrados como ovejas y sus casas serán destruidas.

21 La tierra temblará con el ruido de la caída de Edom y su grito de desesperación se oirá hasta el mar Rojo[eg].

22 ¡Mira! El enemigo cae en picada como un águila, desplegando sus alas sobre Bosra. Aun los guerreros más poderosos estarán en agonía como mujer en trabajo de parto.

Mensaje acerca de Damasco

23 Este es el mensaje que se dio acerca de Damasco. Esto dice el SEÑOR: El temor se apoderó de las ciudades de Hamat y Arfad porque oyeron los anuncios de su propia destrucción. El corazón de ellos está agitado como el mar cuando hay una tormenta furiosa.

24 Damasco se volvió débil, y toda la gente trató de huir. El miedo, la angustia y el dolor se han apoderado de ella como a una mujer en trabajo de parto.

25 ¡Esa ciudad famosa, ciudad de alegría, será abandonada!

26 Sus jóvenes caerán en las calles y morirán. Todos sus soldados serán matados —dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—,

27 y prenderé fuego a las murallas de Damasco que consumirá los palacios de Ben-adad.

Mensaje acerca de Cedar y Hazor

28 Este es el mensaje que se dio acerca de Cedar y los reinos de Hazor, que fueron atacados por Nabucodonosor[eh], rey de Babilonia. Esto dice el SEÑOR: ¡Avancen contra Cedar! ¡Destruyan a los guerreros del oriente!

29 Tomarán sus rebaños y carpas, y sus pertenencias y camellos les serán quitados. Se escucharán voces de pánico en todas partes: «¡Somos atemorizados a cada paso!».

30 ¡Corran y salven sus vidas! —dice el SEÑOR—. Gente de Hazor, escóndanse en cuevas profundas, porque Nabucodonosor, rey de Babilonia, ha conspirado contra ustedes y se prepara para destruirlos.

31 Levántense y ataquen a esta nación tan confiada —dice el SEÑOR—. Su gente vive aislada en el desierto sin murallas ni puertas.

32 Todos sus camellos y demás animales serán de ustedes. A este pueblo que vive en lugares remotos[ei] lo esparciré a los cuatro vientos. Traeré sobre ellos calamidad de todas partes —dice el SEÑOR.

33 Hazor será habitada por chacales y quedará desolada para siempre. Nadie vivirá allí; nadie la habitará.

Mensaje acerca de Elam

34 El profeta Jeremías recibió del SEÑOR este mensaje acerca de Elam al comienzo del reinado del rey Sedequías de Judá.

35 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: Destruiré a los arqueros de Elam, lo mejor de su ejército.

36 Traeré enemigos de todas partes y esparciré a la gente de Elam a los cuatro vientos. Serán desterrados a países de todo el mundo.

37 Yo mismo iré con los enemigos de Elam para destrozarla. En mi ira feroz traeré gran desastre sobre el pueblo de Elam —dice el SEÑOR—. Sus enemigos lo perseguirán con espada hasta que yo lo destruya por completo.

38 Estableceré mi trono en Elam —dice el SEÑOR—, y destruiré a su rey y a sus oficiales.

39 Sin embargo, en los días que vienen restableceré el bienestar de Elam. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

50

Mensaje acerca de Babilonia

1 Jeremías recibió el siguiente mensaje del SEÑOR con relación a Babilonia y a la tierra de los babilonios[ej].

2 Esto dice el SEÑOR: Anúncienlo a todo el mundo y no se callen nada. ¡Levanten una bandera de señales para decirles a todos que caerá Babilonia! Sus imágenes e ídolos[ek] serán hechos pedazos. Sus dioses Bel y Merodac serán completamente deshonrados.

3 Pues una nación la atacará desde el norte y traerá tal destrucción que nadie volverá a vivir allí. Desaparecerá todo; huirán tanto las personas como los animales.

Esperanza para Israel y Judá

4 En los días venideros —dice el SEÑOR—, el pueblo de Israel volverá a su hogar junto con el pueblo de Judá. Llegarán llorando en busca del SEÑOR su Dios.

5 Preguntarán por el camino a Jerusalén[el] y emprenderán el regreso a su hogar. Se aferrarán al SEÑOR con un pacto eterno que nunca se olvidará.

6 Mi pueblo ha sido como ovejas perdidas. Sus pastores los llevaron por mal camino y los dejaron sueltos en las montañas. Perdieron su rumbo y no recuerdan cómo regresar al redil.

7 Todos los que los encontraban los devoraban. Sus enemigos decían: «No hicimos nada malo al atacarlos porque ellos pecaron contra el SEÑOR, quien es su verdadero lugar de descanso y la esperanza de sus antepasados».

8 Pero ahora, ¡huyan de Babilonia! Abandonen la tierra de los babilonios. Guíen a mi pueblo de regreso al hogar como hace el macho cabrío que va a la cabeza de la manada.

9 Pues estoy levantando un ejército de grandes naciones del norte. Unirán fuerzas para atacar a Babilonia y ésta será conquistada. Las flechas de los enemigos irán directamente al blanco, ¡no errarán!

10 Babilonia[em] será saqueada hasta que los agresores se sacien con el botín. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Segura caída de Babilonia

11 Se alegran y regocijan, ustedes que despojaron a mi pueblo elegido. Retozan como becerros en el prado y relinchan como sementales.

12 Pero su tierra natal[en] será llena de vergüenza y deshonra. Ustedes serán la última de las naciones, un desierto, tierra seca y desolada.

13 A causa del enojo del SEÑOR, Babilonia se convertirá en una tierra baldía y desierta. Todo el que pase por ese lugar quedará horrorizado y dará un grito por la destrucción que verá allí.

14 Sí, prepárense para atacar Babilonia, todas ustedes, naciones vecinas. Que sus arqueros disparen contra ella, que no escatimen flechas; pues pecó contra el SEÑOR.

15 Lancen gritos de guerra contra Babilonia desde todas partes. ¡Miren! ¡Se rinde! Sus murallas han caído. Es la venganza del SEÑOR, así que vénguense también ustedes. ¡Háganle lo mismo que ella les hizo a otros!

16 Saquen de Babilonia a todos los sembradores; despidan a todos los segadores. Debido a la espada del enemigo todos huirán a sus propias tierras.

Esperanza para el pueblo de Dios

17 Los israelitas son como ovejas que han sido esparcidas por los leones. Primero los devoró el rey de Asiria. Después Nabucodonosor[eo], rey de Babilonia, les quebró los huesos.

18 Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: Ahora, castigaré al rey de Babilonia y a su tierra de la misma manera que castigué al rey de Asiria.

19 Traeré a Israel de regreso a su hogar, a su propia tierra, para comer en los campos de Carmelo y Basán, y para quedar saciado una vez más en la zona montañosa de Efraín y Galaad.

20 En esos días —dice el SEÑOR—, no se encontrará pecado en Israel ni en Judá, porque perdonaré al remanente que yo guarde.

Juicio de Dios sobre Babilonia

21 Mis guerreros, suban contra la tierra de Merataim y contra la gente de Pecod. Persíganlos, mátenlos y destrúyanlos por completo[ep] como les he ordenado —dice el SEÑOR.

22 Que en la tierra se escuche el grito de guerra, un clamor de gran destrucción.

23 Babilonia, el martillo más poderoso de toda la tierra queda roto y hecho pedazos. ¡Babilonia queda desolada entre las naciones!

24 Escucha, Babilonia, porque te tendí una trampa. Estás atrapada porque luchaste contra el SEÑOR.

25 El SEÑOR abrió su arsenal y sacó armas para desahogar su furor. El terror que caiga sobre los babilonios será la obra del Soberano SEÑOR de los Ejércitos Celestiales.

26 Sí, vengan contra ella desde tierras lejanas y abran sus graneros. Aplasten sus muros y sus casas, y conviértanlos en montones de escombros. ¡Destrúyanla por completo y no dejen nada!

27 Maten incluso a sus becerros, ¡para ellos también será terrible! ¡Masácrenlos a todos! Pues ha llegado el día del juicio a Babilonia.

28 Escuchen a la gente que escapó de Babilonia mientras cuentan en Jerusalén cómo el SEÑOR nuestro Dios se vengó de los que destruyeron su templo.

29 Manden llamar a los arqueros para que vengan a Babilonia. Rodeen la ciudad para que nadie escape. Háganle lo mismo que ella les hizo a otros, porque desafió al SEÑOR, el Santo de Israel.

30 Sus jóvenes caerán en las calles y morirán. Todos sus soldados serán matados, dice el SEÑOR.

31 Mira, pueblo arrogante, yo soy tu enemigo —dice el Señor, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales—. Ha llegado el día de tu juicio, el día en que te castigaré.

32 Oh tierra de arrogancia, tropezarás y caerás, y nadie te levantará. Pues encenderé un fuego en las ciudades de Babilonia que consumirá todo a su alrededor.

33 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: Los pueblos de Israel y de Judá han sido agraviados. Sus captores los retienen y se niegan a soltarlos.

34 Pero el que los redime es fuerte. Su nombre es el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. Él los defenderá y nuevamente les dará descanso en Israel. ¡Pero para la gente de Babilonia no habrá descanso!

35 La espada destructora golpeará a los babilonios —dice el SEÑOR—. Golpeará al pueblo de Babilonia, también a sus funcionarios y a sus hombres sabios.

36 La espada golpeará a sus sabios consejeros y se volverán necios. La espada golpeará a sus guerreros más poderosos y el pánico se apoderará de ellos.

37 La espada golpeará sus caballos, sus carros de guerra y a sus aliados de otras tierras, y todos se volverán como mujeres. La espada golpeará sus tesoros y todos serán saqueados.

38 La espada golpeará aun el suministro de agua y hará que se seque. ¿Y por qué? Porque toda la tierra está llena de ídolos y la gente está locamente enamorada de ellos.

39 Pronto Babilonia será habitada por hienas y animales del desierto. Será un hogar de búhos. Nunca más vivirá gente allí; quedará desolada para siempre.

40 La destruiré igual como yo[eq] destruí a Sodoma, a Gomorra y a sus ciudades vecinas —dice el SEÑOR—. Nadie vivirá allí; nadie la habitará.

41 ¡Miren! Un gran ejército viene del norte. Desde tierras lejanas se están levantando contra ti una gran nación y muchos reyes.

42 Están armados con arcos y lanzas. Son crueles y no tienen compasión de nadie. Cuando avanzan sobre sus caballos se oyen como el rugido del mar. Vienen en formación de batalla con planes de destruirte, Babilonia.

43 El rey de Babilonia ha oído informes acerca del enemigo y tiembla de miedo. Se apoderaron de él punzadas de angustia como a una mujer en trabajo de parto.

44 Vendré como un león que sale de los matorrales del Jordán y atacaré las ovejas en los pastos. Expulsaré a Babilonia de su tierra y nombraré al líder que yo escoja. Pues, ¿quién es como yo y quién puede desafiarme? ¿Qué gobernante puede oponerse a mi voluntad?

45 Escuchen los planes que tiene el SEÑOR contra Babilonia y contra la tierra de los babilonios. Aun sus hijos pequeños serán arrastrados como ovejas y sus casas serán destruidas.

46 La tierra temblará con el grito: ¡Babilonia ha sido tomada! Su grito de desesperación se oirá en todo el mundo.

51

1 Esto dice el SEÑOR: Incitaré a un destructor contra Babilonia y contra la gente de Babilonia[er].

2 Vendrán extranjeros y la aventarán, la soplarán como si fuera paja. Vendrán de todos lados para levantarse contra ella en su día de tribulación.

3 No dejen que los arqueros se pongan sus armaduras ni que tensen sus arcos. ¡No perdonen la vida ni siquiera a sus mejores soldados! Que su ejército sea completamente destruido[es].

4 Caerán muertos en la tierra de los babilonios[et], acuchillados en sus calles.

5 Pues el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales no ha abandonado a Israel ni a Judá. Todavía es su Dios, aunque su tierra se llenó de pecado contra el Santo de Israel.

6 ¡Huyan de Babilonia! ¡Sálvense a sí mismos! ¡No queden atrapados en su castigo! Es el tiempo de la venganza del SEÑOR, él le dará su merecido.

7 Babilonia ha sido como copa de oro en las manos del SEÑOR, copa que hizo emborrachar a todo el mundo. Las naciones bebieron del vino de Babilonia y se enloquecieron.

8 Pero repentinamente, cayó también Babilonia. Lloren por ella. Denle medicina, quizá todavía pueda sanarse.

9 La habríamos ayudado si hubiéramos podido, pero ya nada se puede hacer por ella. Déjenla ir; abandónenla. Regresen ahora a su propio país. Pues su castigo llega hasta los cielos; es tan grande que no se puede medir.

10 El SEÑOR nos ha hecho justicia. Vengan, anunciemos en Jerusalén[eu] todo lo que hizo el SEÑOR nuestro Dios.

11 ¡Afilen las flechas! ¡Alcen los escudos[ev]! Pues el SEÑOR ha incitado a los reyes de Media a que marchen contra Babilonia y la destruyan. Esta es su venganza contra los que profanaron su templo.

12 ¡Levanten la bandera de guerra contra Babilonia! Refuercen la guardia y pongan centinelas. Preparen la emboscada porque el SEÑOR llevará a cabo todos sus planes contra Babilonia.

13 Tú eres una ciudad junto a un gran río, un gran centro comercial, pero tu fin ha llegado. Se cortó el hilo de tu vida.

14 El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales hizo este voto y lo juró por su propio nombre: Tus ciudades se llenarán de enemigos, como campos plagados de langostas, y cantarán victoria sobre ti.

Himno de alabanza al SEÑOR

15 El SEÑOR hizo la tierra con su poder y la preserva con su sabiduría. Con su propia inteligencia desplegó los cielos.

16 Cuando habla en los truenos los cielos se llenan de agua. Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra. Envía el relámpago junto con la lluvia y suelta el viento de sus depósitos.

17 ¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento! Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen, porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude. Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder.

18 Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas! En el día del juicio todos serán destruidos.

19 ¡Pero el Dios de Israel[ew] no es ningún ídolo! Él es el Creador de todo lo que existe, incluido su pueblo, su posesión más preciada. ¡El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales es su nombre!

Gran castigo de Babilonia

20[ex] eres mi hacha de guerra y mi espada —dice el SEÑOR—. Contigo destrozaré naciones y destruiré muchos reinos.

21 Contigo destrozaré ejércitos, destruiré al caballo y al jinete, al carro de guerra y al conductor.

22 Contigo destrozaré a hombres y a mujeres, a ancianos y a niños, a jóvenes y a doncellas.

23 Contigo destrozaré a pastores y rebaños, a campesinos y bueyes, a capitanes y a oficiales.

24 Le daré a Babilonia y a sus habitantes[ey] el pago que se merecen por todo el mal que le hizo a mi pueblo en Jerusalén, dice el SEÑOR.

25 ¡Mira, oh poderosa montaña, destructora de la tierra! Yo soy tu enemigo —dice el SEÑOR—. Levantaré mi puño contra ti, para derribarte desde las cumbres. Cuando termine contigo no serás más que un montón de escombros quemados.

26 Para siempre quedarás desolada; aun tus piedras no volverán a usarse para construir. Te aniquilarán por completo, dice el SEÑOR.

27 Levanten una bandera de señales a las naciones. ¡Hagan sonar el grito de guerra! Movilicen a todas contra Babilonia. ¡Prepárenlas para luchar contra ella! Convoquen a los ejércitos de Ararat, Mini y Asquenaz. ¡Nombren a un comandante y traigan una multitud de caballos como una nube de langostas!

28 Levanten contra ella a los ejércitos de las naciones dirigidos por los reyes de Media y por todos sus capitanes y oficiales.

29 La tierra tiembla y se retuerce de dolor, porque todos los planes del SEÑOR contra Babilonia no han cambiado. Babilonia quedará desolada, sin un solo habitante.

30 Sus guerreros más poderosos ya no luchan más. Permanecen en sus cuarteles, sin valentía; se volvieron como mujeres. Los invasores quemaron las casas y derribaron las puertas de la ciudad.

31 Las noticias se transmiten de un mensajero al otro, al paso que los mensajeros se apuran a avisarle al rey que la ciudad ha sido tomada.

32 Se han cortado todas las rutas de fuga. Los pantanos están en llamas y el ejército se llenó de pánico.

33 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: Babilonia es como el trigo en el campo de trillar a punto de ser pisoteado. Dentro de poco, comenzará la cosecha.

34 Nabucodonosor[ez], rey de Babilonia, nos devoró, nos aplastó y nos dejó sin fuerzas. Nos tragó como un gran monstruo y llenó su barriga con nuestras riquezas. Nos echó de nuestro propio país.

35 Hagan que Babilonia sufra como nos hizo sufrir a nosotros —dice la gente de Sión—. Hagan que el pueblo de Babilonia pague por derramar nuestra sangre, dice Jerusalén.

Venganza del SEÑOR sobre Babilonia

36 Esto dice el SEÑOR a Jerusalén: Yo seré tu abogado para defender tu causa y te vengaré. Secaré su río, tal como sus fuentes de agua,

37 y Babilonia se convertirá en un montón de ruinas, frecuentada por chacales. Será objeto de horror y menosprecio, un lugar donde no vive nadie.

38 Sus habitantes rugirán juntos como leones fuertes; gruñirán como cachorros de león.

39 Y mientras estén sonrojados por el vino, les prepararé otra clase de banquete. Los haré beber hasta que se duerman y nunca se despertarán —dice el SEÑOR.

40 Los llevaré como a corderos al matadero, como a carneros y chivos para el sacrificio.

41 ¡Cómo ha caído Babilonia[fa], la gran Babilonia, aclamada en toda la tierra! Ahora se ha convertido en objeto de horror entre las naciones.

42 El mar ha subido sobre Babilonia; está cubierta por las violentas olas.

43 Sus ciudades ahora quedan en ruinas; es una árida tierra baldía donde no vive nadie, ni nadie pasa por allí.

44 Entonces yo castigaré a Bel, el dios de Babilonia, y haré que vomite todo lo que se comió. Nunca más las naciones vendrán a rendirle culto. ¡La muralla de Babilonia ha caído!

Mensaje a los desterrados

45 Sal, pueblo mío, huye de Babilonia. ¡Sálvense! Huyan del terrible enojo del SEÑOR.

46 Pero no tengan pánico ni temor cuando oigan los primeros rumores de que se acercan los soldados. Pues los rumores seguirán llegando año tras año. Estallará la violencia en la tierra en tanto los líderes se peleen unos contra otros.

47 Pues ciertamente se acerca la hora cuando castigaré a esta gran ciudad y a todos sus ídolos. Toda su tierra será avergonzada, y sus muertos caerán en las calles.

48 Entonces los cielos y la tierra se alegrarán, porque del norte los ejércitos destructores vendrán contra Babilonia —dice el SEÑOR.

49 Así como Babilonia mató a la gente de Israel y a la gente de otros pueblos por todo el mundo, así mismo debe morir su gente.

50 ¡Váyanse, todos ustedes que escaparon de la espada! ¡No se detengan para mirar, huyan mientras puedan! Recuerden al SEÑOR, aunque estén en una tierra lejana, y piensen en su hogar en Jerusalén.

51 Estamos avergonzados —dicen los del pueblo—. Estamos ofendidos y en desgracia porque extranjeros profanaron el templo del SEÑOR.

52 Sí —dice el SEÑOR—, pero se acerca la hora en que destruiré los ídolos de Babilonia. Los quejidos de la gente herida se oirán por toda la tierra.

53 Aunque Babilonia llegue tan alto como los cielos y haga sus fortificaciones increíblemente resistentes, aun así yo enviaré enemigos para que la saqueen. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado!

Destrucción completa de Babilonia

54 ¡Escuchen! Oigan el llanto de Babilonia, el sonido de la gran destrucción que surge de la tierra de los babilonios.

55 Pues el SEÑOR destruye a Babilonia; silenciará su vozarrón. Oleadas de enemigos golpean contra ella; resuenan en la ciudad los ruidos de batalla.

56 Vienen contra Babilonia ejércitos destructores. Apresan a sus hombres valientes y sus armas se quiebran en sus manos. Pues el SEÑOR es Dios que da justo castigo; él siempre le da a cada cual su merecido.

57 Haré que sus autoridades y hombres sabios se emborrachen, junto con sus capitanes, oficiales y guerreros. ¡Caerán dormidos y nunca más se despertarán!, dice el Rey, cuyo nombre es el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales.

58 Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: Las gruesas murallas de Babilonia serán arrasadas y sus inmensas puertas serán quemadas. ¡Los constructores de muchos países han trabajado en vano porque su obra será destruida por fuego!

Mensaje de Jeremías enviado a Babilonia

59 El profeta Jeremías le dio el siguiente mensaje a Seraías, hijo de Nerías y nieto de Maaseías, un oficial del Estado Mayor, cuando Seraías fue a Babilonia junto con el rey Sedequías de Judá. Esto sucedió durante el cuarto año del reinado de Sedequías[fb].

60 Jeremías registró en un rollo todos los terribles desastres que pronto vendrían sobre Babilonia: todas las palabras escritas aquí.

61 Le dijo a Seraías: Cuando llegues a Babilonia, lee en voz alta todo lo que está en este rollo.

62 Luego di: «SEÑOR, tú has dicho que destruirás a Babilonia de manera que no quedarán personas ni animales. Ella permanecerá vacía y abandonada para siempre».

63 Cuando hayas terminado de leer el rollo, átalo a una piedra y arrójalo al río Éufrates.

64 Luego di: «De la misma manera Babilonia y su pueblo se hundirán para no levantarse jamás a causa de los desastres que traeré sobre ella». Aquí terminan los mensajes de Jeremías.

52

Caída de Jerusalén

1 Sedequías tenía veintiún años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén once años. Su madre se llamaba Hamutal y era hija de Jeremías, de Libna.

2 Sedequías hizo lo malo a los ojos del SEÑOR, igual que Joacim.

3 Estas cosas sucedieron debido al enojo que el SEÑOR tenía contra la gente de Jerusalén y de Judá, hasta que finalmente los expulsó de su presencia y los envió al destierro. Sedequías se rebeló contra el rey de Babilonia.

4 Así que el 15 de enero[fc], durante el noveno año del reinado de Sedequías, Nabucodonosor[fd], rey de Babilonia, dirigió a todo su ejército contra Jerusalén. Rodearon la ciudad y construyeron rampas de asalto contra las murallas.

5 Jerusalén estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.

6 Hacia el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías[fe], el hambre en la ciudad ya era muy intensa y se había agotado por completo lo último que quedaba de alimento.

7 Entonces abrieron una brecha en la muralla de la ciudad, y todos los soldados huyeron. Como la ciudad estaba rodeada por los babilonios[ff], esperaron hasta la caída del sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas, detrás del jardín real, y se dirigieron al valle del Jordán[fg].

8 Sin embargo, las tropas babilónicas persiguieron al rey Sedequías y lo capturaron en las llanuras de Jericó, porque todos sus hombres lo habían abandonado y se habían dispersado.

9 Lo llevaron ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla, en la tierra de Hamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra Sedequías.

10 Hizo que Sedequías presenciara la masacre de sus hijos y de los demás funcionarios de Judá.

11 Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. Sedequías permaneció allí en prisión hasta el día de su muerte.

Destrucción del templo

12 El 17 de agosto de ese año[fh], que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, llegó a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia y funcionario del rey babilónico.

13 Quemó por completo el templo del SEÑOR, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes[fi] de la ciudad.

14 Después supervisó a todo el ejército babilónico[fj] mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén.

15 Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivos a algunos de los más pobres, al resto de las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia y al resto de los artesanos;

16 pero Nabuzaradán permitió que algunos de los más pobres se quedaran en Judá para cuidar los viñedos y los campos.

17 Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del SEÑOR, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.

18 También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, la despabiladera de las lámparas, los tazones, los platos y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo.

19 Nabuzaradán, capitán de la guardia, también se llevó los cuencos pequeños, los recipientes para quemar incienso, los tazones, los calderos, los candelabros, la vajilla y las copas utilizadas para las ofrendas líquidas, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.

20 El peso del bronce de las dos columnas, el Mar con los doce bueyes de bronce que estaban debajo y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del SEÑOR en tiempos del rey Salomón.

21 Cada columna tenía unos ocho metros de altura y unos cinco metros y medio de circunferencia[fk]. Eran huecas, con un grosor de ocho centímetros[fl].

22 El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de casi dos metros y medio[fm] de altura y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.

23 Había noventa y seis granadas a los lados, y un total de cien en la red alrededor de la parte superior.

24 Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales.

25 De la gente que seguía escondida en la ciudad, se llevó a un oficial que había estado al mando del ejército judío, a siete de los consejeros personales del rey, al secretario principal del comandante del ejército, quien estaba a cargo del reclutamiento, y a otros sesenta ciudadanos.

26 Nabuzaradán, capitán de la guardia, los llevó a todos ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla.

27 Allí, en Ribla, en la tierra de Hamat, el rey de Babilonia mandó que los ejecutara a todos. Así que el pueblo de Judá fue expulsado de su tierra y llevado al destierro.

28 El número de cautivos llevados a Babilonia en el séptimo año del reinado de Nabucodonosor[fn] fue de tres mil veintitrés.

29 Más adelante, en el año dieciocho de Nabucodonosor[fo], se llevó a ochocientos treinta y dos más.

30 En el año veintitrés del reinado de Nabucodonosor[fp], él envió a Nabuzaradán, capitán de la guardia, quien se llevó consigo a setecientos cuarenta y cinco más, un total de cuatro mil seiscientos cautivos.

Esperanza para la descendencia real de Israel

31 En el año treinta y siete del exilio de Joaquín, rey de Judá, Evil-merodac ascendió al trono de Babilonia. El nuevo rey fue bondadoso con Joaquín[fq] y lo puso en libertad el 31 de marzo de ese año[fr].

32 Le habló con amabilidad y le dio una posición superior a la de los demás reyes exiliados en Babilonia.

33 Le proporcionó a Joaquín ropa nueva para reemplazar la ropa de prisionero y le permitió comer en presencia del rey por el resto de su vida.

34 Así que el rey de Babilonia le dio una ración diaria de comida mientras vivió. Esto continuó hasta el día de su muerte.

Biblia Nueva Traducción Viviente
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