Capítulo 22

 

 

 

 

—¿Cómo tienes la osadía de presentarte en mi casa? Realmente la gente de tu calaña no tiene cerebro alguno.

—¿Cómo quiere que me ponga en contacto con usted si no?

—¡Piensa! Eres tú el que debería estar más que acostumbrado a este tipo de trámites. Ni se te ocurra volver por aquí.

—Estoy harto. La chica lleva encerrada dos meses... No es lo que habíamos acordado.

—Y ¿qué vas a hacer al respecto?

—Quizá la deje libre.

—Ni se te ocurra. No creo que seas tan estúpido, a no ser que quieras terminar en la cárcel.

—Se lo advierto, si no me da más dinero liberaré a la joven. Ya he conseguido burlar las rejas de la prisión en más de una ocasión. Ésta no será muy distinta.

—De acuerdo. Haremos una cosa... Lo prepararé para este fin de semana. El sábado nos desharemos de ella. Mi hijo se va de caza y tendremos vía libre.

—¿Y lo del dinero?

—Confórmate con saber que esta historia va a llegar a su fin.

—De eso nada. Quiero más dinero.

—¿Cuánto más?

—El doble de lo acordado.

—¿El doble?

—Perdón… ¿La he ofendido? —dijo Patrick echándole un vistazo sumarísimo a la sala—. Creo que apenas notará la diferencia.

—Dalo por seguro muchacho. Ahora quítate de mí vista. Sois todos iguales. Unos trapisondos.

—Lo mismo digo de la gente como usted. Pasado mañana la quiero ver en la casa con el dinero, si no la liberaré y le aseguro que eso no le conviene. Créame. Y ahora si me disculpa... Ha sido un verdadero placer verla hoy milady —pronunció haciendo una exagerada reverencia.

—¡Largo sabandija!

—Así lo haré.

Patrick tomó el carruaje y se dirigió a la guarida de su jefe. A esas horas estarían todos más borrachos que una cuba en Black Lion. Era el momento perfecto para recoger sus cosas. Durante el viaje, sus ojos se clavaron en el suelo pedregoso que corría a su paso mientras su imaginación volaba despavorida hacia un futuro más que prometedor. Por fin se iba a terminar toda aquella historia. Esa misma noche la poseería y en unos días estaría camino hacia el norte en busca de nuevos muchachos que reclutar para su nueva banda. Cuervo y los suyos, ya eran historia.

El sonido de los caballos alarmó a Galager que no tardó un segundo en agitar el brazo de Julius.

—¡¿Qué sucede?! Estaba a punto de cepillarme a la mismísima....

—No des más detalles y despéjate. Tenemos compañía —Julius se estiró de brazos y piernas y fue entonces cuando sintió el peso de sus años entre las costillas.

—Por amor de Dios, ya no estoy hecho para estos trotes. Mi cuerpo me exige una cama confortable donde dormir.

—Julius, es Patrick. Acaba de llegar a casa.

—¿Qué? Déjame ver —apartó al detective y asomó sus narices por entre la maleza—. Se va a enterar  ese hijo de... su madre.

—Espera. No vas a conseguir salvar a la duquesa metiéndole una paliza.

—Se ha llevado a Gwen. No sé si quiera si seguirá viva. La idea de que ese.... mierda haya dañado a mi pequeña me descompone las entrañas. No puedo dejarlo ir.

—No pretendo dejarlo ir. Puede que nos lleve hasta Gwen.

—Dando por supuesto que no la haya...

—Si la hubiera matado no habría vuelto. Julius, llevo mucho tiempo en este mundillo y déjame que te diga que todos los seres humanos actuamos del mismo modo.

—Mira, ya sale. Se lleva sus cosas.

—Toda esta historia está a punto de terminar.

—¿Qué?

—Debemos encontrar a lady Malford cuanto antes. Pretende fugarse. Eso no es una buena señal.

—Por el amor de Dios eras tú el optimista.

—No, soy el realista. Vamos, deprisa, no querrás perderlo. El carruaje se marcha.

Julius y Galager bajaron como pudieron la colina desde donde mantenían la guardia. El carruaje de Patrick había desaparecido del camino principal mientras Galager iba directo hacía Esmeralda, el caballo más querido del Cuervo.

—¡No, esa no!

—Julius no hay tiempo. Cuervo lo agradecerá.

—Eso o nos matará. Va venga ayúdame, me he torcido el tobillo. Malditas piedras...

—Galager juntó las manos y Julius se impulsó con ellas para subir al animal. A continuación, Julius le cedió el brazo para ayudar al detective a trepar.

—Vamos, Esmeralda.  No hay tiempo que perder.

Esmeralda galopó con furia como si entendiera lo que se estaba jugando en aquel momento. Quizá percibiera el latido nervioso de Julius o la respiración entrecortada del detective.

—Buena chica —soltó Julius cuando distinguió del camino el carruaje de Patrick. La vegetación se fue haciendo más y más frondosa y el camino más pedregoso y difícil. Por fin, observaron de lejos como el carruaje paraba junto a una casita de campo. Julius guio a Esmeralda entre los árboles—. Desde aquí no nos verán. ¿Crees que estará dentro Gwen?

—No lo sé. Deberíamos acercarnos más.

—Si nos ven lo echaremos todo a perder.

—Julius, desde aquí sólo podemos hacer conjeturas. Debemos acercarnos más.

—Tendríamos que esperar a que se hiciera un poco más de noche.

—Y ¿si es demasiado tarde?

—¿A qué te refieres Galager?

—Lo hemos visto salir con sus cosas. ¿Quién te dice que estará sana y salva hasta que anochezca? ¿Y si la está matando ahora? —Julius lo miró aterrado y se decidió a actuar.

—Tienes razón. No deberíamos esperar más.

Despacio como los caracoles, se acercaron por el lateral de la casa donde no había ventana y se colocaron junto a un tragaluz.

—Deberías trepar hasta el primer piso y ver si la tiene ahí.

— ¿Por qué no trepas tú? Yo te sujeto.

—No, lo haremos al revés, tú pesas menos.

—Ya, pero olvidas que tengo la pierna jodida y que no se dobla la rodilla bien.

Gwen abrió los ojos. Llevaba demasiado tiempo encerrada, ¡ya comenzaba a delirar! Había creído oír la voz de Julius. De repente, se quedó quieta. Volvió a sentir la voz. La joven se incorporó de golpe, no estaba soñando ni delirando. Era Julius.

—No seas tozudo hombre y trepa tú —dijo Julius.

—No, tú.

—Está bien, lo haremos a cara o cruz.

—Por el amor de Dios, podrían estar matando a la duquesa en este preciso momento y nosotros nos estamos jugando a cara o cruz quién trepa por el árbol.

—¡Shhhh! ¿Has escuchado eso, Galager?

—¿El qué? —ambos mantuvieron unos segundos un silencio casi sepulcral y por fin lo volvieron a escuchar. Sonaba muy muy lejano, como salido de ultratumba. Venía del tragaluz.

—¡Estoy aquí! ¡Abajo! ¡Julius! —Julius se inclinó y miró a través de la ventana.

Estaba oscuro y casi no se podía distinguir nada.

—No estoy seguro. No veo nada pero he escuchado la voz de Gwen.

—Espera voy a mirar yo —Galager se aproximó a la ventana y pegó los ojos al cristal durante un minuto. Cuando por fin sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, distinguió el cuerpo de una joven en medio del habitáculo—. Está ahí Julius. Es ella. Estoy seguro.

—¡Pronto te sacaremos de ahí! Te lo prometo —susurró iracundo ante la impotencia de que la joven no oyese esas palabras de aliento.

De pronto, la puerta se abrió. Rápidamente Julius y Galager se apartaron de la ventana.

—¿Estabas gritando? —dijo Margaritte soltando una carcajada—. Esto es aún mejor de que lo esperaba. Das tanta pena… ¿Dónde crees que estás? Aquí nadie te va a escuchar —se acercó y le soltó un bofetón—. Estás molestando a Patrick y por tanto también a mí. ¿Quieres hacer el favor de callarte? —Gwen no dijo nada, se sentó junto a la cama. Sentía flato. Había gastado casi toda la energía gritando el nombre de su padrino. Pero la sonrisa de alivio al ver a Julius fue imposible de desdibujar con el bofetón. Harían falta un centenar de ellos para borrarla—. ¿Te gusta que te pegue? Pues no sonrías estúpida —a continuación cerró de golpe la puerta. Julius le hizo un gesto pidiéndole paciencia.

—Galager tengo que ir a por Lucas. No tardaré. Vigílala y si corre peligro ya sabes lo que...

—No hace falta que digas nada. Sé muy bien lo que tengo que hacer. Corre a por Lucas. Os espero aquí.

***

Lucas rompió de una patada la puerta principal. Nada ni nadie podría frenarlo. La furia lo había transformado. Patrick bajó corriendo las escaleras con un candelabro sujeto de la mano.

—¡¿Pero qué narices crees que estás haciendo?! —soltó Patrick. Lucas se acercó a él y atizó un derechazo en todo el pómulo. Brian subió las escaleras deprisa en busca de Margaritte. Seguidamente, como si de un acto reflejo se tratara, Lucas volvió a acercarse a Patrick y esta vez le puso la pierna en el cuello impidiendo que pudiera respirar.

—¿Dónde está la llave de la puerta? —el ladrón no contestó—. ¿Dónde? — insistió Lucas apretando más fuerte su pierna sobre el cuello del joven, quien casi sin respiración señaló con el brazo un juego de llaves que colgaba de la pared—. No vas a salir con vida de ésta —y le volvió a soltar otro golpe sobre la sien dejándolo inconsciente. Probó con la primera llave con la que se topó pero su pulso era demasiado malo. «Relájate Lucas. Relájate»—. ¡Gwen ya voy cariño! ¡Ya voy! —por fin consiguió enfilar la susodicha llave en la cerradura, ésta emitió un leve crack y la puerta se abrió. Con los brazos llenos de amor y desesperado agarró a Gwen que apenas podía moverse de la cama—. Ya estoy aquí mi vida. Ya estoy aquí —Gwen lo miró mientras una lágrima resbalaba por su mejilla y se desmayó. Lucas la cogió en brazos—. Ya nos vamos —entonces vio caer la hoja de lo que parecía un periódico. Su nombre aparecía…Se horrorizó al leer las dos primeras líneas. ¿Gwen lo habría creído? Claro que lo había hecho. Era el periódico, donde supuestamente todo lo que aparecía escrito era cierto. «Malditos periodistas».

—¡Lucas rápido! —gritó Brian desde la entrada mientras se esforzaba por sujetar a Margaritte—. No hagas ningún amago. No te vas a conseguir escapar. Vas a ir directa a prisión furcia.

Lucas salió como pudo con una Gwen inconsciente entre sus brazos.

—¡Cuidado! —gritó Galager. De entre las estanterías del hall salió Patrick desenfundado un arma.

—Voy a terminar lo que he empezado y me da igual a quien me lleve por delante.

Lucas intentó proteger a Gwen con su propio cuerpo y esperó impaciente el impacto del disparo que había sonado y reverberado por toda la casa. Más éste nunca llegó. Se miró el cuerpo, y a continuación se giró y por fin vio el cuerpo inerte de Patrick en el suelo.

Cuervo había llegado y había puesto fin a toda aquella pesadilla. A su lado  estaban Julius y Daniel.

—Tenía que ser yo quien debía matarlo —indicó mientras se acercaba a la joven para inspeccionarla.

—Está bien, no te preocupes, sólo está algo débil. Necesita comer y descansar. — intentó tranquilizarlo Lucas, mientras le dedicaba una mirada de gratitud.

—¡Por favor no me hagan daño! Yo también tenía miedo de que me hiciera algo si no lo obedecía —soltó Margaritte. Cuervo se dirigió hacia ella y en su oído le susurró—. Nosotros no te haremos daño preciosidad, serán otros, créeme. Vas a terminar pudriéndote en el moho de la prisión. Espero que hayas disfrutado de los polvos que te han echado estos días. Pronto sabrás lo que es dolor del bueno.

***

—¿Cuánto lleva durmiendo, excelencia?

—Dos días. El médico me ha dicho que está muy débil. Está desnutrida y.... embarazada —Galager se llevó las manos a la boca.

—Y, ¿está bien el bebé? Parece mentira que una criatura aparentemente tan débil haya podido salvar a su hijo en esas penosas circunstancias.

—No se puede imaginar lo fuerte que puede llegar a ser mi esposa. Lo daría todo por proteger a los suyos. Gracias a Dios que está bien, cuando imagino por todo lo que ha pasado... pero por fin está en casa y eso es lo que importa.

—No parece del todo aliviado.

Lucas le mostró el periódico y el detective ahogó una exclamación al observar el contenido.

—Con razón parece usted tan alicaído. Su excelencia, ¿ella lo ha leído?

—Supongo que sí. Estoy casi seguro, pues lo encontré junto a ella.

—No se preocupe. En cuanto despierte se lo explica. Ha sido un mal entendido, usted lo hacía por su bien.

—Sí, eso espero. Pero usted no ha venido a verme por esta razón. ¿Me equivoco?

—Verá... yo... he venido a verle porque por fin tengo información relacionada con el paradero de la madre de la duquesa.

—¿¡Qué!?… ¿cómo no me lo ha dicho nada más llegar?

—Pues porque me parecía descortés, dada la situación actual de su mujer, no interesarme por su salud.

—Bueno, amigo mío, ¿Necesito sentarme? Porque a estas alturas creo que nada ya va a conseguir sorprenderme.

—Al parecer no vive muy lejos. Según mis informantes, una mujer que coincide con la descripción de la condesa ha estado residiendo en la casa de los MacCarneys, cerca de donde sucedió el accidente.

—¿Está seguro?

—Prácticamente, aunque quería cerciorarme por mí mismo visitando a la familia.

—Creo que deberíamos mantener apartada a mi esposa. Galager, necesito que guarde silencio, mi mujer no se puede enterar —Lucas caminó por el despacho ensimismado. ¿Y si no era su verdadera madre? ¿Y si volvía a sufrir Gwen? Era lo último que quería. Ella se merecía ser feliz. Pensó.

Las lágrimas se resbalaron por su rostro. No podía dar crédito a lo que acaba de escuchar. Volvió a dejar con sigilo el pomo de la puerta del despacho de Lucas y corrió en busca de ropa. Había llegado el momento de huir de ahí e ir en busca de su verdadera madre.

Aquel hombre, el que se hacía llamar su esposo, no sólo pretendía anular su matrimonio sino que ahora había tomado la decisión de ocultarle aquella valiosa y tan importante información sobre su familia. Lo que no sabía Gwen es que no estaba bien escuchar conversaciones a medias tintas en los umbrales de las puertas. Lucas continuó hablando, pero la joven ya estaba demasiado lejos buscando la manera de poner punto y final a toda aquella historia.

—Iré yo a comprobarlo personalmente. No quiero que se lleve otra decepción.

Quiero asegurarme de que es ella, su madre, antes de contarle nada a mi esposa.

—Lo veo lógico, excelencia.