Capítulo 10
Hacía horas que la ópera había llegado a su fin y para entonces, tan solo se dejaban ver por la calles oscuras borrachos, maleantes y prostitutas. La fiesta de la nobleza había terminado y comenzaba los actos sociales de la plebe.
Como todas las noches desde hacía al menos un mes una densa niebla caía con la oscuridad entre la ciudad londinense acariciando sus ajados tejados. Un carruaje paró a unos metros del famoso Black Lion. Las prostitutas entonces se acercaron con talante seductor buscando a alguien a quien comer. Una figura cubierta con una capa negra salió con aires misteriosos.
—¿Quieres pasar un buen rato cariño? Deja que Lizzy te mime.... —una joven con los pelos enmarañados en un moño, los labios mal pintados y ropa roída le cogió del brazo.
—No te atrevas a tocarme saco de mierda —a continuación descubrió su mano y la araño en el rostro.
—¡Ahhh! Serás.... —la prostituta se abalanzó sobre la extraña figura oscura y esta sacó un arma.
—No me toques. No vaya a ser que me pegues algo. Apártate de mi camino —la chica de la calle le escupió en la capa y la fulminó con la mirada gritándole todo tipo de maldiciones. La misteriosa figura caminó presurosa; parecía que levitara entre los adoquines. Abrió la puerta del Black Lion y una oleada de humanidad masculina la abofeteó en el rostro como un látigo ardiendo. Unas pocas velas daban luz a lo que parecía la guarida de asesinos, ladrones y aprendices de estos. Se había prometido no volver jamás a aquel espeluznante lugar, pero el rostro de Gwen en la ópera regresaba cada pocos minutos a su recuerdo de la forma más nítida que una persona puede llegar a imaginar. Hacía años que pensaba haber cerrado aquel episodio y sin embargo, la vida le había descubierto los visillos de la realidad. La hija de Emma seguía con vida y todo cuanto poseía... corría el riesgo de perderlo. No podía permitirlo. Gwen moriría por fin. Echó un vistazo sumarísimo en busca de Cuervo. Si hubiera sido un cliente asiduo no habría pasado por alto que Cuervo siempre se sentaba en la mesa del final de Black Lion. Nadie cometía la osadía de robarle el asiento. Aquella noche no iba a ser menos. Cuervo presidía la reunión rodeado de sus cuatro lacayos.
—¡Cuervo! Tú y yo tenemos algo de qué hablar.
—¿Perdón? ¿Quién se atreve a dirigirse hacia mí de ese modo? Que yo sepa no tengo na de qué hablar con naide.
—Me juraste que habían muerto.
—Perdón por no seguir la pista... pero, ¿de qué demonios está hablando usté?
Julius se levantó dispuesto a echarlo del local no sin antes darle su merecido. Nadie se atrevía a pedirle cuentas a Cuervo. Él siempre cumplía sus tratos.
—¿El nombre de Gwendolyn no te dice nada?
—Julius siéntate —Cuervo se incorporó al recordar quien era la misteriosa figura.
—No la mataste.
—Murieron todos. El trabajo por el que nos pagó se hizo.
—¡Mentira! La he visto esta noche en la ópera, la mocosa está viva y es idéntica a la zorra de su madre.
—Le digo que acabamos con ella y si no lo cree, ya sabe. Acabe la historia usté. A mí me aburren las secuelas —Cuervo sintió un escalofrío. Su niña había sido descubierta y corría un grave peligro.
—He venido hasta aquí para exigirte que termines tu trabajo.
—¿A exigirme? Creo que no sabe muy bien con quien está hablando.
—Sé muy bien el dinero que desembolsé. Terminarás lo que empezaste. Lo harás —a continuación sacó un arma de la capa que sólo consiguió provocar carcajadas entre los interlocutores.
—Anda, esconda ese juguetito. Si decide usarlo terminará mucho peor que yo. ¡Márchese! ¿Me oye? No vuelva por aquí si no quiere terminar mal. Está en el lugar y momento equivocado.
—Me encargaré de ti, maldito.
—Apuesto a que sí.
Una vez que se hubo calmado la situación Cuervo se acercó al oído de Julius y le susurró:
—Busca a Gwen. Sácala de donde quiera que esté y tráela. Corre un grave peligro.
—Lo sé. Me pondré a ello inmediatamente.
—Búscale la pista en el orfanato y ya has oído... esta noche ha estado en la ópera.
Puedes preguntar por ahí. Encuéntrala, no me falles Julius.
Patrick, el más joven de la banda, aún conservaba la llama de aquellos memorables años... Creía que Cuervo ya no era el que solía ser y se negaba a aceptar el hecho de vivir a la sombra de un carcamal que lo único que hacía era beber y beber durante horas sin levantar la vista de su mesa en la oscuridad de aquella taberna, su hogar.
Encontraría a esa tal Gwendolyn y la mataría. Las cosas iban a cambiar en la banda.
***
La cena había estado exquisita. Eran ciertos los rumores acerca de la calidad de los ciervos del Conde de Bute. Jamás había probado una carne tan sabrosa. Su boca aún se regocijaba en el sabor que se había perpetuado entre sus dientes y se resistía a darle un sorbo al vino.
—Bueno pues ya me dirá.
—Estoy ante usted por petición del rey. Debemos tratar un asunto sumamente importante del que se nos exige total discreción. El monarca está preocupado. Le han llegado rumores de que en las colonias se habla de independencia.
—Entiendo —Jonh Stuart, tercer conde de Bute, terminó con su copa de vino y se la rellenó de nuevo. Nunca hablaba de política sin llevarse a la tripa unos buenos copazos del mejor, a su juicio, vino.
—Cuantas menos personas involucradas mejor. De este modo, me ha pedido que hable con usted para que investigue por su cuenta la gravedad del asunto.
—Siempre hay voces que predican la tierra prometida.... Realmente no sé el alcance de estos rumores pero si le han llegado al rey... es que ya no son palabrerías baratas.
—Supongo. En una semana aproximadamente volveré.
—Puedo enviarle una carta junto a uno de mis mejores hombres. De este modo no haría falta que se desplazara de nuevo hasta aquí.
—Me temo que eso no podrá ser. El rey quiere que sea yo quien le lleve la información directamente desde aquí.
—Debe estar muy asustado, seguro que la culpa la tienen esos entrometidos whigs —resopló—. Está bien, dígale al rey de mi parte que mañana mismo me pondré a ello. Le haré llegar una carta a usted con una invitación para pasar un fin de semana en Luton Hoo. De este modo sabrá que ya tengo todo lo que me ha pedido y no levantaremos sospechas.
—Perfecto.
—¿Quiere un poco más? —le preguntó levantando la botella de vino.
—No, gracias. Creo que debería ponerme en marcha. Se está haciendo demasiado tarde.
—Permítame que le obsequie con un paquete de carne de ciervo. Dado el modo en que le he visto devorarla durante la cena, creo que ha causado sensación. No me la rechazará también, ¿verdad Malford?
—A eso no le diré que no.
***
—No para de observarte. Esto ya me empieza a oler a chamusquina.
—Son estos canapés. Están un poco chamuscados. A la cocinera se le ha debido de ir la mano en el fuego...
—Gwen, no bromees con esto. Sabes que estoy preocupada. Desde el día de la ópera, Lucas no ha parado de seguirnos. No creo que haya sido coincidencia que hayamos acudido a los mismos actos sociales que él. Además, ¿desde cuándo le gusta pasar la tarde con lady Hood? Siempre le ha resultado una anciana de lo más repelente. Creo que deberíamos avisar a James de que es preciso que regrese.
— ¿Y qué hay de malo en que hayamos coincidido? Apenas se ha acercado a nosotras. Es cierto que me resulta incómodo cada vez que lo veo pero no creo que sea una amenaza tan grande.
—Se está empezando a obsesionar. Estoy segura. ¡Míralo! apenas muestra atención a las demás damas y eso que es el hombre más solicitado de la velada —Gwen no pudo evitar sonreír. Desde la primera vez que sus vidas se habían cruzado había sentido que lo odiaba de la misma manera en que lo amaba por mucho que quisiera ocultarlo a los demás y engañarse a sí misma—. Gwen, ¿por qué narices sonríes? Me estoy empezando a cansar de todo esto. Parece que todo lo que te digo te entra por un oído y te sale por otro. ¡Tú estás enamorada! ¿Me equivoco?
—Te equivocas y mucho. Lo detesto. Siempre lo he detestado, desde el primer momento en que lo vi. ¿Acaso podría llegar a querer a alguien que no respeta ni a la prometida de su hermano? Por muy postiza que sea.
—No sé, dímelo tú. Yo sé bien que en mi caso sería imposible.
—Pues en el mío también. No lo volveré a repetir Serena.
—Shhh, silencio viene lady Ridby.
—Queridas, hacía rato que quería acercarme a verlas. Sobre todo por conocer a su popular prima. Lady Gisele, está usted en boca de todos, es la sensación de la temporada —se abanicó mirándola de arriba abajo y le dedicó una sonrisa envidiosa—. Sin duda, es un placer conocerla.
—El gusto es mío. Muchas gracias por invitarme a esta fabulosa fiesta.
—Que va querida, está siendo todo un fracaso. Miren a los músicos.... mi sobrina toca con más garbo el piano. Y dígame... ahora que conoce al duque, ¿no cree que se ha equivocado al prometerse con el otro Benet? —dijo Lady Ridby mientras se tapaba la sonrisa maliciosa con un abanico.
—La verdad lady Ridby es que usted está sumida en un error, lord Halley no es mi prometido, por lo menos, de momento.
—¿Ah, no? —la interrumpió— Vaya, pues me deja usted completamente anonadada, tenía entendido que lord Halley ya la había presentado como su futura esposa ante sus más allegados.
—He tenido el gusto de asistir a una cena en Malford House y he conocido a los miembros de su familia y amigos más queridos pero nuestro compromiso aún no ha sido firmado, queremos conocernos algo mejor antes de dar el gran paso. Y bueno, contestando a su pregunta… la verdad es que no, no tengo la menor duda de que he escogido al hermano correcto. No conoce usted a lord Halley cuando hace tal afirmación —le respondió con una sonrisa forzada.
—Cierto, pero conozco bien a su hermano —le guiñó un ojo y se marchó mientras les recordaba: «No olviden probar el ponche».
Serena comprobó que lady Ridby ya no podría escucharlas y se giró enfadada hacia su amiga.
—¡Gwen! ¿Por qué has dicho eso? Ahora correrá el rumor de que James y tú no estáis formalmente prometidos, esto es un desastre. Por Dios amiga, ¿cómo se te ocurre? En cuanto llegue a oídos de Malford estaremos perdidas o peor aún, si la duquesa viuda se entera…
—Lo siento Serena, pero creo que es mejor dar a entender que James y yo estamos conociéndonos y que al final de temporada anunciaremos nuestro compromiso. Piénsalo, así si las cosas se complican el escándalo no será tan grande....
—Espero que estés en lo cierto.
—Serena, ¿qué ha querido decir esa arpía con eso de que conoce bien a Lucas?
—No le hagas ni caso Gwen, esa mujer es odiosa. Es más cotorra que una gallina. Pero no me extrañaría nada que hubiera tenido algo con Malford... ¿Has visto al carcamal de su marido? Dicen que está más sordo que una tapia.... —Gwen creyó enloquecer. La idea de que aquella estúpida mujer hubiera compartido minutos secretos con Lucas, la volvía loca. Entonces sintió que lo odiaba aún más.
La fiesta casi había llegado a su ecuador y Lucas no se había acercado todavía a Gwen, a quien miraba sin pestañear con ojos de lobo hambriento y amante celoso. Desde que la joven había cruzado la puerta, la gran mayoría de los hombres la habían invitado a bailar o a conversar sobre... sabe Dios y sin embargo él, se había mantenido a distancia cuando su cuerpo le exigía tomarla. Brian se acercó por detrás y le sopló en la nuca.
—¿Podrías babear menos?
—¿Qué?
—Por el amor de Dios Lucas, he visto como la observas. No es sano dada la situación...
—¿Qué situación listillo?
—Que es la prometida de tu hermano pequeño —Brian arrastró las palabras como si su dicción le resultara tremendamente dolorosa.
—No babeo por ella. Solo que me resulta difícil de creer que mi hermano consiguiera engatusarla. Mírala...
—Así es la vida amigo. Pero debes dejarla ir. Si de verdad sólo la deseas para lo que ya sabemos, debes parar ahora antes de estropear un casamiento, el de tu hermano.
—Mira cómo coquetea con los demás —su amigo le respondió con una sonora carcajada.
—Es lógico, es bonita. La más bonita podríamos decir.
—¿Admites que es más bella que Serena? —Brian sintió cómo se ruborizaba sin poder hacer nada al respecto.
—Lo dices como si yo me hubiese fijado en lady Rungor.
—A mí no me engañas.
—Lo mismo te digo bribón.
—Y osas reírte de mí... Mira, tu Serena también está bien acompañada.
—Sí, no sé, supongo —contestó con la mandíbula apretada.
—Venga amigo, ahora me vas a decir que no te has fijado en ella.
—Es una mujer viuda. Seguro que aún piensa en Michael —ambos hombres observaron a las mujeres de sus desvelos y mentalmente rompieron todas las reglas sociales imaginándose lo que harían si pudiesen…
—Amigo, creo que me voy a marchar. Esta fiesta apesta — Lucas llevaba horas sin hablar con nadie. Solamente la observaba aumentando sus deseos de compartir con ella unos minutos fogosos en alguna habitación de aquel maldito palacio. Se despidió de su amigo y fue directo a la entrada cuando notó que alguien le había cogido del brazo.
—¿Se marcha? —Lucas imaginó a la pedante lady Ridby haciéndose la seductora, algo que podía provocarle arcadas si continuaba un segundo más ahí.
—Sí me marcho, gracias por... —entonces terminó de girarse y la vio. No era lady Eleanor Ridby quien le había parado los pies sino Gwen, su querida amante en sueños.
—¿Me puede llevar?
—¿Qué sucede? ¿Se ha cansado de tontear con todos los hombres de la fiesta?
—¿Es así como sus ojos perversos lo ven? —Contraatacó con una carcajada— Creo que no hay nada de malo en conocer amistosamente a gente interesante.
—Créame cuando le digo que no solo deseaban mantener una conversación.
—Bueno, ¿me va a llevar o voy a tener que esperar al final de la fiesta?
—Ummm qué remedio, es la prometida de mi hermano, si se enterase de que la he dejado en la estacada no me lo perdonaría nunca. Además... creo que hemos dejado algo a medias... ¿No? —Gwen puso los ojos en blanco... «¿Nunca se daría por vencido?» pensó. «Me quedo sin fuerzas».
Gwen se sentó frente a Lucas y agachó la cabeza. Volvían a estar a solas y esta vez, no sabría si podría contener los deseos que llevaba tanto tiempo reprimiendo. Lucas extendió el brazo y corrió las cortinas.
—¿Por qué lo hace?
—¿El qué? ¿Correr las cortinas?
—Me apetece observar el paisaje.
—Pero si está todo a oscuras. Y maldita sea, tutéame Gwen.
—Lucas le conozco, o bueno... empiezo a conocerlo y sé que nunca hace nada sin ningún intención —divertida Gwen se negó a tratarle más amistosamente, para fastidiarle.
—Gwen te deseo. Te deseo con toda mi alma y mi corazón hasta el punto de no poder pensar en otra cosa. Toda esta situación me está matando. Necesito sentirte cerca —el corazón de Gwen se apresuró. Con cada latido, sentía que su cuerpo se sacudía. Si aquello no era amor... ¿Qué lo era? Tenía un trato con su hermano James y con el dinero podría ayudar al orfanato pero, si permitía que jamás sucediera nada con Lucas, nunca se lo perdonaría, ni en una eternidad. Sin saber cómo, se había dejado llevar y había terminado perdiéndose entre sus deseos. Ya no sabía lo que debía y no debía hacer. En su mente observaba a Serena hablar y hablar sin emitir un sonido. Lucas se sentó junto a ella. Nada podría evitar lo que se avecinaba. Gwen estaba decidida. Sin embargo, el destino tenía otros planes y si no hubieran estado tan absortos en sus deseos se habrían percatado de que el carruaje viajaba solo, sin conductor. El camino se hizo pedregoso y los caballos comenzaron a correr a medida que el carruaje emitía sonidos cada vez más poco esperanzadores.
—¿Qué está pasando? ¿Dónde me lleva?
—¿Yo? A tu casa ¡Dónde si no! —Lucas corrió la cortina—. ¡Frederick! ¿Me oye? —nadie contestó.
—Por el amor de Dios, ¡haga algo! —el carruaje se movía sin control hacia un camino que conducía a la montaña. Gwen miró por la ventana y observó cómo cada vez era más pronunciada la ladera que quedaba a su izquierda.
—¡Frederick! ¡Pare! ¿Qué diantres hace? ¡Le he dicho que pare!
Lucas trepó desde la ventana con el fin de alcanzar a Frederick pero ahí no había nadie. El asiento del conductor estaba vacío. Iban sin rumbo hacia lo alto de una montaña. El eje de una de las ruedas chocó contra una roca maciza y terminó hecho añicos. De este modo, el carruaje se abalanzó sobre los caballos y Lucas acabó despedido hacia el precipicio. Tanto Rayo como Ginebra se dispersaron entre la oscuridad como semillas de grano arrojadas en el campo. Una densa niebla de polvo abrazó los ojos de Gwen quien iba a tientas en busca de Lucas.
—¡Lucas! ¡Lucas! Por favor dime que estás biennnn, ¡Lucas! —pero nadie contestó. Se arrastró por el suelo mientras sus manos palpaban el suelo en busca de alguna señal que le indicara el paradero de Lucas. De repente escuchó una tos frágil cerca de ella.— ¿¡Lucas dónde estás!? —Nadie contestó. Gwen se acercó al bordillo del precipicio y pudo ver a Lucas agarrado en un tronco que sobresalía de la tierra—. Agárrate a mí. Así. Voy a tirar de ti —Gwen tiró de Lucas con todas sus fuerzas—. Un poco más... ya no queda nada —Por fin, a su lado, Gwen lo abrazó y comenzó a llorar—. Pensé que te había perdido… —Lucas respiró hondo, le retiró las lágrimas de los ojos y finalmente la besó.
—Yo también pensé que te perdía —Lucas miró a su alrededor y vio el carruaje volcado y la rueda izquierda destruida—. ¿Y los caballos?
—Salieron despavoridos —Lucas volvió a toser.
—Frederick no estaba. Nadie conducía, Gwen. Podríamos haber muerto.