Capítulo 12

 

 

 

 

El carruaje enfiló la avenida y conforme se acercaba a la penúltima casa, ralentizó la marcha. Decenas de almas dormían escondidas entre los visillos de las ventanas esperando a que alguien los despertara. La oscuridad lo observaba y él le devolvía la mirada. «Fantástica noche para discutir», pensó Lucas. El carruaje paró en seco, sacudiendo el cuerpo del joven que embriagado por varias botellas de Ron, se dejó empotrar contra el asiento de enfrente.

—Precioso aterrizaje, sí señor. Recuérdame mi querido amigo que te suba el salario —el conductor puso los ojos en blanco. «Lo que tenía que aguantar uno....». A la una de la madrugada, Lucas había interrumpido el sueño de su chófer para dar un paseo por la ciudad. Había estado bebiendo y a pesar de las palabras de consejo de su empleado, Lucas decidió poner los puntos sobre las íes. No esperaría más tiempo—. Qué día más nublado hace hoy —Lucas había asomado la cabeza por  la puerta.

—Su excelencia, ya hemos llegado.

—Ya veo ya. Sin más dilaciones vamos a ello —el joven muchacho se incorporó para salir del vehículo pero alguien, según su juicio, lo empujó hacia delante provocando que éste terminara tendido en el suelo—. ¡No lo conseguirás canalla! Espera a que me levante y verás...

—Su alteza, aquí no hay nadie.

—Pero... ¿Cómo que no hay nadie? Mira biennnn. Estoy en el suelo... ¿Crees que estoy aquí por gustosoooo gustosooo gusto?

—Definitivamente no me pagan lo suficiente —dijo entre dientes Frederick. Había sido el chofer de la familia desde que el duque tenía uso de razón. Con la muerte de su padre, el joven huérfano decidió que Frederick era como uno más de la familia y seguiría siendo así hasta que la vejez llamara a su puerta. Tenía cincuenta años y notaba cómo su cuerpo ya no aguantaba las salidas caprichosas de los Benet. Pero así era su realidad. Un día a la semana libre, su mujer fallecida y sin hijos, dada la dedicación que suponía su trabajo. Era chofer las veinticuatro horas del día.

—Esa nutría va a saber lo que es bueno. De mí no se ríe nadie —era difícil de tomar en serio a alguien sin juicio sentado en medio de un charco embarrado hablando de venganzas—. Frederick, ¿tú crees que su ventana será esa? yo creo que sí.

—Creo que lo más honesto es que regresemos a casa y mañana con la cabeza  serena regresemos.

Babababa ¡No! creo que es esa su ventana. Sin lugar a duda. Voy a tirarle esta pequeña piedrecita... —Frederick observó cómo su amo cogía un pedrusco con dificultad y lo empotraba contra la ventana. De repente se escuchó un estruendo y el cristal se rompió—. Pero si era enana....

—Hombre, lo que es enana... —dijo el cochero para sus adentros.

—¡Quién anda ahí! —Serena se asomó por la susodicha ventana—. ¿Estás loco? Me has estropeado el cristal, ¿qué narices te pasa?

—No te hagas pasar por Serena que a mí no me engañas.

—Perfecto, estás borracho —Serena suspiró intentando encontrar en el fondo de sus pulmones algo de paciencia para aguantar la noche que se le venía encima—. ¡Frederick, llévalo a la puerta. Os abro ahora! —Serena se colocó un batín de seda y fue directa con paso firme a la habitación de Gwen—. Te dije  que acabaras con todo esto —Gwen se estremeció. Serena había interrumpido con brusquedad provocando una sacudida en su corazón.

—¿Qué sucede? Si aún es de noche.

—¿Qué sucede? tengo la ventana hecha añicos y a un borracho en la puerta....Lucas. ¿Lo recuerdas? —Gwen saltó de la cama.

—¿Lucas está aquí?

—Lucas, un borracho que se le parece... Sí bueno, podríamos decir que está aquí. Vamos, date prisa. Te espero en el salón. Voy a ver qué diantres está pasando aquí. Una no puede ni dormir tranquila en su propia casa... —susurró mientras desaparecía en la oscuridad del pasillo—. ¡Apresúrate! —Sentenció enfadada. Bajó las escaleras armada de furia. Sabía que en cualquier momento estallaría. Conforme se acercaba a la puerta principal podía escuchar balbucear a Lucas estupidez tras estupidez.

—¿Qué tripa se te ha roto? ¿Estás loco? Vas a despertar a todo el vecindario.

—Gwen no me engañas, lo he descubierto todo. Quítate esa máscara —Lucas se acercó a Serena y escrutó su rostro—. Es genial. Todo he de decirlo.

—¡Estúpido! no es ninguna máscara. Soy Serena, lelo.

—Lo que tú digas —Lucas empujó a Serena hacía un lado y entró en el hall—. Frederick amigo no te quedes ahí parado. Hace frío y nuestra amiga Serena, Gisele o Gwen... Quien quiera que sea nos invita a pasar... ¿A que sí?

—Qué remedio —Serena miró a su alrededor intentado descubrir alguna luz encendida que desvelara su temor. Pero el vecindario seguía dormido.

Para cuando Gwen apareció en el salón, Lucas ya se había serenado algo, Frederick dormía al fondo en una banqueta y Serena caminaba de un lado a otro.

—¿Qué está pasando aquí?

—Por fin aparece la señorita —Lucas se incorporó.

—Lo sabe Gwen.

—¿Qué sabe?

—¡Todo! —matizó el joven—. Me has mentido todo este tiempo. Lo sabía. A mí no me has engañado.

—¿De qué diantres hablas? —Serena se acercó a su amiga, «Lo sabe todo Gwen.  La timba, el trato, el orfanato...»—. Lucas yo… quería contártelo pero… Tenía  un trato con James. No podía traicionarlo. Tampoco podía echarme atrás...

—Como vas a querer echarte atrás amiguita... con todo lo que ibas a ganar, ¡eh! Ya te habías apañado para asegurarte una buena suma de dinero... si no venía de James vendría de mí....

—Eso no es cierto. Yo no te he engatusado con ninguna intención. Solo me dejé llevar.

—Ahórrate las excusas para otros que las quieran escuchar. Yo no. Pero quería  dejar claro que se ha terminado todo. Punto y final a esta estúpida historia. Siento ser yo quien te diga que tu cuento de princesita ha terminado.

—Me parece bien. ¿Crees que he disfrutado con todo esto? Para nada. No me gusta engañar a la gente a la que quiero —Serena la miro de hito en hito. ¿Había sugerido que lo amaba?

—Tú que vas a saber lo que es querer a alguien.

—Lo sé mucho mejor que tú. He hablado con Joan.

—No me vengas con eso ahora, Gwen. Sabes muy bien por lo que estoy aquí. No vas  a  volver  a  confundirme  ¿Me  oyes?  Mañana  quiero  que  regreses  a tu... ¿Cómo llamarlo? Humilde hogar y no vuelvas jamás por aquí. ¿Me has oído?

—Perdona que sea yo quien te diga Lucas... —comenzó a decir Serena—. Podrás evitar que no vuelva a tu vida pero esta es mi casa y yo decido quien entra y quién sale de aquí. ¿Estamos?

—Lucas yo... no quería mentirte. Cada día me pesaba más y más todo esto.

—¡Basta! me importa un bledo tus sentimientos, Gwen —la joven sintió en aquel instante como se adentraba sin poder evitarlo en un pozo oscuro sin salida ahogándose lentamente por su propia agonía. Todo esto la superaba, se sentía débil, sin fuerzas… Entonces, se desplomó contra el suelo.

—¡Gwen! —gritó Lucas. La idea de que le sucediera algo grave a Gwen lo angustiaba. Se había dejado llevar por la rabia y ahora ella, quizás la persona que más le importaba... yacía aparentemente inerte bajo sus pies.

Pasó alrededor de dos minutos hasta que recobró el sentido. Dos minutos en los que Serena había salido despavorida en busca de ayuda y Lucas... había experimentado de nuevo el sabor amargo de la pérdida.

—¿Qué hago en el suelo?

—¡Por fin despiertas! Oh, Gwen, qué susto nos has dado —Serena entró de golpe en el salón al escuchar la voz de su amiga.

—¡Querida! Pensé que te había perdido... No vuelvas a hacerme esto. Me he asustado mucho —Serena la abrazó con tanta fuerza que interrumpió la respiración de Gwen.

—Creo que he sido demasiado duro. Estaba muy cabreado y bueno... he bebido un poco… —Serena lo miró fijamente mientras pensaba «¿Sólo un poco? mi ventana no dice lo mismo, canalla».

—Querida siéntate en el sofá. Estarás mejor que en el suelo frío. Voy a la cocina a por algo de agua y comida.

—Lucas créeme cuando te digo que nunca pretendí engañarte para sacarte dinero. Yo sólo tenía un trato con James y quise serle leal. Él contaba conmigo.

—Gwen vamos a dejar de hablar de esto. Lo importante ahora es que te recuperes.

—Estoy bien, Lucas.

—Te acabas de desmayar.

—No me extraña, llevo casi dos meses usando esos detestables corsés, mi respiración ya no es lo que era. Deberías probar uno alguna vez, es el peor invento de la historia. Eso, sumado a la presión que he ido acumulando… Lucas, tienes que creerme jamás te haría daño a propósito.

—Creo que lo que empieza con engaños y mentiras no va a ningún lado —Gwen volvió a sentir como alguien estrujaba su corazón intentando robarle toda la sangre de cuajo.

En aquel instante volvió a sonar la campana de la puerta principal. Serena se  estremeció.

—¿Pero qué diantres? ¿En esta ciudad no duerme nadie? —la joven dama caminó presurosa hacía la entrada... otra vez—. Pero... ¿Qué hacéis vosotros a estas  horas aquí por Dios? —James y Brian estaban en el umbral de la puerta.

—Sé que Lucas está aquí.

—Pues claro que sí. James... Lucas lo ha descubierto todo.

—Era lo que me temía —James al regresar por fin a casa, había encontrado una nota del detective en el despacho de su hermano. Lucas no estaba y Frederick, su chófer, tampoco. Esperanzado por encontrarlo con Brian, acudió sin pensárselo dos veces a la casa de éste. De ese modo... ambos dedujeron que Lucas estaría  en la casa de Serena.

—Vamos, os llevaré junto a él. A ver si por fin se aclara todo esto y podemos volver a la cama —al entrar como una avalancha en el salón, Frederick gritó en medio de la desorientación por el sueño interrumpido.

—Frederick, por favor ¿podría esperar en el hall? Tenemos que hablar de algo muy importante aquí —una vez que el cochero desapareció, los gritos comenzaron a contaminar el silencio de la casa.

—¿Pero cómo te atreves a mentirme de este modo? ¿y la abuela, qué? ¿No lo has pensado? Y ¿qué ibas a hacer con toda tu herencia? ¿Desperdiciarla?

—Lucas no tuve otra opción. He perdido muchísimo dinero.

—No, si eso ya lo sé, pedazo de inconsciente. Has apostado todo cuanto tenemos —Lucas se acercó con el puño preparado para darle su merecido. Brian se puso por medio intentando calmar a su amigo.

—Lucas tranquilizante. No consigues nada con la violencia.

—No puedo creer que tenga un hermano tan sumamente estúpido. ¿Realmente creías que todo esto iba a terminar bien?

—Eso era lo que esperaba. No podía hacer otra cosa.

—Sí. Dejar los malditos juegos. Me lo prometiste a mí y la abuela. Has apostado todo, James. Y lo que no sabes es que estabas dispuesto a saldar tu cuenta con alguien que es un tramposo.

—Lucas si no lo hacía, me matarían y luego irían a por ti. Si no le entrego el dinero...

—James, ¡basta! eres un desgraciado y lo vas a ser toda tu vida. Yo no voy a estar siempre para protegerte. ¡Madura de una vez! Te engatusaron y tú caíste como un tonto.

—¿De qué hablas?

—¿De qué hablo? Mi detective ha descubierto que te tendieron una trampa a ti y a tu amigo. Caísteis con tanta facilidad que estoy seguro que aún se están riendo de ti.

—Eso no puede ser...

—Desde luego que sí —James palideció de golpe. Entonces, su cabeza comenzó a reproducir lentamente el recuerdo de aquella noche. Pensó en ese tipo y en la partida, había terminado demasiado deprisa... ¡Oh, no! ¿cómo no se había percatado de nada? Aunque por otra parte, era lo normal dado los litros de alcohol que aquella noche vagaban sin descanso por sus venas…

—Y ahora ¿qué? ¿Qué puedo hacer?

—Eso es tu problema, James. Aquí yo ya no tengo nada que decir. No vas a conseguir el dinero de la herencia. Considéralo un favor —volvió a sonar la campana de la puerta principal. Serena respiró hondo y volvió a dirigiste a la entrada.

—¿Está James aquí?

—¿Qué haces aquí, Damien? ¿A ti también te han dado cuerda esta noche?

—Di Serena. ¿Está o no?

—¿Qué si está? Mira por estar... aquí somos una buena peña. Mira puedes encontrar a James, a Lucas, a Brian, a Frederick, a Gwen.... todos reunidos a las dos de la madrugada. Ya sabes... nunca es demasiado tarde para crear nuevas costumbres hermano —Serena había perdido la paciencia y empezaba a refugiarse en la ironía —. Anda pasa, están todos en el salón. ¿Hay alguien más que quiera entrar? — gritó.

—¡Damien! ¿Qué haces aquí?

—Te he buscado por todas partes. Te han dejado una nota en la entrada de tu casa acompañada de esto —Damien descubrió un recipiente con un dedo podrido. Gwen emitió un grito de sorpresa.

—¿Qué es eso?

—Es un dedo —Damien acercó el recipiente a James y le entregó al tiempo, la nota.

«Tic tac tic tac... espero que seas de los que cumplen sus tratos».

—¡No puede ser! —James se desplomó en el sofá. Su vida había llegado a su fin. Sin el dinero o la ayuda de su hermano, terminaría como aquel dedo, descuartizado y convertido en comida para cerdos. Lucas le arrebató la carta y la leyó. Sabía que su hermano debía recibir una lección del mismo modo que sin su ayuda no podría salir de aquel atolladero. Tendría que dejar su orgullo a un lado.

—Está bien James, te voy a ayudar una última vez. Y es porque sé que te han tendido una trampa. Se van a enterar de quienes somos. Nadie se atreve a engañar a los Benet —Gwen se ruborizó. Sabía que no lo decía por ella pero el sentimiento de culpa por la mentira en la que había formado parte, no la dejaba tranquila ni un segundo. Había perdido para siempre a Lucas. Pero esta vez haría lo correcto.

Aquella noche ninguno de los seis durmieron. En su lugar, sus mentes trazaron una venganza hecha a la medida de los malhechores. Nadie se reía de los Benet.