Capítulo 11

 

 

 

 

—¡Mierda! —exclamó Patrick contemplando cómo la joven pareja se abrazaba tras el fallido accidente. Pensó en los problemas que le acarrearía el malogrado trabajo y se llenó de rabia.

Lo había planeado todo minuciosamente desde que recibiese las instrucciones de su nuevo cliente y había salido mal. Se supone que la faena acabaría pronto; antes de que notasen su ausencia en la banda. Localizó rápidamente a la persona que acudió al Black Lion y tras ponerse de acuerdo con ella se dirigió a St. James a cumplir con el encargo. Tuvo que esperar varias horas hasta que la dichosa damita salió de una mansión y para colmo no lo hizo sola, un corpulento hombre la acompañaban. Demonios, ese imprevisto no entraba en sus planes.

Decidió improvisar y arrebatarle el sitio al cochero para conducir a la pareja hacia un camino apartado y acabar con la engorrosa tarea. Entonces, vio el precipicio, escuchó el grito del señoritingo y sin pensarlo trazó una idea. Saltó del carruaje rodando hacia la izquierda y adentrándose en la espesura del bosque; desde allí, esperó un desenlace que jamás llegó. El maldito ricachón frenó a tiempo el carruaje y destrozó su lograda hazaña; ella, a su vez, lo salvó a él. Y ahí estaban ahora, abrazados como dos tortolitos sin ser conscientes de su presencia; los examinó atentamente y sintió un estremecimiento. Ese hombre era peligroso… No podría enfrentarse a él en un cuerpo a cuerpo, lo destrozaría.

Se agachó y sacó la pistola de la bota, volvió a mirar al pobre infeliz que compartiría el amargo destino de la hermosa muchacha y sonrió con placer. Odiaba a los de su ralea y sería un gusto deshacerse de ese millonario. Él se lo había buscado por andar tras su objetivo, desvió la mirada hacia la preciosa damita y suspiró, ella sí era una buena pieza, una lástima que no hubiese tiempo de catarla. Tenía que asesinarla ya. Pensó en los suyos un segundo e hizo una mueca con la boca, Cuervo lo despellejaría vivo.

Esta florecita por alguna razón se había granjeado el afecto del viejo, conclusión que extrajo tras husmear la conversación que el cabecilla mantuvo con el insoportable de Julius. Le arrancaría la piel a tiras si se enteraba de quien había sido el brazo ejecutor. Cuervo había cambiado. La edad lo estaba suavizando y ya era hora de que alguien tomase el mando, llevaba en la banda desde que era un crío y estaba totalmente capacitado para asumir el liderazgo, él sabía lo que debía hacerse y no le temblaba el pulso. No tenía escrúpulos, era capaz de hacer lo que fuese por unas monedas y un tipo así era lo que necesitaban los muchachos. Muchos lo seguirían cuando comenzase su motín. Necesitaban un nuevo jefe y él era idóneo para el puesto. Con el dinero que ganaría esa noche obtendría el apoyo de algunos miembros. Tras eliminar a Cuervo se quitaría del medio a su perrito faldero, Daniel. Julius sería el siguiente.

Saboreó el momento y ansió que llegase ese día, tenía que ajustar cuentas con esos dos, sobre todo con el primero. Pagaría caro sus desplantes y burlas; Daniel lo caló desde el principio, sabía que daría problemas y así se lo hizo saber a todos, pero Cuervo lo aceptó. Le recordaba demasiado a él a su misma edad.

La voz de la dama le trajo a la realidad y la observó mientras ayudaba al noble a levantarse. Él se había lastimado el tobillo por lo que cojeaba, ella lo agarró por la espalda y emprendieron el camino. Patrick sonrió gozando de ese instante, no era la primera vez que quitaba una vida ni sería la última mientras hubiese dinero de por medio. Agarró con fuerza el arma y dio un paso adelante. Les había llegado la hora.

— Lucas, y ahora ¿qué vamos a hacer?

Gwen le miró con la carita surcada de arrugas de preocupación y se enterneció. Estaban muy lejos de St. James y la zona estaba desértica, dudaba que pasase algún carruaje a aquella hora y le angustiaba muchísimo que apareciese un salteador de caminos. Se había golpeado la cabeza y notaba como un hilo de sangre resbalaba por su rostro desde un corte en la sien; una leve cojera le impedía andar bien, se había magullado el tobillo. Podría medirse con los asaltantes pero temía por la joven, si le pasaba algo… Recordó la congoja que sintió al creer que la había perdido y se asustó.

No quiso analizar esos sentimientos que le confirmaban que todo aquello iba más allá del puro deseo; esa noche había sentido una opresión en el pecho y una sensación de vacío alarmante. Debía poseerla ya, antes de que el deseo se apoderase de su cordura.

Estaba seguro que en cuanto se acostasen menguaría ese irrefrenable anhelo y la olvidaría. Gwen era una simple mujer, no debía olvidarlo. Sus ojos volaron hacia la joven y en ellos se instaló una ternura de la que él no fue consciente. Se acercó más a ella y se embriagó de su aroma, lilas.

Gwen era consciente del escrutinio descarado de Lucas, pero decidió ignorarlo. La inquietaba la situación, estaban en un buen lío y no se imaginaba como saldrían de él, el camino estaba vacío y oscuro. No había ni un alma. El carruaje estaba totalmente destrozado y no tenían posibilidades de alquilar otro, pensó que la mejor opción sería deshacer sus pasos y regresar a la mansión. Había un gran trecho hasta allá pero no tenían alternativa, tenían que llegar antes del alba porque si no los criados comenzarían a murmurar y se extendería el rumor de que había pasado la noche con el duque y su reputación quedaría por los suelos. Bastaba una simple palabra para que la joven más respetable cayese en desgracia y esto, sin duda, sería la comidilla de toda la temporada.

Oyó un ruido y se asustó, salteadores de caminos. Si al menos tuviese a mano un arma… Se giró hacia Lucas y miró su complexión, dirigió la vista hasta sus puños y suspiró. «En fin, tendría que bastar con él…». Con el corazón desbocado divisó a Lucas quien le transmitió con la mirada que guardase silencio, él también lo había oído. Se acercó al vehículo y cogió su bastón, de un solo golpe lo separó por la mitad quedando a la vista lo que se guardaba en su interior, una fina hoja de acero. Lo escondió tras de sí y aguardaron un ataque que nunca llegó puesto que al final del sendero se escuchó el galope de unos caballos.

Un carruaje venía a toda prisa hacia donde estaban. Cuando se aproximó Gwen pudo ver quién era el conductor y saltó de alegría. Brian había venido al rescate.

— ¡Gwen! —gritó Serena, al tiempo que se asomaba por la ventanilla del carruaje.

Estaba tan conmocionada que no era consciente de lo que articulaba.

Cuando Frederick entró en la mansión buscando a Brian, supo que algo iba mal. El cochero del duque estaba muy agitado y ella enseguida se preocupó. Algo les había sucedido. Corrió hacia Brian, quien le explicó lo que el empleado le había narrado, cómo un extraño lo había golpeado y dejado inconsciente unos minutos. Al volver en sí supo que su amo estaba en peligro y decidió buscar al vizconde.

Serena ofreció su carruaje y se negó en redondo a que la dejase en casa. Le acompañaría le gustase o no. Así se sumaron a una carrera sin tregua hasta que divisaron a lo lejos de un camino lo que parecía un carruaje volcado, pronto descubrieron que era el del duque y se acercaron para socorrerlos.

—¿Estás bien, querida? ¡Madre…! Estáis horribles. Pero, ¿qué ha pasado? Y, ¿dónde está el hombre?

—¿Qué hombre?

—El que se apropió de vuestro vehículo, Frederick vino al baile a buscarme y me contó que lo habían golpeado. El pobre estaba muy asustado y se echaba la culpa de todo —explicó Brian.

—No sé de ningún tipo, cuando me percaté que sucedía algo extraño, me asomé y descubrí que no teníamos conductor, pero ya era demasiado tarde; el carruaje volcó. Ven, Brian —Lucas esperó que le siguiese y se dirigió al coche de caballos alejándose de las mujeres—. ¿Qué crees? Tengo una lista tan larga de enemigos que sería incapaz de atribuir este atentado a alguien. No quiero que Gwen corra peligro, lo mejor será que me aleje de ella unos días hasta que descubra quién ha perpetrado esto. No descansaré hasta hallar al culpable.

—Por descontado cuentas con mi ayuda. En cualquier cosa que pueda serte útil házmelo saber; descubriremos al autor de esta fechoría y le daremos su merecido. La verdad es que ya tengo ganas de acción…

Lucas soltó una carcajada y no pudo estar más de acuerdo con él. Encontrarían al que había ideado eso y se arrepentiría. Había involucrado a Gwen y pagaría por ello.

Gwen estaba desolada. Tres días habían pasado desde aquella noche y Lucas parecía haberse esfumado. ¿Se habría cansado de ella? Sintió un vuelco en el corazón y se enfadó consigo misma por ese sentimiento de traición y abandono que estaba experimentando. Cuántas veces lo intentó apartar de su lado y ahora, se sentía desolada porque por fin lo había logrado.

Los rumores decían que el viejo diablo había vuelto a las andadas y que se le había visto del brazo de varias mujeres. ¡Maldito! Su corazón se desgarraba tan sólo de imaginar aquella estampa.

Esa misma mañana recibió una carta de James, al parecer regresaba, lo que oscureció más su día. Por si fuese poco el abandono de Lucas, ahora tendría que lidiar con la maldita falsa que tanto detestaba.

Se abanicó e intentó prestar atención a lady Crowell pero fue imposible, su mente vagaba sin rumbo entre miles de pensamientos atormentándola. Sonrió y asintió con la cabeza a la baronesa y a Serena cuando parecía lo apropiado, la vieja cacatúa estaba intentando sonsacarles información. Se decía de ella que era la mujer más cotilla de todo el reino, Gwen no dudaba de tal afirmación pues a la dama le gusta hablar en demasía, nunca había conocido a nadie tan parlanchina, ni siquiera respiraba entre palabras. Se disculpó con las damas y se dirigió al excusado. Necesitaba intimidad.

Joan miraba a su enemiga desde el otro extremo del baile. Esa estúpida le había robado a Lucas, aun le escocían sus palabras del día anterior: «Se acabó Joan, acéptalo», ella le había suplicado hasta con verdaderas lágrimas que lo reconsiderase pero él, magnánimo, simplemente le ofreció su amistad. Frío como el hielo le recordó que ellos sólo tenían un acuerdo placentero, no había compromiso y él ya no la deseaba a ella. ¡Y un cuerno! Ningún hombre la dejaba y mucho menos por una escuálida como esa. Ella había hecho planes, sería la nueva duquesa de Malford costase lo que costase. Lucas era suyo y esa mosquita muerta no se lo arrebataría. Vio cómo se alejaba del salón y supo que era su momento de ajustar cuentas.

Gwen sintió una presencia a sus espaldas y se giró. En la entrada del excusado estaba lady Raise, la mujer que vio al lado de Lucas el día que lo conoció. La baronesa se giró hacia la puerta y la atrancó.

—¿Qué hace?

—Necesito hablar con usted, lady Gisele.

—¿De qué podría hablar usted conmigo? Ni siquiera nos han presentado.

—Ah… ya, aunque veo que usted sabe quién soy —le dijo Joan con voz maliciosa.

—Es difícil no saberlo, dada su reputación —Gwen observó como la otra daba un respingo y sus ojos se llenaban de odio restándole belleza a su hermoso rostro.

—Aléjese de Lucas, es mío — le soltó de repente—. Usted ha sido una distracción estos días porque estábamos disgustados pero ya ha vuelto a mí y no permitiré que nadie se interponga. Anoche estuvo entre mis sábanas, ¿entiende lo que le quiero decir?

—Oh, sí. Es usted su amante.

—Se lo advierto aléjese de mi hombre o se arrepentirá.

—¿Su hombre? Que yo sepa el duque de Malford no es nada suyo, ¿o acaso están prometidos?

—Anoche mientras se entregaba a mí me dijo que me amaba. Sí, puede que aún no sea oficial nuestra relación pero lo será. Me casaré con él muy pronto y no permitiré que interfieras. ¿No te das cuenta? Sólo has sido un juguete para él, un reto que ya le ha aburrido. Ayer me lo dijo, se burló de ti mientras me hacía el amor una y otra vez durante toda la noche.

Gwen sintió un nudo en la garganta que estaba a punto de ahogarla. Las palabras de esa mujer se le estaban clavando como dagas en su corazón, los ojos le escocían de lágrimas no derramadas. La baronesa torció el gesto en una sonrisa maliciosa disfrutando del momento. Aparentando hastío soltó una carcajada.

—¿Ya ha acabado? ¿o deseaba decirme algo más? —Gwen se dirigió a la entrada y abrió la puerta—. Lady Raise creo que es usted una mujer muy divertida y con mucha imaginación. Sabe tan bien como yo que el duque jamás se casará con usted, pero como dicen… De ilusiones también se vive, ¿verdad? —le espetó divertida Gwen antes de desaparecer por la puerta.

La baronesa ahogó un grito de rabia y masculló: «¡Estúpida! Te destrozaré. Bastará un simple rumor para eliminarte de mi camino. ¿Qué diría la sociedad si supiese que la bella lady Gisele se acuesta con los dos hermanos Benet?». Riendo se dirigió hacia las aburridas hijas de lady Crowell comenzando a plantar la semilla…

***

—¡Buenos días, lord Corley! Pase, su excelencia está encerrado en el despacho. Le advierto que hoy no está de buen humor.

—Eso no es nada extraño, Bailey. Nuestro Lucas siempre está de mal talante, mientras no sonría no habrá de qué preocuparse. No me acompañe, de sobra sé el camino y así le evito un gruñido de ese oso —entre risas Brian se dirigió al estudio de su amigo y entró sin tocar para molestarle. Ahogó una exclamación cuando vio el aspecto que presentaba Lucas—. Déjame adivinar, llevas tres días sin dormir, ¿verdad? Demonios, Lucas, tu hedor se capta desde la entrada —el duque miró a su amigo con mala cara, no tenía tiempo para sus bromas. Tres días habían pasado desde que vio a Gwen por última vez y aún no había tenido ni un maldito avance. Se moría de celos cada vez que pensaba en los dandis que revolotearían a su alrededor y para colmo, el inoportuno de James había decidido aparecer justo ahora.

—Déjate de tonterías, Brian. ¿Has averiguado lo que te pedí?

—Sí. Y la respuesta es no, FitzRoy ha estado fuera desde la ópera. Al día siguiente partió a resolver unos asuntos en Escocia. Lo siento, Lucas, pero él no es tu hombre.

—No podríamos descartarlo, que se haya ido no prueba que sea inocente sino que ha encargado el trabajo a otro. Piénsalo, si me elimina a mí la carta de Bute jamás llegaría a manos del rey. Y sospecho que en ella habrá mucho más de lo que Jorge me contó, creo que se está fraguando una revolución contra los whigs, no me extrañaría que los tory volviesen pronto al poder. Si son ciertas las sospechas de las colonias, el rey querrá una mano dura a su lado.

—Sí, yo también he oído los rumores. Quizá tengas razón y quiera a Bute a su lado, pero FitzRoy no es consciente de nada. Te lo aseguro.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Su amante. Da la casualidad de que esa belleza es íntima amiga mía y ayer decidí hacerle una visita. Ese hombre se desfoga con ella, incluso le contó que el rey le humilló el día de la ópera sacándolo del palco, pero no le mencionó nada más.

Esa noche estaba furioso y me contó que ni siquiera yació con ella.

—Eres una caja de sorpresas, amigo. Está bien, pues lo tachamos de la lista.

Entonces, ¿quién nos queda?

—No tengo ni la más remota idea, hay tanta gente que podría odiarte… Empezando por las madres despechadas porque sus casaderas hijas aún no te han echado el guante —dijo con sorna, Lucas soltó una carcajada y le dio un puñetazo amistoso en el hombro.

—Muy bien, de vuelta al principio. Estas últimas noches he hecho pocos avances, he estado dejándome ver en todas las citas sociales y nada. Lo único que conseguí es que Joan me martirizase con sus celos.

—¿Joan? Creía que ya no la visitabas…

—Y así es, pero insistió en que la acompañase anoche a la ópera y pensé que sería buena idea dejarme ver con otra mujer para alejar el peligro de Gwen. No quiero que intenten usarla para dañarme.

—¿Gwen? ¿Por qué la llamas así?, Serena también la nombró de esa forma la otra noche…

—Es su segundo nombre, Gwendolyne, y me gusta más —Lucas vio la sonrisa de Brian y se enfadó, no tenía ganas de cuestionarse su relación con Gwen y mucho menos de darle explicaciones al vizconde—. La llamaré como me plazca —Brian soltó una risotada por el tono posesivo de su amigo y decidió pincharle.

—Me pregunto qué dirá James cuando te escuche llamar así a su prometida.

—Ese mocoso puede decir misa. En cuanto llegue zanjaré todo ese asunto que bien sabes que es una farsa. Ella no es para él y punto —expresó malhumorado.

Bailey tocó a la puerta y entró anunciando que había llegado una carta para él. Lucas la cogió, miró el remitente y sonrió.

—¿Por qué sonríes ahora? No hay quien te entienda…

—Esta tarde, amigo mío, se acabará la función. Galager me cita en Fleet Street, tiene información sobre James y Gwen.

—Bien, ya me contarás. Ahora me marcho que le prometí a Rose dar un paseo a caballo. Está encandilada con esa yegua que le regalaste para su cumpleaños —lo miró ceñudo—. ¿Crees que Serena aceptaría acompañarnos?

—Te ha dado fuerte por esa mujer… Será que tienen algo las damas de esa familia que tanto nos atraen. Deberías intentarlo, si te gusta cortéjala —Brian lo miró sorprendido.

—Has cambiado… Me esperaba una respuesta punzante sobre lo malvadas que son las mujeres —Lucas soltó una carcajada, pensando en la pequeña hechicera de ojos violetas que trastocó su vida desde que la vio por primera vez.

—Lárgate anda, antes de que te eche a patadas.

Brian rió y se dirigió a la entrada del estudio. Dio las gracias a Gisele o Gwen, que más daba, a ella, porque sin saberlo lo estaba devolviendo a la vida. Lucas se merecía a una buena mujer que lo amase; sería difícil arrancar todo el rencor que había acumulado dentro durante años, pero una vez que lo hiciese sería totalmente feliz. Se subió al carruaje y pensó en la pequeña Rose, una idea se fue fraguando en su mente y decidió ponerla en marcha. «Serena Carton, no tienes escapatoria».

***

Lucas caminó por Fleet Street hasta que llegó al café en el que se había citado con Galager. Entró y lo vio esperando en una mesa del fondo. Pensó en el curioso individuo con el que se iba a entrevistar y sonrió. Nadie diría que ese hombre bajito, delgaducho, calvo y de vientre prominente fue en su día uno de los mejores agentes del cuerpo policial de Londres, los Bow Street Runners.

Su anodino aspecto le hacía pasar desapercibido resolviendo cada caso al que se enfrentaba, por algo lo llamaron “El sabueso”. Un día tuvo que atrapar a un niño de siete años que robó unas barras de pan para darle alimento a sus hermanos menores. El pequeño fue condenado a la horca y Galager nunca lo superó, dejó el cuerpo y adoptó a los dos niños, que eran huérfanos. Se hizo detective privado y comenzó a tener mucho éxito por la eficacia de sus trabajos.

Lucas lo saludó y se sentó en la mesa. Su mente vagó atrás en los años y recordó un momento semejante cuando le contó lo de Alice.

—Galager ¿cómo está? Me alegro de verle.

—Su excelencia, un placer como siempre. Le he traído un informe detallado de todo lo que me pidió. Tras varios días de exhaustiva investigación he conseguido desenmarañar todo este asunto. Le confieso que al principio me costó muchísimo armar todas las piezas de este puzle. Pero como siempre, todo tiene una explicación.

—No esperaba menos de usted, Galager.

—Comencé mis indagaciones por la dama consultando a varios contactos que tengo en Italia y no tardé en ir desenterrando la verdad. No existe ningún conde de Gervosani, excelencia. Y como imaginará tampoco hay referencias de su supuesta hija. Lady Gisele Carlliveni es una invención.

—¿¡Cómo!? Entonces, ¿quién es esa mujer?

—Mis pesquisas me han llevado hasta una joven huérfana que encaja con la descripción que usted me facilitó. Verá, la muchacha es actriz y según me han informado en el teatro dos jóvenes lores acudieron a hablar con ella tras una función. La descripción de uno de ellos encaja con su hermano, excelencia — Lucas sintió un profundo dolor en el pecho, «era una actriz… todo había sido una farsa…»—. Se llama o se hace llamar Gwendolyne Petter.

Recordó sus palabras ante el rey «Gisele Gwendolyn Carlliveni…», « ¡mentirosa!», bramó interiormente con furia. Lo había fingido todo, en la casa de comidas, en el baile, la cena, los encuentros… Una actriz consumada y él había caído como un idiota porque se había enamorado de esa pérfida. Otra vez se habían reído de él.

—En cuanto a su hermano por lo que he descubierto está en serios problemas. Fue a una timba y se jugó mucho dinero e incluso —hizo una pausa para tomar aire, no sabía cómo decirle eso…— apostó Malford House, y la perdió.

—¿¡Quéeeee!? —el rugido del duque fue tal que todos los presentes se giraron a mirarles.

—Espere excelencia, que hay más. Conseguí hallar a uno de los que estuvieron aquel día en el club y tras varias copas aflojó la lengua bastante, por lo visto ese día el club estaba cerrado pero uno de los empleados se hizo con una llave y organizó una timba clandestina.

—Dirás ilegal.

—Sí… Excelencia, su hermano no tuvo ninguna posibilidad las cartas estaban amañadas para que perdiese aquella noche, todo fue organizado para estafarle. El responsable es un hombre al que le dicen Pirata y tras indagar sobre él, mire lo que descubrí —se acercó a las hojas y escogió una que le mostró al duque. Éste la leyó y agrandó con sopor los ojos.

—No puede ser….

—Sí, excelencia. Todo estaba orquestado por esas personas. Su hermano fue un blanco fácil, le exigieron tanto dinero que sólo tuvo una opción.

—Recurrir a su herencia, por eso la contrató. Necesitaba cobrar ese dinero y sólo podría hacerlo si se desposaba bajo mi consentimiento.

—Le dieron dos meses, excelencia, el plazo vencerá en dos semanas.

—Gracias, Galager, como siempre un trabajo impecable —el detective recogió el dinero que le ofrecía el duque y se levantó. Antes de irse le observó y sintió que debía decirle algo más—. Excelencia, no sé si le importará pero la chica vive en un orfanato que está bastante descuidado, creo que se metió en esto para evitar que lo cerrasen.

Lucas le miró sin contestar y apuró su copa. Se sentía un estúpido y no importaban los motivos que Gwen tuviese, ya no. Era una total y absoluta farsante. Había jugado sucio aprovechándose de su belleza y el efecto que causaba en los hombres para tenerlos a todos engatusados. Soltó una carcajada llena de amargura y le juró entre hipos que se vengaría de ella. Gwendolyn no volvería a reírse de él, jamás.