EL OMBLIGO DEL OMBLIGO DEL OMBLIGO
Pasaba el tiempo en quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse. En el tiempo en que no pasaba pasándose el tiempo en quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse se quejaba de quejarse de que no tenía razón para quejarse, y el hecho de quejarse de que no tenía razón para quejarse lo llevaba a pasar el tiempo en quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse. Se quejó al médico de la familia de que ya no se quejaba pero vivía con una mujer que pasaba el tiempo en quejarse, y el médico se quejó de que no sabía curar sus quejas por estar habituado a tratar con personas que no pasaban el tiempo en quejarse de pasar el tiempo en quejarse, quejándose del hígado, del corazón o de los riñones, órganos que se quejaban sin quejarse de que se quejaban y le escribió una carta a un especialista en personas que pasan el tiempo en quejarse de que pasan el tiempo en quejarse. El hombre que pasaba el tiempo en quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse se quejó de la tardanza de las consultas
pidiendo disculpas por quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse
ante la enfermera del especialista en personas que pasan el tiempo en quejarse de que pasan el tiempo en quejarse y la enfermera le respondió que era natural que se quejase de la tardanza de las consultas puesto que pasaba el tiempo en quejarse y que ella misma tenía razones de queja de las personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse, ya que además de pasar el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse también se quejaban de otras cosas además de aquellas de las que se quejaban, por ejemplo de la tardanza de las consultas al especialista en personas que se quejaban de pasar el tiempo en quejarse. El hombre pidió disculpas a la enfermera por haberse quejado, sobre todo si su queja no tenía sentido dado que comprendía perfectamente que, habiendo tantas personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse, era natural que el especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse tuviese las horas completamente ocupadas por clientes más antiguos en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse, y le resultase difícil recibir a nuevas personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse y tener ocasión de escuchar sus quejas con el cuidado que merecen las personas que se quejaban de pasar el tiempo en quejarse. Volvió por tanto al médico de la familia y se quejó de que el especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de pasar el tiempo en quejarse no tenía tiempo para escuchar sus quejas, por lo que solicitaba una segunda carta para un segundo especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse. El médico de la familia se quejó de que el hombre le quitase el tiempo que necesitaba para las personas que no pasaban el tiempo en quejarse de pasar el tiempo en quejarse, sino quejándose del hígado, del corazón o de los riñones, órganos que se quejaban sin quejarse de que se quejaban y lo envió a un hospital donde, según él, médico de la familia, solo se trataba a personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse. El hombre se dirigió al hospital donde, según el médico de la familia, solo se trataba a personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse y encontró en efecto una ventanilla al fondo de una sala de espera repleta de personas que se quejaban de pasar el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse, sentadas en bancos a lo largo de las paredes quejándose unas a otras no de que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse sino del hecho de que los especialistas del hospital que pasaban el tiempo tratando a personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse no tenían tiempo de tratar a las personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse ocupados como estaban en quejarse a la dirección de que pasaban el tiempo tratando a personas que pasaban el tiempo en quejarse, no dándoles a ellos, especialistas en personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse, tiempo para, sin quejas de las personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse, conversar unos con otros, tomar un café, ocuparse de la enfermera nueva o recibir a los delegados de información médica que les traían la última novedad en comprimidos cápsulas pastillas inyecciones ampollas bebibles y polvos efervescentes, destinados a acabar con las quejas de las personas que se quejaban de que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse. Al cabo de tres meses de espera, el hombre que pasaba el tiempo en quejarse de que pasaba el tiempo en quejarse fue finalmente atendido por un especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse, pero al entrar en la sala no encontró a nadie salvo un escritorio vacío y una ventana abierta. Llamó a la enfermera nueva que lo escuchó con la desconfianza con que las enfermeras escuchan a las personas que pasan el tiempo en quejarse de que pasan el tiempo en quejarse, pero que finalmente lo acompañó a la sala del especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse. En efecto estaba vacía. Se asomaron por la ventana a tiempo de ver al especialista en personas que pasaban el tiempo en quejarse de que pasaban el tiempo en quejarse salir por el portón del hospital con las manos en los bolsillos y un cigarrillo en la boca, pensando en la mejor manera de acabar este texto. En su opinión, la encontró. A veces vuelve a ir al hospital, disfrazado de persona que pasa el tiempo en quejarse de que pasa el tiempo en quejarse, los médicos lo tratan de señor Antunes y le preguntan si se encuentra mejor. Él responde
—Gracias a Dios, doctor
porque es una persona educada y nunca más puso los pies en la sala. Los colegas creen que el doctor Lobo Antunes falleció hace mucho tiempo, no el que opera ni el padre, sino el profesor que trabajó aquí. Uno un poco distraído, que no hacía caso a nada.